viernes, 31 de enero de 2014

El escándalo de la riqueza



El escándalo de la pobreza


Eduardo de la Serna
(publicado en 2009)



A raíz de declaraciones habituales del Papa, relacionadas en este caso con la colecta anual “Más por Menos”, algunos retomaron en nuestro país el tema de la pobreza: “escándalo” la llamó Benito 16. “Escándalo” repitió el cardenal Bergoglio. La pobreza nos duele, remarcó con su habitual glamour el presidente de la Sociedad Rural, la pobreza es el tema principal en el diálogo, destacó mons. Alcides Casaretto, la pobreza es el tema que ocupa lugar principal en los MCS en nuestros días. Demasiada insistencia en tan poco tiempo para ser casual. ¿Qué ocurrió? ¿De golpe descubrieron a los pobres aquellos que ayer los ignoraban? ¿Será que “ayer” no había pobres y los hay desde poco después de las elecciones? ¿Será que algo ocurrió puntualmente para que el tema se desencadenara? Demasiadas casualidades, que nunca son inocentes en política.

Que en Argentina haya pobres es realmente un escándalo. Que haya uno solo, lo es. Pero miremos un poco más. “El hambre es un crimen”, afirmaban los siempre castigados “chicos del pueblo”, a lo que obviamente adherimos. Personalmente ya me llamó la atención que un diario destacara semanas atrás, que los chicos pobres comían cuises, algo que es remedo de lo que decían los diarios en el 2002 (“caballos, ratas y sapos”, decían entonces). Insistencia en el diálogo, escándalo de la pobreza, gravedad de la situación de los pobres, temas remanidos… ¿será que “alguien” nos quiere decir que estamos como en el 2001-2002?; ¿será que ese/esos “alguien” quiere/n alentar el imaginario para que no nos “escandalice” sino que deseemos que un gobierno constitucional “no termine”?

Una reflexión


Cuando escucho a ciertos sectores progresistas decir que “no hay que judicializar la pobreza”, realmente me molesta mucho. Personalmente creo que DEBE judicializarse. La pobreza es un crimen, y debe ser penado todo lo que sea responsable y “ejecutor” de que los pobres sean más (más pobres y más los pobres). Creo que el poder ejecutivo no puede ser indiferente a la “escandalosa” distribución injusta del ingreso; creo que el poder judicial debe considerar un crimen que no se subsane el delito y sancione a los responsables, y creo que el poder legislativo debe sancionar todas las leyes necesarias para que los pobres sean cada vez menos (menos pobres y menos los pobres).

Ahora bien, ¿por qué hay pobres? Esa es la pregunta fundamental. Por eso me parece totalmente empobrecedora la palabra “excluidos”, lo he dicho en otras ocasiones: porque “excluidos” no implica “excluidores”, porque nunca hay “responsables”. Porque los pobres en Argentina no son pobres por vivir en un país pobre (¿hay en el mundo muchos países más ricos que la Argentina?). Entonces, preguntarse “por qué hay pobres” es el paso fundamental para enfrentar el escándalo. Sin una seria respuesta a esa pregunta, todo es teatro. O burla. ¿Cuáles son las causas de la pobreza? ¿No tiene nada que ver en la razón de que haya tantos muy pobres, el hecho de que haya pocos tan ricos? Y para que nadie me acuse de “neo-marxista” recuerdo que la frase “los ricos son cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” pertenece a Juan Pablo II. ¡Ah!, y la frase “imperialismo internacional del dinero” fue dicha por Pio XI.

¿Qué es el escándalo?


La palabra “escándalo” es una palabra usada con mucha frecuencia por la Iglesia. Aunque a veces, de un modo extraño. En la Biblia el escándalo es la trampa en el camino, la piedra que hace tropezar. Es decir, es lo que impide avanzar, lo que no deja caminar. Pero uno puede “escandalizarse” de cosas positivas, y en ese caso ¡pobre del que se escandaliza!, o escandalizarse por malos ejemplos, y en ese caso ¡ay del que escandaliza!... En nombre del “escándalo” muchas veces en la Iglesia se “esconden” curas pederastas, para que no haya “escándalo”, o se cuestiona al periodista que muestra aquello que escandaliza, como un torturador “relocalizado” en Chile. En realidad, fijando el ojo, el escándalo no lo provocan los que muestran lo que escandaliza, sino quienes lo obran: los pedófilos, los torturadores, los miembros de la institución eclesiástica que se muestran con “relaciones carnales” con el poder económico o político.

Ahora bien, si miramos así, en lo personal, la pobreza no me escandaliza. La pobreza me compromete, me impulsa a hacer lo más que sé y puedo para enfrentar la injusticia que la provoca. En lo personal, lo que me impide caminar, lo que me parece que es una trampa en el camino es la riqueza. La ostentación, pornográfica con frecuencia, es lo que escandaliza. Los injustos, los victimarios me escandalizan. Y quienes son cómplices, aduladores, o difusores. Lo que es un escándalo es la riqueza, ¡no la pobreza!

La propiedad privada


Como no podía ser de otra manera, en plena fidelidad a su historia, la Sociedad Rural insistió en el tema de la propiedad privada. Es absolutamente coherente. Nunca se preocuparon de los “privados de propiedad”. Pero en lo personal, y con el sustento que me da el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, no la escuela de Frankfurt, creo que mientras la propiedad privada sea vista como un “absoluto”, o un “dios”, la pobreza seguirá creciendo. Y doliendo. Aunque nunca olvido aquello que repetía Carlos Mugica: “primero se apropiaron de todas las tierras y después hicieron el Código Civil”. Todo lo expoliado ayer y hoy a América Latina parece que no “era” propiedad privada, y la “Deuda externa” parece que empieza cuando ellos deciden, y no cuando Bolivia fue saqueada, Paraguay masacrado, Colombia devastada… Y los indígenas “simplemente” aplastados, robados, y víctimas de un genocidio que algunos llaman “el mayor genocidio de la historia”. Difícilmente algunos hubieran podido fundar la Sociedad rural o entidades afines si antes no saqueaban a mapuches, tehuelches y tantas otras etnias “dueños de la tierra”, para después ser “terratenientes”, “gente de campo”. Pero aunque desmemoriadamente olvidáramos esto, la insistencia en la propiedad privada, y el olvido del fin social de la propiedad sin ninguna duda es “la madre de todas las causas” de la pobreza.

