La vida amenazada
Eduardo de la Serna
Sin entrar en los clásicos cuatro
elementos de la antigüedad (a los que hemos dedicado nuestro pesebre
parroquial, y puede verse en el blog) me quisiera detener en dos de ellos.
El agua es vida. Es refresco,
limpieza, saciedad. Un desierto, visto como espacio sin agua, es precisamente expresión
de la falta de vida, escasa vegetación, poca presencia animal. No es por azar
que los antiguos grupos migrantes se asentaran en lugares donde tuvieran
garantizada el agua. Con ella “venían” las plantas y animales. Es decir, el
alimento. Pozos, aljibes, arroyos son lugares, a su vez, de encuentro: cuando
bajaba el sol, las mujeres del pueblo se encontraban en el pozo para llevar los
cántaros con la vida líquida. Y por eso, el pozo era también lugar de vida
compartida en la conversación y el chisme. No es casualidad que es junto a un
pozo que Jesús se encuentra con una mujer –que va en horas de calor a buscar
agua, lo que permite suponer que no quería encontrarse con otras- y en el
diálogo con ella se auto-revela como el dador de agua viva (Juan 4,10.14), y de
un agua tal que sacia toda sed, hasta el punto que ya no tiene necesidad de
volver a beber. Cuando en el diálogo con él la mujer empieza a encontrarse y
reconocerlo, corre a la ciudad a buscar a los habitantes (aquellos con los que
no quería encontrarse) para decirles que ha saciado su sed. Hasta el punto que deja
el cántaro en la fuente (4,28).
El fuego es luz y calor. Ilumina
la oscuridad, que es donde ocurren las cosas impensadas, los robos, las fuerzas
“oscuras” del mal, el fuego permite ver, y cocer los alimentos. No es tampoco
por azar que el fuego era de los dioses hasta que Prometeo se lo roba para
entregarlo a los seres humanos, por lo cual será castigado, o que la luz es la primera
creación de Dios en el Génesis (1,3). El fuego aplicado sobre víctimas permite
introducirlos en el ámbito de lo divino (= holocausto), y más de una vez es el
medio usado por el Dios bíblico para manifestarse a su pueblo, en una zarza o
una columna. También es imagen de purificación ya que el fuego purifica los metales. En la
alianza cristiana es visto como signo de la luz del Espíritu Santo, y Jesús
bautizará con Espíritu y fuego, y el descenso en Pentecostés es con forma de
lenguas de fuego. La imagen del fuego y la purificación hace que se desprenda
de la imagen de la luz (especialmente en Pablo y Juan) a pesar que no hay luz
sino por medio del fuego o el sol (ver Mateo 5,14-15), de allí que prefieran
más la imagen de la luz que la del fuego. En ese sentido, la luz es vida. “Dar
a luz” un/a hijo/a es claramente que el/la niño/a nazca a la vida, por eso “la
vida era la luz de los hombres” (Juan 1,4). Para el Evangelio de Juan, sólo
Jesús es “la luz del mundo”, y los testigos, como Juan, son reflejo de la luz,
los que deben mostrarla, pero no son ellos la luz (1,8). La luz también se
manifiesta como purificadora porque los que son “de las tinieblas” escapan de
la luz (3,19-21). Como ocurre con el “agua viva”, el que siga a Jesús no
caminará en la oscuridad sino que tendrá “la luz de la vida” (8,12).
Me he detenido en esto porque es
evidente que Juan para revelar a Jesús quiere ir a lo más hondo de los
elementos vitales de la humanidad y mostrar que Jesús los plenifica (también lo
dirá del pan, el camino y la vida misma…). Simbólicamente, decir luz, decir
agua es decir vida. Y, no parece que sea por azar, muchos argentinos terminamos
el año sin luz y sin agua. La vida misma –simbólicamente- era amenazada (los
que en ese mismo contexto hemos padecido además un incendio lo hemos sentido doblemente).
Queda por saber cuánto hay de responsabilidad humana directa (y –además- cuándo
vamos a enfrentar seriamente los seres humanos el cambio climático y las causas).
En lo personal tengo la intuición que hubo personas y grupos muy interesados en
crear un profundo clima de malestar ya empezado por los pseudo-saqueos. Ya hace
tiempo somos conscientes en nuestro barrio (zona de Edesur) que en tiempos
pre-electorales abundan los cortes de suministro eléctrico, como si hubiera una
clara intención de crear malestar, y por tanto influir en las decisiones.
Cortes que post-electoralmente “milagrosamente” desaparecen. Sería de desear
que se realicen investigaciones exhaustivas, ¿no son los prestadores (que no
prestan, precisamente) de servicio eléctrico los que se beneficiarían con una
mega-devaluación, los que sacaron provecho de las perversas privatizaciones
menemistas?, y es de desear que los responsables sean sancionados severamente.
Lo cierto es que el malestar existió –y sigue- y quienes no creemos que el azar
(o el destino) sea el generador de políticas de la vida humana, nos cuesta
mucho no pensar que hubo y hay mentes inescrupulosas y sin límites ante la vida
humana que sólo miran sus propios intereses, sus beneficios, aunque esto
signifique dejar a medio país sin agua, sin luz… sin vida.
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