miércoles, 26 de febrero de 2014

El trabajador tiene derecho a su salario



“El trabajador tiene derecho a su salario”



Eduardo de la Serna




El ambiente campesino de la Biblia, de pequeñas parcelas familiares de la tierra dada por Dios a su pueblo, fue siempre un ideal del antiguo Israel; pero la realidad internacional, en especial a partir del surgimiento de grandes imperios como los asirios, babilonios, persas, griegos y, finalmente, romanos hizo en la práctica imposible el cumplimiento de la ley que el pueblo tenía y atribuía a su rey Yahvé Dios. Los momentos de relativa independencia o “dictaduras blandas” permitieron que hacia adentro Israel cumpliera esta Ley, que ciertamente no podía ser impuesta hacia fuera. Y esto implica, obviamente, el cumplimiento de la justicia. Un ejemplo evidente es el caso de la esclavitud: hacia adentro del pueblo, un judío no podía tener a otro como esclavo; y si nominalmente lo era, en la práctica distaba mucho de serlo, era casi un jornalero con trabajo asegurado. Pero esto no impedía a los extranjeros dominadores a tener los esclavos que quisieran. El tema de la tierra, la esclavitud, las deudas y los trabajos forzados son temas cada vez más frecuentes e incluso centrales en el inicio de la guerra judía contra los romanos (año 66 d.C.).


Imposibilitados de tener sus propias tierras, que han debido dejar en prenda por deudas –y que no recuperarán, ya que la ley de jubileo que las restituía no era tenida en cuenta por los poderosos, aun judíos, esto implicó un aumento del campesinado a jornal (y de la esclavitud, como se dijo). Era habitual que los jornaleros fueran de madrugada a la plaza pública con sus instrumentos de trabajo a fin de ser allí contratados por un denario, con lo que él y su familia podrían a duras penas alimentarse al día siguiente. 


Ciertamente esto no impedía que al interno de Israel se tratara por todos los medios, en la Ley, los sabios, los jueces (los que eran justos, claro) que primara la justicia en las relaciones mutuas. Y un ejemplo, en este sentido, es el pago justo y a tiempo. La legislación bíblica sobre estos temas es muy abundante, y busca permanentemente asegurar la vida de los pobres. Pero veamos brevemente algo sobre esto en las Escrituras cristianas.


Ya san Pablo –por lo tanto, el primer escritor cristiano- insiste en más de una ocasión que cada “cual recibirá el salario según su propio trabajo” (1Corintios 3:8), ya que “al que trabaja no se le cuenta el salario como favor sino como deuda” (Romanos 4:4). San Lucas pone en boca de Jesús que “el obrero merece su salario” (Lucas 10,7), algo repetido también por un discípulo de san Pablo años después (1 Timoteo 5,18; siendo textuales ambos dichos no es improbable que ambos hayan asumido un dicho popular que circulaba en la región helenista). Pero en otra región y con otra mentalidad bastante diferente, la carta de Santiago afirma claramente a los ricos: “Ahora bien, ustedes, ricos, lloren y den alaridos por las desgracias que están para caer sobre ustedes. Su riqueza está podrida y sus vestidos están apolillados (…) Miren; el salario que no han pagado a los obreros que segaron los campos de ustedes está gritando; y los clamores de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos”. (Santiago 5:1-4). 


Para decirlo con lenguaje nuestro, el salario no es un favor que el que contrata hace al que trabaja, sino un derecho de éste y una obligación de aquel. Y por tanto, no dar acorde al trabajo realizado es lisa y llanamente un robo. Robo habitualmente impune porque el que contrata suele ser el poderoso y el trabajador el débil en la cadena económica. Es precisamente por eso que en la misma Biblia hay tantas críticas a los gobernantes, a los jueces, a los que se llaman profetas que “actúan por salario” (Miqueas 3,11), es decir, aquellos que dicen lo que a los poderosos les agrada a cambio de dinero, perjudicando así a los pobres. 