Los nombres


En realidad, creo que un elemento que nos permite entender el momento que vivimos es el tema de “los nombres”. Precisamente los pobres son los que nunca tienen nombre: son “los negros”, “los paraguayos/bolivianos”, los cabecitas”, o simplemente “los pobres”, pero nunca tienen rostro, nunca tienen nombre. Los ricos, en cambio, tienen nombre propio. Tan propio como su propiedad. Se llaman Maurizio, Francisco, Ernestina, Amalita. Y mientras los pobres sigan siendo “anónimos”, o sean simplemente “números”, no se tocará el corazón del problema. Basta pensar la movilización que ocurrió cuando el pobre una vez tuvo nombre y se llamó “Barbarita”. Que los pobres dejen de ser número y tengan rostro y nombre se vuelve intolerable. Y duele. Porque la pobreza y los pobres no escandalizan. ¡Duelen! Por eso que se hable de “estadísticas”, “número de pobres”, no es un tema importante. Es serio, pero no habrá movilización hacia las causas. Pero el problema que provoca reconocer el nombre y el rostro es que duele, huele, se palpa. Una cosa es hablar de “un/los pobre/s” y otra abrazar su cuero curtido y reseco, sentir su olor a humo en invierno, su cara fácilmente imaginable distinta si hubiera nacido en otro lugar con otra alimentación, y otro cuidado.

Pero lamentablemente creo que hay que decir que no sólo los pobres no tienen nombre. También los culpables nunca lo tienen. Ver discursos y documentos eclesiásticos cargados de buenas palabras o ideas interesantes, pero donde nunca hay un nombre, nunca un rostro, hace difícil darle crédito. Escuchar hablar del escándalo de la pobreza, sin que se nos diga por qué hay pobres y por responsabilidad de quiénes hay pobres, puede terminar siendo un discurso retórico y vacío. Hay pobres porque hay ricos. Especialmente en Argentina. Y si los ricos tienen nombre, no está mal recordarlo. Con alguna exageración, pero parte de verdad, San Jerónimo decía que “todo rico es ladrón o hijo de ladrón”. Y es doctor de la Iglesia. Y si alguien es ladrón, es “empobrecedor”.

Una mirada a la situación actual


Hay pobreza. Es evidente y grave. Creo que la pobreza ha aumentado en los últimos tiempos, al menos es lo que vemos en nuestros barrios los curas amigos. No es fácil decir cuánto, pero insisto: no me escandaliza compartir momentos con los pobres, me escandaliza ver a la mesa de enlace tirando leche; no me escandaliza –sí me compromete y moviliza- que aumenten los pobres, me escandaliza que los ricos sean diputados, o jefes de gobierno, o manejen medios y la opinión pública; no me escandaliza ver al pobre a la cara y llamarlo por su nombre, me escandaliza ver a sectores de la Iglesia de Jesús, el Mesías de los pobres, e Iglesia de los pobres, cercana de los responsables de la pobreza.

Pero –por otro lado- sí creo que hay un clima enrarecido. La trascendencia del telegrama del Papa (infinitamente mayor comparada con la poca trascendencia que tuvo su reciente encíclica toda ella dedicada a cuestiones sociales), los discursos en la Sociedad Rural diciendo “por ahora” no cortamos puentes, defendiendo a Martínez de Hoz, y creando evidente clima destituyente, sí es preocupante.

Es curioso: los obispos argentinos nunca pusieron al arzobispo de La Plata, Héctor Aguer en ninguna comisión episcopal, y justo en estos momentos difíciles, lo eligen Presidente de la comisión episcopal de Educación, como queriendo “marcarle la cancha” al Gobierno en un campo tan específico y sensible a antiguas Conferencias Episcopales. No hace falta recordar que durante las dictaduras el Ministro de Educación era consensuado con el Episcopado, y lo mismo se hizo en los gobiernos democráticos sucesivos. Elegir para ese cargo episcopal a un obispo con evidente vocación de cruzado, es obviamente para “cruzar” al gobierno en este tema. Su referencia en sus dos declaraciones de hace un mes y la semana pasada aludiendo al “neo-marxismo” no hizo sino recordarnos otros duros momentos episcopales y dictatoriales.

Una última cosa: hace tiempo yo decía que no parecía que hubiera posibilidad de Golpe militar en Argentina fundamentalmente por dos motivos: la Embajada de los EEUU no parecía alentarlos, y la Iglesia hizo una clara defensa de la democracia. Por tanto si dos de los grandes apoyos de los golpistas no los alentaban, la cosa se les haría difícil a quienes los propugnaran. El presidente de la UCR en el Senado dijo que hay quienes no quieren que el gobierno llegue al 2011, pero nadie le pidió nombres. La Embajada no parece ajena al golpe militar en Honduras, y –allí- la Iglesia jerárquica, en voz del cardenal Rodríguez Maradiaga, tomó clara postura por el régimen de facto. Algo semejante se ve en la postura del Cardenal de Bolivia, Julio Terrazas. Algunas declaraciones episcopales parecen sumamente preocupantes en este marco.

