Jesús se va, pero no
nos deja solos. Sigue presente en el amor de hermanos
Sexto domingo de Pascua (ciclo C) (5 de mayo)
Eduardo de la Serna
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
15, 1-2. 22-29
Resumen: Partiendo de un acontecimiento histórico –la Asamblea de Jerusalén- Lucas muestra como en las comunidades con gran cantidad de miembros provenientes del judaísmo y del paganismo, puede haber tolerancia y respeto por las sensibilidades de los hermanos. Así conduce el Espíritu Santo a los primeros seguidores de Jesús.
El texto de los Hechos de los Apóstoles alude a lo que se conoce como la Asamblea de Jerusalén, pero todo el relato de la misma está omitido; sólo se presenta la introducción, el debate que causa la decisión de hablar del tema, y la conclusión escrita para aquellos que habían sido protagonistas del debate.
Antes de entrar en tema señalemos brevemente que Pablo nos informa
también de la Asamblea (Gal 2,1-10), aunque con algunos matices diferentes. El
análisis de semejanzas y diferencias puede ser útil para la pregunta acerca de
los acontecimientos históricos, que es muy importante, pero no es tema de la
liturgia. Algo señalaremos de esto, de todos modos, pero especialmente para destacar
la intención de Lucas al comunicar el tema de una manera, y no de otra. Mostraremos
los principales elementos históricos que parecen necesarios tener en cuenta,
pero destacando –como decimos- la intención de Lucas al comunicarla.
a.
Lucas menciona muchos más viajes de Pablo a Jerusalén de los que
se concluyen en sus cartas. Dada la importancia teológica que la ciudad tiene
en sus escritos es posible suponer que duplica los acontecimientos mostrando
más que los ocurridos. En este caso se trata de un viaje a fin de aclarar la
discusión suscitada por la circuncisión o no de los paganos que se han
convertido al Evangelio.
b.
La reunión –en Lucas- es entre los enviados desde Antioquía: Pablo
y Bernabé y los Apóstoles y presbíteros. Según Pablo también participó Tito, que
jamás es mencionado en Hechos. Según Pablo, además, sólo participan Santiago,
Pedro y Juan, y la reunión es privada; en Hechos –en cambio- la reunión es oficial.
Los presbíteros –que no parecen existir en tiempos de Pablo- son presentados en
Hechos para marcar el camino de la continuidad: el tema no es sólo para tiempos
pasados sino para el presente de Hechos.
c.
Hechos menciona en la Asamblea una breve mención de Pablo y
Bernabé, y dos largos discursos de Pedro y de Santiago. Al terminar este último
se redacta la carta de envío que es la conclusión del relato (y lo que continúa
en el texto litúrgico, que como dijimos omite la Asamblea). Hay motivos para
sospechar que históricamente la intervención de Santiago puede haber tenido
lugar en otro tiempo, y otra asamblea (en la que quizás Pablo no estuviera). El
mismo discurso de Pedro parece bastante elaborado según la teología de Lucas.
d.
La carta resume lo dicho por Santiago. Puesto que la misma idea se
repite en Hch 21,25 como si Pablo no la conociera, podemos sospechar la
probabilidad de lo señalado en el párrafo anterior: que se trate originalmente
de dos momentos diferentes reunidos en uno por Lucas.
e.
Dos personas más son enviados junto con Bernabé y Pablo
(desconocidos para nosotros en el relato de Pablo). Quizás la idea sea destacar
que estos serán testigos (eran necesarios dos para ser testigos) de lo que ha
decidido la Asamblea ante un tema que había resultado conflictivo.
f.
Como es habitual en Lucas-Hechos el protagonista de este nuevo paso
será el Espíritu Santo.
g.
Los pedidos de la carta a las comunidades son llamativos. Pablo ha
dicho “nada nuevo me impusieron” (Gal 2,6), y –además- no parece preocupado en
comer carne ofrecida a los ídolos si es que no causa escándalo a otros al
hacerlo (1 Cor 10,25-29). Es decir, Pablo parece no conocer la carta –como
hemos señalado- (o no tenerla en cuenta, lo cual es dudoso). ¿Qué sentido
tienen estas normas?
Veamos brevemente lo que Lucas parece estar diciendo a las
comunidades en este fragmento (reiteramos que se trata sólo de la aparente
causa de la decisión de enviarlos a decidir la cuestión de la circuncisión y la
nota conclusiva luego de la reunión y debate en asamblea). El punto principal
es que la salvación de los paganos es imposible (v.1) sin circuncisión. El mensaje
final de la asamblea destaca que esto fue dicho “sin mandato nuestro” (v.24).
