Vivir perfectamente la voluntad de Dios siendo
plenos en el Amor
TIEMPO DURANTE EL AÑO – 6
"A"
16 de febrero
16 de febrero
Eduardo de la Serna
Resumen: utilizando la clásica metáfora de los dos caminos, el sabio insiste –con las metáforas del agua y el fuego- en que la persona tiene ante sí ambas posibilidades, pero sólo una conduce a la vida y es la que dios quiere para los suyos.
En la literatura bíblica (y también en la cristiana posterior) se hace
frecuente lo que se suele llamar “los dos
caminos”. Es decir, con un cierto dualismo, se propone a la persona la
necesidad de elegir, tiene ante sí dos caminos y debe optar: sean la vida y la
muerte, el bien y el mal, la verdad y la mentira… Es algo particularmente
frecuente en la literatura sapiencial, aunque también en algunos momentos
legales (lo cual es normal ya que la Ley propone el “camino que se ha de vivir
para agradar a Dios” y la sabiduría muestra el camino de los que “saben” vivir.
El libro del Deuteronomio –texto de la Ley- por ejemplo:
«Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero…» (Dt 30,15-17)
Algo semejante ocurre en el Salmo 1
(obviamente con el que comienza el Salterio) que es una “bienaventuranza” (un modo característico de la literatura
sapiencial que viene a decir: “¡qué suerte tiene el que hace esto…, (o el que
evita aquello)!” Allí se contrastan dos caminos, el de los malvados (repetido 3
veces) y el que “medita la ley”.
El texto sapiencial de la lectura de
hoy (texto tardío en el que empiezan a identificarse la sabiduría y la ley)
presenta precisamente ambos caminos (incluso ilustrándolo con la metáfora del
agua y el fuego señalando que uno escoge dónde quiere “poner la mano”).
Obviamente la libre opción de la persona ante ambos caminos no implica que Dios
sea indiferente. Dios mira y conoce “las obras” (= el camino, la vida). Nadie
puede utilizar su libertad para escoger destacando que Dios la ha puesto “para
que” la escoja. Dios puso ambos caminos, pero uno es el camino que conduce a
dios, del mismo modo que “poner las manos en el fuego” implica necesariamente
quemarse. Con terminología nuestra (es decir, no es propiamente bíblica) lo que
Dios ha puesto es nuestra libertad, no los dos caminos en el sentido de que el
camino “de la muerte” también es querido por Dios. Nadie puede decir que Dios
le “ordenó”, o le dio “autorización” en ese sentido. Lo que Dios quiere es la
vida de sus amigos.
Resumen: Dos sabidurías están en conflicto: la “de este mundo”, la del imperio romano que asesina a Jesús, y la sabiduría “de Dios”, revelada por el espíritu que nos hace conocer lo profundo de Dios. Pablo contrata ambas sabidurías y os hace saber que la “gloria” de Dios brilla en medio de la oscuridad de la cruz.
Continuando la
segunda lectura del domingo pasado, Pablo sigue profundizando el tema de la
“sabiduría”. Pero si en los versículos
anteriores parecía que había un cierto contraste con aquellos que quedaban
fascinados por las predicaciones retóricas, cultas y “bien hechas” (como la de
Apolo) contrastándolas con la cruz, Pablo decide ir al nudo de la cuestión,
continuando el tema de la cruz que es el eje de toda la unidad literaria. Claro
que eso no exime a los corintios que en su superficialidad característica no
saben ir a las “profundidades”, pero Pablo no deja de dar “puntada sin nudo”.
Para ello contrasta dos sabidurías, la “de este mundo”, y la “de Dios”.