Por todo esto, no creo que todo este cúmulo presentado al comienzo sea “casual”, ni creo que algunas voces episcopales lo sean. Personalmente, no creo que a muchos de ellos les importen los pobres; es más, muchos parecen festejar cada muerto de fiebre “A” o cada caso de dengue, o cada aumento de un dígito en la pobreza. Personalmente creo que mientras no tengan nombre los pobres, no tengan nombre los empobrecedores, y mientras se siga sacrificando la sangre de las víctimas en el altar de la propiedad privada y el dios dinero, seguramente la situación se agravará, aunque los victimarios nos miren con cara de compungidos en los espacios pagados. Pero mientras eso ocurra, el Evangelio de Jesús, la búsqueda de ser “Iglesia de los pobres” no nos dejará tranquilos hasta que los pobres tengan casa, pan y trabajo. Hasta que los pobres sean vistos como hermanas y hermanos, o mejor aún, hasta que ya no haya pobres porque tampoco habrá ricos y habrá mesa compartida y vida celebrada para todos.



8 de agosto 2009
(publicado en el diario Página 12 el 10 de agosto 2009)

Foto tomada de http://mividaenxto.com/2012/09/29/domingo-con-xto-soy-un-escandalo/

jueves, 30 de enero de 2014

Mensaje del grupo de Curas OPP


                                            A la opinión pública y nuestras comunidades.


Intentando caminar la realidad desde el lugar del pobre, nos dirigimos a nuestro pueblo creyente y a toda la sociedad para decir unas palabras sobre el aumento del dólar y el temor a la crisis económica, las opiniones de los economistas en los medios y lo que parte de la prensa llama "el fin de un ciclo" pretendiendo que el actual gobierno literalmente "se vaya".
Como grupo de curas en la opción por los pobres, estamos convencidos que los grupos dominantes no tienen aprecio por la democracia ni amor a la Patria. Más bien nos parece que le interesan las ganancias que puedan hacer aún a costa de perjudicar a otros y al país. El mundo es cada vez más desigual, en parte porque los grupos económicos y financieros "utilizan" los mecanismos democráticos para ponerlos en función de sus ganancias. Presionan a los gobiernos para que hagan con la economía lo que más los beneficia a ellos aunque perjudiquen al trabajador, al pobre, al ciudadano común; además de aquellos que ven insoportable que los pobres tengan acceso a bienes como computadoras, vacaciones, o una mejor calidad de vida.

En Argentina sabemos bien de qué se trata esto. Ya nos pasó cuando esos grupos poderosos lograron hacer de la economía lo que ellos querían: poco después el país se incendió. Tras el incendio, vino la retirada luego de saquear el país, vaciarlo y quebrarlo en exclusivo beneficio propio   

A esta película ya la vimos en 1976, 1982, 1989 y 2001: grandes transferencias de capital para los sectores concentrados a costa de los ingresos del resto de la sociedad. Aumentos de precios, congelamiento de sueldos, pobreza, desempleo, cierre de fábricas, desnutrición infantil y tantos otros males para los pobres y beneficios para los ricos. Pero el país no desapareció. Con el tiempo y muchos sacrificios, el pueblo trabajador va resurgiendo. Y como si subiéramos por un palo enjabonado, cuando estamos llegando a una razonable estabilidad, nos quieren hacer resbalar de nuevo.

Ayudados por sus cómplices de ciertos medios de comunicación que nos meten miedo -y también de la mala memoria de tantos- volvemos a ver en las pantallas o leer en los diarios declaraciones de Daniel Marx, Domingo Cavallo, José Luis Espert, Aldo Pignanelli y tantos "iluminados" del neoliberalismo de los años '90 que nos resultan preocupantes. Banqueros, empresarios petroleros, exportadores agro-ganaderos, políticos y sindicalistas sin escrúpulos, sumados a los medios formadores de opinión parecieran querer hacer todo lo que esté a su alcance, siempre poderoso, para que el país se incendie.

Ya conocemos las consecuencias: pobres cada vez más pobres a costa de ricos cada vez más ricos. Muchos de estos poderosos que presionan al gobierno para que haga lo que ellos quieren nos hace acordar al texto bíblico de Amós donde el profeta critica duramente a los comerciantes sólo interesados en acumular dinero desentendiéndose de Dios, de la justicia y de los pobres: 
“Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes dicen: «¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo». El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones” (Amós 8,4-7)
El Papa Francisco ha denunciado, durante la audiencia general de este miércoles, que hay familias que no tienen para comer porque tienen que pagar la hipoteca a los "usureros", algo que considera una "plaga social".  La usura, la especulación, la estafa a la buena voluntad de la gente trabajadora, son injustas e inhumanas, nos dice el Papa (29/1/2014). Tampoco olvidarnos que muchos de estos especuladores, banqueros, terratenientes, empresarios y partidarios de una economía en la que el Estado no se meta, se dicen cristianos y tienen amistades entre los obispos y sacerdotes. 

Como grupo de curas queremos hacer llegar a la sociedad entera nuestro más profundo rechazo a los movimientos especulativos con el dólar, los aumentos malintencionados de los precios y a los que intentan crear una sensación de que el gobierno se tiene que ir o que debe quedar mortalmente herido, para no volver. Hay un gobierno elegido legítimamente que debe terminar su período constitucional. Eso no quiere decir que no haya errores. El gobierno deba analizar y aplicar las mejores soluciones para los problemas que se presentan. Pero este período finaliza en diciembre de 2015 y no aceptaremos ningún tipo de extorsión para que finalice antes de esa fecha. Ya aprendimos de nuestra historia. Los problemas deben resolverse con las herramientas de la democracia y no por fuera.

Y esperamos que el gobierno nacional y los medios verdaderamente independientes digan los nombres de los responsables de los aprietes con el dólar y los precios para que los argentinos podamos resistir, defender nuestra democracia  y tener memoria.

Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
30 de Enero 2014


foto tomada de http://tiempo.elargentino.com/notas/sosten-de-clarin-y-nacion-al-plan-economico-de-dictadura.

martes, 28 de enero de 2014

Comentario Presentación del Señor



El cumplimiento de lo antiguo es el primer paso de la novedad


LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
2 de febrero

Eduardo de la Serna


Lectura de la profecía de Malaquías     3, 1-4

Resumen: la impureza es algo habitual en tiempos de Malaquías, y lo religioso no es tenido en cuenta, por eso el profeta anuncia un “mensajero” que purificará a los sacerdotes y las ofrendas para que el pueblo pueda ser puro ante Dios.



La profecía de Malaquías (“mensajero de Yah[vé]”) presenta una serie de elementos muy interesantes y debatidos, pero no los señalaremos aquí ya que el texto fue añadido a causa de la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor. Dos elementos de este texto son tenidos en cuenta: la purificación de los hijos de Leví, y la ofrenda –en el Templo- agradable a Dios. 


Todo esto viene precedido por el envío de “mi mensajero” (mala’kî) que preparará el camino. Más tarde (v.23) se nos dirá que ese enviado es Elías. En ambos casos se trata de alguien que “prepara”, que viene “antes”, y lo hará con el objetivo de que se viva “según Dios”. No es el caso señalar en detalle que ambos elementos fueron tenidos en cuenta en los Evangelios para hablar de Juan el Bautista visto como un cierto Elías “que ha de venir”. Este “mensajero” tiene que ver con el templo ya que el “Señor, a quien ustedes buscan” vendrá al Templo y con él, el mensajero (mal’ak) de la alianza. A continuación destaca que lo que “viene” en el “el Día”, que se presenta como día terrible, será como la lejía, como el fuego, para fundir y purgar. La imagen de la purificación es la que se relaciona directamente con este mensajero que anuncia el Día. Esta purificación empieza en “los hijos de Leví”, es decir, en el sector sacerdotal de Israel. Sólo si los mediadores son “puros” la ofrenda lo será. Será “en justicia” (tzedaqá). Será, entonces, una ofrenda pura como lo fueron las primeras, cuando Judá / Jerusalén no estaba contaminada con la idolatría.


Una nota sobre la pureza: pureza dice relación a “limpieza”. Pero en el mundo antiguo se refiere a “limpio para Dios”. No dice relación necesaria con el pecado, sino con lo ritual. Lo opuesto de puro (o santo) es lo profano, es decir lo que se mueve en la “vida cotidiana” (sea malo o bueno). Algo apto para el servicio divino (para el culto, la oración, la reunión) es algo puro (aunque pueda estar en un contexto de “algo malo”). Por tanto, lo que se supone es una “purificación” como algo necesario para poder participar de lo religioso. Las purificaciones suelen ser rituales, con determinados ritos queda puro uno que quedó impuro por diferentes razones: por tocar sangre, o cadáver, por ejemplo. El contacto con extranjeros (es decir, los que no son miembros del “pueblo santo” de Dios) también hace impuros, y es un tema importante en Malaquías. Los injustos, los usureros, los que no tienen en cuenta al “hermano” también lo son por no mostrar “temor de Dios” (v.5). Lo habitual en estos tiempos es la sensación que parecen tener los injustos de que Dios está “lejos” y no se entromete en nuestra historia (Mal 2,17; 3,7-8.13.15.18). De esto pretende hacerse cardo de parte de Dios este mensajero anunciado.





Lectura de la carta a los Hebreos     2, 14-18

Resumen: La muerte de Jesús es muerte liberadora de los pecados, pero –para el autor de la carta a los Hebreos- es más aun, es indicio de un nuevo sacerdocio que comienza con su resurrección, un sacerdocio totalmente nuevo y único, caracterizado por su credibilidad y misericordia dadas por su “semejanza” a los seres humanos en todo.



La carta a los Hebreos (en realidad una homilía puesta por escrito) y como buen predicador empieza mostrando a Jesús dentro de las categorías tradicionales dando a medida que avanza el discurso avances para poder mostrar la novedad que él quiere señalar: la cristología sacerdotal. El texto litúrgico de hoy concluye esta primera parte tradicional y deja el tema planteado para avanzar. Concluye lo que viene señalando con un “por lo tanto” (oun) dando un sentido liberador a la muerte de Jesús. Una serie de verbos destacan esto: “aniquilar (katargeô, texto casi exclusivamente paulino del NT) al señor de la muerte”, liberar (apallassô, tener autocontrol, no depender de fuerzas externas), expiar (hiláskomai, fuera de aquí, solo en Lc 18,13 en el NT). Pero todo esto está señalado aquí para dar el siguiente paso: en todo esto Jesús se “asemejó” en todo “a sus hermanos”.


Una característica del sacerdocio de Israel es, precisamente, la “separación”. Para poder concretar la “pureza” (ver nota en la primera lectura)  el sacerdote es un “separado” de sus hermanos. Israel es un pueblo “separado” de los demás pueblos; la tribu de Leví es “separada” de las demás tribus; el clan de Aarón es separado de los demás clanes… Lo propio del sacerdocio en Israel es las separaciones para “aproximarse” lo más posible a Dios. La novedad notable que destaca la carta a los Hebreos es que lo propio del sacerdocio de Cristo es “asemejarse”. Se hace semejante en todo “menos en el pecado” (4,15).


