miércoles, 11 de diciembre de 2013

Comentario 3AdvA



Un profeta desconcertado muestra que Dios está interviniendo

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO - "A"
15 de diciembre


 Eduardo de la Serna



Lectura del libro de Isaías     35, 1-6a. 10

Resumen: comenzando con metáforas en las que la alegría y la felicidad humanas se proyectan al desierto y la estepa, el canto espera la venida de Dios como vengador y salvador para llenar de fuerza a los desanimados y preparar un camino nuevo para su pueblo que vuelve del exilio manifestando esa alegría plena.


Un oráculo de Isaías invitando a la alegría muestra la novedad que la acción de Yahvé en la historia provocará a su pueblo. El texto comienza y termina con una invitación a “regocijarse”. El motivo de esto viene dado por una “venida”, tanto de Yahvé (vv.2b-6a) como de los exiliados (vv.8-10). El sorprendente cambio del desierto, guarida de chacales, donde impera la aridez que será ahora un estanque donde abundarán la caña y el papiro (vv.6b-7) queda en el centro. El texto puede, entonces verse así estructurado:

a. regocijo y júbilo (vv.1-2a)
b. venida de Yahvé (vv.2b-6a)
c. desierto cambiado en estanque (vv.6b-7)
b’ venida de los exiliados (vv.8-10a)
a’ alegría y regocijo (v.10b-d)

La unidad literaria nos invita a ubicar este texto en algún profeta del post-exilio, cercano a los discípulos de Isaías llamados 2º y 3er Isaías. El tema central está dado por el regreso a Jerusalén de los exiliados (v.10). Es llamativo que no se aluda al Templo, quizás porque aún no estaba reconstruido. Yahvé volverá a ocupar Jerusalén como antes de la destrucción por parte de Babilonia. 

La unidad comienza, como se ha dicho, con una manifestación de emociones humanas de alegría y gritos de júbilo, pero aplicadas a la geografía. La abundancia de felicidad no es lo que se espera normalmente del desierto, el sequedal y la estepa. La naturaleza acompaña la alegría que abundará sin que sepamos todavía de quién. A esta tierra (se le ha dado “a ella”, Jerusalén, cf. 60,13), además, se le ha dado la fertilidad reconocida del Carmelo y el Sarón, y hasta la “gloria” (kabôd, también puede entenderse como “abundancia”) del Líbano. Salomón había construido el Templo y el Palacio con las maderas del Líbano (1 Re 5,15-26; aunque siendo en este caso un trato, esto significó para Salomón una “deuda externa” que debió pagar con tierras, [1 Re 9,10-14]; en cambio, ahora esta gloria del Líbano “le ha sido dada a ella”, Jerusalén); en Is 60,13 se refiere al Líbano y a la reconstrucción del Templo. Sobre el Carmelo y el Sarón se trata de lo contrario de lo que ha ocurrido en 33,9. 

Abruptamente en v.2b pasa a afirmar que “ellos” (sin que todavía sepamos quiénes) verán la gloria de Dios; la estructura paralela que hemos señalado nos muestra que se trata de los exiliados que regresarán a Sión. 

Pero como es necesario experimentar la intervención efectiva de “el Dios de ustedes” (la fórmula no se encuentra en Is 1-34, pero sí en 40,9) este Dios que viene es presentado como “salvador” (cf. 17,10; 25,9; 30,15; 33,22; 35,4; 37,20.35; 38,20; 43,12; 45,8.17.20.22; 46,7; 47,13; 49,25; 51,5; 59,1.16; 61,10; 62,11; 63,1.5.9; 64,4) y “vengador” (cf. 1,24; 34,8; 35,4; 47,3; 59,17; 61,2; 63,4). Esta acción de Dios en los exiliados se manifiesta como efecto sobre ciegos, sordos, cojos y mudos (y es citada en el Evangelio de Mateo del día de hoy), nuevamente se trata de metáforas sobre la debilidad de los exiliados (como la felicidad del desierto; cf. 42,7).

Este cambio maravilloso pasa de la “alegría del desierto” al “agua en el desierto” con lo que éste deja de ser tal, el ámbito de la muerte pasa a ser espacio de fertilidad y de vida.