Una nota sobre
“este mundo”. El término “mundo” suele tener diferentes lecturas según los
diferentes escritores (y según los diferentes lectores). En el Evangelio de
Juan –por ejemplo- el “mundo” es el ámbito adversario a Cristo, por eso el
diablo es “el príncipe de este mundo”, y por eso en su cruz Jesús “ha vencido
al mundo”, los “suyos” están “en” el mundo, pero “no son” del mundo, y por eso
el reino “no es de este mundo” (pero sí “en este mundo”). Pablo, en general, no
habla de “este mundo” fuera de la primera carta a los corintios (Ga 1,4; 2 Cor
4,4) mientras que aquí lo menciona repetidamente (x11), 7 veces en esta unidad
(1 Cor 1-4). Ya en 1,20 hablaba del “sofista” (el que debate, única vez en la
Biblia) y la “sabiduría de este mundo”; en 2,6 se contraste esta sabiduría con
la sabiduría de “perfectos” (téleios),
en 2,8 los “príncipes de este mundo” desconocen esa sabiduría y por eso
“crucificaron” a Jesús, “señor de la gloria”. El que se crea “sabio de este
mundo” ha de hacerse “necio”, porque hay un contraste de sabiduría y necedad
con la sabiduría de Dios (es decir, Dios ve la “sabiduría” con otros ojos). En
5,10 contrasta la realidad del ambiente en el que se vive con cómo deberían
vivir los “cristianos”. Pablo no pretende que “salgan” de “este mundo”, pero sí
que vivan de otro modo diferente (5,10). En 7,31 se contrastan también ambos
modo de vida. El medio ambiente greco-romano, con su modo de vivir, la sociedad
es –para Pablo- “este mundo”. No se trata de un dualismo platónico como
pensando en este “mundo” y el “mundo del cielo”, como ciertas lecturas
espiritualistas parecen pretender. Se trata de llevar una vida que sea
evangelizadora para los contemporáneos. Y estos son judíos y paganos, a ambos
se les ha de mostrar una vida “perfecta” (es decir, que ha llegado a la
plenitud alcanzada “en Cristo”).
En este caso
concreto, la sabiduría de “este mundo” es la sabiduría “oficial”, la que se ha
“consagrado” ante los ojos de la sociedad. Y esta “sabiduría” es la que ha
crucificado a Jesús. Son los “príncipes” los que lo han hecho (no se ha de
olvidar que la cruz era una condena mortal que aplicaba el imperio por
intermedio de sus gobernantes. El César y el Imperio (la sabiduría
personificada) son los que no entienden la sabiduría de Dios y los que han
asesinado a Jesús. No se trata de “espíritus” o de “fuerzas del mal”, se trata
de personajes concretos (“padeció bajo el poder de Poncio Pilatos”) de historia
concreta. El imperio romano fue responsable directo del crimen, y estamos
invitados a reconocerlo sabiendo que Dios nos invita a mirar la realidad yla historia
con “otros ojos”.
Esta sabiduría es
calificada de “en misterio”, escondida, predestinada para nuestra “gloria”, que
ningún “príncipe de este mundo” conoció. Es algo “preparado por Dios para los
que le aman” (= conocen).
Una nota sobre el
“misterio”. Ciertas cosas que ocurren e la vida cotidiana son inexplicables
desde nuestra concepción de dios y su obrar, un ejemplo evidente es la
persecución de los fieles. ¿Por qué ocurre que los fieles sean asesinados
mientras que los corruptos triunfen en la vida? ¿Y Dios? Esto es algo
“misterioso”, pero Dios no puede fallar, no puede ser injusto, por lo tanto más
tarde o más temprano se “revelará” el sentido de esto. Lo propio del misterio
bíblico (algo de la historia que no comprendemos por ahora en su sentido) es
que Dios lo revelará en la historia en un futuro (más o menos cercano). En este
caso, esta sabiduría “escondida” es “en misterio” (v.8), pero Dios la ha
“revelado” (v.10) “a nosotros”, a los mismos a los que Dios –para nuestra
gloria- Dios predestinó.
La cruz “esconde”
una sabiduría que sólo puede ser comprendida por “revelación”. Mientras tanto,
permanece “en misterio”. Eso es algo ya preparado por la escritura: “anunciamos lo que ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (v.9).
En realidad, como en otras citas
bíblicas de esta unidad, no se trata de un texto exacto. Varias referencias a
las escrituras parecen más bien un “conjunto” (se ha hablado de un “florilegio”
de citas, como eran frecuentes, por ejemplo, en Qumrán). Es decir, no se
trataría de una cita exacta sino de un conjunto o síntesis (de Is 64,3 y de Jer
3,16), lo cierto es que lo que se destaca es que sólo por iniciativa divina es
posible comprender las cosas de dios. Sion ella, todo permanece “en misterio”,
“escondido”. La cruz es el mejor ejemplo de esto, sólo los que se abren a la
revelación de Dios pueden comprender esta sabiduría.
Resumen: en el medio del “Sermón del Monte” Mateo muestra que Jesús quiere llevar la Biblia a su plenitud viviéndola desde “su corazón”, yendo al fondo de aquello que es la voluntad de Dios. Eso es “cumplir” y “ser perfectos” haciendo realidad el anuncio del Reino.
Todo el Evangelio
de Mateo está “impregnado” de citas y referencias a la Antigua Alianza. Y esto
es particularmente notable en el “Sermón del Monte”. Como Moisés, Jesús sube a
un Monte, y desde allí enseña a los suyos. Recién en 8,1 Jesús “bajó del monte”
para dar comienzo a una nueva unidad, en la que se destacará la fuerza del
reino que Jesús predica, obrada en milagros.