Sin duda esto es una novedad abismal con respecto al sacerdocio antiguo. El único sacerdocio del N.T., el de Jesús, tiene como propio su actitud de “asemejarse”, y su diferencia con el “sacerdocio antiguo” es abismal. Es notable que –para profundizar esta novedad- destacará dos elementos fundantes de este nuevo sacerdocio que desarrollará en lo que sigue de la carta (ya fuera del texto litúrgico de hoy); ser misericordioso y ser creíble. La corrupción de los sumos Sacerdotes era tan seria que la institución estaba totalmente degradada. Su credibilidad era nula, y Jesús es presentado como “creíble” (pistós); pero además, como “misericordioso” (eleêmôn). Si algo caracteriza a la misericordia es “aproximarse” a los “míseros”, a los caídos; todo lo contrario de la separación ritual del sacerdocio antiguo. Esta misericordia se expresa como solidaridad, de allí que la experiencia de la prueba (peirazô, esa prueba liberadora que “expió” los pecados) permite “ayudar” a los que son a su vez “probados” (peirazô). Esta cercanía, semejanza lo lleva a experimentar la prueba. Nada más lejano de la actitud de separarse de las experiencias difíciles; la solidaridad de Cristo lo lleva a vivirlas y en esa situación de asemejarse, poder ayudar y liberar. La novedad del único sacerdocio de Cristo es tal que nada parecía preverla. De allí que el resto de la carta se dedicará a mostrar su sentido en la Biblia y su novedad absoluta y definitiva.



+ Evangelio según san Lucas     2, 22-40

Resumen: Los padres de Jesús son celosos cumplidores de la Ley de Moisés. Y cuando corresponde, presentan a Jesús en el Templo. Pero en esto, algo está comenzando. Un varón y una mujer de Dios hablan a todos del niño, y los tiempos nuevos empiezan.



Muchos elementos conforman el relato de la liturgia de hoy. El esquema es sencillo:


Purificación de “ellos” (vv.22-24)

Un varón justo / una mujer justa reconocen al niño (vv.25-35 / 36-38)

Sumario conclusivo (vv.39-40)



El texto es muy complejo e interesante; pero para la celebración de hoy señalaremos solamente aquello que hace a la liturgia del día. El texto comienza y termina con una referencia a que los padres de Jesús actúan conforme a “la Ley” (vv.22.39). Esto es algo importante en Lucas (cf. 2,21.41; cf. Hch 1,12), y precisamente “conforme a la ley” presentan el niño al Señor.


Destaquemos que en el mundo antiguo es propio de las personas religiosas ser agradecidos con la divinidad que nos ha dado sus dones. Precisamente por eso, por ejemplo, se le ofrecen las primeras crías de ganado, o las primicias de la cosecha. Sin embargo, en Israel no se ve con buenos ojos “ofrecer” a Dios el hijo primer nacido; los sacrificios humanos son aborrecidos (aunque hubo algunos casos detestados por la Biblia; 2 Re 21,6; cf. Lev 18,21; Dt 18,10; 2 Re 23,10; Gén 22,1-19). Casi podríamos imaginar de este modo la ofrenda: a Dios se le puede dar lo mismo que se puede comer, como si Dios lo “comiera”. Caso contrario, aquello que no es “puro” para ser alimento no se ha de “ofrecer”, y por tanto se ha de “rescatar”. Es decir, se ofrece algo sustitutivo, como un cordero o un cabrito. Es –fundamentalmente- el caso de los hijos, en este caso de han de presentar una “res menor”, y si no alcanza el dinero para hacerlo presentarán dos tórtolas o dos pichones (Lev 12,7b-8), se los rescata, se le “presentan” a Dios. 


El Evangelio extrañamente informa que es el tiempo de la purificación de “ellos”. No se refiere a la madre, que debe purificarse después de la maternidad, sino de “ellos”; es posible que esté aludiendo a que con la presentación de Jesús ha comenzado el “día” y así “los hijos de Leví” sean purificados porque la ofrenda que se ha presentado en el Templo es perfecta (cf. Mal 3,3, primera lectura). 


Ante esta presentación se acercan al Templo –como es frecuente en Lucas- un varón y una mujer (cf. 13,18-21; 15,4-10; etc.) que hablan públicamente del niño. La “esperanza en la consolación de Israel” y la “esperanza en la redención de Jerusalén” enmarcan la doble escena (vv.25.38). En medio de esta escena Lucas incorpora (como lo ha hecho en otras ocasiones, cf. 1,46-55; 1,68-79; 2,14) un canto que manifiesta la realización de las esperanzas de Israel con la alegría de los “pobres de Yahvé”. 


La escena concluye con un relato sobre el crecimiento del niño, semejante a lo dicho sobre Juan, el Bautista (1,80) que parece a su vez remitir a Samuel: “iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahvé como a los hombres” (1 Sam 2,36).

lunes, 27 de enero de 2014

Optar por la vida



                                 Optar por la vida

Eduardo de la Serna



Este artículo fue escrito en pleno menemismo, ante el aparente triunfo del modelo neoliberal. Fue publicado por la revista Nueva Tierra en 1994. Las presiones recientes en la Argentina (y otras partes, por ejemplo a partir de la Alianza del Pacífico) para reflotar estos modelos de muerte, con sus aparentes sucesos, me motivaron a publicarlo en este tiempo.

