martes, 30 de abril de 2013

Comentario Pascua 6C


Jesús se va, pero no nos deja solos. Sigue presente en el amor de hermanos


Sexto domingo de Pascua (ciclo C) (5 de mayo)

Eduardo de la Serna


 
Lectura de los Hechos de los Apóstoles     15, 1-2. 22-29



Resumen: Partiendo de un acontecimiento histórico –la Asamblea de Jerusalén- Lucas muestra como en las comunidades con gran cantidad de miembros provenientes del judaísmo y del paganismo, puede haber tolerancia y respeto por las sensibilidades de los hermanos. Así conduce el Espíritu Santo a los primeros seguidores de Jesús.


El texto de los Hechos de los Apóstoles alude a lo que se conoce como la Asamblea de Jerusalén, pero todo el relato de la misma está omitido; sólo se presenta la introducción, el debate que causa la decisión de hablar del tema, y la conclusión escrita para aquellos que habían sido protagonistas del debate.

Antes de entrar en tema señalemos brevemente que Pablo nos informa también de la Asamblea (Gal 2,1-10), aunque con algunos matices diferentes. El análisis de semejanzas y diferencias puede ser útil para la pregunta acerca de los acontecimientos históricos, que es muy importante, pero no es tema de la liturgia. Algo señalaremos de esto, de todos modos, pero especialmente para destacar la intención de Lucas al comunicar el tema de una manera, y no de otra. Mostraremos los principales elementos históricos que parecen necesarios tener en cuenta, pero destacando –como decimos- la intención de Lucas al comunicarla.

a.     Lucas menciona muchos más viajes de Pablo a Jerusalén de los que se concluyen en sus cartas. Dada la importancia teológica que la ciudad tiene en sus escritos es posible suponer que duplica los acontecimientos mostrando más que los ocurridos. En este caso se trata de un viaje a fin de aclarar la discusión suscitada por la circuncisión o no de los paganos que se han convertido al Evangelio.

b.    La reunión –en Lucas- es entre los enviados desde Antioquía: Pablo y Bernabé y los Apóstoles y presbíteros. Según Pablo también participó Tito, que jamás es mencionado en Hechos. Según Pablo, además, sólo participan Santiago, Pedro y Juan, y la reunión es privada; en Hechos –en cambio- la reunión es oficial. Los presbíteros –que no parecen existir en tiempos de Pablo- son presentados en Hechos para marcar el camino de la continuidad: el tema no es sólo para tiempos pasados sino para el presente de Hechos.

c.     Hechos menciona en la Asamblea una breve mención de Pablo y Bernabé, y dos largos discursos de Pedro y de Santiago. Al terminar este último se redacta la carta de envío que es la conclusión del relato (y lo que continúa en el texto litúrgico, que como dijimos omite la Asamblea). Hay motivos para sospechar que históricamente la intervención de Santiago puede haber tenido lugar en otro tiempo, y otra asamblea (en la que quizás Pablo no estuviera). El mismo discurso de Pedro parece bastante elaborado según la teología de Lucas.

d.    La carta resume lo dicho por Santiago. Puesto que la misma idea se repite en Hch 21,25 como si Pablo no la conociera, podemos sospechar la probabilidad de lo señalado en el párrafo anterior: que se trate originalmente de dos momentos diferentes reunidos en uno por Lucas.

e.     Dos personas más son enviados junto con Bernabé y Pablo (desconocidos para nosotros en el relato de Pablo). Quizás la idea sea destacar que estos serán testigos (eran necesarios dos para ser testigos) de lo que ha decidido la Asamblea ante un tema que había resultado conflictivo.

f.     Como es habitual en Lucas-Hechos el protagonista de este nuevo paso será el Espíritu Santo.

g.    Los pedidos de la carta a las comunidades son llamativos. Pablo ha dicho “nada nuevo me impusieron” (Gal 2,6), y –además- no parece preocupado en comer carne ofrecida a los ídolos si es que no causa escándalo a otros al hacerlo (1 Cor 10,25-29). Es decir, Pablo parece no conocer la carta –como hemos señalado- (o no tenerla en cuenta, lo cual es dudoso). ¿Qué sentido tienen estas normas?

Veamos brevemente lo que Lucas parece estar diciendo a las comunidades en este fragmento (reiteramos que se trata sólo de la aparente causa de la decisión de enviarlos a decidir la cuestión de la circuncisión y la nota conclusiva luego de la reunión y debate en asamblea). El punto principal es que la salvación de los paganos es imposible (v.1) sin circuncisión. El mensaje final de la asamblea destaca que esto fue dicho “sin mandato nuestro” (v.24). Sabemos que el tema de la exigencia de la circuncisión por parte de los más “judaizantes” de las comunidades cristianas fue un tema importante en tiempos de Pablo. Es importante señalar que no se trata solamente de la circuncisión, sino de todo lo que esta conlleva: el cumplimiento fiel de la ley, los rituales alimenticios, normativas varias. Cumplir con todo lo establecido nos pone en relación con Dios. El criterio de base de Pablo es que sólo nos pone en relación con Dios ser “miembros” de Cristo, “estar en Cristo”, y no hacer o dejar de hacer tales cosas. Todo esto no está dicho en el texto de Hechos, pero sí insinuado en los discursos (Pedro: “ustedes tientan a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar”. [v.10], Santiago: “pienso que no hay que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios”. [v.19]). La asamblea decide “no imponerles más cargas que las indispensables” (v.28).

¿De qué se tratan estas “cargas”? Algunos han pensado que se trata de una suerte de normas propias de la alianza con Noé  [Gen 9,5.9] (como unas normas anteriores a la alianza con Abraham [Gen 17,2.11]), sin embargo en la alianza con Noé sólo se alude al tema de la sangre, y no a las uniones matrimoniales lícitas y la carne ofrecida a los ídolos. Siendo que la carta está dirigida a las comunidades de Antioquía, Siria y Cilicia lo probable es que la carta pretenda que los muchos paganos que se han incorporado a Israel por el Bautismo eviten aquellas cosas que más herirían la sensibilidad de los judíos del grupo. Por Pablo sabemos que comer carne ofrecida a los ídolos resulta escandaloso para los “débiles” (1 Cor 8,7-13), del mismo modo escandaliza la “impureza sexual” (porneia –sea lo que esta signifique en estos casos- cf. 1 Cor 5,1). Lo estrangulado sólo se encuentra en este contexto de la carta en todo el NT, y la sangre (comer sin desangrar) tampoco (aunque cf. Jn 6,60-61; Ap 17,6). Siendo que la sensibilidad judía se manifestaba particularmente herida en estos temas, es razonable que se pida a las comunidades mixtas (donde había gran cantidad de miembros venidos del judaísmo y también gran cantidad venidos del paganismo, lo cual ocurría en Siria, Cilicia y Antioquía) que eviten lo que puede lastimar a los “hermanos”. Y no podemos descuidar que esto está decidido por “el Espíritu Santo” (v.28) y nosotros. Como siempre en Hechos, es el gran protagonista del anuncio del Evangelio y del crecimiento de la palabra de Dios en la historia.

