Una familia en camino tras las huellas de las
manifestaciones de Dios
LA SAGRADA FAMILIA
DE JESUS, MARIA Y JOSE
29 de diciembre
Eduardo de la Serna
Reiteramos lo
dicho ya más de una vez: la liturgia presenta –podemos llamarlo así- dos tipos
de textos bíblicos: los textos continuados, donde se deja hablar al texto que
corresponda (aunque escogido, por cierto, ya que hay textos que son
“salteados”) y textos “temáticos” escogidos a partir del tema litúrgico que se
celebra. En estos casos, lo principal no está puesto en lo que el texto dice,
sino en lo que el texto dice a partir de lo que “se le pregunta”. En este caso
concreto, sobre la “Sagrada Familia”. Nuestra intención en estas páginas es
procurar leer lo que los textos dicen, aunque no siempre “digan” lo que se
busca en ellos. Sin embargo, la enorme diferencia cultural entre nuestro tiempo
y el tiempo bíblico debe tenerse en cuenta. En el caso de la “familia”, por
ejemplo, es evidente que el modelo familiar bíblico en muy poco se parece al
nuestro; los horizontes son muy distintos y la pregunta quizás deba ser “¿qué
nos aportan los textos bíblicos, al hablar de la familia, a las familias de
hoy?” Pretender una lectura “lineal”, o un “repetir” modelos sería
fundamentalismo, sin duda alguna.
Lectura
del libro del Eclesiástico 3, 3-7. 14-17
Resumen: el mandamiento de “honrar padre
y madre” es reiterado y ejemplificado en clave religiosa por el sabio.
La
religión de Israel –expresada en los mandamientos- no se limita a un modo de
encuentro con Dios, sino que es inseparable del encuentro con los “otros”, y en
este caso, en primer lugar con los progenitores. “Honrar padre y madre” (cf. Ex
20,12; Dt 5,16) es el primero de los mandamientos que dice relación a los
“demás”. La teología de la retribución sostenía que el cumplimiento de los
caminos de Dios repercutiría positiva o negativamente, según se cumpliera o no,
en la vida del sujeto. Así, quién “honra a su padre”, tendrá una larga vida
(1,12), verá perdonados sus pecados y alcanzará otra serie de bendiciones (cf.
Ex 21,17; Tob 4,3-4; Pr 1,8).
Y
este “honor” debe mantenerse particularmente cuando los padres ya estén
ancianos, débiles o seniles ya que no hacerlo es semejante a “blasfemar” y
provocar a Dios (cf. Lv 20,9; Pr 20,20). Ese es el orden social establecido por
Dios (3,1-2). El relato luego de presentar el tema, partiendo del mandamiento y
su contexto sapiencial, lo ejemplifica con una serie de “aquel que…” (vv.3.5.6)
destacando las consecuencias benéficas del cumplimiento. Pero existe la
posibilidad de que el hijo (no parece referirse a los hijos menores, ya que es
un maestro de sabiduría el que se dirige a ellos como “hijos” [v.1], por tanto
deben ser sus discípulos) no honre a su padre. La vergüenza de semejante
actitud se manifestarán entonces en una serie de términos maléficos: como
blasfemo y maldito.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3,
12-21
Resumen: Una serie de normativas presenta
la parte exhortativa de la carta a los Colosenses. Empezando por las
consecuencias del bautismo en la vida cotidiana, siguiendo por la reunión
litúrgica de la comunidad y finalmente mostrando cómo debe vivir una familia en
este tiempo en el que la familia (= la casa) era vista como una ciudad en
miniatura y por tanto debía manifestar su adaptación al mundo contemporáneo. La
carta, sin embargo, no omite destacar los elementos propios que reflejan la
propia identidad.
Como es habitual en las secciones
exhortativas de las cartas paulinas, nos encontramos una serie de verbos
en imperativo, “mortifiquen”,
“desechen”, “revístanse”… (vv.5.8.12…).
La
insistencia en “revestirse” proviene del v.10 donde se presenta como antítesis
de “despojarse”, contrastando el “hombre viejo” y el “hombre nuevo”. El
contexto del revestimiento es bautismal, como lo hemos señalado en otra ocasión
y se refleja aquí en el texto aparentemente pre-paulino “no hay griego y
judío…” (cf. 1 Cor 12,13; Ga 3,28). Las consecuencias visibles en la vida de
este “revestimiento” se presentan como “ser elegidos, santos, amados, con
entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportando
a los otros y perdonando a los demás”. Este catálogo de “capacidades
bautismales” llega a la plenitud en el máximo “revestimiento”, el del amor
(v.14) que es lo que integra plenamente (syndesmos)
en la “perfección” (teleiotês). La
unidad concluye con una referencia a la paz y a la acción de gracias (eujaristoi) que deben acompañar al
cuerpo eclesial.
