José interviene para
que Jesús tenga raíz en la historia
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO – Año “A”
22 de diciembre
22 de diciembre
Eduardo de la Serna
Resumen: en un contexto histórico concreto, el rey Ajaz escucha de parte de Dios la invitación a pedir una señal de parte de Dios. Pero el rey no es del agrado de Dios, se niega al pedido, y Dios mismo le da como señal un nacimiento de un rey que hará presente a Dios en medio de los suyos.
Para ser precisos, no es lo mismo lo que “dice” el texto de Isaías que hoy la liturgia propone y lo que ese texto “nos dice” a partir de la Nueva Alianza. El texto comienza con una nueva intervención de Yahvé (v.10: “Volvió Yahvé a hablar…”) y concluye en v.17, ya que en v.18 comienza una unidad enmarcada por los frecuentes “en aquel día” (cf. vv. 18.20.21.23).
Para
reforzar la idea, señala que el que habla a Ajaz, el rey, es “Yahvé”, aunque el
diálogo es con Isaías (v.13). El tema parece estar radicado en el “miedo” del
rey (v.16) a causa de “dos reyes”. Por los versículos anteriores sabemos que se
trata de Rasón, rey de Damasco (arameo) y Pécaj, de Samaría (israelita, del
norte) (cf. v.1) que han sitiado la ciudad de Jerusalén con intención de
tomarla y obligar a los judeos a participar de la coalición contra Asiria (año
734). En la perícopa anterior se ha dicho al rey “Alerta, pero ten calma. No
temas; que no desmaye tu corazón” (v.4). Allí Isaías le ha dicho al rey que
ambos reyes, en poco tiempo, ya no serán un peligro. El rey, en cambio, parece
preferir poner su confianza en el ejército asirio y planea pedirle ayuda. En
este contexto encontramos el segundo oráculo (el de la liturgia de hoy): ante
la duda del rey, el profeta le dice que Dios ha decidido darle un signo, el que
pida, a fin de que tenga confianza en Dios y no en el ejército asirio (v.9b).
El
rey (coherentemente con lo que dice la Ley, cf. Dt 6,16) se niega a “tentar al
Señor”. El profeta, entonces, pone distancia con el rey (donde antes decía “tu
Dios”, v.11, ahora afirma “mi Dios”, v.13). El rey “cansa” (cf. 1,14; 16,12;
47,13 en el sentido de provocar hastío, enojo) a Dios y a los hombres. Y a raíz
de eso Dios mismo le dará una señal al rey. Y esta señal viene dada por un
embarazo presente (“está embarazada”). Pero la diferencia con este rey agotador
está en que el que nacerá será fiel a Dios, hará presente a Dios en medio de
los suyos. Siendo que 2 Re 18,7 hablando del rey Ezequías, hijo de Ajaz, afirma
que “Dios estaba con él”, y que es propuesto por la literatura deuteronómica
como un rey ideal (“Confió en Yahvé, Dios de Israel. Después de él no le ha
habido semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes”, 18,5), es muy probable que
el anuncio haga referencia al embarazo de la mujer del rey visto como señal de
que su hijo será bien distinto que éste. Otros han pensado en el embarazo de la
mujer de Isaías, profetisa también ella (cf. 8,3) lo cierto es que Dios da a su
pueblo y al rey una señal que sea indicio de que está en medio suyo cuando se
encuentra amenazado por los reyes enemigos. Por eso, le afirma, que antes que
el niño tenga uso de razón (“sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno”, v.15) los
reyes amenazantes habrán abandonado el territorio. Pero la torpeza del rey
actual hará que hasta entonces [es razonable pensar entre 13 y 20 años], este tiempo
sea un tiempo duro: habrán “días como no los hubo desde” la ruptura entre el
norte y el sur (v.17) y por eso el hijo tendrá comida campesina (“cuajada y
miel”, v.15).
Sin
embargo, este texto sufrió una interesante relectura con la cual “entró” en el
N.T.
Con
el paso de los tiempos, Judá ya no tenía rey, y las esperanzas pasaron a ser
cada vez más “de futuro”. No se esperaba nada bueno para los tiempos próximos.
