martes, 17 de diciembre de 2013

Comentario 4AdvA



José interviene para que Jesús tenga raíz en la historia
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO – Año “A”
22 de diciembre

Eduardo de la Serna



Lectura del libro de Isaías     7, 10-14

Resumen: en un contexto histórico concreto, el rey Ajaz escucha de parte de Dios la invitación a pedir una señal de parte de Dios. Pero el rey no es del agrado de Dios, se niega al pedido, y Dios mismo le da como señal un nacimiento de un rey que hará presente a Dios en medio de los suyos.


Para ser precisos, no es lo mismo lo que “dice” el texto de Isaías que hoy la liturgia propone y lo que ese texto “nos dice” a partir de la Nueva Alianza. El texto comienza con una nueva intervención de Yahvé (v.10: “Volvió Yahvé a hablar…”) y concluye en v.17, ya que en v.18 comienza una unidad enmarcada por los frecuentes “en aquel día” (cf. vv. 18.20.21.23). 

Para reforzar la idea, señala que el que habla a Ajaz, el rey, es “Yahvé”, aunque el diálogo es con Isaías (v.13). El tema parece estar radicado en el “miedo” del rey (v.16) a causa de “dos reyes”. Por los versículos anteriores sabemos que se trata de Rasón, rey de Damasco (arameo) y Pécaj, de Samaría (israelita, del norte) (cf. v.1) que han sitiado la ciudad de Jerusalén con intención de tomarla y obligar a los judeos a participar de la coalición contra Asiria (año 734). En la perícopa anterior se ha dicho al rey “Alerta, pero ten calma. No temas; que no desmaye tu corazón” (v.4). Allí Isaías le ha dicho al rey que ambos reyes, en poco tiempo, ya no serán un peligro. El rey, en cambio, parece preferir poner su confianza en el ejército asirio y planea pedirle ayuda. En este contexto encontramos el segundo oráculo (el de la liturgia de hoy): ante la duda del rey, el profeta le dice que Dios ha decidido darle un signo, el que pida, a fin de que tenga confianza en Dios y no en el ejército asirio (v.9b).
El rey (coherentemente con lo que dice la Ley, cf. Dt 6,16) se niega a “tentar al Señor”. El profeta, entonces, pone distancia con el rey (donde antes decía “tu Dios”, v.11, ahora afirma “mi Dios”, v.13). El rey “cansa” (cf. 1,14; 16,12; 47,13 en el sentido de provocar hastío, enojo) a Dios y a los hombres. Y a raíz de eso Dios mismo le dará una señal al rey. Y esta señal viene dada por un embarazo presente (“está embarazada”). Pero la diferencia con este rey agotador está en que el que nacerá será fiel a Dios, hará presente a Dios en medio de los suyos. Siendo que 2 Re 18,7 hablando del rey Ezequías, hijo de Ajaz, afirma que “Dios estaba con él”, y que es propuesto por la literatura deuteronómica como un rey ideal (“Confió en Yahvé, Dios de Israel. Después de él no le ha habido semejante entre todos los reyes de Judá,  ni tampoco antes”, 18,5), es muy probable que el anuncio haga referencia al embarazo de la mujer del rey visto como señal de que su hijo será bien distinto que éste. Otros han pensado en el embarazo de la mujer de Isaías, profetisa también ella (cf. 8,3) lo cierto es que Dios da a su pueblo y al rey una señal que sea indicio de que está en medio suyo cuando se encuentra amenazado por los reyes enemigos. Por eso, le afirma, que antes que el niño tenga uso de razón (“sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno”, v.15) los reyes amenazantes habrán abandonado el territorio. Pero la torpeza del rey actual hará que hasta entonces [es razonable pensar entre 13 y 20 años], este tiempo sea un tiempo duro: habrán “días como no los hubo desde” la ruptura entre el norte y el sur (v.17) y por eso el hijo tendrá comida campesina (“cuajada y miel”, v.15).

Sin embargo, este texto sufrió una interesante relectura con la cual “entró” en el N.T.