            Vivir no es durar. Vivir es cargar la existencia de sentido. El hombre existe para vivir, y para vivir bien. Sin embargo, para muchos la vida es una cruz, es sólo un anticipo de la muerte. El Dios creador, liberador, salvador, "resucitador", providente (como todas esas palabras lo indican) es Dios de la vida y, por lo tanto, se resiste a la muerte. Vida y muerte aparecen -muchas veces- como dos caras de una misma moneda. Hasta tal punto que para muchos, decir "vida" no es sino un sinónimo de muerte. Se dice que estamos en una cultura de la muerte en la que los "apóstoles de la muerte" proclaman a cuatro vientos la "importancia que tiene, para la vida, que otros mueran"; incluso hemos oído decir que "la vida es una cuestión filosófica". Todavía escuchamos, absortos, algunos planteos que nos explican que invadir Haití es importante, pero no lo es impedir las matanzas de Ruanda; que hay que defender la vida oponiéndose al aborto, pero a la vez se propone la pena de muerte; que se rechaza el genocidio del Proceso, pero se defiende el genocidio de los abortos, o que se defiende el genocidio del Proceso, y se rechaza el genocidio de los abortos; que se rechaza la masacre de AMIA y se defiende la de Hebrón, o viceversa... Vida y muerte están en juego, y parecería que su importancia o rechazo no dependieran de la vida misma o de la misma muerte, sino del partido que de antemano se ha tomado... Pero hablar de vida y de muerte es mucho más todavía. No hace falta, aquí, recordar que también hablamos de muerte en los planes económicos que sumergen a la población a la marginación, hambre, desocupación; también hablamos de muerte en las estructuras injustas, la corrupción, la droga, la impunidad... Y tampoco hace falta recordar que al hablar de vida hablamos de fiesta, de solidaridad, de encuentro...

            Teniendo por marco esta referencia a la muerte y a la vida, queremos proponer unas reflexiones. Quizás sirvan como un aporte para los momentos de encuentro.


                                                    La gloria de Dios

            La Biblia usa una expresión muy conocida: "la gloria de Dios"; pero la usa en un sentido muy diferente al que entendemos hoy. "Gloria" se entiende en un sentido semejante a fama, éxito. Así, "gloria de Dios" querría decir que algo aumenta la fama de Dios, que hace que sea más querido... Pero, para la Biblia la gloria de Dios es su presencia, su manifestación. La gloria de Dios se manifiesta en los signos en el desierto (Dios está presente junto a su pueblo), la gloria de Dios llena el Templo (Dios se hace cercano a su pueblo)... Los signos de Jesús, en el Evangelio de Juan, manifiestan su gloria (Jn 2,11). Por eso, la gloria se dirige hacia la fe; la gloria no se centra en Dios sino en el pueblo de Dios (es Dios para el pueblo). La presencia de Dios en medio de su pueblo es su característica; por eso la gloria abandona el Templo para trasladarse a Babilonia cuando el pueblo está en el exilio, y vuelve a instalarse allí cuando el pueblo puede volver (ver Ezequiel 1 y 43).

            San Ireneo, el primer gran teólogo cristiano sistemático (s.II) va a afirmar que "la gloria de Dios es el hombre que vive". De hecho, la vida del hombre, imagen de Dios, es una manifestación divina; en la vida de los hombres encontramos una imagen que nos permite descubrir la cercanía de Dios. Obviamente, todo lo contrario debemos decir de la muerte de los hombres. Dios no está presente en lo que quita vida a los hombres. Si la muerte entró en el mundo por el pecado (Sab 2,24; Rom 5,12), la muerte es imagen de todo lo que se opone a Dios.

            Partiendo de Ireneo, y siguiendo a Ignacio Ellacuría, mons. Romero afirmaba cuando recibió el Doctorado "Honoris Causa" en la prestigiosa Universidad de Lovaina: "la gloria de Dios es el pobre que vive". Por eso decía que "pecado es lo que da muerte al Hijo de Dios y da muerte a los hijos de Dios". Esa actitud fue la que lo llevó a su oposición profética a toda muerte. Si los profetas son los que hablan "palabras de Dios" ("esto dice el Señor"), sólo un profeta se anima a afirmar "en nombre de Dios les ordeno cesen la represión". Descubrir a Dios en la vida de los pobres, trabajar por ello, y descubrir la ausencia de Dios en lo que atenta contra la vida de los pobres es la urgencia profética de nuestro tiempo. ¿No son realmente pocas las veces que escuchamos a alguien decir "esto es lo que Dios quiere" o decir, "esto Dios no lo quiere"? Realmente, son tan pocas que espanta ver la ausencia de un grito profético en "nuestro sufrido tiempo cuyos lamentos suben al cielo".

            Es cierto que hemos escuchado decir que el plan económico "es el plan de Dios", o que hay pobres porque "pobres habrá siempre". Falsos profetas también. Cuando un plan económico defienda la vida, cuando aumente el trabajo, cuando la salud no sea privilegio de "medicinas prepagas", cuando la educación no sea de "los que pueden", cuando el cólera y la meningitis sean estudiados en libros de historia de la medicina, cuando haya "una sola clase de hombres, los que trabajan" porque "gobernar es dar trabajo", cuando se aliente la convivencia y no la competencia, cuando se llegue a la vejez con alegría, cuando el hombre valga (para el sistema) por su vida y no por su tarjeta de crédito... entonces sí podremos empezar a hablar de "plan de Dios". Mientras tanto, seguiremos recordando a los falsos profetas que "hablan de paz, cuando no hay paz" (cf. Jer 23,17), pastores que no se ocupan de la oveja débil y descarriada sino de apacentarse a sí mismos (Ez 34; Jds 12); y también, mientras tanto, seguiremos confiando que Dios enviará profetas, para que marquen caminos, para que denuncien la muerte y anuncien la vida de los pobres, gloria de Dios.