En este ex - desierto habrá un camino sagrado, por lo que no lo atravesarán ni impuros ni animales salvajes, es camino para que el pueblo regrese del exilio (11,16; 62,10). Una gran peregrinación se dirige a Jerusalén (quizá en imagen contracultural ante las grandes procesiones que se dirigen cada año nuevo en Babilonia hacia la “puerta de Istar”. El texto de v.10 se repite exactamente en 51,11. El canto de alegría del comienzo ya no es del páramo y la estepa sino de los exiliados, el pueblo liberado por Dios. El texto es así un canto de esperanza: se invita a celebrar anticipadamente, confiados en Dios, la fiesta de la libertad y la vida. El nuevo éxodo, en este caso con la referencia al agua en el desierto, es tema frecuente en el 2º Isaías (41,18-19; 43,20; 48,20-21).


Lectura de la carta del apóstol Santiago     5, 7-10

Resumen: Una serie de exhortaciones enmarcadas en el tema de un gran estado de ánimo (magnanimidad, paciencia) debe caracterizar a los “hermanos” teniendo una actitud positiva de esperanza de la “venida del señor”. Esa actitud, por otro lado, debe manifestarse en el interno de la comunidad teniendo una actitud positiva hacia los hermanos.


La llamada “carta de Santiago” presenta muchos elementos interesantes para la investigación y el debate. No podemos señalarlos aquí, aunque algunos serán destacados. Se la ha llamado la “carta del cristianismo práctico” ya que se trata de un escrito sapiencial en el que se invita a vivir de un cierto modo, sin entrar en temas teóricos o teológicos (ni cristológicos). En este sentido, y como es propio de las exhortaciones, es frecuente el vocativo “hermanos” (1,2.16.19; 2,1.5.14; 3,1.10.12; 4,11; 5,7.9.10.12.19) estructurando en cierta manera las diferentes partes de la carta. También es habitual el uso de verbos en imperativo, como también suele ocurrir en las secciones exhortativas de las cartas (12 en esta unidad literaria). 

El verbo “makrothyméô” es puesto enfáticamente al comienzo, y seguido de un “pues” (oun) para dar preeminencia a la idea; “makro” es grande, importante; “thymê” es pasión, deseo. Y es un término importante en esta unidad (3 veces en vv.7 [x2] y 8). Es magna-animidad, aunque se lo puede traducir por paciencia (más adelante veremos su paralelo con “resistencia” en esta unidad). Es la actitud a la que se exhorta a los hermanos hasta la “venida del Señor”. Para esto se pone el ejemplo del campesino que espera “pacientemente” recibir el fruto “precioso” de la tierra. En v.8 reitera la invitación a la “paciencia” comparada con “fortalecer (stêrizô, establecer, mantener firme) los corazones”. Del mismo modo que el tiempo de la recolección de los frutos, está cerca (êggiken, el mismo verbo que se utiliza para destacar que “el reino de Dios está cerca”, Mc 1,15) el tiempo de la venida. En 4,8 Santiago exhorta a “acercarse a Dios” y –por lo tanto- “él se acercará a ustedes”. 

Con un nuevo “hermanos” invita a “no quejarse” unos de otros (cf. 4,11). “Stenázô” suele traducirse también por “gemir”, pero en este caso parece “manifestar descontento” y el contexto es judicial: “no ser juzgados”, “el juez está a las puertas”.

Otro “hermanos” da comienzo a una nueva invitación a la “paciencia” y la actitud ante el sufrimiento tomando el ejemplo de los profetas de quienes se destaca que “hablaron en el nombre del Señor” (v.10), es decir, fueron fieles a la misión, para lo que se señala el ejemplo de Job y su “resistencia” (hypomonê, que parece en este caso ser sinónimo de “paciencia”, makrothymía) y cómo terminó esta paciencia de Job ya que “el Señor es compasivo y misericordioso” (v.11). 

Como se ve, los temas que presenta la unidad son tres, aunque el primero y el tercero tienen cierta relación entre la “paciencia” y el “aguante” y el primero y el segundo entre la “venida del señor” y que “el juez está a las puertas”.