Con el paso de los tiempos, Judá ya no tenía rey, y las esperanzas pasaron a ser cada vez más “de futuro”. No se esperaba nada bueno para los tiempos próximos. Entonces, este texto (y otros) pasaron a leerse en futuro. Los verbos presentes se tradujeron al futuro para indicar que es algo que podemos esperar, pero no para nuestros días. Incluso,  para dar más sentido futuro, la joven (v.14) es cambiada a una “virgen”, para remarcar que todavía falta bastante. Así quedó reflejado en la versión griega, compuesta varios años más tarde. Y es esta versión la que conoce y a la que alude el Evangelio de Mateo en el texto de hoy. Veamos las diferencias:

Isaías (hebreo)
Isaías (griego)
Mateo
Pues bien, el Señor mismo va a darte una señal: He aquí que la joven [’almáh] está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Por esto, el Señor te dará una señal: la virgen [parthénos] estará embarazada y dará a luz un hijo al que se llamará con el nombre de Emmanuel
Mira,
la virgen [parthénos]
estará embarazada y dará a luz un hijo, al que llamarán con el nombre de Emmanuel, que se traduce “Dios con nosotros”

Como se ve, los cambios tienen su sentido en la esperanza posterior de Israel, y es de este modo que Mateo los asumirá más adelante.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     1, 1-7

Resumen: Pablo dirige su carta a una comunidad en Roma pero no se conocen mutuamente. Por eso presenta brevemente el “Evangelio” que él predica a todos los paganos. La centralidad de Cristo es ese Evangelio, y su acción en los creyentes constituidos “santos y amados” por gracia de Dios. 


La carta de Pablo a los romanos tiene una serie de características que la distinguen de las demás del Apóstol. Para empezar, se trata de la única dirigida a una comunidad que él no fundó, ni conoce. Y que tampoco lo conocen a él salvo algunos comentarios malintencionados (ver 3,8). Esto es interesante para la unidad que hoy nos presenta la liturgia. Si se presta atención a las restantes cartas, es evidente que en todas, el primer párrafo de cada carta está compuesto de las siguientes partes: Remitente(s) [generalmente con un “título”, como habitualmente “apóstol”] + destinatarios [habitualmente también con “título”, como “santos”, o “Iglesia/s”] + saludo [siempre “gracia y paz”]. Pueden verse las siete cartas auténticas de Pablo, y algunas de las escritas por sus discípulos y se verá en todas este mismo esquema:

1 Tesalonicenses
1 Corintios
Filipenses
Filemón
Gálatas
2 Corintios
Pablo, Silvano y Timoteo
Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano,


Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús,

Pablo, preso de Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano,
Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos,
 2 y todos los hermanos que conmigo están,
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano,


a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. 2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos.
a nuestro querido amigo y colaborador Filemón,
 2 a la hermana Apfia, a nuestro compañero de armas, Arquipo, y a la Iglesia de tu casa.
a las Iglesias de Galacia. a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya;
A ustedes gracia y paz. (1Tes 1:1) 3 gracia a ustedes y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo. (1Co 1:1-3) 2 Gracia a ustedes y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (Fil 1:1-2) 3 Gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. (Flm 1:1-3)
3 Gracia a ustedes y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, (GAL 1:1-3)
2 a ustedes gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo. (2Co 1:1-2)

Como se puede ver, con matices propios de cada carta, en general el esquema es el mismo, y no pasan más de tres versículos antes que toda la primera parte quede presentada. Sin embargo, en romanos recién hemos de esperar al v.7 para encontrar los destinatarios: “a todos los que están en Roma” y la “gracia y la paz”. La novedad radica, principalmente en lo que hemos señalado: Pablo no es conocido por las comunidades de Roma, y debe presentarse. Esto es lo que comienza a hacer precisamente luego de haber dado su nombre como remitente de la carta.