El texto de Hechos, entonces, no se detiene tanto en las consecuencias o no de la circuncisión (tema más característico de Pablo) sino en la convivencia al interno de la comunidad. Así, con convivencia, tolerancia y respeto mutuo irán creciendo las comunidades. Primero –siempre en Hechos- las venidas del ambiente judío, luego las comunidades mixtas (como es el caso especial de Antioquía) y luego –con la misión paulina- las comunidades casi exclusivamente provenientes del paganismo. Así el Evangelio crece movido por el Espíritu Santo.


Lectura del libro del Apocalipsis     21, 10-14. 22-23


Resumen: la última visión del Apocalipsis nos muestra la plenitud de los bienes esperados que llegan con la intervención de Dios en medio de su pueblo, la Iglesia.

La semana pasada [ver comentario a la 2ª lectura] presentamos en parte la lectura de hoy por formar parte de una misma unidad literaria. No repetiremos lo dicho. El texto es la última visión de todo el libro aunque bastante cortada. La unidad parece ser 21,9-22,5.

Ya presentamos el contraste entre las dos ciudades / dos mujeres. En este caso, la “esposa / Jerusalén” contrastando con la “prostituta / Babilonia”. La una es mostrada en el desierto, lugar de muerte cuando Dios no acompaña, la otra, el un monte alto, lugar de encuentro con Dios. La una sube del abismo, lugar de los muertos, la otra desciende desde “junto a Dios”. En la ciudad reside “la gloria de Dios”, en Babilonia títulos blasfemos, abominaciones, impurezas. Una viste de oro (19,4 pero en una copa llena de “abominaciones”), la Jerusalén “jaspe” (piedra que en todo el NT sólo aparece en relación al cielo: Ap 4,3; 21,11.18.19) como cristal (también sólo en referencia al cielo, Ap 4,6; 21,11; 22,1).

Una muralla es lo propio de las ciudades, y una muralla de 12 puertas sin duda revela una ciudad inmensa. Era habitual que las puertas tuvieran nombre (cf. Hch 3,2; Zac 14,10; Neh 2,13; ver Is 60,18; Ez 38,11) sin embargo, las puertas eran cerradas por la noche para que reinara la ciudad dentro de sus muros (Sal 122,7) pero en este caso, “Las puertas no se cerrarán” y “no habrá noche” (v.25) lo cual revela la situación ideal de paz que reinará en la ciudad una vez que Babilonia haya desaparecido. Las 12 puertas aluden claramente al pueblo de Dios, llevan los nombres de las doce tribus de Israel (v.12) y la muralla está asentada sobre piedras que llevan los nombres “de los doce apóstoles del Cordero”. Esta ciudad es inseparable, obviamente, de la Iglesia.

El texto litúrgico aquí se interrumpe. Se comienza a describir los asientos de la ciudad que es un cubo perfecto. Los números son ciertamente simbólicos, como es habitual en el apocalipsis (12 asientos, 12.000 estadios, 144 codos) del mismo modo que los materiales preciosos de cada una (oro puro, jaspe, zafiro…).

En el v.22 se retoma el texto para destacar elementos de la ciudad. Elementos que “no hay” especialmente (aunque también el texto se interrumpe para la liturgia). Estando Dios mismo y el Cordero en la ciudad, esta no tiene santuario, del mismo modo que no hacen falta “iluminadores” (ni el sol, ni la luna ni lámparas), Dios y el Cordero la iluminan. Ya no tienen cabida –entonces- las mediaciones, porque la presencia las vuelve innecesarias. Del mismo modo –ya fuera del texto- no hay cabida para lo negativo (maldiciones, lo profano, la violencia) y en el medio brota de Dios y del Cordero el río de vida. La luz, la paz, la vida, el encuentro pleno con Dios y el Cordero caracterizará esta “esposa” / ciudad que es la Iglesia, que es la plenitud de los bienes esperados para un futuro inminente.


Evangelio según san Juan     14, 23-29


Resumen: Jesús se está despidiendo de sus discípulos, pero no lo hace para dejarlos huérfanos, sino que les deja a modo de testamento el mandato del amor, en el cual se hace presente en medio de ellos; y envía –además- el Paráclito a fin de que continúe entre ellos la misma otra comenzada por Jesús.


El Evangelio de Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida (caps. 13-17). Discurso sólo interrumpido por breves intervenciones: Pedro afirma que dará la vida por él (13,36-38), pregunta de Felipe (14,8), pregunta de Judas –no el Iscariote- (13,22), comentario de discípulos (16,17-18), intervención de discípulos (16,29-30). Sin embargo, las intervenciones tienen como función permitir el desarrollo del discurso. No es fácil, fuera de estas pequeñas intervenciones ver cómo está armado el discurso y qué partes tiene. Sin embargo, el cap. 14 tiene una extraña frase de Jesús que queda inconclusa hasta 18,1: “levántense, vámonos de aquí” (14,31). Aunque la escena continúe, es indicio de conclusión, lo que nos permite afirmar que la unidad que la liturgia nos presenta comienza con la pregunta de Judas y concluye con el pedido de levantarse (14,22-31). De todos modos, como veremos, la temática no parece novedosa con respecto a lo que la precede y lo que sigue.

Como se ha dicho, el discurso de despedida juega el rol de testamento: un personaje está por morir y se despide de los suyos dándoles indicaciones, invitándolos a no repetir sus defectos o a imitar su conducta positiva, de ese modo, se convertirán en herederos.

El contexto del relato es el de una “partida”, que refiere –obviamente- a la futura muerte de Jesús. Pero esto no significa abandono ya que un nuevo personaje entra en escena (ya desde 14,16-18) garantizando que no quedarán huérfanos: el Paráclito [es interesante notar que las Biblias modernas han renunciado a traducir el significado del término manteniendo la palabra en griego, como veremos]. Amor / mundo / Paráclito / guardar la palabra-mandamiento son ideas fundamentales de la unidad pero que ya se encontraban en los párrafos anteriores. Jesús ya había dicho que el amor mutuo es la herencia que les deja, “como él ha amado” (13,15.34.35; 14,15) y lo repite en el comienzo de la respuesta a Judas: “si uno me ama, guardará mi Palabra” (v.23 = v.15).