Sin dudas nuestros tiempos son muy distintos. Desde la era industrial los cambios han sido abismales; pero no la injusticia, no el abuso de los poderosos sobre los débiles, no las modernas (sic) formas de esclavitud. Hoy las estructuras sociales –como antes en las bíblicas- tienen grandes herramientas a favor de los débiles: sindicatos, tribunales de justicia, división de poderes, democracia con voto universal… Pero eso no impide, como entonces, que haya sindicatos que “actúan por salario”, jueces que juzgan por soborno, gobernantes o legisladores que no saben escuchar “el clamor de los pobres”. Escuchando a dirigentes, legisladores y hasta periodistas hablar de la conveniencia de una “baja del salario” no podemos menos que pensar en una “legalización del robo”, lisa y llanamente robo. 


Ya hemos tenido experiencia de una Argentina en la que el Capital pensaba, decidía, gobernaba, y cuál fue su repercusión asesina sobre el mundo del trabajo. Hemos tenido experiencia de periodistas (sic, en realidad operadores) que explicaban a Doña Rosa que ella era la culpable de la inflación por no caminar 50 cuadras con su changuito buscando precios. Hemos visto sindicalistas amigos íntimos de los empleadores, apoyando o callando ante toda medida perjudicial de sus afiliados. Y seguimos escuchando las mismas “nuevas” (o “renovadas”) voces que nos aclaran que los salarios son los culpables de esa inflación, y que bien haría el gobierno en bajar esos salarios, mientras sus amigos siguen retaceando yerba, aceite o azúcar “cuidados”. El salario no es un favor, es un derecho de uno y la obligación de otro; y bien haría el gobierno (este u otro) en defender con todos los medios posibles el salario de los pobres, aunque se sientan perjudicados (¡y no lo son!) los servidores del Capital. Y bien harían aquellos legisladores, sus operadores (dizque periodistas) y los dirigentes de ciertos partidos (o frentes renovadores) en ser lo suficientemente claros y explicar que están dispuestos a robar a los trabajadores, y si fuera el caso, confesar públicamente que apostatan de su fe cristiana.





martes, 25 de febrero de 2014

Comentario 8A



La búsqueda de la presencia del reino es lo único absoluto

TIEMPO DURANTE EL AÑO – 8 "A"
2 de marzo

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del profeta Isaías     49, 14-15

Resumen: el olvido y el abandono son algo imposible en Dios hacia su “esposa” e “hija” Israel. Hasta de quien no es espera el olvido podría esperarse, pero jamás de Dios que es –sugerentemente- comparado con una madre.

La fórmula “así dice Yahvé” marca los comienzos de las distintas unidades de esta unidad (49,8.22; 50,1) separando el segundo y el tercer canto del siervo de Yahvé (49,1-7 [la referencia a las “islas” y los “pueblos lejanos” (v.1) y los “confines de la tierra” (v.6) marca una inclusión que concluye en v.7 con “así dice Yahvé” dando a su vez comienzo a lo que sigue] y 50,4-11). En este caso, entonces, la unidad está enmarcada en 49,8-21. En la unidad anterior, Yahvé se había dirigido a las “islas” y “confines de la tierra”, siendo estas –probablemente- los miembros del pueblo de Dios que se encuentran en la “diáspora”. En esta unidad se canta la alianza y conformación del pueblo, y el regreso de aquellos que están lejos (“presos”, en “tinieblas”, v.9) ya que Dios los acompañará alimentándolos y saciándolos (v.9b-10), y allanará los caminos (v.11) tanto que la misma Creación (cielos, tierra, montes, v.13) se llenarán de alegría por la “consolación” y “compasión” que Dios ha manifestado por su pueblo (cf. 40,1-4). 

Con una metáfora femenina Yahvé responde a las dudas de Israel expresado como “Sión” (v.14) mostrándolo a continuación con una confirmación de las promesas de Dios con su pueblo (muros, reedificación, nupcias, proliferación de hijos, a pesar de las ruinas, y la esterilidad pasadas).

El texto litúrgico, entonces, está formado por la metáfora (femenina, como diremos) que explica a los dubitativos judíos que Dios se preocupe e interesa de su pueblo que sufre. 