Entonces, este texto (y otros) pasaron a leerse en futuro. Los verbos presentes
se tradujeron al futuro para indicar que es algo que podemos esperar, pero no
para nuestros días. Incluso, para dar
más sentido futuro, la joven (v.14) es cambiada a una
“virgen”, para remarcar que todavía falta bastante. Así quedó reflejado en la
versión griega, compuesta varios años más tarde. Y es esta versión la que
conoce y a la que alude el Evangelio de Mateo en el texto de hoy. Veamos las
diferencias:
Isaías (hebreo)
|
Isaías (griego)
|
Mateo
|
Pues bien, el Señor mismo va a darte una señal: He aquí que la joven [’almáh] está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. | Por esto, el Señor te dará una señal: la virgen [parthénos] estará embarazada y dará a luz un hijo al que se llamará con el nombre de Emmanuel |
Mira,
la virgen [parthénos]
estará embarazada y dará a luz un hijo, al
que llamarán con el nombre de Emmanuel, que se traduce “Dios con nosotros”
|
Como
se ve, los cambios tienen su sentido en la esperanza posterior de Israel, y es
de este modo que Mateo los asumirá más adelante.
Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma 1, 1-7
Resumen: Pablo dirige su carta a una comunidad en Roma pero no se conocen mutuamente. Por eso presenta brevemente el “Evangelio” que él predica a todos los paganos. La centralidad de Cristo es ese Evangelio, y su acción en los creyentes constituidos “santos y amados” por gracia de Dios.
La carta de Pablo a los romanos tiene una serie de características que la distinguen de las demás del Apóstol. Para empezar, se trata de la única dirigida a una comunidad que él no fundó, ni conoce. Y que tampoco lo conocen a él salvo algunos comentarios malintencionados (ver 3,8). Esto es interesante para la unidad que hoy nos presenta la liturgia. Si se presta atención a las restantes cartas, es evidente que en todas, el primer párrafo de cada carta está compuesto de las siguientes partes: Remitente(s) [generalmente con un “título”, como habitualmente “apóstol”] + destinatarios [habitualmente también con “título”, como “santos”, o “Iglesia/s”] + saludo [siempre “gracia y paz”]. Pueden verse las siete cartas auténticas de Pablo, y algunas de las escritas por sus discípulos y se verá en todas este mismo esquema:
1 Tesalonicenses
|
1 Corintios
|
Filipenses
|
Filemón
|
Gálatas
|
2 Corintios
|
Pablo, Silvano y Timoteo |
Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y
Sóstenes, el hermano,
|
Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús,
|
Pablo, preso de Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano,
|
Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre
alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los
muertos,
2 y todos los hermanos
que conmigo están,
|
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el
hermano,
|
a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. | 2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos | a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos. |
a nuestro querido amigo y colaborador Filemón,
2 a la hermana Apfia, a
nuestro compañero de armas, Arquipo, y a la Iglesia de tu casa.
|
a las Iglesias de Galacia. | a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya; |
A ustedes gracia y paz. (1Tes 1:1) | 3 gracia a ustedes y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo. (1Co 1:1-3) | 2 Gracia a ustedes y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (Fil 1:1-2) | 3 Gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. (Flm 1:1-3) |
3 Gracia a ustedes y paz de parte de Dios, nuestro
Padre, y del Señor Jesucristo, (GAL 1:1-3)
|
2 a ustedes gracia y paz de parte de Dios, Padre
nuestro, y del Señor Jesucristo. (2Co 1:1-2)
|
Como
se puede ver, con matices propios de cada carta, en general el esquema es el
mismo, y no pasan más de tres versículos antes que toda la primera parte quede
presentada. Sin embargo, en romanos recién hemos de esperar al v.7 para
encontrar los destinatarios: “a todos los
que están en Roma” y la “gracia y la
paz”. La novedad radica, principalmente en lo que hemos señalado: Pablo no
es conocido por las comunidades de Roma, y debe presentarse. Esto es lo que
comienza a hacer precisamente luego de haber dado su nombre como remitente de
la carta.