La pregunta de Judas ¿por qué no revelarse al “mundo”? supone dos elementos clásicos de Juan: el lugar del “mundo” y el lugar de la fe [para ser precisos es necesario señalar que el sustantivo “fe” –pistis- jamás se encuentra en Juan, mientras que el verbo “creer” –pisteuô- es sumamente frecuente (x98)]. El mundo es precisamente el ambiente que se ha negado a creer, que prefirió las tinieblas a la luz (3,19; volveremos sobre esto). Creer, en cambio, es una opción existencial por Jesús, y por eso el que cree tiene vida (divina). Esta actitud es fundamental en el discurso de despedida (14,1.11.12), pero es inseparable del amor (14,15.21.23.24). Se ha llamado la atención sobre el estrecho vínculo que existe entre las exigencias de Jesús y las de la alianza, especialmente tal como se encuentran en el Deuteronomio (cf Dt 5,10; 6,5-6.7.9; 10,12.13; 11,13.22). Creer y amar es –precisamente- lo que se resiste a hacer “el mundo”. La asociación entre el amor (vv. 15.21.23-24 «me ama») y la fidelidad (vv. 15.21.23-24 «guarda mis mandamientos») conduce a una nueva promesa para el tiempo intermedio entre partida y retorno. En 14,2-3 se hace referencia a las moradas que Jesús preparará, pero en v,23 la morada se encuentra en futuro como lugar donde el Padre y Jesús permanecerán en el que lo ama. El marco del relato es la inminente partida de Jesús (14,1-14), y hasta que se concrete la “venida” (vv.25.28), hay una morada de Jesús y el Padre en el que cree y ama (v.23), lo experimentan (14,18-21).

Un tema fundamental de la cristología joánica subyacente es presentar a Jesús como “enviado” del Padre (cf. 4,34; 5,23.24.30.37; 6,38-40; 7,16; 8,16.18.26; 12,44-49). El enviado es la presencia misma del “enviador”. Lo que aquel diga, haga o deje de hacer es dicho y hecho por el mismo que envía. Por eso las palabras de Jesús son las del Padre y lo mismo ocurre con sus hechos. Y por tanto (v.24) el que rechaza las palabras de Jesús está rechazando a Dios mismo (cf 3,34; 5,23.24; 8,18.28.38.47; 12,49). 

Como ya había mencionado, Jesús alude al envío de un personaje al que llama “Paráclito” (14,16). La idea subyacente es variada: auxiliador, patronazgo, abogado, mediador, intercesor, el que está / habla “en lugar de”, el que conforta. Puesto que la imagen es tan amplia –y muchas de estas acepciones se pueden entender o aplicar al sentido del texto es que las Biblias modernas han optado por mantener el término griego para que todos estos sentidos estén supuestos. En el NT sólo se encuentra en Juan y siempre se dice del Espíritu Santo  (14,16.26; 15,26; 16,7). Y si miramos atentamente lo que se dice de él (“otro paráclito”, “esté con ustedes”, de la verdad, el mundo no lo recibe, enseñará todo, enviado, dará testimonio) notaremos que lo mismo se dijo en el Evangelio de Juan de Jesús; se trata del espíritu de Jesús presente en la comunidad una vez que se haya ido (16,7) a fin de hacerse presente y acompañar a los suyos (v.26) ya que no puede ser recibido por “el mundo” (v.16).

Antes de despedirse, Jesús les dona la paz (shalôm). Nuevamente en contraste con “el mundo” que da una “paz” distinta. Es importante recordar que el “reino de este mundo” es un reino de violencia (por eso, el reino de Jesús no supone combate [18,36], porque es de “paz”, lo que contrasta abiertamente con la “pax” romana que es la paz de la violencia impuesta), no es innecesario recordar que para el clásico dualismo joánico “este mundo” tiene un “príncipe” que es “homicida desde el principio” (8,44), padre de la mentira, príncipe de las tinieblas...

Repitiendo lo dicho en 14,1 retoma “no se turbe el corazón de ustedes” (v.27b), y como en 14,2-3 repite que se va pero volverá (v.28). Esto Jesús lo cuenta antes que suceda para que al suceder, ellos crean (v.29), así la fe (vv. 15,21.23-24.29), el amor (vv. 15,21.23-24)  la alegría (v 28) y la paz (v 27a) serán un nuevo comienzo acompañados por el Paráclito. El envío del Paráclito está ligado al encuentro de Jesús con el Padre al que llama “más grande que yo” (v.28), lo cual dio lugar a problemas en las discusiones teológicas de los primeros siglos. La estrecha unión entre el Padre y el Hijo, particularmente fuerte en Juan (8,24; 10,30), no impide mostrar que Jesús, en su misión, en cuanto enviado, presenta una clara subordinación al Padre en su misión, a su voluntad.

Dibujo tomado de http://capillalosdoceapostoles.blogspot.com

domingo, 28 de abril de 2013

Una nota sobre Francisco y Leonardo


Una nota sobre Francisco y Leonardo


Eduardo de la Serna

Hoy encontramos en varios diarios de Buenos Aires sendas notas a Leonardo Boff, de visita en Argentina a raíz de la presentación de un libro. A raíz de esto quisiera señalar algunos aspectos, pero como es justo dejar claro quién soy, debo confesar que nunca fui demasiado “leonardoboffista”. En lo personal siempre me pareció el menos creativo de los teólogos de la liberación, y me cuesta descubrir el “ver”, la mirada de la realidad como punto de partida de su pensamiento teológico. Ciertamente esto no quita en nada el reconocimiento de sus aportes, pero también en esto soy habitualmente crítico. Pero no es este el espacio para presentar mis comentarios y objeciones, sino simplemente hacer saber “desde dónde” escribo.

Me resulta evidente que Leonardo está fascinado con el papa Francisco. La insistencia del papa en los pobres es un buen punto de partida para comprender la fascinación, especialmente por parte de quien fue sancionado por la misma insistencia. Particularmente por la intervención concreta de los dos papas anteriores. Si a eso le sumamos la elección del nombre (“Francisco más que nombre es proyecto”, afirma Leonardo), y la insistencia en los primeros momentos en el “cuidado de la Creación”, tema al que particularmente se ha dedicado Leonardo en los últimos lustros, el “encantamiento” resulta comprensible.  En lo personal, no tengo ese encantamiento. Sin dudas creo que el actual papa ha dado una serie de gestos muy significativos e interesantes (aunque uno debe preguntarse qué nos había pasado que habíamos naturalizado y hoy llame la atención que el papa diga “buenas tardes” o que use zapatos normales).  Si nos referimos a un elemento importante, como es la reforma de la curia romana, la elección de 8 cardenales para pensar en dicha reforma puede ser un buen signo, aunque recién del 1 al 3 de octubre se reunirán, y por ahora sólo cabe el deseo. En lo personal tengo buenas referencias de los cardenales del Norte de América y de África, no sé nada de los de Oceanía y Asia y no tengo la mejor de las opiniones de los dos cardenales latinoamericanos. Que no haya gente de la curia romana no deja de ser un buen síntoma. Pero por ahora, sólo eso.