Sabemos que el tema de la exigencia de la circuncisión por parte de los más
“judaizantes” de las comunidades cristianas fue un tema importante en tiempos
de Pablo. Es importante señalar que no se trata solamente de la circuncisión,
sino de todo lo que esta conlleva: el cumplimiento fiel de la ley, los rituales
alimenticios, normativas varias. Cumplir con todo lo establecido nos pone en
relación con Dios. El criterio de base de Pablo es que sólo nos pone en
relación con Dios ser “miembros” de Cristo, “estar en Cristo”, y no hacer o
dejar de hacer tales cosas. Todo esto no está dicho en el texto de Hechos, pero
sí insinuado en los discursos (Pedro: “ustedes tientan a Dios
imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni
nosotros hemos sido capaces de soportar”. [v.10], Santiago: “pienso que no hay
que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios”. [v.19]). La
asamblea decide “no imponerles más cargas que las indispensables” (v.28).
¿De qué se tratan estas “cargas”? Algunos han pensado que
se trata de una suerte de normas propias de la alianza con Noé [Gen 9,5.9] (como unas normas anteriores a la
alianza con Abraham [Gen 17,2.11]), sin embargo en la alianza con Noé sólo se
alude al tema de la sangre, y no a las uniones matrimoniales lícitas y la carne
ofrecida a los ídolos. Siendo que la carta está dirigida a las comunidades de
Antioquía, Siria y Cilicia lo probable es que la carta pretenda que los muchos paganos
que se han incorporado a Israel por el Bautismo eviten aquellas cosas que más
herirían la sensibilidad de los judíos del grupo. Por Pablo sabemos que comer
carne ofrecida a los ídolos resulta escandaloso para los “débiles” (1 Cor
8,7-13), del mismo modo escandaliza la “impureza sexual” (porneia –sea lo que
esta signifique en estos casos- cf. 1 Cor 5,1). Lo estrangulado sólo se
encuentra en este contexto de la carta en todo el NT, y la sangre (comer sin
desangrar) tampoco (aunque cf. Jn 6,60-61; Ap 17,6). Siendo que la sensibilidad
judía se manifestaba particularmente herida en estos temas, es razonable que se
pida a las comunidades mixtas (donde había gran cantidad de miembros venidos
del judaísmo y también gran cantidad venidos del paganismo, lo cual ocurría en
Siria, Cilicia y Antioquía) que eviten lo que puede lastimar a los “hermanos”.
Y no podemos descuidar que esto está decidido por “el Espíritu Santo” (v.28) y
nosotros. Como siempre en Hechos, es el gran protagonista del anuncio del
Evangelio y del crecimiento de la palabra de Dios en la historia.
El texto de Hechos, entonces, no se detiene tanto en las
consecuencias o no de la circuncisión (tema más característico de Pablo) sino
en la convivencia al interno de la comunidad. Así, con convivencia, tolerancia
y respeto mutuo irán creciendo las comunidades. Primero –siempre en Hechos- las
venidas del ambiente judío, luego las comunidades mixtas (como es el caso
especial de Antioquía) y luego –con la misión paulina- las comunidades casi
exclusivamente provenientes del paganismo. Así el Evangelio crece movido por el
Espíritu Santo.
Lectura del libro del Apocalipsis
21, 10-14. 22-23
Resumen: la última visión del Apocalipsis nos muestra la plenitud de los bienes esperados que llegan con la intervención de Dios en medio de su pueblo, la Iglesia.
La semana pasada [ver comentario a la 2ª lectura] presentamos en
parte la lectura de hoy por formar parte de una misma unidad literaria. No
repetiremos lo dicho. El texto es la última visión de todo el libro aunque
bastante cortada. La unidad parece ser 21,9-22,5.
Ya presentamos el contraste entre las dos ciudades / dos mujeres.
En este caso, la “esposa / Jerusalén” contrastando con la “prostituta /
Babilonia”. La una es mostrada en el desierto, lugar de muerte cuando Dios no
acompaña, la otra, el un monte alto, lugar de encuentro con Dios. La una sube del
abismo, lugar de los muertos, la otra desciende desde “junto a Dios”. En la
ciudad reside “la gloria de Dios”, en Babilonia títulos blasfemos,
abominaciones, impurezas. Una viste de oro (19,4 pero en una copa llena de
“abominaciones”), la Jerusalén “jaspe” (piedra que en todo el NT sólo aparece
en relación al cielo: Ap 4,3; 21,11.18.19) como cristal (también sólo en
referencia al cielo, Ap 4,6; 21,11; 22,1).
