El profeta Jesús multiplica el pan de
los pobres
DOMINGO DECIMOSÉPTIMO - "B"
DOMINGO DECIMOSÉPTIMO - "B"
26 de julio
Eduardo
de la Serna
Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 42-44
Resumen: en tiempos de hambre alguien lleva al profeta una ofrenda de unos panes de cebada y Eliseo multiplica los panes para que coma toda la comunidad, e incluso sobre comida.
De
los profetas bíblicos que conocemos, Eliseo se caracteriza por sus milagros.
Los textos bíblicos consignan varios. La multiplicación de los panes de cebada
es uno de ellos, narrado a continuación de una comida envenenada que parecen en
cierto modo paralelos. En este caso se trata de veinte panes de cebada para
cien hombres. El servidor de Eliseo (que ocupa un rol importante en estas
diversas escenas de milagros: 2 Re 4,12-15.25-27.31.36.38.43…) sabe que la
cantidad es escasa y lo manifiesta, pero Eliseo repite la orden con un añadido:
una palabra de parte de Dios: “Comerán y sobrará”. En este caso se trata de una
ofrenda que alguien anónimo lleva a la comunidad de profetas (v.38) en la que
Eliseo juega un rol especial.
Es
interesante notar que a diferencia de Elías que suele moverse aislado y muchas
veces escondido, Eliseo anda en grupo de profetas. En tierras cananeas era
frecuente esa colectividad profética. El contexto parece indicar que era
frecuente visitarlo en ocasiones especiales (ver 4,23) y – como en este caso –
llevarles primicias de los frutos (seguramente para pedir su intercesión a fin
de que no falte el pan al oferente). A pesar de que el pan de cebada parece ser
el “pan de los pobres”, también es frecuente que sea ofrenda (quizás por eso, a
fin de que todos puedan presentarla). De todos modos, por ejemplo la cerveza –
hecha con cebada – era una bebida muy estimada (en Sumeria, Egipto,
Mesopotamia); el procedimiento era similar solo que se dejaba fermentar.
También es conocida en el mundo bíblico (cf. Is 56,12; Pr 23,20; Lc 1,15…).
“Pero, observa lo que quiero darte a entender. Nos alimentamos con alimentos sólidos y bebidas, aunque ellos se limiten al modestísimo pan de cebada y al agua de la fuente”. (Filón, “Sobre los sueños” 48)
“La harina es de cebada tal vez porque, como alimento, la cebada es de discutible valor, y apropiada para los animales irracionales y para los hombres apremiados por las circunstancias; símbolo de que la adúltera en nada difiere de las bestias salvajes, cuyas cópulas tienen lugar indiscriminadamente y sin cuidado alguno; en tanto que la mujer inocente de lo que se le imputa procura que su vida se ajuste a lo que es propio del ser humano”. (Filón, “Sobre las leyes especiales” III,57)
“Pero en el segundo día de los panes ácimos, que es el decimosexto del mes, se participa por primera vez de los frutos de la tierra, porque antes de ese día que no se tocan. Se considera apropiado honrar a Dios, de quien se obtiene esta disposición abundante, ofreciendo en primer lugar los primeros frutos de su cebada, de la siguiente manera…” (Flavio Josefo, “Antigüedades judías” 3: 250 # 10.5)
Resumen: el autor continúa destacando la importancia de la unidad, es decir de la paz. A vivir de esa manera invita a toda la comunidad ya que es una unidad originada en el bautismo común.
Con
justicia puede llamarse a la carta a los Efesios “la carta de la unidad”. Un
solo pueblo, un solo hombre nuevo hemos visto la semana pasada. Aquí –
continuando con la centralidad que da a la “paz” – insiste en conservar la
unidad en la Iglesia. A continuación da un sentido “doctrinal” a esta
insistencia. Pero lo hace partiendo de una “exhortación”.
Con este término (parakalô) suele
comenzar Pablo las secciones parenéticas, es “exhortar”, consolar, sugerir,
insinuar, animar, aconsejar… Quien lo hace se presenta como “prisionero en Cristo” lo cual encierra
una cierta paradoja.
A
lo que aconseja el “preso” es a “caminar
(= vivir) apropiadamente al llamado”
(klêseôs) con el que fueron “llamados” (eklêthête; la voz pasiva remite a Dios que es quien los ha llamado);
en Pablo y sus discípulos es impensable una fe que no implique una “vida”
coherente, “apropiada”; es frecuente la invitación a “ser” aquello que “somos”:
“indicativo – imperativo, “son de Cristo…
sean de Cristo”. En Col 1,10 invita a “caminar apropiadamente” al Señor;
Fil 1,27 a una vida apropiada al Evangelio; 1 Tes 2,12 a caminar apropiadamente
a Dios.