Qué el papa sea cercano, misericordioso, humano es muy importante, pero eso no es indicio necesario de qué Iglesia propone, hacia dónde cree que debemos dirigirnos. El Concilio Vaticano II fue secuestrado, o puesto en un freezer por los papados anteriores, pero todavía no tenemos elementos para afirmar que ha comenzado el deshielo. Mucho menos hablar de primavera. Aclaro: no lo niego (y ¡vaya si lo deseo!), simplemente afirmo que todavía no tenemos elementos suficientes para afirmarlo.  Si nos guiamos por signos, también hay que agregar el tema de las religiosas de los EEUU donde no ha habido cambios, antes bien confirmación, por ahora al menos; o de la recepción a las Abuelas de Plaza de Mayo en unos segundos y paradas, en contraste con la recepción extensa y privada (y sentados) brindada al Puppi Zanetti.

Pero lo que me llama particularmente la atención en los dichos de Leonardo (en su página, no en el reportaje) es su referencia al entonces cardenal Bergoglio y el actual gobierno. No sé dónde se informa Leonardo (sea de él mismo, o sea del/los/a/as informante/s), pero me llama la atención la referencia que sigue:

«Esta opción no es para él solamente un discurso, sino una opción de vida y de espiritualidad. A causa de los pobres ha caído en desgracia ante la presidenta Cristina Kirchner, pues pidió a su gobierno un mayor compromiso político para superar los problemas sociales -analíticamente se llaman desigualdades-, que éticamente representan injusticias y teológicamente son un pecado social que afecta directamente al Dios vivo, que bíblicamente ha mostrado estar siempre del lado de los que tienen menos vida y son los pobres y los que sufren injusticia.


«En 1990 Argentina tenía un 4% de personas pobres. Hoy en día, debido a la voracidad del capital nacional e internacional, ascienden a un 30%. Estos no son sólo números. Para una persona sensible y espiritual como el Papa Francisco representa un viacrucis de sufrimiento, lágrimas de niños hambrientos y desesperación de padres sin trabajo.» [http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=559].

En lo personal, me llama la atención el comentario. Los contactos políticos del cardenal Bergoglio no fueron –precisamente- con los políticos que promovieran compromiso político para superar los problemas sociales (a menos que creamos que Gabriela Michetti, Elisa Carrió, Mauricio Macri, por ejemplo lo son… o que tener como abogado a Roberto Dromi (¡el arquitecto de la política económica-empresarial y las privatizaciones del menemismo!) sea algo que contribuya a superar los problemas. Que haya mostrado estar del lado de los pobres no significa que haya mostrado estar del lado de las políticas que buscan que los pobres dejen de serlo. Que está con los pobres no significa que esté contra la pobreza.


Por otra parte, la estadística del 4% de pobres en 1990 (justo cuando empezó el menemismo, la gran generadora de pobres de la Argentina, y las políticas que –Dromi mediante- provocaron la mayor desocupación imaginable y su consiguiente  pobreza), no resulta una buena elección. Para hablar de los pobres de hoy (¡que los hay, sin dudas!) debería mirar cuántos eran los pobres, los indigentes, los desocupados en el 2003 cuando asume el actual proyecto político, contra el que –precisamente- se opuso el entonces Cardenal. 


Leonardo tiene todo el derecho del mundo de estar encantado por gestos, nombres y palabras del actual papa. Algunos creemos que exagera, quizás fruto de su pasado de sufrimiento causado precisamente por los papas anteriores, y tiene derecho a soñar. Cuando analiza lo que el papa está diciendo / haciendo algunos pensamos que no se concluye lo que él afirma de lo que el papa está diciendo o haciendo. Sin duda que deseamos que así sea, pero nos parece que –por ahora- nada indica que esté ocurriendo. Y si su fascinación lo lleva a ver en el pasado de Jorge Mario Bergoglio lo que otros no hemos visto a lo mejor debamos pedirle a Leonardo que se informe mejor, no sea cosa que los deseos y sueños que ambicionamos terminen distorsionando la realidad o –peor todavía- que en nombre de los pobres terminemos levantando monumentos a los profetas que nuestros padres mataron.

viernes, 26 de abril de 2013

Sinceramente, la oposición me tiene podrido…


Sinceramente, la oposición me tiene podrido…


Eduardo de la Serna



Es evidente que “oposición” se dice de quien se opone. Esto es, quien se “pone” en otro lado. Y pobre una democracia que no tenga oposición. Pobres de nosotros. Ahora bien, si la oposición se opusiera a todo, ya no sería “oposición”, sería un “negativo” del gobierno de turno. Y no aportaría nada. O mejor, ya sabemos cuál sería su aporte: el “no”. No necesitaríamos oposición en ese caso, basta con ver que dice, propone o hace el gobierno y decir claramente: “no”. Pero ¿eso es la oposición? No lo creo. Imagino que la oposición debería proponer instancias superadoras, discutir aspectos o denunciar corrupción, pero con sensatez; el show televisivo es otra cosa. El dicho afirma que “si todo es azul, el azul no existe”, si todo es oposición, la oposición no existe. Y si la oposición no existe, corremos el riesgo de tener una dictadura. ¡Ahí sí, una dictadura! Pero si la llamada “oposición” le niega comisiones al oficialismo cuando es mayoría en diputados, se niega a debatir en comisiones cuando es minoría, se retira del recinto al votar, y cuando está lo hace a los botellazos o a los gritos, no es demasiado evidente cuáles son sus propuestas. Que se opone es evidente, pero ¿qué propone? Cuando se ve a Carrió –que parecería necesitar terapia urgentemente- observamos un interesante caso patológico de cómo no ser oposición. “No sé de qué se trata, pero me opongo”. Denunciemos, denunciemos, que algo queda.  O a Macri, que bien podría dedicarse a ser oficialismo en su territorio, aunque pareciera que sólo sabe hablar (guionadamente, aclarémoslo), y sin siquiera proponer. Pero la “maravilla” de la semana fueron las declaraciones de Sanz: “la economía está mal… ojalá siga así hasta octubre”. Es decir, el país no me interesa, la gente no me importa, sólo quiero que al gobierno le vaya mal. Y –si es posible- ser gobierno nosotros (que como todos sabemos de los radicales, son expertos ejecutores y eximios gobernantes. Tanto que desde 1928 nunca han terminado un gobierno).