Pablo ha sido “enviado” (= apóstol) por Dios, ha sido “separado” (aforízô) de entre muchos “para el Evangelio de Dios” (es interesante notar que la buena noticia sea “de Dios”, como también en 15,16, mientras en 1,9 y 15,19 es “de su Hijo/ de Cristo” y por ocasiones es “mi Evangelio”, 2,16; 16,25. Probablemente pueda sintetizarse de esta manera: la buena noticia es “de Dios”, en cuanto dada por Dios; la buena notica que se predica es “Cristo”, es decir, “la buena noticia que es Cristo”, y eso es lo que Pablo predica (mi predicación). Pero no puede dejarse de lado una doble dimensión del término: en el AT griego la Buena noticia esperada es que Dios intervendrá en la historia en favor de su pueblo (Jl 3,5; Nah 1,15; Is 40,9; 52,7; 61,1); pero en el ambiente romano (y recordar que es una carta a las comunidades romanas) la “buena noticia” está ligada al Emperador, sea la conmemoración de su nacimiento, o sus triunfos militares. En la famosa “Inscripción de Priene” se dice que Augusto:


«dio nuevo aspecto al mundo entero: éste se habría arruinado si en él, que ahora nace, no hubiese brillado una suerte común. Rectamente juzga quien en este natalicio reconoce el comienzo de la vida y de toda fuerza vital... La Providencia que gobierna toda vida colmó a este hombre de tales dotes para bien de los hombres, que nos lo envió como salvador a nosotros y a las generaciones venideras... En su aparición se han colmado las esperanzas de los antepasados; él no sólo ha sobrepujado a todos los pasados bienhechores de la humanidad, sino que hasta es imposible que surja uno mayor. El nacimiento del Dios ha introducido en el mundo la buena nueva que con él se relaciona. Con su nacimiento debe comenzar un nuevo cómputo del tiempo»


Pablo contraculturalmente afirma que la buena noticia no viene dada por el Emperador, sino por Dios y esto es la resurrección de su Hijo con lo que empiezan los nuevos tiempos (notar que Pablo no hace referencia al nacimiento de Jesús, sino a su resurrección). 

Este Evangelio, además, ya había sido anunciado por los profetas, y hace referencia a Jesús como hijo según lo prometido en las “escrituras sagradas”. 

Breve nota sobre el “hijo de Dios”. A partir de los concilios dogmáticos solemos entender la filiación de Cristo como “hijo eterno, engendrado no creado y de la misma naturaleza que el Padre”. Sin dudas que esto es lo que creemos los llamados cristianos. Pero sería anacrónico entender que esto está formulado en la Biblia (no habría habido discusiones cristológicas en los primeros siglos si así fuera). En el AT la idea de “Hijo de Dios” es polisémica (es decir, con varios sentidos). De Israel se afirma que es “hijo de Dios” (ver Ex 4,22; Os 11,1), el rey es adoptado por Dios como hijo (2 Sam 7,14; Sal 2,7), un texto claramente mitológico habla de “los hijos de Dios” que engendraron hijos con “las hijas de los hombres” (Gen 6,1-4) y con el tiempo, en textos tardíos [como Henoc, o en Qumrán] fue interpretado en el sentido de los “ángeles” (para aludir a su vez a los “ángeles caídos”; tema al que alude Jds 4 y 2 Pe 2,4 pero que cuestiona Heb 1,5 movido probablemente por su crítica al culto de los ángeles que era frecuente, cf. Col 2,18). Precisamente esta polisemia permite al NT afirmar que Jesús “es hijo”. En un primer momento influenciado por los textos mesiánicos: si el rey es hijo de Dios, por tanto Jesús lo es (1,3). Pero Pablo (o probablemente antes que él, aunque él lo profundice y aporte nuevos elementos) afirma que además, Dios “eleva” en la resurrección a Jesús a una nueva categoría de hijo (1,4). Es decir: Jesús “es” hijo por “la carne” (= hijo de David) y es “hecho hijo” por la resurrección. 

El centro de la predicación (= Evangelio) de Pablo está puesto en la resurrección de Jesús. El espíritu de Dios lleno de vida a Jesús elevándolo hasta Dios. Y “por él” recibimos –afirma Pablo- la “gracia” y el “apostolado”. La gracia es la fuerza divina, Dios que se abaja a la humanidad para elevarla. Eso ha hecho con Pablo para poder predicar el Evangelio (cf. 1 Cor 15,10). En este caso se refiere a la gracia del apostolado. De allí que a continuación explicará qué es lo que predica, cuál es su “apostolado”: “predicar… entre todos los gentiles”. Pablo no predica a judíos, sino a paganos, “entre los cuales se encuentran ustedes”, los de Roma. 