Pablo
ha sido “enviado” (= apóstol) por Dios, ha sido “separado” (aforízô) de entre muchos “para el
Evangelio de Dios” (es interesante notar que la buena noticia sea “de Dios”,
como también en 15,16, mientras en 1,9 y 15,19 es “de su Hijo/ de Cristo” y por
ocasiones es “mi Evangelio”, 2,16; 16,25. Probablemente pueda sintetizarse de
esta manera: la buena noticia es “de Dios”, en cuanto dada por Dios; la buena
notica que se predica es “Cristo”, es decir, “la buena noticia que es Cristo”,
y eso es lo que Pablo predica (mi predicación). Pero no puede dejarse de lado
una doble dimensión del término: en el AT griego la Buena noticia esperada es
que Dios intervendrá en la historia en favor de su pueblo (Jl 3,5; Nah 1,15; Is
40,9; 52,7; 61,1); pero en el ambiente romano (y recordar que es una carta a
las comunidades romanas) la “buena
noticia” está ligada al Emperador, sea la conmemoración de su nacimiento, o
sus triunfos militares. En la famosa “Inscripción de Priene” se dice que
Augusto:
«dio nuevo aspecto al mundo entero: éste se habría arruinado si en él, que ahora nace, no hubiese brillado una suerte común. Rectamente juzga quien en este natalicio reconoce el comienzo de la vida y de toda fuerza vital... La Providencia que gobierna toda vida colmó a este hombre de tales dotes para bien de los hombres, que nos lo envió como salvador a nosotros y a las generaciones venideras... En su aparición se han colmado las esperanzas de los antepasados; él no sólo ha sobrepujado a todos los pasados bienhechores de la humanidad, sino que hasta es imposible que surja uno mayor. El nacimiento del Dios ha introducido en el mundo la buena nueva que con él se relaciona. Con su nacimiento debe comenzar un nuevo cómputo del tiempo»
Pablo
contraculturalmente afirma que la buena noticia no viene dada por el Emperador,
sino por Dios y esto es la resurrección de su Hijo con lo que empiezan los
nuevos tiempos (notar que Pablo no hace referencia al nacimiento de Jesús, sino
a su resurrección).
Este
Evangelio, además, ya había sido anunciado por los profetas, y hace referencia
a Jesús como hijo según lo prometido en las “escrituras sagradas”.
Breve
nota sobre el “hijo de Dios”. A partir de los concilios dogmáticos solemos
entender la filiación de Cristo como “hijo eterno, engendrado no creado y de la
misma naturaleza que el Padre”. Sin dudas que esto es lo que creemos los
llamados cristianos. Pero sería anacrónico entender que esto está formulado en
la Biblia (no habría habido discusiones cristológicas en los primeros siglos si
así fuera). En el AT la idea de “Hijo de Dios” es polisémica (es decir, con
varios sentidos). De Israel se afirma que es “hijo de Dios” (ver Ex 4,22; Os
11,1), el rey es adoptado por Dios como hijo (2 Sam 7,14; Sal 2,7), un texto
claramente mitológico habla de “los hijos de Dios” que engendraron hijos con
“las hijas de los hombres” (Gen 6,1-4) y con el tiempo, en textos tardíos [como
Henoc, o en Qumrán] fue interpretado en el sentido de los “ángeles” (para
aludir a su vez a los “ángeles caídos”; tema al que alude Jds 4 y 2 Pe 2,4 pero
que cuestiona Heb 1,5 movido probablemente por su crítica al culto de los
ángeles que era frecuente, cf. Col 2,18). Precisamente esta polisemia permite
al NT afirmar que Jesús “es hijo”. En un primer momento influenciado por los
textos mesiánicos: si el rey es hijo de Dios, por tanto Jesús lo es (1,3). Pero
Pablo (o probablemente antes que él, aunque él lo profundice y aporte nuevos
elementos) afirma que además, Dios “eleva” en la resurrección a Jesús a una
nueva categoría de hijo (1,4). Es decir: Jesús “es” hijo por “la carne” (= hijo
de David) y es “hecho hijo” por la resurrección.
El
centro de la predicación (= Evangelio) de Pablo está puesto en la resurrección
de Jesús. El espíritu de Dios lleno de vida a Jesús elevándolo hasta Dios. Y
“por él” recibimos –afirma Pablo- la “gracia” y el “apostolado”. La gracia es
la fuerza divina, Dios que se abaja a la humanidad para elevarla. Eso ha hecho
con Pablo para poder predicar el Evangelio (cf. 1 Cor 15,10). En este caso se
refiere a la gracia del apostolado. De allí que a continuación explicará qué es
lo que predica, cuál es su “apostolado”: “predicar… entre todos los gentiles”.