Cuando la oposición deja de tener propuestas, y solo de oponerse se trata, empezamos a ver alquimias de ficción, Donda con Prat Gay, Solanas con Carrió, y hasta Binner con Capriles. ¡Curiosas propuestas! ¿O será que al no tener propuestas sólo saben decir “no”? ¡Pobre país si así fuera!

Hay decenas de cosas en las que precisaríamos propuestas superadoras. Decenas de cosas que criticar constructivamente. Decenas de políticas a corregir. ¿Cuándo escucharemos una oposición que haga política? Si ni siquiera cuando les toca gobernar nos dan el ejemplo: los radicales en el pasado “aliado”, Santa Fe o Buenos Aires o Córdoba no parecen ejemplos a seguir. ¿Será por eso que desesperadamente esperan el salto de Scioli (que como todos saben es un ejecutivo de excelencia como los docentes lo pueden atestiguar, o los inundados, o el poder en las sombras de Casal-Falbo)?

Realmente, la oposición me tiene podrido. ¿Cuándo aprenderá a ser oposición en serio? A debatir en serio, a proponer en serio, a oponerse a lo que valga la pena y sea necesario, a gestar alternativas más válidas que las que el gobierno propone.  Porque mientras crean que son oposición simplemente por oponerse, y no por proponer, por hacer el esfuerzo de buscar mejores soluciones, mejores proyectos, mejores políticas, seguiremos simplemente escuchándoles decir “que le vaya mal”, caceroliemos, denunciemos… vayámonos.


foto tomada de http://la5tapatanet.blogspot.com/2013/04/pasadas-las-inundaciones-vuelven.html

jueves, 25 de abril de 2013

La siembra de Edith


La siembra de Edith


 Eduardo de la Serna



Como ofrenda de holocausto por tu Pueblo,
como "piedra" que señalas el camino,
en la cruz, con tu amor crucificado,
allá enfrente, otra vez, los asesinos.

Dejaste todas las luces que brillaban,
dejaste fama... la dejaste por tu Amigo,
dejaste aplausos, dejaste compañeros,
dejaste, para leer en otros libros.
Y todo lo dejaste enamorada,
para andar tras las huellas de un judío.
En la casa de Teresa preparaste
otra mesa para otro sacrificio.

Y el mundo se despierta ensangrentado,
una nueva matanza en este siglo,
con ofrendas a sus dioses de la muerte
para calmar tanta sed de tantos ídolos.
Y vos: mujer, judía, pobre,
consagrada tu vida en el servicio
nos mostrás una fuerza incomprensible
en la semilla fértil del martirio.

Por eso te miramos y cantamos,
sonrientes, como pueblo peregrino,
que encuentra en tu presencia compañera
la fuerza que nos dejan los testigos.

Y miramos y cantamos a tu nombre
como encuentro de lo humano y lo divino,
sabiendo que germina la esperanza
en la siembra de tu amor contemplativo.


Dibujo tomado de www.moscati.it

martes, 23 de abril de 2013

Comentario Pascua 5C


¿Somos reconocidos por el amor?

Domingo 5º de Pascua [C]
  (28 de abril)

Eduardo de la Serna


Lectura de los Hechos de los Apóstoles     14, 21b-27


Resumen: Pablo y Bernabé comienzan la misión evangelizadora por el territorio de Asia menor. Allí crecen las comunidades porque crece la palabra de Dios y entonces, eligen ministros para que la palabra se mantenga, la fe se consolide y se conforten los ánimos, aún en los malos momentos.

Les recorridos misioneros de Pablo son muy esquemáticos en Hechos, y siguiendo todos un esquema semejante que tiene una evidente intención teológica del autor. El texto que hoy nos presenta la liturgia es la conclusión delo que se ha llamado el “Primer viaje misionero de Pablo”. Dejemos de lado aquí que es probable que la presentación tan esquematizada invite a sospechar de la verosimilitud histórica, pero esta no es importante en este momento. Es muy probable que no hayan existido los “3 viajes misioneros” como Hechos los presenta, y como pueden verse en los mapas de las Biblias (en realidad sería más preciso si el título del mapa dijera “viajes según Hechos de los Apóstoles”). Este doble esquema, geográfico y teológico lo encontramos en este texto claramente presentado.

Pablo y Bernabé han recorrido varias ciudades del sur de la región de Galacia. Al llegar a Derbe, luego de anunciar allí la palabra (v.25) emprenden el camino de regreso visitando las mismas comunidades recién fundadas, obviamente en orden inverso hasta llegar al puerto (Atalía) donde se dirigen a Antioquía (de Siria; antes visitaron Antioquía de Pisidia; todas ciudades edificadas en homenaje al gobernante Antíoco). El sentido de esta visita en el viaje de vuelta es confirmar la fe de las comunidades, “confortar los ánimos” (v.22). En este sentido –como más de una vez en Lucas-Hechos, el esquema es sencillo por seguir una estructura geográfica.

Notemos –brevemente- que según Hechos la predicación a los paganos es algo habilitado en la misión cristiana recién después de la “Asamblea de Jerusalén” (Hch 15,6-12), en este sentido, por más breve que sea geográficamente, el “primer viaje misionero” resulta fuera de lugar teológico. Es útil recordar, por otra parte, que Antioquía de Siria (la segunda o tercera ciudad de todo el imperio romano) era el lugar donde estaban asentados Pablo y Bernabé (como el centro de difusión misionero), y un lugar y comunidad altamente profundo en su teología. Sin duda Pablo (y Bernabé) ha aprendido allí muchísimo –y quizás lo más importante- de lo que será luego el punto de partida de su teología misionera. Por eso, luego de esta misión regresan allí y se quedan bastante tiempo (v.28, extrañamente omitido por la liturgia).

Dentro de la síntesis del pensamiento predicado en las comunidades resaltan tres elementos muy importantes en la teología de Lucas y particularmente en Hechos:

1.      Padecer (v.22). Del mismo modo que es comprensible que haya “tribulaciones a causa de la palabra” (Mt 13,21; Mc 4,17) los discípulos deben esperar tribulaciones para los tiempos de la predicación (Mt 24,9.21.29; Mc 13,19.24)  que ocurrirán “en el mundo” (Jn 16,33; cf. 16,21) y es frecuente en los predicadores (Hch 20,23). Es, por tanto, una consecuencia de los tiempos de predicación. En este caso, además, es algo por lo que deben pasar los predicadores “para entrar en el Reino de Dios”. Es sabido que el tema del “reino” es un tema central en los evangelios sinópticos, pero no es tan frecuente en Hechos. Sin embargo, no por haber sido relativizado (como veremos en seguida, el acento aquí es la predicación) sino que es presentado en lugares clave de Hechos (1,3.6 [comienzo del libro, Jesús a los suyos]; 8,12 [predicación de los Siete, en Samaría]; 14,22 [predicación de Pablo; en Asia]; 19,8 [predicación de Pablo, en Efeso]; 20,25 [entre los presbíteros, Pablo; 28,23.31 [conclusión del libro, el Evangelio en Roma]).