Lo que se destaca
aquí es que Jesús vino “a dar cumplimiento” a “la Ley y los profetas”, y luego
de señalarlo claramente pondrá una serie de ejemplos para ilustrar esto.
Una nota sobre el “cumplimiento”. Se puede correr el riesgo
de entender “cumplimiento” en el sentido de pensar que Dios ha anunciado algo
que se realizará en el futuro inexorablemente. En este caso, parecería que Dios
tiene la historia “digitada”, y la libertad humana no tiene cabida en ella. Sin
duda no es ese el Dios de la Biblia. En general, los textos bíblicos se han
escrito para su presente histórico, y lo dicho se realiza o no en ese mismo
presente. Sin embargo, esos textos son leídos y releídos una y otra vez (como
lo hacemos nosotros en nuestro tiempo, acotemos) y muchas veces los
contemporáneos ven o entienden que lo que hoy vivimos “también” realiza aquello
que se dijo antes. Como que antes se “cumplió” y hoy “vuelve a cumplirse”. “Cumplir”
es un término genérico (polisémico):
puede querer decir que se “cumple” un anuncio, pero también que se “llena” un
hecho (podemos usar la imagen de un vaso), o también que se “obedece” una norma
(“cumplí con mi padre obedeciéndolo”). Cuando mateo dice que “se cumplió lo
dicho por el profeta” destaca que eso, que se había cumplido en otro tiempo,
hoy vuelve a “cumplirse”, “se llena el vaso”. Cuando dice que vino a “dar
cumplimiento” a la Ley y los Profetas parece estar diciendo lo mismo, como
veremos.
Para entender
claramente lo que dice Mateo, es necesario recordar que “la Ley y los Profetas”
es el modo habitual judío de decir “la Biblia”. Jesús vino a “llenar el vaso”.
No vino a anular lo antiguo, sino a darle plenitud.
Una nota sobre lo
“nuevo” (y lo antiguo). Un desafío siempre interesante y variado en los
escritos cristianos de la Biblia es entender –cuando decimos “nuevo
testamento”, “nueva alianza”- cuánto de nuevo se propone y cuánto de antiguo se
mantiene. Es interesante que entre las primeras herejías del siglo II esto fue
decisivo: algunos prácticamente negaban toda novedad (los ebionitas) y otros
negaban todo lo antiguo (los marcionitas). Es decir, un camino que mantenga
antigüedad y mantenga novedad es el que parece justo. Pero sin embargo, también
en esto hay diferentes miradas. Y en las escrituras cristianas se ven variadas
opiniones. La carta de Santiago, por ejemplo acentúa más lo antiguo, mientras
que el Evangelio de Juan acentúa lo
nuevo. Mateo parece más cerca de Santiago, mientras que Pablo está más cerca de
Juan. Lo importante, además, es que ambas miradas están en las Escrituras, y
ambas son eclesiales. Es una muestra más del pluralismo característico de la
Biblia judía y cristiana.
Mateo continúa con
el cumplimiento de la ley (ahora entendida como mandamientos) señalando que aun
el “más pequeño” ha de “cumplirse” (en el sentido de obedecer). Y para entender
esto, recurre a una imagen que todos los lectores conocen: “los escribas y
fariseos”. Estos son –a los ojos de todos- sin duda los más reconocidos
cumplidores de la ley. Es decir, Mateo les dice a sus lectores que “han de
cumplir la ley más que los que más la cumplen”. Es cierto que suelen ser
caracterizados por Jesús de “hipócritas” (23,13.14.15.23.25.27.29) pero esto no
es diferente de lo que muchos fariseos decían de sí mismos en tiempos de Mateo
(es decir, que el estricto cumplimiento de la ley hasta en los más mínimos
detalles corría el riesgo –y muchos caían en él- de hacer las cosas a fin de
ser “mirados”, “aplaudidos”, “reconocidos”. Pero esto era así –precisamente-
porque se trataba del grupo religioso por excelencia. Y a estos alude en texto.
Los discípulos de Jesús (de Mateo) deben cumplir más que estos.
