Los Vicios capitales
Eduardo de la Serna
Introducción
Los
modernos libros de moral suelen ser poco propensos a codificar o especificar
los diferentes tipos de pecados. Una reciente película, y un libro de un
mediático filósofo, de todos modos, ha puesto de moda aquel grupo de
"pecados" llamados "capitales". Creemos que este tipo de
situaciones o tendencias, a los que se suele llamar "pecados" son
siempre actuales, más allá de los matices propios de cada tiempo y cultura. Por
eso pretendemos profundizar la cuestión, y para ello es necesario entender,
antes que nada, de qué estamos hablando.
¿Pecados o vicios?
En
los catecismos o libros de moral es frecuente una estrecha interrelación entre
pecados y vicios. De hecho, más que pecados se suele hablar de
"vicios" capitales. El vicio es la costumbre, la
tendencia, la disposición hacia ciertas actitudes de pecado. Está provocado por
la frecuencia de los pecados, pero de por sí no es pecado. Es lo que arrastra
hacia el pecado, nos prepara para..., es lo que impide que presentemos
resistencia a la tentación. El pecado está a la puerta...
Capitales
Por
"capitales" se entiende "que están a la cabeza", es decir,
el acento no se pone en la gravedad sino en que determinados vicios están en el
origen, son causa, de los restantes vicios, o pecados; son como el
"capitel" que permite la entrada a las demás dependencias... En este
sentido, su importancia no radica en la gravedad que determinados
vicios/pecados tengan, sino en la facilidad con que arrastran a determinados
pecados que sí son graves.
¿Siete?
Desde
san Gregorio se suelen codificar en siete (es el nombre original de la película
a la que hicimos referencia: "Seven"). El Nuevo Catecismo los
enumera: "soberbia, avaricia, lujuria, envidia, ira, gula y pereza"
(Nº 1866), aunque algunos de estos nombres podrían especificarse mejor; Santo
Tomás, por ejemplo, no está totalmente de acuerdo que la soberbia sea un vicio
capital puesto que es "la reina de todos los vicios" (cita a
Gregorio) y prefiere hablar de la vanagloria; asimismo, más que hablar
de la pereza habla de la tristitia o acedia. Pero -y fundado en
la misma autoridad de san Gregorio- sostiene el número siete para referir a los
vicios capitales (de todos modos, de las diferencias, hablaremos en su lugar).
Sin
tanta "precisión" pero con una profundidad notable tengamos en cuenta
lo que dice San Bernardo al comentar el Cantar de los Cantares:
«Esto debían haberlo tenido en
cuenta los que me ordenaron guardar las viñas, es decir: si guardaba mi viña.
¡Cuánto tiempo permaneció inculta, desierta, abandonada! Por eso no daba vino;
estaban secos los sarmientos de las virtudes por la esterilidad de la fe; tenía
fe, pero muerta. ¿Cómo no iba a estar muerta sin las obras? Esto me ocurría en
mi vida mundana. Después de convertirme al Señor la guardé un poco mejor, lo
confieso, pero no todo lo que debía. ¿Y quién es capaz de conseguirlo? Ni el
santo Profeta que decía: Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los
centinelas. Lo recuerdo perfectamente: ¡cuántas veces me expuse entonces a las
asechanzas del que asaetea a ocultas al inocente! ¡Viña de mi vida, cuánto te
he robado con furtivas artimañas, precisamente cuando empecé a entregarme con
más vigilancia a mi control y cuidado! ¡Cuántos y qué excelentes abonos de
buenas obras sofocó la ira, se los llevó la jactancia
o los despreció la vanagloria ¡Cuánto tuve que soportar a los
halagos de la gula, a la acedia del espíritu, de la
tormenta y del huracán que devora! Así era; y a pesar de todo me hicieron
guardián de las viñas, sin tener en cuenta lo que yo hiciera o habría hecho con
la mía, sin escuchar la recriminación del Maestro que dice: Uno que no sabe
gobernar su casa ¿cómo va a cuidar de la Iglesia de Dios?»
Esto
es lo que se dice de estos vicios o pecados capitales. Intentaremos, a
continuación, reflexionar desde distintas ópticas sobre cada uno estos vicios
en toda su actualidad. Que es mucha. Para eso hemos elegido un camino variado:
el tema es tradicional, y por eso no hemos ahorrado la referencia y cita
de autores antiguos; el tema es bíblico, y por eso hemos recurrido, en
más de una oportunidad, a los textos y sus paralelos; el tema es espiritual,
y haremos referencia a los grandes maestros del Espíritu; el tema es pastoral,
y no dudamos en reflexionar con los pies bien puestos en la realidad; el tema
es actual, y no dejaremos de señalar directa o indirectamente sus
consecuencias para nuestra vida; por todo esto -obviamente- el tema es moral
(= vida cristiana) e intentaremos iluminar nuestra vida de fe, vida de
seguimiento de Jesús de Nazareth...
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