2.      Presbíteros (v.23).La importancia que tienen los “presbíteros” (= ancianos) en Hechos es evidente (x18). Es contrastante con el hecho de que el término no aparece jamás en Pablo. Esto es, precisamente coherente con la teología de Lucas-Hechos. Jesús envía el Espíritu sobre la comunidad reunida a fin de que prediquen a todas las naciones (1,8). Podemos decir que el objetivo de Hechos es mostrar cómo va “creciendo” la palabra (cf. 6,7; 12,24; 19,20). La palabra y el espíritu son los verdaderos protagonistas del libro. Pero esto supone un crecimiento geográfico (Jerusalén -  Judea y Samaría – hasta los confines de la tierra, 1,8) pero también la necesidad de “ministros”. Los doce no dan abasto (6,2-6) y eligen Siete, pero estos tampoco alcanzan, Bernabé y Pablo irán más allá de las fronteras de Judea y Samaría, pero tampoco ellos serán suficientes, y se eligen presbíteros (11,30; 14,23; 15,2.4.6.22.23; 16,4; 20,17; 21,18). Podemos ver que Lucas quiere mostrar que el Espíritu va haciendo como una suerte de cadena con eslabones: de Jesús a los Doce, luego los Siete, luego Pablo, y finalmente los presbíteros, así llega -en el tiempo y el espacio- la palabra a todos. Esto ayuda a entender por qué, por ejemplo, Hechos no llama a Pablo “apóstol”, o por qué no habla de casi ningún otro apóstol fuera de Pedro y Juan. Los “presbíteros” (importantes en tiempos de Hechos) son los continuadores de la misión eclesial de anunciar la Palabra, son los que muestran que el Espíritu sigue acompañando para anunciar el Evangelio. La “oración con ayuno” (v.23) resulta extraña, especialmente después que Jesús se manifestó en desacuerdo con el mismo, probablemente haya aquí una reminiscencia de un acto piadoso judío que –sin duda- Pablo también practicaría (ver Lc 2,37; Hch 27,9 –actos judíos- y 2 Cor 6,5; 11,27 –práctica de Pablo-).

3.      Paganos (v.27). El esquema de Hechos, aun luego de la Asamblea de Jerusalén es que los predicadores (Pablo particularmente) se dirige a una ciudad y allí predica a los judíos. Estos –salvo unos pocos- no aceptan el mensaje de Pablo y “entonces”, a partir de esto, comienza a dirigirse a los paganos. Es muy dudoso que fuera así la predicación histórica de Pablo, pero es coherente con Hechos. Aquí (v.19) los “judíos” (tener presente lo dicho porque puede caerse en lectura antisemita si se lee el texto de un modo “literal” descuidando el acento teológico de Hechos que es la predicación a los paganos)  con la multitud apedrean a Pablo pero este continúa la predicación. La comunidad de Antioquía –concluye Hechos- escucha que “se ha abierto la puerta de la fe a los paganos”.

Hechos de los apóstoles va mostrando el crecimiento de la Palabra, que se abre a los paganos y en eso muestra que el Espíritu sigue acompañando a la Iglesia en la misión, aún abierto a la novedad de elegir ministerios propios a fin de que el Evangelio del Reino llegue a todos los sitios y a todas las gentes.


Lectura del libro del Apocalipsis     21, 1-5ª

Resumen: en un franco contraste entre dos mujeres, dos ciudades, hay dos proyectos, el del dragón, encarnado por Roma (= Babilonia) y el de Dios, encarnado por la Esposa (= Jerusalén, la Iglesia). Uno es proyecto de destrucción y muerte; en el otro, nada negativo tiene lugar. Es proyecto de fiesta y de vida.


El libro del Apocalipsis –como lo son los libros de este tipo- es una invitación a la resistencia, a saber de qué lado está Dios en medio del conflicto desatado por la persecución del imperio al pueblo de Dios.

Se presenta –para ser genérico- como una serie de visiones nocturnas (de allí el parecido que suelen tener con los sueños) cada una con matices diferentes. En este casi estamos llegando al final de la obra. Con una introducción (19,6-10) nos presenta siete visiones del estado de perfección, que tienen claro contraste con las visones anteriores (también siete) del castigo a Babilonia (17,1-19,5). El contraste entre una unidad y la otra se puede ver claramente en el contraste entre 17,1-6a y 21,9-14:

Ap 17,1-6a
Ap 21,9-14
1 Entonces vino uno de los siete Ángeles que llevaban las siete copas
y me habló:
9 Entonces vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas
llenas de las siete últimas plagas,
y me habló diciendo:
«Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera,
que se sienta sobre grandes aguas,
 2 con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución».
«Ven, que te voy a enseñar
a la Novia, a la Esposa del Cordero».
3 Me trasladó en espíritu al desierto. Y vi una mujer, sentada sobre una Bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos; la Bestia tenía siete cabezas y diez cuernos.
10 Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios,
4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución,
 5 y en su frente un nombre escrito– un misterio–: «La Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra».
  11 y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino.
 12 Tenía una muralla grande y alta con doce puertas; y sobre las puertas, doce Ángeles y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;
 13 al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas; al occidente tres puertas.
6 Y vi que la mujer se embriagaba con la sangre de los santos y con la sangre de los mártires de Jesús.
14 La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.

Como se ve, el contraste está dado por dos mujeres, la gran ramera y la novia. Y esta imagen luego se trasladará a dos ciudades: Babilonia y Jerusalén.

Babilonia es la gran ciudad que destruyó Jerusalén y el Templo varios siglos atrás (587 a.C.), de allí que se aplique metafóricamente este nombre a Roma en varios escritos tanto judíos como cristianos, ya que en el año 70d.C. es la que destruirá Jerusalén y el Templo (así puede verse también en 1 Pe 5,13 y en apócrifos judíos como el 4º Esdras, por ejemplo: En el año trigésimo de la ruina de la ciudad, estaba en Babilonia yo, Salatiel, quien soy también Esdras; mientras estaba recostado sobre mi cama, me encontraba perturbado y mis pensamientos ascendían a mi corazón, porque vi la desolación de Sion y la prosperidad de los que vivían en Babilonia” (4Es 3:1-2).