Breve nota sobre la “predicación a los paganos” de Pablo. La asamblea de Jerusalén había dejado claro que Pablo y Bernabé predicarían “a los paganos”, mientras “Santiago, Pedro y Juan” predicarían a los “circuncisos” (Gal 2,1-10). No es evidente si se refieren a “predicar a las personas paganas” o a “predicar en territorios paganos”. La ida posterior de Pedro a Antioquía, y casi seguramente a Roma, hacen posible la primera opción; pero la predicación de Pablo a personas judías hace posible la segunda (cf. 1 Cor 1,14 [cf. Hch 18,8]; 9,20). Es posible que se refieran a territorios mayoritariamente paganos y mayoritariamente judíos. Antioquía y Roma tenían una importante comunidad judía, lo que justifica la presencia de Pedro. Pablo, de todos modos, no pretende instalarse en Roma, sino solamente pasar por ella, cf. 15,24. Pero desconocemos –de todos modos- quién/es ha/n fundado la comunidad de Roma, y la proporción de gentiles y de judíos que tenían las comunidades romanas en estos tiempos ya que han pasado por diferentes momentos de conflicto.

A estos romanos, Pablo les reitera que son “santos por vocación” (lit.: “amados de Dios, llamados santos”), es decir invitados a incorporarse al pueblo santo (cf. 8,27; 11,16; 12,13; 16,2.15). Son santos y amados (cf. Col 3,12), y –ahora sí- Pablo les comunica la “gracia y la paz”.


+ Evangelio según san Mateo     1, 18-24

Resumen: Dios se dirige a José en sueños para expresarle que también él tiene un rol que jugar en el plan de salvación que comienza en el embarazo de María. Darle el nombre a Jesús implica poner a Jesús en el contexto de la historia, en la genealogía. Y así empieza a cumplirse todo lo anunciado por los profetas llevándolos a plenitud.


Para comprender el Evangelio de hoy es conveniente recurrir al contexto ya que –en cierta medida- se trata de la continuación de lo que le precede. Todo el cap. 1 conforma la unidad, ya que en 2,1 Jesús ha nacido y unos magos de Oriente vienen a visitarlo. Pero este cap. 1 tiene dos partes bien marcadas que aluden a lo mismo:

1,1: Libro de la generación (génesis) de Jesús, el Cristo
1,18: De Jesús, el Cristo, su generación (génesis) fue así:

Como en seguida diremos, la segunda parte (1,18-25) es la continuación o complementación de la primera (1,1-17). Podemos decir que toda la primera perícopa queda incompleta. Así como se encuentra, no dice nada. Teóricamente quiere mostrarnos que Jesús es “hijo de David, hijo de Abraham” (1b) pero la genealogía muestra precisamente que no lo es. Basta con ver el esquema para notar que el relato queda interrumpido e incompleto: toda la genealogía (= historia) sigue el mismo esquema: A engendró a B / B engendró a C / C engendró a D… pero al llegar a José no afirma;: “José engendró a Jesús” sino que “Jacob engendró a José, el esposo de María de la que nació Jesús, el llamado Cristo” (v.16). Podemos decir que toda la genealogía se ve frustrada ya que José no es el que ha engendrado a Jesús, y ese parece el sentido de toda la primera parte. Ahora empieza el segundo aspecto de esta “génesis”. 

Se afirma que José y María estaban casados (cosa que ya había dicho el v.16) y que María quedó encinta “por el espíritu santo”. Sin duda no es acá el espacio para el análisis histórico, sino para tratar de leer qué quiere decir Mateo en esta unidad. Sin duda quiere dejar claro, antes de empezar la narración, explicar que el embarazo de María no tiene origen humano. La reacción de José tiene dos lecturas posibles:

     1.      José sabe que él no ha sido el responsable del embarazo de su esposa y decide divorciarse de su mujer infiel; 
      2.     José sabe que el hijo tiene origen divino y no quiere ser obstáculo al plan de Dios en María, por lo que decide dar “un paso al costado”.