El destinatario (¡destinataria!) de las palabras de Yahvé está en femenino (tatuada, v.16; como una novia, v.18; “era estéril… deportada y eliminada”, v.21). El lenguaje es el de las relaciones de amor entre una pareja: Dios y su novia / esposa Israel, pero mientras lo frecuente es que lo habitual es acusar a Israel de olvidarse (= abandonar) de su esposo (cf. Oseas 2,15; 4,10; 8,14; 13,6 y Jeremías 1,16; 2,13.17.19.32: 3,21… y frecuentemente en la tradición deuteronomista: Dt 6,12; 8,11.14.19; 28,20; 32,18; Jos 24,16.20; Jue 2,13; 3,7; 1 Sam 12,9…). Es interesante que –como es obvio- olvidar, abandonar (skh) es todo lo contrario de hacer memoria, algo que es fundamental en la historia de Israel y la Iglesia. En v.14b Yahvé está en paralelo con “Señor” (adôn) que es una imagen conyugal, “marido”, “señor”.

El planteo de Israel (cf. Lam 5,20) de que Yahvé lo ha abandonado (‘zb) / olvidado (skh) se responde con una pregunta retórica que espera respuesta negativa y luego a un ejemplo de lo evidente o improbable que “aunque así fuera” contrasta con la actitud de Yahvé (“aunque así ocurriera, yo no lo haría”; cf. Sal 27,10). El verbo “olvidar” –que como dijimos es clave en la unidad- se repite tres veces en la respuesta divina. 

El recuerdo de 40,1-4 que señalamos permite pensar que el libro del discípulo de Isaías empieza aquí una segunda parte reforzando la idea de la fidelidad  y el amor de Yahvé por su pueblo. La duda de la novia por el abandono de su esposo que presiente, queda aquí respondida. Sin embargo hay un cambio en la metáfora: el texto no habla del esposo enamorado, o de un marido fiel sino que cambia a una imagen materna. Sin decir que “Dios es madre” no renuncia a la imagen materna, algo que es frecuente también en otras partes del Segundo Isaías (cf. 42,13-14; 45, 10; 49,15; 44,2.24; 46,3) y otros textos de la Biblia hebrea. La posibilidad de que el autor de los oráculos del Segundo Isaías (o de algunos de ellos si la obra se trata de una colección, más que de un personaje único) sea una mujer, no debería descartarse rápidamente (40,6-9 abunda en verbos y sufijos femeninos).  El texto no afirma explícitamente que Dios es “madre”, como puede afirmarlo la teología posterior, pero sí establece una comparación: “¿puede una mujer olvidar?” (imagen de lo improbable)… pues aunque “estas (notar el plural) llegasen a olvidar, yo no te olvido” (notar el “te”). Pues aunque eso improbable ocurriera, “no ocurre en mi caso”; pero eso no debe descuidar que la imagen es expresamente femenina. La seriedad teológica del “olvido” y la “memoria” de Dios hacia su pueblo (y que se espera recíproca) se compara precisamente con el amor de madre (aunque es de notar que no dice “madre”; como tampoco en 45,10, es evidente que a ella se refiere).


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     4, 1-5

Resumen: Después de haber criticado la existencia de partidos en el seno de la comunidad de Corinto, Pablo los invita a ver en él y los otros servidores de los misterios. Sólo cuenta cómo nos ve Dios, y no como nos ven los demás, o ni siquiera nosotros mismos. Lo que cuenta es que Dios esté conforme con nosotros, servidores de los demás.


La primera unidad de la carta a los corintios está concluyendo (caps. 1-4) para dar paso a nuevos temas (que quedan suspendidos por la irrupción de la pascua a partir del próximo domingo que continuará recién el domingo 6 de julio con el domingo 14º durante el año donde se leerá la carta a los Romanos cap. 8). Como se ha dicho, la división en “partidos” (de Pablo, Apolo, Cefas y Cristo) motiva esta parte  que culmina con un “por lo tanto” (houtôs). Los apóstoles no han de ser razón de división sino “servidores” y “administradores” (hypêrétês [única vez en Pablo, es sirviente, ayudante], oikonomos [en el NT –x10- sólo en los escritos con cierta influencia paulina])  de los “misterios”.

Hemos señalado hace dos domingos una nota sobre el “misterio” bíblico. Simplemente recordemos que lo propio del “misterio” en la Biblia es que es algo que será “revelado”, por tanto no se trata de algo “perpetuamente” incomprensible a la inteligencia humana sino algo del plan de dios que “por ahora” no se puede comprender hasta tanto Dios lo revele por intermedio de sus “servidores y/o administradores”.