Pablo no predica a judíos, sino a paganos, “entre los cuales se encuentran
ustedes”, los de Roma.
Breve
nota sobre la “predicación a los paganos” de Pablo. La asamblea de Jerusalén
había dejado claro que Pablo y Bernabé predicarían “a los paganos”, mientras
“Santiago, Pedro y Juan” predicarían a los “circuncisos” (Gal 2,1-10). No es
evidente si se refieren a “predicar a las personas paganas” o a “predicar en
territorios paganos”. La ida posterior de Pedro a Antioquía, y casi seguramente
a Roma, hacen posible la primera opción; pero la predicación de Pablo a personas
judías hace posible la segunda (cf. 1 Cor 1,14 [cf. Hch 18,8]; 9,20). Es
posible que se refieran a territorios mayoritariamente paganos y mayoritariamente
judíos. Antioquía y Roma tenían una importante comunidad judía, lo que
justifica la presencia de Pedro. Pablo, de todos modos, no pretende instalarse
en Roma, sino solamente pasar por ella, cf. 15,24. Pero desconocemos –de todos
modos- quién/es ha/n fundado la comunidad de Roma, y la proporción de gentiles
y de judíos que tenían las comunidades romanas en estos tiempos ya que han
pasado por diferentes momentos de conflicto.
A
estos romanos, Pablo les reitera que son “santos por vocación” (lit.: “amados
de Dios, llamados santos”), es decir invitados a incorporarse al pueblo santo
(cf. 8,27; 11,16; 12,13; 16,2.15). Son santos y amados (cf. Col 3,12), y –ahora
sí- Pablo les comunica la “gracia y la paz”.
+
Evangelio según san Mateo 1, 18-24
Resumen: Dios se dirige a José en sueños para expresarle que también él tiene un rol que jugar en el plan de salvación que comienza en el embarazo de María. Darle el nombre a Jesús implica poner a Jesús en el contexto de la historia, en la genealogía. Y así empieza a cumplirse todo lo anunciado por los profetas llevándolos a plenitud.
Para comprender el Evangelio de hoy es conveniente recurrir al contexto ya que –en cierta medida- se trata de la continuación de lo que le precede. Todo el cap. 1 conforma la unidad, ya que en 2,1 Jesús ha nacido y unos magos de Oriente vienen a visitarlo. Pero este cap. 1 tiene dos partes bien marcadas que aluden a lo mismo:
1,1: Libro de la generación (génesis) de Jesús, el Cristo
1,18: De Jesús, el Cristo, su generación (génesis) fue así:
Como
en seguida diremos, la segunda parte (1,18-25) es la continuación o
complementación de la primera (1,1-17). Podemos decir que toda la primera
perícopa queda incompleta. Así como se encuentra, no dice nada. Teóricamente
quiere mostrarnos que Jesús es “hijo de David, hijo de Abraham” (1b) pero la
genealogía muestra precisamente que no lo es. Basta con ver el esquema para
notar que el relato queda interrumpido e incompleto: toda la genealogía (=
historia) sigue el mismo esquema: A engendró a B / B engendró a C / C engendró
a D… pero al llegar a José no afirma;: “José engendró a Jesús” sino que “Jacob
engendró a José, el esposo de María de la que nació Jesús, el llamado Cristo”
(v.16). Podemos decir que toda la genealogía se ve frustrada ya que José no es
el que ha engendrado a Jesús, y ese parece el sentido de toda la primera parte.
Ahora empieza el segundo aspecto de esta “génesis”.
Se afirma que José y María
estaban casados (cosa que ya había dicho el v.16) y que María quedó encinta
“por el espíritu santo”. Sin duda no es acá el espacio para el análisis
histórico, sino para tratar de leer qué quiere decir Mateo en esta unidad. Sin
duda quiere dejar claro, antes de empezar la narración, explicar que el
embarazo de María no tiene origen humano. La reacción de José tiene dos
lecturas posibles:
1.