Hay una serie de términos que nos invitan a preferir la segunda variante:

José es “justo”, lo que implicaría “cumplidor de la voluntad de Dios”. Y no parece que sea cumplir la voluntad de Dios un simple “divorcio” ante una mujer supuestamente pecadora. No consta que hubiera apedreamiento en este tiempo, pero parece que algún tipo de manifestación pública ante el adulterio sería de esperar de un “justo”. En cambio, un justo sí puede querer no ser obstáculo a lo que Dios está obrando en su mujer. Hay que recordar que “repudio” (v.19) no necesariamente ha de entenderse como “rechazo”, sino también es simplemente “separación” con lo cual ambos (especialmente la mujer) quedan liberados para hacer una vida independiente. 

El ángel le dice “no temas”, que no se trata de un temor en cuanto al posible engaño, sino el temor reverencial, lo que explica el deseo de José de retirarse. 

El término “porque” (gar) puede entenderse de los dos modos: “no temas, tu mujer no te ha sido infiel… no temas, porque no es otro hombre sino es el espíritu santo el que ha actuado en ella”, pero también “no temas a causa de la intervención del espíritu santo… no tengas temor reverencial porque (a causa de) la intervención sea del espíritu”. 

Leyendo el texto en este sentido, el ángel no le dice la verdad que José ignoraba sino que lo invita a seguir junto a María ya que también José tiene un rol: “tú le pondrás por nombre Jesús” (v.21). Habitualmente el nombre lo elegía la madre (Gen 29,31-30,24; 35,18; 1 Sam 1,20), a veces el padre (Gen 16,15; 17,19; Ex 2,22) y en tiempos del N.T. le era impuesto al hijo en la circuncisión, al octavo día (Lc 1,59; 2,21), y como sabemos en este caso (como en el de Juan), el nombre es elegido por Dios (v.21; cf. Lc 1,13.31).

Los sueños (onar) como revelación de Dios ocupan un lugar importante en Mateo (cf. 1,20; 2,12.13.19; 27,19 [sólo aquí en todo el NT]) y en cierto modo recuerdan la relación de José, también hijo de Jacob, con los sueños en Gen 40 y 41. 

Lo cierto, y aquí lo fundamental, es que este José, “hijo de David” (v.20) recibe el encargo de tomar a María y darle nombre al hijo por nacer. Desde ahora será “Jesús, hijo de José” (cf. Lc 3,23). Pero entonces, al “darle el nombre” (= dar el apellido), Jesús pasa a completar la genealogía que estaba trunca, ahora también él es “hijo de David”, y esta tal es su “génesis”.

Mateo relee ahora el texto de Isaías 7 que hemos comentado más arriba. Es muy frecuente en todo su Evangelio destacar el “cumplimiento” (plêroô) de lo dicho por los profetas (1,22; 2,15.17.23; 3,15; 4,14; 5,17; 8,17; 12,17; 13,35; 21,4; 26,54.56; 27,9; en Marcos, en cambio, sólo ocurre una vez, 14,49; y dos en Lucas: 4,21; 24,44). Mateo quiere mostrar a su comunidad que la Iglesia es el verdadero Israel que da plenitud (plêroô) a las Escrituras porque en Jesús, sus palabras y obras, han alcanzado dicha plenitud. Por otra parte es interesante notar que las diferentes escenas de los relatos de la historia plena al ministerio de Jesús son jalonados por sendos cumplimientos de las Escrituras.

El relato termina con un versículo, omitido en la liturgia, que viene a reforzar lo que ya sabemos: durante el tiempo que vivieron esperando el nacimiento de Jesús, José y María no tuvieron relaciones sexuales (v.25). Con esto el autor quiere reforzar lo antedicho: este nacimiento ocurre sin intervención humana. No hace referencia concreta a la vida de ambos después de este momento que es lo único que le interesa señalar.


Foto tomada de www.elciudadano.cl 

No hay comentarios:

Publicar un comentario