Extraña Navidad
Eduardo de la Serna
Pensar en la Navidad suele decir fiesta, alegría, folclore, fantasía, niños... Pero decir todo esto puede esconder otra cara: “no hablemos delante de los chicos”, “disimulemos”. Como quien invita a la cena de Nochebuena – o fin de Año – al pariente tenebroso para disimular delante de los hijos, o los abuelos que “todo está bien”, sonrisas y alegría para todos.
Pero si miramos los relatos evangélicos, el clima es muy otro. En Lucas el matrimonio de María y José debe movilizarse a pesar del embarazo avanzado de ella por un decreto imperial. Y un decreto que pretende dejar bien claro “quién manda y quién obedece”. Y “obediencia” que se hace expresa en la sumisión económica. Para eso se hace un censo. En Mateo, en cambio, unos magos (mucho más tarde “transformados” en reyes, quizás para no quedar mal con los poderosos) – expresión clásica de los necios e ignorantes desde una perspectiva bíblica – deciden no informar al poderoso rey Herodes y su corte de sabios del lugar preciso del nacimiento “del rey de los judíos” lo que motiva la inmediata huida a Egipto de José y su familia y la matanza de niños inocentes.
El nacimiento de Jesús, que la Navidad celebra, no es ajeno, entonces, a imperialismo, masacres y desplazamiento forzado. La violencia no está ausente, aunque se la disimule detrás del “jo jo jo” de un extraño personaje ausente en el pesebre. Sin duda que los evangelios anticipan desde el comienzo el drama que se desencadenará en la pasión y muerte de Jesús. El Imperio Romano, la violencia, la muerte no son ajenos a la cruz.
La Navidad tiene también sus tiempos y sus miradas. No es lo mismo verla desde los pastores, los magos, Herodes o los padres de Jesús. Muchos la mirarán desde el “jo jo jo” del imperio que vuelve a celebrar una vez más, desde el mercado una vez más endiosado, y desde la alegría hueca de la compra-venta; otros la mirarán desde los pobres, una vez más más empobrecidos; la represión afila sus uñas para que nadie ose empañar la Navidad de los ganadores y los perdedores más temprano, o más tarde descubrirán que detrás del folclore, la fantasía, la fiesta aparente y los globos se esconde aquello que cantaba Benedetti:
Con… su canto de sirenassus cielos de neónsus ventas navideñassu culto de dios padrey de las charreterascon sus llaves del reinoel norte es el que ordena
Si la Navidad es anticipo de la pascua, soñemos que sea también el comienzo de la resurrección de una esperanza renovada y una vez más retomemos como pueblo el camino de la vida ayer nomás cercenada.
Ser niños es tener
Alegrías y temores
Ver la magia que renace
En los brotes de las flores
Es abrir entusiasmados
Los regalos y los dones
Es mirar arrebatados
Los encuentros y perdones
Y llorar sin que lo noten
Las penas en los rincones
Es inocencia que explota
O se rompe en los dolores
Es carcajada sonora
Cuando festeja los goles
O cuando se funde en abrazo
De paternales amores.
Y se aproximan las fiestas
Como en años anteriores
Aunque parecen distintas
Al menos para los pobres
Porque celebran algunos
Que no festejaban entonces
Ya no hay “cepo”, nos dicen
Podés comprar “dos millones”
Riéndose de nosotros
Detrás de francotiradores
Con los jueces digitados
Y los clarines conformes
Ya no hay grietas nos dicen
Detrás de unos muros enormes
Y celebran con sus copas
Llenas de don Perignones
“hemos vuelto a ser normales”
“La fiesta es de los señores”.
Y los niños y sobrantes
Mirarán a los balcones
Donde cantan, bailan, se burlan
De los viejos relatores.
Y en estas fiestas que vienen
Llenas de viejos olores
Donde habrá vasos vacíos
Y habrá menos brindadores
Se abrirán algunos ojos
Se romperán ilusiones
Se verá que algunas risas
Solo fueron sensaciones
Porque nos vendieron globos
Huecos cambios de colores
Pero en el Niño que nace
Entre bosta y con pastores
-Y será pronto o será tarde-
habrá fiesta y pulmones
Que gritarán la esperanza
De mujeres y varones
Habrá fiesta para todos
También renacen los pobres.
Foto tomada de www.lagomerin.com.uy