Es evidente que lo que se pretende de un administrador es su “fidelidad” (como lo muestra la parábola de Lc 16,1-13), algo especialmente comprensible en sociedades en las que el “amo” dejaba todo en manos de su esclavo / administrador para dedicarse a filosofar. “Fidelidad” (pistos) parece que preferentemente ha de traducirse por “credibilidad” (pistos es adjetivo que viene de pistis, fe). Es esta credibilidad paulina la que parece en cuestión por parte de algunos (quizás manifestando su credibilidad preferente hacia otros, como Apolo). Para él sólo cuenta lo que Dios tenga para decir; no le importa lo que digan ni los demás, ni un tribunal, ni siquiera él mismo. Y por ello recomienda a los destinatarios que tampoco ellos juzguen sino que dejen eso a Dios mismo. Ese juicio al que se refiere (anakrinô; x1 en Lc, x5 en Hch y x10 en 1 Cor). En 2,14-15 había señalado que sólo con el espíritu se podía “juzgar”. En 9,3 vemos que hay quienes “juzgan” a Pablo, en 14,24 se nos indica que si los miembros de la comunidad hablan de parte de dios (= profetizan) lograrán que los asistentes se vean “juzgados”. En 10,25.27 encontramos una cierta semejanza con el texto que comentamos ya que al “juicio” se añade la “conciencia” (syneidesis). La conciencia “juzga” por ser una memoria colectiva (con-ciencia; syn-eidos [lo “sabido” por todos]). Esa memoria está en nuestro corazón y desde ella se “juzga” nuestro accionar; pues “ni siquiera” ella, pues aunque no le reprocha nada, sólo Dios es el juez definitivo, el que juzga y “declara justo” a alguien. 

El tiempo final (la “venida” del Señor [= Jesús], tema frecuente en las primeras cartas paulinas: 1 Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,2.23; 1 Cor 11,26; 15,23) es tiempo donde se manifestará lo escondido (oculto, tinieblas, intenciones, corazón). Es en este momento que el Señor (es decir, no la comunidad, no los partidos, no “los hombres”, ni siquiera Pablo, sino “el Señor” dará a cada uno su “valor” (epainos), es decir “elogio”, “alabanza”, “reconocimiento”. El reconocimiento de parte de Dios es bendición: 

“(los animales que son idolatrados) ni siquiera poseen la belleza de los animales que, a su modo, cautiva al contemplarlos; están excluidos de la aprobación de Dios y de su bendición” (Sab 15,19)
“El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres” (Rm 2,29).


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     6, 24-34

Resumen: la realización de la voluntad de Dios sigue siendo el eje conductor del Sermón de la Montaña. En este caso se insiste en que la preocupación angustiosa por la comida y el vestido suelen impedir que la persona humana se dedique plenamente a buscar el reino, y de esa manera termina como servidor del dinero.


El Sermón de la montaña continúa en la liturgia, y después de las “antítesis” (han oído que se dijo, pero yo les digo”) ha presentado una religiosidad superadora (es decir, sólo para Dios, no para “los hombres” presentando alternativas a la oración, la limosna y el ayuno). Ahora señala dónde debe estar puesto el corazón: hay que acumular “tesoros en el cielo” (v.20), hay que “buscar el reino” (v.33). La idea de la primera parte está centrada en la limosna (tema que también se encuentra en Lucas aunque con una intención claramente diferente: en Mateo la religiosidad nueva, en Lucas la solidaridad). Las imágenes del corazón y del ojo (vv.21.22.23) no sólo refieren a la persona entera, sino a su decisión. En la medida en que esta es la realización de la voluntad de Dios en la que toda la persona está implicada volvemos a la imagen de la “perfección”, la “plenitud de la ley” y la “justicia mayor” que anteceden esta unidad. Si el hombre no pone su ojo (o su corazón) en los caminos de Dios, es precipitado en las tinieblas.

El texto litúrgico comienza en v.24 con una alusión a los “dos señores” (texto que también en Lucas tiene otra connotación, ver lo dicho el domingo 25 ciclo C). Este dicho es el punto de partida, Dios requiere una atención absoluta. Sobre “odiar”, recordar –como se ha visto en más de una ocasión- que ha de entenderse en el modo semítico de “amar menos”, “no amar tanto”, o hasta ser indiferente. El acento en Mateo está puesto en la exclusividad que Dios requiere (en Lucas el dinero como divinizado es fundamental). 