José sabe que él no ha sido el responsable
del embarazo de su esposa y decide divorciarse de su mujer infiel;
2.
José sabe que el hijo tiene origen divino y
no quiere ser obstáculo al plan de Dios en María, por lo que decide dar “un
paso al costado”.
Hay una serie de términos
que nos invitan a preferir la segunda variante:
José es “justo”, lo que
implicaría “cumplidor de la voluntad de Dios”. Y no parece que sea cumplir la
voluntad de Dios un simple “divorcio” ante una mujer supuestamente pecadora. No
consta que hubiera apedreamiento en este tiempo, pero parece que algún tipo de
manifestación pública ante el adulterio sería de esperar de un “justo”. En
cambio, un justo sí puede querer no ser obstáculo a lo que Dios está obrando en
su mujer. Hay que recordar que “repudio” (v.19) no necesariamente ha de
entenderse como “rechazo”, sino también es simplemente “separación” con lo cual
ambos (especialmente la mujer) quedan liberados para hacer una vida
independiente.
El ángel le dice “no temas”,
que no se trata de un temor en cuanto al posible engaño, sino el temor
reverencial, lo que explica el deseo de José de retirarse.
El término “porque” (gar) puede entenderse de los dos modos:
“no temas, tu mujer no te ha sido infiel… no temas, porque no es otro hombre
sino es el espíritu santo el que ha actuado en ella”, pero también “no temas a
causa de la intervención del espíritu santo… no tengas temor reverencial porque
(a causa de) la intervención sea del espíritu”.
Leyendo el texto en este
sentido, el ángel no le dice la verdad que José ignoraba sino que lo invita a
seguir junto a María ya que también José tiene un rol: “tú le pondrás por
nombre Jesús” (v.21). Habitualmente el nombre lo elegía la madre (Gen
29,31-30,24; 35,18; 1 Sam 1,20), a veces el padre (Gen 16,15; 17,19; Ex 2,22) y
en tiempos del N.T. le era impuesto al hijo en la circuncisión, al octavo día
(Lc 1,59; 2,21), y como sabemos en este caso (como en el de Juan), el nombre es
elegido por Dios (v.21; cf. Lc 1,13.31).
Los sueños (onar) como revelación de Dios ocupan un
lugar importante en Mateo (cf. 1,20; 2,12.13.19; 27,19 [sólo aquí en todo el
NT]) y en cierto modo recuerdan la relación de José, también hijo de Jacob, con
los sueños en Gen 40 y 41.
Lo cierto, y aquí lo
fundamental, es que este José, “hijo de David” (v.20) recibe el encargo de
tomar a María y darle nombre al hijo por nacer. Desde ahora será “Jesús, hijo
de José” (cf. Lc 3,23). Pero entonces, al “darle el nombre” (= dar el
apellido), Jesús pasa a completar la genealogía que estaba trunca, ahora
también él es “hijo de David”, y esta tal es su “génesis”.
Mateo relee ahora el texto
de Isaías 7 que hemos comentado más arriba. Es muy frecuente en todo su
Evangelio destacar el “cumplimiento” (plêroô)
de lo dicho por los profetas (1,22; 2,15.17.23; 3,15; 4,14; 5,17; 8,17; 12,17;
13,35; 21,4; 26,54.56; 27,9; en Marcos, en cambio, sólo ocurre una vez, 14,49;
y dos en Lucas: 4,21; 24,44). Mateo quiere mostrar a su comunidad que la
Iglesia es el verdadero Israel que da plenitud (plêroô) a las Escrituras porque en Jesús, sus palabras y obras, han
alcanzado dicha plenitud. Por otra parte es interesante notar que las
diferentes escenas de los relatos de la historia plena al ministerio de Jesús
son jalonados por sendos cumplimientos de las Escrituras.
El relato termina con un
versículo, omitido en la liturgia, que viene a reforzar lo que ya sabemos:
durante el tiempo que vivieron esperando el nacimiento de Jesús, José y María
no tuvieron relaciones sexuales (v.25). Con esto el autor quiere reforzar lo
antedicho: este nacimiento ocurre sin intervención humana. No hace referencia
concreta a la vida de ambos después de este momento que es lo único que le
interesa señalar.
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