Se
invita a la humildad, la mansedumbre y paciencia (= Col 3,12). La humildad
es la actitud de saberse pequeño ante el Señor (Sal 18,28; 34,19; 102,18; Pr
3,34; Sir 3,20 y también en Qumrán, como ’anaw
y su paralelo “pobres de espíritu”.
La mansedumbre es casi sinónimo. La paciencia (makrothymía) es magnanimidad (Dios lo es, Mt 18,26; Rm 2,4; 9,22)
es la actitud de resistencia ante la prueba (Col 1,11; Sgo 5,10), un fruto del
espíritu (Gal 5,22), característico del amor (1 Cor 13,4). El espíritu parece que ha de entenderse no “trinitariamente”
en este caso sino destacando el don de Dios en la Iglesia que es generador de
unidad, y el espíritu humano que debe ser uno en cuerpo y “espíritu” en la vida
intraeclesial, pero en obvia interacción con el espíritu de Dios.
El
espíritu es el que produce la unidad (v.3) en la Iglesia. Pero esta unidad
produce un “vínculo” (syndesmos). En Col 3,14 el amor es
vínculo de perfección. Este vínculo es “de
paz”, esto es la armonía plena entre las personas (recordar que la “paz” / shalom
tiene fuerte sentido en el mundo bíblico y no es una mera “ausencia de
conflicto”) y es el que produce la unidad eclesial.
Esta unidad se expresa en siete aspectos que no
son ajenos al pensamiento de Pablo (1 Cor 8,6; 12,12). La relación fe, bautismo
y confesión de fe en el único Señor es propia de Pablo (Rom 6,9; 1 Cor 15,11)
ya que hay un “bautismo en el nombre del Señor” (Rom 6,3; Gal 3,27; 1 Cor 1,13;
6,11) en una esperanza (esperanza
común) fuimos “llamados” (Rom 8,23; Gal 5,5). Hay, se nota, una estrecha
relación de unidad entre el cuerpo y
el espíritu, la esperanza, la fe y el
Señor, el bautismo y Dios, el Padre… Los cuatro últimos (“un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre”)
tienen una cierta tonalidad hímnica, e incluso no es imposible que fuera tomado
de ese ambiente, probablemente bautismal.
Resumen: En una escena que luego será profundizada Jesús multiplica los panes ante la multitud. Esto servirá para que lo reconozcan como profeta aunque entiendan de un modo incompleto el signo que será profundizado luego.
El capítulo 6 de Juan se ubica en tiempo de Pascua (“la pascua de los judíos”). En ese marco presenta un hecho de Jesús (la multiplicación de los panes), un momento intermedio (omitido por la liturgia, 6,16-23, Jesús camina sobre las aguas) un largo discurso de Jesús interrumpido por preguntas de los asistentes que sirve narrativamente para progresar la auto-revelación (vv.25-40, domingo 18º), debate con “los judíos” (vv.41-58, domingos 19º y 20º) y dialogo final con los discípulos (vv.60-71, domingo 21º). Es conveniente no perder la dimensión de todo el texto y su “movimiento narrativo” aunque se comente en particular la unidad de cada día. [El domingo 22º la liturgia retoma el Evangelio de Marcos]. La unidad presenta un hecho (17º) que luego será calificado de “signo” (18º), un discurso de auto-revelación en el que Jesús se manifiesta como “pan de vida” (19º) ampliado a un sentido eucarístico (20º) para un dialogo-debate conclusivo sobre el discipulado (21º). Tener esto presente es importante para no mezclar una unidad con la otra, “Juan” suele ir avanzando progresivamente en la revelación de Jesús.
En
6,1 comienza claramente la unidad. Termina la escena anterior, Jesús estaba en
Jerusalén (5,1 y se encuentra ahora en Galilea. Extrañamente, porque es de
esperar que si se aproxima la Pascua se dirija a Jerusalén; esta es una de las
razones por la que algunos autores comentan el cap. 5 después del 6). La gente
que “sigue” a Jesús lo hace porque “ve los signos”. Más adelante nos dirá
que “lo buscan” no porque vieron signos sino porque se saciaron con los panes
(v.26). Es un seguimiento que quizás podemos calificar de “físico”, no de
“discipular”. En otras ocasiones – por ejemplo con Pedro – Juan juega con este
doble sentido (ver 13,37-38; 18,15; 21,19). El verbo ver / contemplar que Juan
utiliza aquí (theôreô) es ambiguo, y
por momentos es también meramente físico (6,19; 9,8; 10,12; 12,19; 16,10;
20,6.14) y en otras es religioso (2,23; 6,40.62; 12,45; 14,17.19; 17,24); cf.