 Es en este contexto que debemos entender la lectura que presenta una de estas siete visiones de  la plenitud. Como es propio en el Apocalipsis, el texto está cargado de textos del A.T. releídos cristológicamente. La unidad parece ir hasta el v.8 pero la liturgia la interrumpe en la primera parte del v.5; en v.6-8 se presenta (una vez más) el que habla –nuevamente en referencia al A.T. y anuncia “premios y castigo”, sea a los que no viven coherentemente (nos presenta un característico “catálogo de vicios”) como a los que –como Jesús (6,2), que es el vencedor (cf. 3,21), resulten también ellos “vencedores” (v.7). El texto litúrgico se limita a la visión (y audición) sin su correspondiente interpretación.

La primera imagen es la de u “cielo nuevo y tierra nueva” en contraste con los “primeros”; la referencia es a Is 65,17. Es sabido que en muchos momentos bíblicos –especialmente en tiempos de crisis- se pone la confianza y la expectativa en un futuro ideal que será como eran –también ideales los tiempos originarios. Se empieza (tiempos del exilio en Babilonia) a profundizar la idea de “dios creador” y –puesto que hay una estrecha relación entre “crear el universo” y “crear un pueblo”-  a acentuar la importancia de la “novedad”. Es como que los tiempos futuros que se sueñan han de ser tiempos ideales, tiempos en los que la intervención de Dios será siempre favorable. Pero cuando comienzan los tiempos apocalípticos, la imagen y esperanza en el futuro para a ser más tajante: el espacio se divide claramente entre “buenos” y “malos”, y en ese tiempo esperado éstos últimos no tienen cabida. Ese “mundo viejo” desaparece definitivamente. Eso es lo que “ve” el vidente en este texto.

Es llamativo que la nueva creación no tiene “mar”. El mar (x26) es frecuente en Apocalipsis, En 12,12 es lugar del Diablo, y del mar es que surge “la Bestia” (13,1), por eso es lugar de muerte (16,3), es el lugar de la opulencia de “la gran ciudad” (= Babilonia, 18,19), es el lugar de la muerte (20,13). Es razonable, entonces, que en la nueva creación no haya mar, como no habrá santuario (21,22), ni sol ni luna (21,23), las puertas no cierran (21,25), no entrará nada profano (21,26), no hay maldición (22,3) ni noche (22,5).

Esta nueva creación tiene una nueva ciudad que baja de Dios(en contraste con la otra que “sube del abismo” (17,8), con vestido de novia (ver 19,7). La tradicional imagen de Dios esposo de su pueblo Israel es importante en el AT desde Oseas (2,4-25), una vez más, una imagen de Dios del AT es traspasada a Cristo por el apocalipsis. El nuevo pueblo (las puertas son 12, las 12 tribus [v. 12], los 12 apóstoles del Cordero [v.14]) es la Iglesia (v.9) lo que se destaca como imagen de todo el libro: un “canto litúrgico y esperanzado del Espíritu y la novia que dicen “ven” (22,17).

Este pueblo que se aproxima es la ”morada de Dios con los hombres” (v.3). Es interesante destacar que en el profeta Ezequiel nos encontramos con un doble momento que parece marcar una importante inflexión en su palabra. En un primer momento, un grupo de la elite de Jerusalén es llevado cautivo a Babilonia (año 597 a.C.), Ezequiel entre ellos, pero Jerusalén y su Templo sigue en pie. Sin embargo, diez años más tarde (587 a.C.) el Templo es destruido. Ezequiel hace referencia a esto señalando que la gloria de Dios estaba en Jerusalén, pero que en cuanto el templo fue destruido, la gloria se trasladó (es la imagen que algunos miran desconcertados en Ez 1,4-28) y se ubicó donde está su pueblo. Dios está ya no en un templo, sino donde están los suyos: “Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre” (Ez 37,26-28).

En este encuentro pleno entre el Cordero y su novia, entre Dios y su pueblo ya no hay lugar para el dolor, se trata de una gran fiesta: “El Señor Todopoderoso ofrece a todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos añejados, manjares deliciosos, vinos generosos. Arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones; y aniquilará la muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y alejará de la tierra entera la humillación de su pueblo –lo ha dicho el Señor–. Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y festejemos su salvación”. (Is 25,6-9).

Por eso, porque “el mundo viejo ha pasado”, se destacan nuevas cosas que ya no habrá: Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado (Ap 21,4).

El trono es un término característico del Apocalípsis (x62 en NT, x47 en Ap [ver especialmente la visión de caps. 4-5]). Salvo la referencia a Satanás (2,13), la Bestia (= Roma) tiene un trono que le dio “el dragón” (= el diablo; Roma es el gran instrumento del diablo, en Apocalipsis [cf. 13,2; 16,10]) el trono es del Cordero (ver el contexto en 20,11.12; 22,1.3).

La Bestia es la que destruye “este mundo” y lo suyo es muerte y destrucción, lágrimas y llanto; y el Cordero es el que hace nuevas todas las cosas (21,5), lo suyo es la fiesta y la vida plena.



Evangelio según san Juan     13, 31-33a. 34-35


En el cap. 13 comienza la segunda parte de todo el Evangelio de Juan; mientras en la primera Jesús realizaba signos que anticipan su manifestación, esconden su gloria, ahora –al llegar la hora (13,1)- la gloria de Jesús se manifiesta claramente. Luego de una breve introducción, Jesús realiza un gesto que marca el sentido de toda la unidad: hacerse servidor (13,2-20); en este contexto Jesús anuncia la traición de Judas (13,21-30) y luego de un breve discurso se anuncia la defección de Pedro (13,36-37). Luego, a partir del cap. 14 nos encontramos con un largo discurso de despedida que finaliza con la ida al huerto (18,1; cf. 14,31) donde comenzará la pasión. Mientras los discursos anteriores tenían destinatarios diversos (y particularmente los últimos, destinatarios conflictivos), este largo discurso es “a los suyos” (13,1). Es frecuente en el judaísmo contemporáneo la existencia de obras literarias conocidas como “testamentos”. Esto es un largo escrito de un autor supuesto (generalmente grandes personajes históricos) que está por morir y deja entonces un “testamento espiritual” a sus hijos (discípulos) como una suerte de herencia en la medida en que eviten los vicios del personaje en cuestión o que imiten sus virtudes. En ese sentido, el texto aparece como una suerte de testamento en la que Jesús está por irse (por eso “despedida”), y entonces invita a los suyos a seguir su ejemplo y de ese modo continuar su presencia en el presente. Este es –evidentemente- el trasfondo del texto litúrgico que hoy.