                                                La Vida y los muertos

            Queremos, ahora, partir de otros datos bíblicos para dar más elementos a nuestra reflexión. Partiremos del Evangelio de Lucas. Todos los estudiosos coinciden en que Lucas presenta el discurso de Jesús en la sinagoga de Nazareth como programa evangelizador. Recientemente, sin embargo, un estudioso se formula la siguiente pregunta: 
"Podemos buscar en vano (en el Evangelio de Lucas) un relato de Jesús predicando buenas nuevas a los pobres", incluso podríamos creer que "lo encontraremos repetidamente con "los pobres". No es el caso".  
¿Se equivoca el autor? ¿Se presenta un programa ideal, alejado de la realidad? El término "pobres" aparece 11 veces, de las cuales 7 las encontramos en conexión con otros términos (ver 4,18; 6,20; 7,22; 14,13.21; 16,20.22). El discurso programático, aparece además en conexión con Elías y Eliseo... Por todo esto, sigue afirmando este autor, 
"buena noticia a los pobres refiere a las viudas, impuros, paganos, los de bajo status... esto apunta a la misión de Jesús que abre el camino de la inclusión del pueblo en el ámbito de Dios, para quienes de otro modo no tenían acceso a Dios. Fueron excluidos de los sistemas sociales del antiguo mundo Mediterráneo. A esos pobres Jesús anuncia buenas noticias" (J. B. Green). 
Si agregamos a las mujeres, leprosos, niños, publicanos y pecadores, no caben dudas que Jesús abre las puertas del Reino (el Reino es un lugar al que se entra) a los excluidos, a los que el poder religioso se los tenía negado.

            La Iglesia de Jesús (Iglesia de los pobres, Mesías de los pobres) no puede menos que abrir puertas. Muchos son los excluidos a la vida, los que no pueden acceder a la electricidad o el gas (son privados; privados de sensibilidad social, puede decirse), los que no pueden acceder a la salud o educación, los que no pueden acceder a cuotas o seguridad. El sistema cierra si muchos quedan afuera (excluidos). Es a esos excluidos de hoy que, fieles al programa de Jesús, su Iglesia (si quiere ser fiel) debe anunciar buenas noticias.

            Tenemos claro a quienes, pero ¿qué buenas noticias? ¿Es realista decir que en un futuro el sistema va a cambiar? ¿Es verdadero anunciar que la justicia o la vida triunfarán? Quizás no. ¿Qué quiere decir que el reino será una realidad, al menos en sombras? Queremos ser claros para que no se interprete esto como determinismo, pesimismo o reconocer el triunfo del sistema... G. Gutiérrez preguntaba a un campesino cómo podían ser felices en medio de tanto sufrimiento. "- lo contrario de la felicidad es la tristeza, no el sufrimiento" le contestó. Aquí, creo, podemos encontrar el punto de partida de nuestra reflexión: debemos buscar, primero que nada, que la gente, el pueblo, los excluidos sean felices. Esa es la buena noticia: aunque el sufrimiento siga (porque las fuerzas del anti reino son poderosas), podemos ser felices. Quizás no podamos cambiar el dolor, el sufrimiento y la muerte, pero sí podemos estar "vivo en medio de tantos muertos", sí podemos festejar, resistir, anunciar una buena noticia que puede empezar a ser buena ya. Sólo hace falta recibirla en el corazón.

            Así, trabajaremos para que el hombre (varón y mujer) sea capaz de saberse feliz sin el último electrodoméstico, sea capaz de llenar su vida de vida, sea capaz de ser, aún sin tener... Que no se nos malinterprete, creemos que hay que trabajar para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10), pero creemos que la raíz de la felicidad está en el corazón del hombre. Con adversarios tan poderosos, no es fácil (si es que es posible) trabajar para que los excluidos tengan lo que se les niega, pero sí podemos trabajar para que sean felices. Eso es posible, eso es vida, y sobre todo, es el fundamento de todo cambio. Mostrar que los millones de pobres pueden ser felices, aún sin tener, es algo que subvierte desde lo más profundo un sistema que está edificado sobre la supuesta necesidad de tener, y tener en abundancia, un sistema que por eso cree haber llegado al fin de la historia.

                                                 La Muerte y los vivos

            Con la cosa así planteada (el sentido de la vida), queda pendiente la pregunta de qué sentido puede tener la muerte. La muerte es la imagen del anti reino, de lo que es contrario al plan de Dios, es imagen de lo que Dios no quiere. Pero si esto es siempre así, ¿por qué damos tanto lugar a la cruz de Jesús o tanta importancia a los mártires?...

            Empecemos citando al mártir boliviano Luis Espinal: 
"El grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la derrota. En cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae en el combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en estatua... Fuera los slogans que dan culto a la muerte" (No queremos mártires, borrador inconcluso). 
Lo importante es entender que no podemos querer mártires, pero sí varones y mujeres que "gasten y desgasten" su vida por la vida. Comprometer el yo en la lucha por la vida nos introduce en los conflictos de la vida misma, y 
"uno de los aspectos trágicos de la vida reside en el hecho de que las demandas de nuestro yo físico pueden entrar en conflicto con los propósitos de nuestro yo espiritual, pudiendo vernos así obligados a sacrificar el primero para asegurar la integridad del segundo. Es un sacrificio que no perderá jamás su carácter trágico" (Erich Fromm).

            No debemos olvidar a quienes fueron capaces de dar la vida, pero no por la muerte alcanzada sino por la vida entregada. Lo que da vida es la vida, no la muerte. Celebrar a los mártires es celebrar su vida, su compromiso, su vida capaz de no tener nada y ser plenamente. Lo que nos salva, no es la cruz de Jesús: la cruz es signo de tortura, de violencia e injusticia; lo que nos salva es su vida, su fidelidad al proyecto del Padre (= Reino) y su fidelidad a los hombres. Nos salva su amor. La cruz es, también, signo de ese amor extremo. Se siembra semilla, es decir vida. La muerte puede ser consecuencia de la opción por la vida, pero consecuencia no querida. Jesús no quería morir, el Padre no quería que muriera, pero ni Jesús, ni el Padre querían que, por aferrarse a la vida y negarse a la muerte, se negara la vida más plena que Jesús vino a regalar, se traicionara el rostro de Dios que Jesús presentó, se frenará el reino. Aceptar la muerte tiene sentido si es para la vida, si es dada "por" los demás. "La vida es para esto, para gastarla... por los demás" decía Lucho Espinal. Aferrarse a la propia vida sin abrirse a la vida de los demás es podar en primavera.