4,19; 7,3; 8,51; 16,16.17.19; 20,12; podríamos decir – y será importante más
adelante – que hay un “ver” sinónimo de “mirar”
y otro “ver” sinónimo de “creer”. Sin
duda el contexto y el sentido nos permitirán descubrir cada caso.
Jesús
“fue” (el término no es común, aunque
Pablo en Gal 1,17.18 lo utiliza para “subir a Jerusalén, sólo aquí en el NT;
propiamente se usa “subir” [anabainô], más de 100 veces en AT y x5 en NT) al monte y se “sentó”. Si en otros textos estar “sentado” es la actitud de la
enseñanza (docente: Mc 4,1; 13,3; Mt 13,1.2; 15,29; 24,3 o discipular: Mc 3,32;
5,15; Lc 5,17), en Juan esta es meramente física (2,14; 9,8; 12,15). Juan acota
que se aproximaba la Pascua a la que
– como hace en otras ocasiones – califica de “fiesta de los judíos” (2,13; 5,1; 7,2; 11,55); en el Cuarto
Evangelio las instituciones judías quedan abolidas y reemplazas por la misma
persona de Jesús, por lo que ya no tienen sentido para la comunidad las fiestas
judías.
“Levantar los ojos” puede ser una actitud
de oración (17,1) o de mirar atentamente (4,35) lo que de otro modo no se
vería. Lo que Jesús ve es la multitud
(ojlos) que se acerca hacia él. Es
precisamente esta multitud la que “sigue” a Jesús (y lo seguirá haciendo en
adelante, cf. vv.22.24). En adelante, entre la muchedumbre algunos creerán y
otros no (7,31). Una característica de Juan es, precisamente, que ante Jesús se
provoca división (7,43) entre la gente (otra característica es que el término ojlos sólo se encuentra en la primera
parte del Evangelio (1-12) y desaparece en la segunda (13-21).
Jesús
se dirige a Felipe (en los sinópticos
sólo conocíamos su nombre en la lista de los Doce, aunque hay otros “felipes”).
En Juan se encuentra dentro de los primeros llamados por Jesús (1,43) que a su
vez convoca a otros (1,45). Al final de la primera parte del Evangelio unos
griegos se dirigen a él diciéndole que quieren “ver a Jesús” (12,21). Ya cuando
sabemos que Jesús va al Padre, Felipe le dice que le “muestre al Padre y eso
les basta” (14,8), malentendido que – como es habitual en Juan – servirá para
desarrollar el discurso de auto-revelación. Así como Felipe ha conducido a
Natanael y a los “griegos” hacia Jesús, con su última pregunta nos conduce a
los lectores a saber que la comunión entre el Padre y Jesús es plena y las
palabras y las obras de Jesús son precisamente las de Dios. Acá la pregunta de
Jesús a Felipe es señalada (en un paréntesis característico de Juan: “lo decía para…”) como una “prueba” (peirazô), un testeo para probar la calidad de algo. Jesús sabía lo
que iba a hacer. Él pregunta “dónde”
compraremos, pero Felipe afirma que con doscientos
denarios no alcanza para dar al menos un poco a cada uno [es bueno recordar
que un denario es un jornal]. Ahora interviene Andrés, presentado como “hermano
de Simón Pedro”; siempre lo encontramos en relación a Felipe ya que ambos
son originarios de la misma localidad, Betsaida (1,44). Precisamente por eso
Felipe lo busca para ir juntos a presentarle a Jesús los griegos que desean
verlo (12,22).
Andrés informa de lo que tiene consigo un “muchacho” (paidárion, sólo aquí en el
NT; Guejazí, el sirviente de Eliseo es calificado con mucha frecuencia de
paidárion en 2 Re 4): cinco panes “de
cebada” y “dos pescados” (el
término ofárion sólo se encuentra en
Juan en la Biblia [salvo en una versión de Tob 2,2], aquí (vv.9.11) y en
21,9.10.13; el término habitual de peces es ijthys, que Jn también usa en
21,6.8.11). Ante este mero dato Jesús actúa lo que ya “sabía que iba a hacer”. Manda “recostarse”
(anapíptô) en la actitud de comer (Lc
11,37; 14,10; 17,7). Juan acota que había “mucha
hierba” lo cual es obvio puesto que se trata de la primavera. El número de varones es elevado: unos cinco mil. Estaban “recostados” (anákeimai; término exclusivo del NT que muestra la
actitud de comensalidad, cf. Mt 9,10; 22,10; 26,7; Mc 6,26; Jn 12,2) mientras “comparten” lo que Jesús les da.