Este es el punto de partida, a continuación lo desarrolla (“por eso…”, v.25): 

I.              Presentación: no preocuparse (v.25)
II.             Ejemplos de la Creación (vv.26-30)
a.    Las aves (vv.26-27)
b.    Los lirios (vv.28-30)
III.            Ampliación de la presentación (vv.31-32)
IV.           Síntesis: buscar el Reino (v.33)
V.            Añadido popular (preocupación por el mañana, v.34).

El término clave es la preocupación (merimnaô, x7 en Mateo, x6 en esta unidad); los tres aspectos por los que los seres humanos se “preocupan angustiosamente” son la comida, la bebida y el vestido, lo único que cuenta es la vida (psyjê). 

Con las imágenes de los pájaros (Lc 12,24 los relaciona con las cornejas) ilustra la comida (y bebida) y los “lirios” ilustran el vestido, flores silvestres que duran apenas un día (se suele pensar en las anémonas rojas). El contraste –por otro lado- viene dado con el trabajo campesino (“no siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros”, v.26), al trabajo –habitualmente- femenino (“hilar”) y un contraste con el rey caracterizado por el lujo y el esplendor: Salomón. El contraste es un característico kal wahomer, es decir un “de menor a mayor”: si Dios se ocupa de las aves y las flores, “¡cuánto más!” se ocupará de ustedes. 

Antes de continuar hay un tema central que señalar (y ante el cual alertar). Mateo no está hablando de una actitud pasiva, de desentenderse y poner todo en las manos de Dios. Esa concepción de la “Providencia” es griega, no bíblica. No habla de no trabajar (algo impensado en el ambiente bíblico) sino de no trabajar “con angustia” [como no debe entenderse el trabajo como un “castigo por el pecado original”, sino que lo que ocurre es el trabajo arduo e infructuoso, “con el sudor de la frente”]. Dios no se desentiende de los humanos (“¿quién puede añadir un codo?”), pero esto no quiere decir que estos deben quedarse “sentados” a la espera de que Dios los alimente y vista. Esa expectativa “providencial” es propia de “los gentiles”. La “vida” es la idea principal de la unidad. Y esto implica confianza (= fe). La “poca fe” (v.30) es un tema frecuente en Mateo (8,26; 14,31; 16,8; 17,20) dirigida claramente a sus discípulos (y contrastando con la “gran fe” de una mujer y un varón, ambos paganos (8,11; 15,28). 

En v.33 Mateo presenta la clave de toda la unidad, de lo único que debe preocupar: la búsqueda (zêteite) del reino (“de Dios”, en muchos manuscritos) y su realización (= “justicia”). Nuevamente la “voluntad de Dios” enmarca la unidad como es característico del Sermón de la Montaña. En Cristo se revela a la humanidad el camino para llegar a Dios y realizar su voluntad, por eso “el que busca, encuentra” (7,8). El que busca dejar que el reino venga, no se angustia por su futuro sino que busca la realización plena de la voluntad de Dios.

Así Mateo añade un dicho popular (“no preocuparse por el mañana”) en este caso como consecuencia obvia de la fe.


martes, 18 de febrero de 2014

Comentario 07A



Llevar a la perfección en el amor la vida nos conduce a la paz

TIEMPO DURANTE EL AÑO – 7 "A"
23 de febrero
 
Eduardo de la Serna




Lectura del libro del Levítico     19, 1-2. 17-18

Resumen: Después de aclarar que el pueblo judío es “separado” para Dios (= santo) lo ejemplifica con el amor, y la actitud de rechazar la venganza.


El escrito claramente sacerdotal del Levítico invita a los miembros del Pueblo de dios a tener una actitud coherente con sus “hermanos” (= miembros de la comunidad; miembros del Pueblo de Dios, “compatriotas”). La santidad a la que hace referencia aquí, y en otras partes implica la separación de todo lo “profano”.

Una nota sobre la santidad bíblica. El término “santo” tiene entre nosotros una connotación ética (suele ser lo contrario de “pecador”), pero en el ambiente antiguo la connotación es ritual (es lo contrario de “profano”). Así, algo o alguien es “santo” en cuanto ha sido “separado” para Dios; para lo cual suele ser necesario una serie de gestos o actitudes rituales. El pueblo de Israel es (debe ser) santo por cuanto Dios lo ha separado para sí de entre los demás pueblos. Y por ello debe tener actitudes (rituales, como por ejemplo en la alimentación, en las uniones matrimoniales) de separación con respecto a “los demás”.