La
segunda unidad (vv.16-17) concluye también con una invitación a “dar gracias” (eujaristéô). En este caso se exhorta a
que en la comunidad “habite” (enoikéô)
abundantemente. Esa presencia de la “palabra de Cristo” llevará a la
instrucción y amonestación con “toda sabiduría”. Y a cantar “salmos, himnos y
odas espirituales” (psalmois hymnois
hôdais pneumatikais) en gracia (en
járiti) a Dios en los corazones (en
tais kardiais). Y a que todo lo que hagan los miembros de la comunidad, sea
de palabra o de obra (en logô ê en ergô)
sea hecho “en el nombre” de Jesús, dando gracias al Padre.
La
tercera unidad (que es probablemente la razón por la que es incorporada esta
lectura en la celebración del día) conforma lo que se conoce como “códigos
domésticos”. En la antigüedad eran frecuentes los “códigos”, es decir, listas
de acciones a evitar o a realizar en determinadas circunstancias. Pecados que
se han de evitar en un ambiente donde abundan (catálogos de vicios), cosas que
se han de practicar en esos mismos ambientes (catálogos de virtudes), cosas que
debe practicar el ministro en una ciudad o comunidad (catálogos de ministerios)
y cómo debe comportarse un “amo de casa” (oikodespotes,
paterfamilias) para ser reconocido en
esa comunidad; la “casa” era tendida como una “ciudad en pequeño” y así se
debía manejar la casa, como un gobernante la ciudad. Estos catálogos (todos
ellos) son frecuentes en el ambiente greco-romano, y son también habituales en
el Nuevo Testamento. En concreto, un buen “amo de casa” debe mostrar
visiblemente que lo es “sometiendo” a su/s mujer/es, a sus hijos y a sus
esclavos. Así funciona una “casa” en el mundo antiguo. Los cristianos, que
cuando ya han pasado los primeros tiempos carismáticos empiezan a organizarse y
estructurarse, lo harán precisamente siguiendo ese modelo: la casa. Es una
manera demostrarse ante la sociedad como un grupo que no va a romper con lo
establecido. Pero –sin embargo- hay una diferencia con respecto a los catálogos
de la sociedad, y eso es precisamente destacar y fortalecer la propia
identidad. “No somos revoltosos, pero tenemos nuestro modo propio de vivir”.
Por ejemplo, así dice
Platón:
«si hubiera necesidad -añadí- de decidir
cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad
de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de
los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la
opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la
inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que
mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y
en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el
gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más»
(República IV, 433 cd).
Con la intención de que el judaísmo sea aceptado por los
romanos, Flavio Josefo presenta su modo de vida con criterios semejantes:
«¿Y
en lo referente a los matrimonios? Nuestra ley aprueba únicamente aquellas
relaciones sexuales que son la unión con la esposa, y sólo cuando tiene por
objeto engendrar hijos (…) La mujer, dice la escritura, es en todo inferior al
varón. Por lo tanto, que obedezca al varón, no para su ignominia, sino para que
siga su dirección y mandato, porque Dios otorgó al varón fortaleza y poder (…)
La ley ordena criar a todos los hijos (…) desde la primera infancia la
educación de los hijos debe encaminarse a la sobriedad; la ley ordena
enseñarles a leer, los preceptos de la ley y los hechos de nuestros mayores…»
(Contra Apión II,199).
Lo interesante del código de colosenses es que está dirigido
en primer lugar a los débiles (mujeres, hijos y esclavos) –quienes son
mencionados en primer lugar-. La actitud
de los débiles es teologizada (vv. “conviene en el Señor”, v.19; “es grato a
Dios”, v.20; “temiendo al Señor”, v.22), pero el “amo de casa” tiene la
responsabilidad de “no abusar” de su poder, este es limitado.
El texto litúrgico (seguramente por motivos de que no se
supone que hoy haya esclavos, lo cual es evidentemente dudoso) omite el tercer
par: esclavos y amos, que es el más extenso y parece haber sido importante en
su incorporación en esta sección.
Sin duda, este texto leído fuera de su contexto histórico-cultural
ha sido responsable de grandes injusticias con los esclavos y con las mujeres,
lo que –además- se pretendió justificado teológicamente. Sin duda no es así
como hoy a de leerse este “código”. Ciertamente no es “aquella casa” semejante
a “la casa” en la que hoy se despliega la humanidad, y es en “esta” en la que
debiéramos encarnar los valores del Evangelio.