Una muralla es lo propio de las ciudades, y una muralla de 12
puertas sin duda revela una ciudad inmensa. Era habitual que las puertas
tuvieran nombre (cf. Hch 3,2; Zac 14,10; Neh 2,13; ver Is 60,18; Ez 38,11) sin
embargo, las puertas eran cerradas por la noche para que reinara la ciudad
dentro de sus muros (Sal 122,7) pero en este caso, “Las puertas no se cerrarán”
y “no habrá noche” (v.25) lo cual revela la situación ideal de paz que reinará
en la ciudad una vez que Babilonia haya desaparecido. Las 12 puertas aluden
claramente al pueblo de Dios, llevan los nombres de las doce tribus de Israel
(v.12) y la muralla está asentada sobre piedras que llevan los nombres “de los
doce apóstoles del Cordero”. Esta ciudad es inseparable, obviamente, de la
Iglesia.
El texto litúrgico aquí se interrumpe. Se comienza a describir los
asientos de la ciudad que es un cubo perfecto. Los números son ciertamente
simbólicos, como es habitual en el apocalipsis (12 asientos, 12.000 estadios,
144 codos) del mismo modo que los materiales preciosos de cada una (oro puro,
jaspe, zafiro…).
En el v.22 se retoma el texto para destacar elementos de la
ciudad. Elementos que “no hay” especialmente (aunque también el texto se
interrumpe para la liturgia). Estando Dios mismo y el Cordero en la ciudad,
esta no tiene santuario, del mismo modo que no hacen falta “iluminadores” (ni
el sol, ni la luna ni lámparas), Dios y el Cordero la iluminan. Ya no tienen
cabida –entonces- las mediaciones, porque la presencia las vuelve innecesarias.
Del mismo modo –ya fuera del texto- no hay cabida para lo negativo
(maldiciones, lo profano, la violencia) y en el medio brota de Dios y del
Cordero el río de vida. La luz, la paz, la vida, el encuentro pleno con Dios y
el Cordero caracterizará esta “esposa” / ciudad que es la Iglesia, que es la
plenitud de los bienes esperados para un futuro inminente.
Evangelio según san Juan
14, 23-29
Resumen: Jesús se está despidiendo de sus discípulos, pero no lo hace para dejarlos huérfanos, sino que les deja a modo de testamento el mandato del amor, en el cual se hace presente en medio de ellos; y envía –además- el Paráclito a fin de que continúe entre ellos la misma otra comenzada por Jesús.
El Evangelio de Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida (caps. 13-17). Discurso sólo interrumpido por breves intervenciones: Pedro afirma que dará la vida por él (13,36-38), pregunta de Felipe (14,8), pregunta de Judas –no el Iscariote- (13,22), comentario de discípulos (16,17-18), intervención de discípulos (16,29-30). Sin embargo, las intervenciones tienen como función permitir el desarrollo del discurso. No es fácil, fuera de estas pequeñas intervenciones ver cómo está armado el discurso y qué partes tiene. Sin embargo, el cap. 14 tiene una extraña frase de Jesús que queda inconclusa hasta 18,1: “levántense, vámonos de aquí” (14,31). Aunque la escena continúe, es indicio de conclusión, lo que nos permite afirmar que la unidad que la liturgia nos presenta comienza con la pregunta de Judas y concluye con el pedido de levantarse (14,22-31). De todos modos, como veremos, la temática no parece novedosa con respecto a lo que la precede y lo que sigue.
Como se ha dicho, el discurso de despedida juega el rol de
testamento: un personaje está por morir y se despide de los suyos dándoles
indicaciones, invitándolos a no repetir sus defectos o a imitar su conducta
positiva, de ese modo, se convertirán en herederos.
El contexto del relato es el de una “partida”, que refiere
–obviamente- a la futura muerte de Jesús. Pero esto no significa abandono ya
que un nuevo personaje entra en escena (ya desde 14,16-18) garantizando que no
quedarán huérfanos: el Paráclito [es interesante notar que las Biblias modernas
han renunciado a traducir el significado del término manteniendo la palabra en
griego, como veremos]. Amor / mundo / Paráclito / guardar la
palabra-mandamiento son ideas fundamentales de la unidad pero que ya se
encontraban en los párrafos anteriores. Jesús ya había dicho que el amor mutuo
es la herencia que les deja, “como él ha amado” (13,15.34.35; 14,15) y lo
repite en el comienzo de la respuesta a Judas: “si uno me ama, guardará mi
Palabra” (v.23 = v.15).
