miércoles, 8 de enero de 2014

Debe meterse el papa?



¿Se tiene que meter el Papa?


Eduardo de la Serna


Es muy evidente que muchas veces, cuando muchos –especialmente en los Medios de Comunicación- hablan de “la Iglesia” hablan de cosas que desconocen, y entonces, muchas veces, nos toca escuchar cosas que parecieran sensatas pero para quienes estamos en la comunidad cristiana –al menos para muchos- no nos parece tal. Quiero detenerme en un ejemplo concreto.

Empiezo con un tema característico: muchos, sino casi todos los Medios, hablan del Papa como del “jefe de la Iglesia”, y me parece preciso destacar que de ninguna manera el papa es el jefe de la Iglesia. Los no creyentes, obviamente, no tienen por qué creer lo que los miembros de la Iglesia creemos, pero harían bien en saber esto, para entender de qué hablamos, y partir de nuestra auto-comprensión aunque no la compartan.  El “jefe” de la Iglesia, para nosotros, es el Espíritu Santo, y no hay otro, ni sustituto, ni delegado. El papa es el “obispo de Roma”, simplemente. Esto remonta a una tradición que remite a san Pedro, misionero y mártir en Roma en tiempos de Nerón (año 64). Desde entonces, y en épocas del imperio romano, la Iglesia de esta ciudad es la que preside en la caridad a las demás comunidades eclesiales. Se supone que las distintas comunidades, presididas en la fe por su obispo y acompañado por sus presbíteros y diáconos están en comunión con las demás iglesias. Y la de Roma es la garante de esta comunión. Pero no la jefa.

A lo largo de los tiempos al papado se le añadieron muchos títulos, varios de ellos con justificación en su tiempo, pero no en otros, y otros realmente injustificados. Un ejemplo puede verse en el título de “Patriarca de Roma” que recientemente el papa Benito XVI anuló; otro es el de “vicario de Cristo”, que en la Biblia y los primeros cristianos era algo que se decía de los pobres, y no del papa.  Lo cierto es que el papa es el obispo de Roma, y se supone que los demás obispos (y sus diócesis) están en comunión con él. Pero comunión no es obediencia, ni tampoco dependencia. Cada obispo es responsable de su diócesis, y en caso de ruptura de la comunión sí se espera una intervención de “Roma” para volver a la comunión. Pero no se trata de órdenes, jefe y súbditos.

En tiempos recientes se ha escuchado algunas cosas acerca del papa Francisco que me parece que –seguramente bien intencionadas- no parecen entender esto:

Una panelista cuestionó al papa porque “no dijo nadas sobre Grassi”. Sinceramente espero que el papa no diga nada sobre Grassi. Espero que lo diga el obispo de Morón, diócesis a la que Grassi pertenece, que bastante mal papel ha jugado con su paupérrima declaración luego de que la Corte Suprema confirmara la sentencia y la pena. Es el obispo, en comunión con su presbiterio, el que debe suspenderlo, quitarle las licencias ministeriales e incluso expulsarlo del estado clerical. Cosa que personalmente deseamos.

La agrupación H.I.J.O.S. realizó unas indignadas y justas declaraciones contra el mensaje de Navidad que hizo público el genocida y asesino Christian von Wernich, pero a su vez afirmaron que el papa debería hacer o decir algo. Nuevamente no espero que el papa diga o haga algo. Podrían decirlo o hacerlo los obispos de 9 de Julio, diócesis a la que pertenece el genocida, o –por caso- el obispo de Mercedes-Luján puesto que se encuentra encarcelado en territorio de su diócesis.  Lamentablemente no han dicho ni hecho nada ninguno de estos dos obispos, a pesar que diferentes grupos lo solicitaron.

Se podrían señalar otros ejemplos, pero estos sirven para desarrollar la idea. Dentro de la Iglesia, muchos rechazamos el absolutismo en el que está inmersa, esperamos una mayor democratización de la comunidad, y quisiéramos una descentralización mucho mayor. Creo que mucho mal hizo a la Iglesia en general los viajes del papa, porque terminó mostrándose como “jefe de la Iglesia” y –por lo tanto- los obispos de cada lugar aparecían como súbditos, o como auxiliares. Quisiera una cada vez mayor fidelidad de la Iglesia al reino de Dios, los obispos fieles al Evangelio, y que sean ellos con su presbiterio, por lo tanto, quienes tomen las medidas justas que se esperan de ellos, pero no que esto surja del papado, del que espero una profunda renovación y no un mayor poder absoluto. Para que no se me malinterprete: quisiera que los obispos correspondientes quiten definitivamente las licencias a Grassi y a von Wernick, y que si no lo hicieran, la comunión episcopal (la Conferencia Episcopal Argentina) los conmine a hacerlo a fin de que la Iglesia comunión se muestre en fidelidad al evangelio y solidaridad con las víctimas (que ambos atrozmente provocaron). Pero del Papa, espero que trabaje por esa comunión, y que siendo el obispo de Roma permita el crecimiento de las Iglesias particulares, y que la Iglesia universal crezca en comunión dejando atrás modelos absolutistas e imperiales que tanto desfiguran el rostro de un humilde pescador de Galilea.