Después del mandato a “ser santo”, el texto presenta una serie de mandatos que lo hacen práctico. El texto –ilustrando así el Evangelio- señala cómo debe comportarse un “santo” con otro.
Como se ve en el pasaje, hay tres palabras que son sinónimas en esta unidad: hermanos, prójimo y compatriota. No odiar, no ser vengativo y amar también son en cierto modo paralelas. Es la actitud que Dios espera de un judío para con otro.


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     3, 16-23

Resumen: Pablo empieza a concluir su discurso sobre la verdadera sabiduría que nace en la cruz y la debilidad. Y es fundada sobre Cristo y la cruz que la verdadera sabiduría es constructiva y nos conduce a Dios.


Con imágenes campesinas (plantación, v.6) y urbanas (arquitecto, v.10) Pablo habla de la comunidad como campo o construcción (v.9) “de Dios”. Continuando esta última, Pablo desarrolla una serie de metáforas (cimiento, construcción, materiales, vv.10-12). El acento está puesto en la resistencia de la obra (vv.13-14) o su falta de resistencia (v.15). En este contexto comienza a señalar que esa obra (“ustedes”) en “Santuario de Dios” (v.16) del que se espera que no sea “destruido” (v.17). 

El uso de “¿ustedes no saben?” es frecuente en la carta de modo retórico (5,6; 6,2.3.9.15.16.19; 9,13.24) y suponen una respuesta positiva: ¡sí que lo saben! (quizás porque Pablo mismo lo ha predicado en la comunidad). El templo –por las metáforas agrícolas y arquitectónicas señaladas, y el uso del plural- se refiere en este caso a la comunidad toda (cf. 2 Cor 6,16). La importancia dada al Templo por el judaísmo de su tiempo hace que sólo los hipercríticos de Qumrán se vieran a sí mismos como templo, debido a que rechazaban de cuajo el sacerdocio de su tiempo (ellos se veían como poseedores del verdadero sacerdocio): 


“… el consejo de la comunidad será establecido en verdad como una plantación eterna, una casa santa para Israel y el fundamento del santo de los santos para Aarón, testigos verdaderos para el juicio y escogidos de la voluntad de Dios para expiar por la tierra y para devolver a los impíos su retribución. Ella será la muralla probada, la piedra angular preciosa cuyos fundamentos no vacilarán y no temblarán en su lugar. Será residencia santísima para Aarón con conocimiento eterno de la alianza de justicia y para ofrecer un olor agradable; y será una casa de perfección y verdad en Israel…” (1QS [Regla de la comunidad de Qumrán] 8,5-9)

El tema seguirá profundizándose luego en la siguiente generación cristiana (Efesios, 1 Pedro) y en 1 Cor 6,19 es utilizada en sentido individual. El templo es morada de Dios (o también del Espíritu, en Flavio Josefo):


¡Por lo tanto, no dejes de darnos estas bendiciones, y otorgar a mis hijos aquella virtud en cual brillas! y además, humildemente te suplico que dejes bajar alguna porción de tu Espíritu y habite en este templo, para que puedas aparecer y estar con nosotros sobre la tierra... (Antigüedades 8:113-114 [oración de Salomón])

Con la imagen de la destrucción, Pablo sigue lo que había destacado en los vv. anteriores. La imagen podría traducirse “si alguno arruina el templo, Dios lo llevará a la ruina” (v.17). La comunidad debe ser “santa” (cf. 1,2), por ser templo. El uso del término “santos” (hagios) en Pablo tiene una serie de matices interesantes a tener en cuenta para el sentido habitual en los escritos judíos. Pablo con frecuencia habla de los “cristianos” (palabra que nunca utiliza) como de “los santos” (Rom 8,27; 12,13; 15,25…; 1 Cor 6,1; 16,1.15; 2 Cor 1,1; 8,4; 9,1…), hay una relación de “santificación” a partir del bautismo (1 Cor 6,11), y ser “santos” es una “vocación” (Rom 1,7; 1 Cor 1,2). Pero una vocación en el mundo en el que la comunidad vive. En medio de ella, los cristianos están llamados a ser luz para los demás pueblos, a dar testimonio de su vida a fin de “seducir” a los demás a incorporarse a la comunidad de los santos (cf. 1 Cor 7,14; Rom 15,16; 1 Tes 5,23). 