Este pequeño discurso entre los anuncios de la traición y las negaciones es el texto que hoy nos presenta la liturgia (con la omisión de gran parte del v.33). Lo que se omite es la referencia a la “ida” de Jesús, su incomprensión por parte de los “judíos” y su también incomprensión por parte de los discípulos que prepara el diálogo con Pedro que afirma que lo seguirá.

Por otra parte, este pequeño discurso prepara la temática general de toda la gran unidad discursiva 14-17.

Cinco veces encontramos la idea de la “gloria” en los primeros 2 versículos (vv.31-32) [aunque los mejores manuscritos omiten la primera frase del v.32 y debería excluirse del texto leído]. Toda la segunda parte (omitiendo la idea de la partida, como se ha dicho) destaca la centralidad del amor “los unos a los otros” (vv.34-35).

La gloria, en la Biblia, es la manifestación de Dios; Dios se manifiesta en la historia, en diferentes acontecimientos en los que los suyos estamos invitados a reconocerlo. El Evangelio de Juan es una gran manifestación de Jesús “para que crean” (20,31), sin embargo, en toda la primera parte (caps. 1-12) Jesús se manifiesta por signos. Estos esconden algo de la gloria de Dios, y los que creen sabrán reconocerla (cf. 2,11), el que cree verá la gloria de Dios (11,4.40). Pero “ahora” que “ha llegado la hora” (esto es la Pascua) de entregar la vida, en ese amor extremo de Jesús (13,1; cf. 12,23) la gloria se manifiesta. Esta gloria es mutua, es gloria del Hijo y del Padre (v.31; el uso del pasado en un momento puntual parece referir a la Pascua), y en esta gloria del Padre, Jesús es glorificado (v.32, el futuro parece aludir a su encuentro definitivo con el Padre) lo que ocurrirá “pronto” (la escena del huerto). Es en la Pascua donde se manifiesta el amor pleno. Y donde se hace “visible” la gloria. En Jesús, Dios revela su gloria; en su amor extremo (ver 14,13).

El modo de continuar la presencia de Jesús –que partirá- es recibir el “mandamiento”. El tema es característico de Juan (x7 y x18 en las cartas). Lo que “manda” es el amor mutuo (agapaô) a semejanza de su mismo amor, es decir amor total y extremo (13,1) hasta dar la vida por los que uno quiere (filein, 15,13. Recordar que en general, en Juan agapaô y fileô son verbos intercambiables).

Los mandamientos en el AT son expresión de la alianza, es decir, Israel manifiesta su ser pueblo de Dios viviendo de la manera que Dios le ha encargado, “mandado”. Al presentar el amor como “mandamiento” (algo ciertamente extraño) debemos remitirnos al contexto de la alianza. Jesús se presenta como la fuente del amor verdadero.

“Los unos a los otros”, en Juan es evidentemente a los miembros de la misma comunidad. En este caso concreto, no se refiere al amor a los de “fuera” (eso lo encontramos en otros textos). Algo del estilo se encuentra en Qumrán: «amar a todos los hijos de la luz, a cada cual conforme a su parte en los designios de Dios, y odiar a todos los hijos de las tinieblas, a cada cual conforme a su culpa y el lugar que le corresponde en la venganza divina» (1QS 1,9-11); pero hay que notar que una vez que uno pertenece a la comunidad de Qumrán, “debe amar a su hermano”; en Juan, en cambio, si uno ama, pertenece a la comunidad.

Es importante notar que Juan no habla de dos mandamientos principales (amor a Dios y al prójimo) como es propio de los sinópticos, sino sólo del amor “a los hermanos”. ¿En qué se puede señalar que este mandamiento es “nuevo”? Precisamente la idea de la alianza remite a Jer 31,31 (cf. Lc 22,20): una “nueva alianza”. Siendo que Israel “conoce” el amor de Dios (Dt 7,6-8), la novedad debe verse en la manifestación (gloria) del mismo Dios en Jesús. Jesús es la novedad del amor de Dios, y en Jesús queda sellada la nueva alianza manifestada en el mandamiento del amor. El amor, así vivido, hasta el extremo del servicio (= lavatorio de pies, “unos a otros” [como el amor los “unos a los otros”] 13,14) es un desafío y un testimonio ante el mundo, y así todos podrán “ver” a Jesús vivo en sus herederos.

No podemos concluir sin recordar un testimonio muy importante de un antiguo Padre de la Iglesia que ilustra este discurso de Jesús:

«Somos un cuerpo unido por una común profesión religiosa, por una disciplina divina y por una comunión de esperanza. Nos reunimos en asamblea o congregación con el fin de recurrir a Dios como una fuerza organizada. Esta fuerza es agradable a Dios. Oramos hasta por los emperadores, por sus ministros y autoridades, por el bienestar temporal, por la paz general (...).

Aunque tenemos una especie de caja, sus ingresos no provienen de cuotas fijas, como si con ello se pusiera un precio a la religión, sino que cada uno, si quiere o si puede, aporta una pequeña cantidad el día señalado de cada mes, o cuando desea. En esto no hay coacción alguna, sino que las aportaciones son voluntarias, y constituyen como un fondo de caridad. En efecto, no se gasta en banquetes, bebidas, o en despilfarros mundanos, sino en alimentar o enterrar a los pobres; en ayudar a los niños y niñas que han perdido a sus padres y sus fortunas, a los ancianos confinados en sus casas, a los náufragos, a los que trabajan en las minas o están desterrados en islas o prisiones. Éstos reciben pensión a causa de su fe, si sufren como seguidores de Dios.

Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: miren cómo se aman, mientras ellos se odian entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras ellos están dispuestos, más bien, a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos hermanos lo toman como una infamia, sólo porque entre ellos, a mi entender, todo nombre de parentesco se usa con falsedad afectada. Sin embargo, somos incluso hermanos de ustedes en cuanto hijos de una misma naturaleza, aunque ustedes sean poco hombres, pues son tan malos hermanos. Con cuánta mayor razón se llaman y son verdaderamente hermanos los que reconocen a un único Dios como Padre, los que bebieron un mismo Espíritu de santificación, los que de un mismo seno de ignorancia salieron a una misma luz de verdad (...), los que compartimos nuestras mentes y nuestras vidas, los que no vacilamos en comunicar todas las cosas. Todas las cosas son comunes entre nosotros, excepto las mujeres: en esta sola cosa en que los demás practican tal consorcio, nosotros renunciamos a todo consorcio…» (Tertuliano, [+220])


Dibujo tomado de http://unanilloparados.blogspot.com/2011/04/amados-hasta-el-extremo.html