                                          Esperar contra toda esperanza

            Frente a la muerte, surge la esperanza. No como "alienación" y "opio" sino como motor. La esperanza moviliza, es una utopía; y sin utopía la "vida sería un ensayo para la muerte". Pero, ¿qué podemos esperar si es probable que nada cambie? Incluso algunas luces de esperanza parecen volver a apagarse (en lo político, sindical, eclesial...). ¿En qué esperamos?

            La muerte capaz de engendrar vida nos hace creer, y pone las raíces en una esperanza que va más allá de lo palpable, de lo eficaz o del éxito. La esperanza es confianza en la vida. En la vida sin cálculo, generosa y gratuita. Vida para la vida. Es esperanza como la de Jesús, esperanza en Dios, en que el amor sembrado no queda sin cosecha aunque todo parezca oscuro y sin sentido. No es esperanza en ver los frutos, sino en saber que es "Dios quien da el crecimiento" (1 Cor 3,7). Pero no es esperanza en el éxito de tal o cual proyecto (por más bueno que sea) sino esperanza en la vida. Por eso el fracaso de los proyectos no es nuestro problema principal (repetimos que creemos, queremos y trabajamos por proyectos de vida, solidaridad y justicia, pero que no se quiebra nuestra fe en la vida, nuestra esperanza y nuestra confianza en Dios si esos y otros proyectos no llegan a ver frutos...). La cruz es el fracaso de Jesús, la muerte es el fracaso de los mártires, fracaso de sus ansias de vivir, de sus proyectos y planes; pero no el fracaso del proyecto mayor de dar vida. La vida dada, hasta el extremo de no quedarse con nada de ella, es el culmen de la esperanza.

            Poner la esperanza en el éxito de algunos planes, podría dar la razón a Fukuyama cuando habla del "Fin de la historia". Podría darlo (aunque no estemos convencidos que lo dé). Pero no es eso lo que entendemos por "historia" ni por "fin". Pero aún más. Creemos que hasta la vida martirialmente quemada ("sangre de mártires, semilla de cristianos"), la vida escondida (vocación misionera de los contemplativos), la vida postrada de los enfermos ¡es fecunda!. Con la fecundidad misteriosa de la cruz. "Dios da el crecimiento".

            Obviamente, tener paz en esta esperanza supone estar cimentados en la fe. Fe es confianza, confianza en ese Dios capaz de resucitar a los muertos. Pero esa confianza se traduce en resistencia. No la resistencia de la piedra, sino de la vida "edificada sobre roca" (Lc 6,48). Fe y esperanza van juntas, y hacen posible el amor extremo, amor capaz de dar vida hasta dar la vida.

            La esperanza así entendida es todo lo contrario de quietismo u opio; es fuerza, tenacidad, apuesta alegre a un futuro de Dios. La adversidad, la violencia, la muerte no puede detener la vida que crece sobre esas raíces ni derribar el edificio edificado sobre una vida capaz de entregarse. Por eso la esperanza y la vida son madres de la libertad. El hombre es capaz de perder sus proyectos y su vida misma, no pierde "la" vida ni renuncia al proyecto mayor, la gloria de Dios, la vida de los pobres. La esperanza nos hace capaces, dispuestos, ¡libres! a no tener para ser o para que otros sean.

                                          La fiesta como grito profético

            Una de las características de la espiritualidad popular, según Víctor Codina es la 
"experiencia de la esperanza del triunfo, de la seguridad de la victoria escatológica, aunque el dolor sea grande y el sufrimiento no cese. Es la experiencia de los mártires y perseguidos, que se mantienen fieles en medio de la "noche oscura" de la injusticia estructural. Esta experiencia se expresa también en las fiestas populares, verdadera anticipación festiva y escatológica de la Utopía del Reino. El pueblo festeja rompiendo los esquemas puritanos del ahorro burgués, como protestas y desborde profético de una sociedad alternativa, que un día se impondrá". 
Aunque esa sociedad nunca se imponga, no deja de ser un grito profético de "lo que Dios quiere", y lo que Dios promete a sus amigos en su Reino (escatología).

            La fiesta es un signo de la vida. Vida que se celebra, que se comparte. La fiesta es un grito profético de un pueblo que cree en la vida. La fiesta es encuentro, gratuidad, alegría. La fiesta es un sacramento popular de la vida. El hombre es imagen, la vida es gloria, la fiesta es sacramento... y todo nos habla de Dios y nos habla de vida.           



                                                  Para una conclusión

            Los cristianos, ¿tendremos que pedir perdón por ser tenaces "apóstoles de la vida"? ¿Seremos tenidos por "discapacitados" por oponernos a toda forma de muerte? El fin no justifica los medios, se dice, ¡mientras no se trate de mis fines! Estamos llamados a cultivar una cultura de vida. Seguramente no podremos enfrentar a los poderosos; pero la siembra, como el grano de mostaza empieza pequeña. Podemos empezar en nuestra casa, en nuestras comunidades, en nuestro trabajo. Empezar la siembra confiando en la calidad de la semilla y la vitalidad que Dios da al hacer crecer. La fe, la esperanza y el amor nos siguen desafiando. Como a tantos grandes maestros de la espiritualidad, la crisis que Juan de la Cruz llamó "noche oscura" es escalón para que crezca cada vez más firme la confianza en el Dios de la vida y no en los dioses de la muerte, la esperanza en la fecundidad de la cruz y no en los éxitos y triunfos periodísticos, la vitalidad del amor sembrado y gastado y no en la fama y los aplausos. La "noche oscura" nos invita a creer que Dios es vida, y la vida es un grito silencioso que no puede ser callado.


Dibujo tomado de www.salvadorlopez.cl