La
pregunta de Judas ¿por qué no revelarse al “mundo”? supone dos elementos
clásicos de Juan: el lugar del “mundo” y el lugar de la fe [para ser precisos
es necesario señalar que el sustantivo “fe” –pistis- jamás se encuentra en
Juan, mientras que el verbo “creer” –pisteuô- es sumamente frecuente (x98)]. El
mundo es precisamente el ambiente que se ha negado a creer, que prefirió las
tinieblas a la luz (3,19; volveremos sobre esto). Creer, en cambio, es una
opción existencial por Jesús, y por eso el que cree tiene vida (divina). Esta
actitud es fundamental en el discurso de despedida (14,1.11.12), pero es
inseparable del amor (14,15.21.23.24). Se ha llamado la atención sobre el
estrecho vínculo que existe entre las exigencias de Jesús y
las de la alianza, especialmente tal como se encuentran en el Deuteronomio (cf
Dt 5,10; 6,5-6.7.9; 10,12.13; 11,13.22). Creer y amar es –precisamente- lo
que se resiste a hacer “el mundo”. La asociación entre el amor (vv. 15.21.23-24
«me ama») y la fidelidad (vv. 15.21.23-24 «guarda mis mandamientos») conduce a
una nueva promesa para el tiempo intermedio entre partida y retorno. En 14,2-3 se hace referencia a las moradas que Jesús
preparará, pero en v,23 la morada se encuentra en futuro como lugar donde el
Padre y Jesús permanecerán en el que lo ama. El marco del relato es la
inminente partida de Jesús (14,1-14), y hasta que se concrete la “venida”
(vv.25.28), hay una morada de Jesús y el Padre en el que cree y ama (v.23), lo
experimentan (14,18-21).
Un tema
fundamental de la cristología joánica subyacente es presentar a Jesús como
“enviado” del Padre (cf.
4,34; 5,23.24.30.37; 6,38-40; 7,16; 8,16.18.26; 12,44-49). El enviado es la presencia misma del “enviador”. Lo que
aquel diga, haga o deje de hacer es dicho y hecho por el mismo que envía. Por
eso las palabras de Jesús son las del Padre y lo mismo ocurre con sus hechos. Y
por tanto (v.24) el que rechaza las palabras de Jesús está rechazando a Dios mismo
(cf 3,34; 5,23.24; 8,18.28.38.47; 12,49).
Como ya había mencionado, Jesús alude al envío de un personaje al
que llama “Paráclito” (14,16). La idea subyacente es variada: auxiliador,
patronazgo, abogado, mediador, intercesor, el que está / habla “en lugar de”,
el que conforta. Puesto que la imagen es tan amplia –y muchas de estas
acepciones se pueden entender o aplicar al sentido del texto es que las Biblias
modernas han optado por mantener el término griego para que todos estos
sentidos estén supuestos. En el NT sólo se encuentra en Juan y siempre se dice
del Espíritu Santo (14,16.26; 15,26;
16,7). Y si miramos atentamente lo que se dice de él (“otro paráclito”, “esté
con ustedes”, de la verdad, el mundo no lo recibe, enseñará todo, enviado, dará
testimonio) notaremos que lo mismo se dijo en el Evangelio de Juan de Jesús; se
trata del espíritu de Jesús presente en la comunidad una vez que se haya ido
(16,7) a fin de hacerse presente y acompañar a los suyos (v.26) ya que no puede
ser recibido por “el mundo” (v.16).
Antes de despedirse, Jesús les dona la paz (shalôm). Nuevamente en
contraste con “el mundo” que da una “paz” distinta. Es importante recordar que
el “reino de este mundo” es un reino de violencia (por eso, el reino de Jesús
no supone combate [18,36], porque es de “paz”, lo que contrasta abiertamente
con la “pax” romana que es la paz de la violencia impuesta), no es innecesario
recordar que para el clásico dualismo joánico “este mundo” tiene un “príncipe”
que es “homicida desde el principio” (8,44), padre de la mentira, príncipe de
las tinieblas...
Repitiendo
lo dicho en 14,1 retoma “no se turbe el corazón de ustedes” (v.27b), y como en
14,2-3 repite que se va pero volverá (v.28). Esto Jesús lo cuenta antes que
suceda para que al suceder, ellos crean (v.29), así la fe (vv. 15,21.23-24.29), el amor (vv. 15,21.23-24) la alegría (v 28) y
la paz (v 27a) serán un nuevo comienzo
acompañados por el Paráclito. El envío del Paráclito está ligado al encuentro
de Jesús con el Padre al que llama “más grande que yo” (v.28), lo cual dio
lugar a problemas en las discusiones teológicas de los primeros siglos. La
estrecha unión entre el Padre y el Hijo, particularmente fuerte en Juan (8,24;
10,30), no impide mostrar que Jesús, en su misión, en cuanto enviado, presenta
una clara subordinación al Padre en su misión, a su voluntad.
Dibujo tomado de http://capillalosdoceapostoles.blogspot.com