Foto tomada de www.elalmanaque.com 

2 comentarios:

  1. Padre de la Serna,

    Concuerdo en algunos aspectos con usted, pero no sin cierta matización. El Concilio Vaticano II enseñó que "el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo, es decir, como Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente" (LG 22). Pareciera ser que aquí no está mas que reiterándose, aunque de manera sucinta, la doctrina del Concilio Vaticano I, a saber, que "un primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia de Dios fue inmediata y directamente prometido al bienaventurado Apóstol Pedro y conferido a él por Cristo el Señor" (PAe 1), que "todo el que sucede a Pedro en esta cátedra obtiene, por la institución del mismo Cristo, el primado de Pedro sobre toda la Iglesia" (PAe 2) y que " el Romano Pontífice mantiene un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es (…) verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los cristianos; y que a él, en el bienaventurado Pedro, le ha sido dada (…) plena potestad para apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal; tal como está contenido en las actas de los concilios ecuménicos y en los sagrados cánones" (Concilio de Florencia, PAe 3).

    Estas definiciones parecen ser dogmáticas, por lo cual, pareciera ser que en cuanto católicos estamos obligados a admitir que el que el obispo de Roma "presida en la caridad" a la Iglesia Católica implica (contra lo que opinan los hermanos ortodoxos) una potestad de jurisdicción inmediata y (digámoslo aunque suene mal) absoluta sobre toda ella.

    Creo que la pregunta es cómo y cuándo ejerce legítimamente (o al menos adecuadamente) esa potestad el obispo de Roma (ya que ciertamente puede usarla de manera abusiva)... aquí creo que entra en juego el principio de subsidiariedad. Es evidente que de las cosas que atañen a una Iglesia Particular o a un conjunto de Iglesias Particulares, debe ocuparse el ordinario (o los ordinarios). Si el Papa se mete cuando no hay razón suficiente para hacerlo, queda oscurecida otra doctrina del Concilio Vaticano II, a saber, que "Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo (y no del Papa), las Iglesias particulares que les han sido encomendadas" y que "Esta potestad que personalmente ejercen en nombre de Cristo es propia, ordinaria e inmediata" (LG 27).

    La pregunta es: ¿Cuando hay razón suficiente para que el Papa ejerza su autoridad universal sobre una Iglesia particular? Usted afirmó que "en caso de ruptura de la comunión", lo cual es cierto, pero creo hay distintos grados de "ruptura de la comunión" sin necesidad de llegar al cisma (que sería el primer analogado de la ruptura de comunión). Si un obispo mantiene en el ministerio a un presbítero que a todas luces es indigno del mismo ¿no se rompe la comunión en cierto modo? Otro ejemplo: si admite a la Eucaristía a gente indigna de la misma por obrar de manera abierta contra el Evangelio. En estos casos, ¿es preferible que el obispo de Roma se equivoque por exceso o por defecto?

    Ya querría ver yo que muchas prerrogativas que el obispo de Roma se reserva volviesen a las Iglesias Particulares (La elección de los obispos, las relaciones con los estados, etc), pero con la Fe no se jode: una intervención papal a tiempo puede evitar grandes males. El problema es que durante mucho tiempo se puso excesivamente la lupa sobre la labor de los teólogos... se perseguía y condenaba a un sacerdote por algunas proposiciones dudosas, mientras otro que se la pasaba abusando pibes era perdonado y ayudado... como si la Fe se redujese a la teología y un pecado contra la caridad no negase nuestra Fe (el Evangelio) de manera tanto o más eminente que una herejía cristológica (negación de distinto modo/orden, pero ambas negaciones al fin).

    En fin, me disculpará la extensión del comentario y la falta de ordenación del mismo; estoy de vacaciones y su posteo me hizo pensar y escribir algunos pensamientos al vuelo.

    Saludos. Antonio R.

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    1. Mi criterio para aceptar o no comentarios en el blog es simplemente que estos no sean ofensivos, o anóinimos que puedan confundir. Eso no implica, por cierto, que esté o no de acuerdo en todo o en parte con el comentario publicado.
      En lo personal creo que los dichos del Magisterio de la Iglesia, que obligan a los católico-romanos, deben a su vez ser sometidos a una buena exégesis, ya que son textos que surgen en un contexto. Una lectura acrítica del "Magisterio" terminaría en un fundamentalismo por el cual éste resulta más importante y normativo que las Sagradas Escrituras, algo que por cierto no comparto. El Concilio Vaticano I es un buen ejemplo de esto (y de elementos históricos y dogmáticos que ameritarían una muy buena exégesis e interpretación). Sus "manejos" y manipulaciones son harto conocidas. Como dije en el texto, hay consideraciónes o títulos aplicados al Papa que tienen un sentido (justo o injusto) dado en un contexto histórico o teológico, lo que no significa que deba ser a su vez valorado como universal o uniforme en todos los tiempos. El uso de "vicario de Cristo" (que, como dije, la Sagrada Escritura y los Santos Padres aplicaban a los pobres, y no al papado) es un buen ejemplo de ello. Tiempos de "papolatría" y de una eclesiología vertical llevaron a cosas como esta en la historia. Y eso no significa que debamos mantenerlo en nuestro tiempo. Eso no quita autoridad al Concilio Vaticano I, pero lo ubica en su contexto. Por esto, y más, sigo sostentinedo que no deseo que el "papa se meta". Si todo es ruptura de la comunión, la comunión no existiría. Y volveríamos al obsolutismo que no deseo ni para la Iglesia ni para el papado. Ya he escrito sobre una "Iglesia trinitaria" en la que propongo una división de poderes en la Iglesia, cosa que ciertamente no hay; lo que no implica que no pueda haber. De todos modos, que no esté de acuerdo con bastante, o mucho, de un comentario, no quita que considere que puede publicarse; como que autorice su publicación tampoco significa mi acuerdo. Eduardo.

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