En vv.18-23 Pablo da una primera clausura al tema que viene desarrollando desde 1,10 citando incluso textos sapienciales (Job 5,13; Sal 93,11 [LXX]) que remiten a Is 24,19 al que hizo referencia en 1,19 dando de ese modo un cierre con una inclusión [la “inclusión” es un modo semítico de incluir una unidad literaria comenzando y finalizando con una misma idea, construcción o referencia de manera de darle unidad] en ellos destaca la fragilidad de la sabiduría humana (como hemos dicho, las citas bíblicas de toda esta unidad 1-4 no son textos exactos, y pueden provenir de un “florilegio”, o haber sido adaptadas por el mismo Pablo para su intención retórica). Muchos de los temas como “sabiduría”, “necedad”, “este mundo”, etc… los encontrábamos en ese contexto (remitimos a lo dicho entonces domingos pasados), lo mismo que la referencia a los tres grupos de Pablo, Apolo y Cefas (obviamente no incluye en este punto al grupo de Cristo porque hará referencia a Cristo a continuación). 

En este marco, Pablo urge a los corintios a no jactarse de la capacidad de cada uno de sus líderes, y lo hace con un dicho probablemente popular –y quizás usado por los corintios mismos- “todo es nuestro”, pero reforzando que los corintios “pertenecen a Cristo” (1,30; 6,20; 7,23).

Es un tema interesante –y muy frecuente en Pablo, especialmente en las cartas a los corintios, el sentido del verbo “jactarse” (kaujáomai). El tema  radica en / de qué cosas una persona o grupo se jacta. Jactarse de la propia fuerza, de las capacidades, de uno mismo es sin duda necedad. Es “inflarse” como un pavo (“pavonearse”). En cambio, jactarse por la obra de Dios en uno mismo, no poniendo en uno la capacidad sino en la gracia, es “glorificarse”, porque en eso se da gloria a Dios. Jactarse en la gracia, la cruz, el don de Dios, lleva a que sea Dios mismo el que “aparece” a los ojos de los demás. “Jactarse” por la pertenencia a un grupo, por la predicación / sabiduría “de este mundo” no lleva a Dios, sino a uno mismo y es algo sin sentido alguno, “el que se jacte, que se jacte en el Señor” (1 Cor 1,31 // 2 Cor 10,17).


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     5, 38-48

Resumen: Las restantes dos antítesis comenzadas la semana pasada invitan a ir a la raíz del amor quebrando de ese modo todo espiral de violencia. Desarmar al violento con la no violencia, y amar a los enemigos muestra que la propuesta de Jesús quiere ir al corazón de la Ley haciendo que de ese modo los discípulos de Jesús se asemejen a Dios en sus actitudes.


Como pudimos ver en el Evangelio del domingo pasado, Mateo presenta en esta parte del Sermón de la Montaña una serie de “antítesis” que tienen el mismo esquema: “han oído que se dijo… pero yo les digo”. En ellas –a modo de ejemplo- presenta una superación de los mandamientos antiguos. De ninguna manera los declara abolidos, sino que los supera yendo a la misma raíz. Así los destinatarios del Sermón pueden llevar a plenitud la ley, cumpliéndola más que los que más la cumplen. Es de este modo que pueden “ser perfectos” (v.48). Cuatro de estas antítesis eran la lectura del Evangelio del domingo pasado, y hoy se leen las restantes dos. Hay que tener en cuenta lo dicho entonces; solamente anotaremos algunos elementos propios de estas.

El famoso dicho “ojo por ojo, diente por diente” había sido un gran logro de la antigüedad para evitar el espiral interminable de la venganza. El sentido era que a quién te ha roto un diente, deberás romperle un diente, no más. Es la conocida “Ley del Talión” (de “tal cual”, se sanciona tal como fue el daño) que se encuentra en varios escritos de Medio Oriente. 