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 13-15. 19-23
Resumen: En una serie de escenas con
semejanzas al Antiguo Testamento, y movido por sueños de José, la familia de
José, el niño y su madre, van al exilio y luego vuelven de él mostrando que
dios los acompaña en el camino y que ellos se dejan conducir por su palabra.
El Evangelio de Mateo, en lo que se ha llamado –quizás imprecisamente- el
“evangelio de la infancia” presenta una serie de relatos con clara connotación
veterotestamentaria en los que se destaca precisamente en cada uno el
“cumplimiento” de lo dicho por un profeta. La visita de los magos es uno de
ellos y constituye el marco de la furia de Herodes (tema que será presentado en
otra fiesta litúrgica). La ida a Egipto porque Herodes quiere matarlo, y el
regreso una vez muerto este constituyen el texto litúrgico. La matanza de los
niños –otro texto claramente veterotestamentario, y que se ubica en otra
celebración litúrgica- se ubica en el medio de este marco y es omitido en las
lecturas de hoy.
Los
sueños de José, que también recuerdan a José hijo de Jacob y su capacidad de
comprender la voluntad de Dios en ellos (Gen 40-41), constituyen una suerte de
repetición para ir dando movimiento a la escena: huyen a Egipto anunciados por
el ángel en sueños, vuelven de Egipto movidos por un nuevo sueño, y se instalan
en Nazaret, no en Belén, a causa de un nuevo sueño (el sustantivo ónar, sueño, sólo se encuentra en Mateo,
1,20; 2,12.13.19.22; 27,19) y ha de entenderse como un medio de comunicación
que Dios utiliza para transmitir su palabra. Sólo se aplica a José salvo 27,19
donde la mujer de Pilatos luego de la comunicación “en sueños” puede afirmar
que Jesús es “justo”. La cita de Os 11,1, “de Egipto llamé a mi hijo” se
refiere a Israel, pero es utilizada cristológicamente por Mateo. El marco
egipcio, recuerda la matanza de los niños varones (matanza de los inocentes;
cf. Ex 1,16), la huida de Moisés (Ex 2,15), y la comunicación divina que le
afirma: “Anda, vuelve a Egipto, pues han muerto todos los que buscaban tu
muerte” (Ex 4,19). El esquema puede sintetizarse de este modo:
A.
Comunicación en
sueños a José: “toma contigo al niño y a su madre”, ida a Egipto
B.
Se levantó, tomó de
noche al niño y a su madre
C.
Cumplimiento del
oráculo del Señor: “De Egipto llamé a mi hijo”
A.
Comunicación en
sueños a José: “toma contigo al niño y a su madre”, ida a Israel: “han muerto
los que buscaban la vida del niño”
B.
Se levantó, tomó al
niño y a su madre [pero…]
A. Comunicación en sueños, gobierno de Arquelao, ida a
Nazaret
C. Cumplimiento del oráculo: “Será llamado Nazareno”
Sin embargo, si bien
la intención literaria del texto parece querer poner a Jesús en paralelo con
Moisés, el relato ha sido escogido para la liturgia del día por la insistencia
en el obrar de José, guiado por Dios, con la finalidad de mostrar a la familia
(“con el niño y su madre”) conducida por Dios, y en cumplimiento pleno de las
Escrituras.
Una nota sobre el
“cumplimiento” de las Escrituras. El término complimiento es un término
ambiguo, y puede entenderse como que algo ha sido previsto y anunciado y
llegará el tiempo en que ha de “cumplirse”, pero resulta muy extraño esto como
accionar de Dios. Dios no tiene digitada la historia y todo lo planeado por él
ocurrirá, ya que de ese modo no hay cabida para la libertad humana. Otro modo
de entenderlo es que algo que fue dicho hace tiempo para cosas cumplidas o
realizadas en ese tiempo (como la vuelta de Egipto), son releídos en una nueva
realidad de un nuevo tiempo. La escritura sigue viva, sigue hablando a nuestro
tiempo.
Un texto extraño es
la referencia a un “oráculo” de “los profetas” (no menciona profeta alguno, sino
en genérico) acerca de que “será llamado nazareno”. El texto no se encuentra en
ningún profeta. Algunos –en tiempos pasados- lo interpretaban en el sentido de
“nazir”, consagrado. De allí que Jesús sea imaginado con pelo largo (el nazir
no se cortaba el cabello, cosa que lo distinguiera de los demás como
consagrado, como es el caso de Sansón, o de Juan, el Bautista). Sin embargo, es
evidente que Jesús no era un nazir (el nazir no bebía alcohol, mientras que
Jesús era llamado “comilón y borracho”). Es posible que el término aluda a
Néser/nasr, retoño (Is 11,2), pero hay otras opiniones.