La imagen de la “venida” (parousía) es una idea normal, que puede aludir a una visita de alguno (1 Cor 16,17; 2 Cor 7,6.7). Es frecuente en las cartas en las que el remitente puede anunciar que visitará a los destinatarios (Fil 1,26; 2,12). Sin embargo, el añadido “del Señor” es término frecuente en el ambiente cristiano (1 Tes 3,13; 4,15; 5,23; 2 Tes 2,1.9; 2 Pe 1,16; 3,4), imagen probablemente tomada del ambiente grecorromano en la que se espera la “visita” de un personaje importante o hasta de una divinidad. Sin embargo, en esta perícopa, “señor” parece referir a Dios y no a Jesús (vv.9.11; cf. 2 Pe 3,12), de allí que no es evidente a quién se refiere Santiago; aunque es habitual un cierto traspaso de los títulos divinos aplicados a Cristo. Esto es característico de Santiago donde lo cristológico parece ausente (“Cristo” sólo se encuentra mencionado expresamente en dos ocasiones 1,1; 2,1). La comparación con el “juez” que está “a las puertas” también puede referir a Dios (cf. 4,12) o a Jesús. Los evangelios con frecuencia aluden a la “venida” del “hijo del hombre”, una imagen apocalíptica cargada de connotaciones judiciales. 

La carta presenta en esta unidad varios términos extraños (alguos que no se encuentran en otras partes del NT), y presenta además, algunos problemas textuales. No es evidente –por ejemplo- si por “primitivo / primeros” y “tardíos / últimos” hay que entender los primeros y últimos frutos o las primeras y últimas lluvias (de otoño y primavera respectivamente; cf. Dt 11,14; Jer 5,24; Os 6,4; Jl 2,23; Za 10,1), de todos modos, en lo que respecta al texto la imagen del campesino que espera los frutos preciosos es comprensible. Los frutos son imagen frecuente en la escatología: Mt 3,8.10; Lc 3,8.9; Jn 15,16; Rm 6,21-22; Fil 1,11; Heb 12,12; Sgo 3,17.18), mientras se espera la culminación de un tiempo, la “esperanza”, la “paciencia”, la “resistencia” deben caracterizar la vida de los “hermanos”..


+ Evangelio según san Mateo     11, 2-11


Resumen: Juan, en Bautista, está desconcertado por las cosas que escucha de Jesús. Él responde a los enviados con citas bíblicas confirmando que Jesús es el mesías de los pobres. Pero esto no implica que Jesús presente a Juan como un gran profeta, como lo fue Elías.






La liturgia de adviento sigue presentando a Juan el Bautista. En este caso, un texto del documento Q. Las diferencias entre Mateo y Lucas son pequeñas, y en general son de estilo, salvando un duplicado de Lucas y el final, en la referencia a la violencia y a Elías (Mateo), pero está omitido en el texto litúrgico del día. Juan tiene sus dudas con respecto a Jesús (11,2-19), las ciudades de Jesús se niegan a la conversión (11,20-24), el reino permanece “oculto” a los sabios (11,25-27); los conflictos crecen (cap.12)… La tensión entre lo “oculto” y lo “revelado” marca toda esta unidad de Mateo (caps. 11-13).
 


El texto tiene dos partes muy evidentes: en envío por parte de Juan, desde la cárcel, a unos discípulos para preguntar a Jesús si es “el que había de venir o debemos esperar a otro”, y la respuesta de Jesús a estos (vv.2-6). Una vez que los mensajeros se han retirado, Jesús se puso a hablar acerca de Juan con la multitud (ojlós) [vv.7-15]. El texto finaliza con una síntesis comparando a Juan con Elías (v.14), y en v.16 Jesús retomando algunos elementos de lo dicho, habla con la multitud acerca de “esta generación”. 