Si un hombre libre vació el ojo de un hijo de hombre libre, se vaciará su ojo.
Si quebró un hueso de un hombre, se quebrará su hueso.
Si vació el ojo un campesino o roto el hueso de un campesino, pagará una mina de plata.
Si vació el ojo de un esclavo de hombre libre o si rompió el hueso de un esclavo de hombre libre, pagará la mitad de su precio.
Si un hombre libre arrancó un diente a otro hombre libre, su igual, se le arrancará su diente.
Si arrancó el diente de un campesino, pagará un tercio de mina de plata. (Código de Hammurabi [1800 a.C.], leyes 196-201)


Sin embargo, esto no implica que –más allá de su buena intención- esta “Ley” escondiera una cuota importante de venganza o que diera cabida a ella. Precisamente por ello, no es cuestión de buenas o razonables leyes, sino de ir “al corazón”, y para ello el Jesús de Mateo propone quebrar el espiral de la violencia. Con sensatez se ha dicho que la “no violencia” resulta “violenta” para el que la recibe por respuesta. Violenta porque lo desarma y lo deja sin argumento.

En un mismo carril debe entenderse la última antítesis de “amar a los enemigos”. Propiamente, ningún texto bíblico afirma que se ha de “odiar al enemigo”, pero así podían entenderse más de un texto; por otro lado, como puede verse en Lc 14,26 (ver Mt 10,37) “odiar” parece un semitismo usado en el sentido de “no es obligación amar a...”, o “no amar tanto como” [aunque algunos escritos judíos tardíos, como los Salmos de Salomón, o escritos de Qumrán invitan a los “hijos de la luz” a “odiar a los hijos de las tinieblas” (Regla 1,1); cf. Sal 138,19-22]. Es importante entender –para saber a qué refiere Mateo- que en general “prójimo” es el miembro de la comunidad, el judío, mientras que –y especialmente es visible en el contexto de Mateo, el enemigo se entiende el grupo perseguidor (5,10.44; 10,22; 24,9). Esos tales, que aman a los enemigos y perseguidores, “serán hijos de Dios” porque lo imitarán en su actitud de dar el sol y la lluvia sobre buenos y malos. Pero no ha de descuidarse que el amor no es “individual” (o a los “cercanos”) sino colectivo y concreto. Colectivo en cuanto que se dirige a todos, no solamente a los “de la casa”, o del clan, ya que eso es algo frecuente a todos, eso lo hacen también publicanos y paganos; y concreto, porque se manifiesta en obras concretas de amor, no en mero sentimiento o buenas intenciones.

Es a esto a lo que se refiere el “ser perfecto” (cf. Dt 18,13; Lev 19,2; 1 Pe 1,16): es una entrega absoluta a Dios (notar que no se refiere a una “perfección” metafísica o ética). El que obra de esta manera (la expresada en todas las antítesis a modo de ejemplo), ese tal ha llevado a la perfección lo que Dios pretende en la Ley (es en este sentido que hay que entender la frase de Jesús solamente en Mateo al “joven rico”, “si quieres ser perfecto”, 19,21: “si quieres llevar a la perfección las cosas de Dios”). No es la “perfección” griega por la que algo es perfecto cuando es igual a su modelo, sino la “perfección” hebrea en la que algo es perfecto cuando es como debiera, en este caso, Dios es perfecto cuando es Padre, ustedes serán perfectos cuando sean hermanos y hermanas.


“…a fin de que se conduzcan delante de Él de manera perfecta, según todas las revelaciones relativas a las fiestas reglamentadas”. (1QS 1,8-9)



“…instruirá a los justos en el conocimiento del Altísimo y enseñará la sabiduría del Hijo del cielo a los que siguen el camino de la perfección porque Dos los ha elegido para la alianza eterna y a ellos pertenecerá toda la gloria del hombre” (1QS 4,22-23).


Una nota sobre “sean… como Dios. La fórmula se encuentra con frecuencia en el libro del Levítico: “sean santos como Dios es santo” (11,44.45; 19,2; 20,7.26; 21,6), sin embargo nunca se encuentra en Jesús. Sólo encontramos dos veces una formulación semejante, pero no aplicada a la “santidad”. Aquí, Mt 5,48 se nos invita a ser “perfectos”, es decir, llevar a la perfección la ley viviéndola en su sentido y plenitud, en el amor; y en Lc 6,36 se nos invita a “ser misericordiosos como el Padre”. La “santidad” bíblica invita a “separarse” de todo para ser exclusivamente “de Dios”; por el contrario, Jesús invita a “aproximarse” a los demás en la misericordia o en el amor.