Pero ¿cómo se puede
cumplir más que los que más la cumplen? Precisamente llevándola a “plenitud” (plêroô, v.17), haciendo “perfecta” (teleios, v.48) la ley. Es decir, la ley
puede cumplirse simplemente haciendo eso que está mandado u omitiendo aquello
que está prohibido, o puede “llevarse a plenitud” yendo “al corazón” del tema
propuesto o prohibido. Es a esto que dedicará Mateo los próximos versículos;
tema que concluirá precisamente con la misma idea en Mt 7,12 (donde vuelva a
señalar que “esta es la Ley y los Profetas” mostrando cómo se “cumple”). Veamos
brevemente esto:
¿Cómo se “cumple”
(= obedece) plenamente “la ley y los profetas”? Obviamente conociendo todos los
mandamientos (613 mandamientos en tiempos rabínicos) y obedeciéndolos. En
muchas escuelas todo esto se “resumía” en “no hacer a los demás lo que no
quieres que te hagan”. Obviamente de esa manera “no robarás, “no prestarás
falso testimonio”, “no matarás”… Pero para ir “precisamente al corazón”, Mateo
va más allá y ya no dice “no hagas” sino “haz”, “todo lo que deseen que les hagan los hombres, eso háganselo ustedes a
ellos; por esto es la ley y los profetas” (7,12). Esto es la síntesis de
todo lo que presenta, en ejemplos, el evangelio de hoy (y el del próximo
domingo).
A continuación
Mateo va a presentar una serie de “antítesis” formuladas como “han oído que se
dijo … pero yo les digo” (vv. 21.27.31.33.38.43 [los dos últimos pertenecen al
próximo domingo]).
Una nota sobre la
cantidad de “antítesis”. Mirando las citas parecería que se trata de seis
antítesis, sin embargo, la 3ª (la del divorcio) presenta diferencias con las
anteriores, no solamente en su formulación diferente (“también se dijo…”) sino
en que en este caso no lleva a “plenitud” un mandamiento –como en las
anteriores- sino que en realidad anula una prescripción (el derecho a
divorciarse). Por otro lado, este texto –que se encuentra en el texto Q (cf. Lc
16,18) también se encuentra en Mt 19,1-12 (en este caso, tomado de la fuente
Marcos. Esto parece indicar que el texto fue agregado más tardíamente a las
cinco antítesis, probablemente a raíz de que el tema de la relajación moral
manifestada en los divorcios fue un tema importante en la comunidad de Mateo, y
por eso lo añadió (con una excepción en caso de adulterio, v.32) a fin de
regular el modo de vida de la comunidad.
Se puede comentar
una a una las antítesis (solo diremos una pequeña nota) pero no se ha de
olvidar que Mateo más que presentar una “nueva ley” pretende llevar “la Ley” a
plenitud, es decir ir al “corazón” de todo, eso es “ser perfecto” (5,48). Pablo
también lo afirma al decir que “el amor es la ley en plenitud (plêrôma)” (Rom 13,10), “toda la ley alcanza su
plenitud (plêroô) en este solo
precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5,14).
Los mandamientos que han de alcanzar plenitud son “no matarás” (v.21), “no
cometerás adulterio” (v.27), “no perjurarás” (v.33), “ojo por ojo, diente por
diente” (v.38; = “no te vengarás”), “amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo” (v.43). En estos casos, el “más allá de la ley” está en “no enojarse”
(v.22), “no mirar con deseo” (v.28), “no jurar” (v.34), “no poner resistencia
al mal” (v.39), “amar a los enemigos” (v.44). Luego de presentar estos mandatos
superadores, pasa a ejemplificarlo con “casos” (“si…”, vv.23.29.46 y cf.
34.39). En estos casos, como hemos dicho, el mandato del divorcio es diferente,
no solamente porque anula (es decir, no la lleva a “plenitud”) directamente la
cláusula de divorcio de Dt 24,1 sino que no presenta una normativa superadora
(obviamente por haberlo anulado).
- evitar el insulto (la ofensa al
hermano) y no dar motivo justo de enojo, antes bien reconciliarse, son superadoras
de “no matar”;
- evitar la búsqueda y el deseo
adúltero es superador del mismo adulterio;
- evitar los juramentos porque la
credibilidad lograda hace que “el sí sea sí, y el no sea no” vuelve esos
juramentos innecesarios;
-
evitar el “espiral de la violencia” lo quiebra de raíz y lo deja
“desarmado”;
-
evitar el odio deja a los “enemigos” sin argumento y nos hace parecernos a
Dios.
Es por eso que esta
sub-unidad concluye con “sean perfectos” (es decir vivan de modo perfecto,
haciendo “perfecta” la ley y los profetas, es decir “ir al corazón”, a la
novedad que Jesús viene a traer en su predicación del Reino) como es “perfecto
el Padre del cielo” (5,48).
Foto tomada de www.portadastw.com
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