Antes
de continuar con el relato es bueno ver las semejanzas y diferencias con el
texto de Eliseo y los sinópticos:
2 Re 4 (Eliseo)
|
Sinópticos
|
Juan
|
Mucha
gente (Mc 6,34)
|
Mucha
gente
|
|
Un
hombre… veinte panes de cebada
|
Cinco
panes… dos peces
|
Un
muchacho… cinco panes de cebada, dos peces
|
“Dáselo
a la gente para que coman”
|
Ordenó
acomodarse… se recostaron (Mc 6,39-40)
|
“hagan
recostarse”
|
Objeción
a causa del número de gente
|
¿compraremos
panes por doscientos denarios? (Mc 6,37) (discípulos)
|
¿dónde compraremos panes? (Jesús)
“por doscientos denarios no bastan”
(Felipe)
|
Tomó
los panes y los peces (Mc 6,41) “dio gracias” (Mc 8,6)
|
Tomó
los panes… dando gracias
|
|
Comieron
|
Comieron
y se saciaron (Mc 6,42)
|
Se
hartaron
|
Sobras
|
Doce
canastos (Mc 6,43; sólo Marcos acota que sobraron peces)
|
Doce
canastos de los cinco panes de cebada
|
Cien
hombres
|
Cinco
mil hombres (Mc 6,44; Mateo aclara “sin contar las mujeres y los niños”,
14,21)
|
Cinco
mil varones
|
Lo
que Jesús hace con “los panes” es
“después de dar gracias” (eujaristêsas), y los peces son
mencionados casi “de pasada”: lo que importan son los panes [como en los
sinópticos el texto prepara – con referencias eucarísticas – lo que dirá más
adelante en el discurso, vv.53-58]. Pero esto que les da es lo suficientemente
abundante, es “todo lo que quisieron”.
Luego de que los “comensales”
estuvieron “plenos”, “reúne” (synagô, de donde viene “sinagoga”). Lo “sobrante” en el NT se encuentra exclusivamente en referencia a los fragmentos
/ trozos “sobrantes” en la Multiplicación (Mt 14,20; 15,37; Mc 6,43; 8,8.19.20;
Lc 9,17; Jn 6,12.13). El acento sigue puesto en los panes ya que se destaca que
eso es lo sobrante (v.13) sin hacerse mención de los peces. Los canastos (kófinos) se encuentran en el NT sólo en referencia a este
acontecimiento. La mención a los canastos como “doce” debe provenir del dato tradicional ya que la referencia al
grupo de los Doce no es importante en Juan (6,67.70.71; 20,24). Los que “comieron” (bibrôskô) se utiliza un término extraño que sólo aquí se encuentra
en el NT. “Para que nada se pierda”
es tema habitual en Juan (6,39; 10,28; 17,12; 18,9).
La
reacción de los hombres al ver (oraô)
el signo [con este término empieza y
termina la unidad, vv.2.14] reconocen a Jesús como “profeta”, el “que iba a venir a este mundo” (v.14). Ya
sabíamos que Jesús es la luz “que viene al mundo” (3,19; 12,46), que “viene al
mundo” para un “juicio” (9,39), o mejor “para salvar” (12,47), el “hijo de Dios
que iba a venir al mundo” (11,27) para “dar testimonio de la verdad” (18,37),
aunque también “viene el príncipe de este mundo” (14,30). En otras ocasiones – en
Juan – en los procesos de revelación el reconocimiento de Jesús como profeta es
un paso positivo en la fe (cf. 4,44; 7,52) pero que luego será superado (cf.
4,19; 9,17; cf. 7,40). De eso se trata el discurso que viene a continuación (en
próximos domingos).
La
constatación de que no han comprendido plenamente el rol de Jesús viene
manifestada en su “huida” al “monte” [nuevo término que se repite al
comienzo y al final de la unidad]. Jesús sabe que pretenden “forzarlo” (arrebatarlo, cf. 10,12.28.29)
y hacerlo “rey”. Nosotros sabemos que
Jesús lo es (1,49; 12,13.15; 18,37) pero un rey que no es “de este mundo” de
incredulidad, de violencia y muerte. El “reinado” de Jesús (en contraposición
al “príncipe de este mundo”) es un reinado de verdad y de vida (cf. 8,44). Juan
se sigue moviendo en la ambigüedad del comienzo, lo que le permitirá seguir
avanzando en el discurso revelador.