La pregunta de Juan acerca de si es “el que ha de venir” tiene que ver con el anuncio que Juan había hecho en 3,11: “aquel que viene detrás de mí”. En el canto de la multitud (ójlos) que acompaña a Jesús hacia Jerusalén, ésta canta hosannas “al que viene en nombre del Señor” (21,9), y Jesús, que anuncia su venida futura repite que no lo volverán a ver hasta que digan: “bendito el que viene en nombre del Señor”. Este texto, así repetido, pertenece al Salmo 118,26, un salmo que en más de una ocasión ha sido leído cristológicamente: es un salmo del justo sufriente, en v.22 habla de “la piedra que los constructores han rechazado en piedra angular se ha convertido”, que es un texto utilizado para ligar el sufrimiento del justo Jesús con la resurrección. Lo que se canta es que Dios “dé la salvación” (hosi’ ah na’, “hosanna”). Sin embargo, Juan en la cárcel oyó hablar “de las obras del Cristo” (v.2; es extraño en los Evangelios el uso de “mesías / Cristo” como nombre propio de Jesús). Lo que Jesús ha hecho en las unidades anteriores es curar un leproso (8,1-4), exaltar la “mucha fe” de un pagano (8,10), expulsado demonios (8,28-34), perdonado los pecados de un paralítico (9,2), escogido un publicano para formar parte de su grupo (9,9), ha comido con pecadores (9,1-13) señalando que “ha venido” para llamarlos a estos, relativizó el sentido del ayuno que era celosamente practicado por los discípulos de Juan (9,14), no se ha preocupado de ser tocado por una mujer impura por hemorragias (9,20-22), tocó una niña muerta (9,25), ha curado ciegos (9,27-31) y expulsado nuevamente un demonio (9,32-34). Finalmente (cap.10) ha enviado a sus discípulos a realizar ellos eso mismo. Juan, en cambio, había anunciado que “el que iba a venir” era “más fuerte” e iba a hachar el árbol que no produzca fruto y quemarlo, era el Mesías terrible de la apocalíptica. Sin dudas Juan se ha desorientado ante “las obras” que escucha decir que “el Cristo” realiza. Sin embargo, eso mismo les manda Jesús a los enviados que anuncien a Juan, “lo que oyen y ven”. Pero todo eso, ahora es sintetizado en boca de Jesús:

Los ciegos ven (Is 29,18b; 35,5a) [cf.9,27-31]
Y los cojos andan (Is 35,6a) [9,2-8]
Los leprosos quedan limpios [8,1-4]
Y los sordos oyen (Is 29,18a; 35,5b) [9,32-34]
Y los muertos resucitan (Is 26,19) [9,18-26]
Y se anuncia a los pobres el Evangelio (Is 61,1; 29,19)

Si Juan se había guiado por aquellos textos en los que se anunciaba el “día de Yahvé”, como Día terrible, y la imagen de juicio escatológico del hacha y el fuego, Jesús invita a Juan “a leer otros textos”. Sin embargo, la bienaventuranza final parece una crítica –o al menos una distancia- con Juan: “¡Dichoso el que no se escandalice de mí!” (v.6; cf. 5,29-30; 18,8-9; 13,21.57; 15,12; 17,27; 18,6; 24,10; 26,31.33). Esta distancia quedará aclarada en los versículos siguientes. Mostrando el cumplimiento de las escrituras, Jesús le está respondiendo que sí, es “el que ha de venir”.

Dentro de los “hechos” de Cristo (como queda dicho, no se refiere solamente a los milagros... Probablemente a Juan lo desconcertara más la comida con pecadores, por ejemplo), cabe destacar que la “limpieza de leprosos” no está anunciada por los textos de Isaías que subyacen en las “obras de Cristo” (y es la única que no va precedida por “y”, kaì), sin embargo, el contexto de alusión a Elías, puede remitir a la resurrección de muertos y curación de leprosos por parte de Elías y Eliseo (cf. 1 Re 17,17-24; 2 Re 4,18-37; 5,1-27). Es llamativa también la inclusión del anuncio de “buenas noticias” a los pobres en medio de los milagros señalados. Siendo que Mateo en el Sermón del monte habla de los “pobres de espíritu” proponiéndolo como modo de vida (5,3) se debe evitar entender –fuera de aquel texto- el término “pobres” (ptôjós) en ese sentido ya que aquí se anuncia un cambio de la situación (los ciegos, ven…), por tanto un paso de una situación negativa de la pobreza a la alegría de recibir “buena noticia” de que la situación se revertirá, por eso –por ejemplo- el joven rico debe dar todo a los pobres (19,21) y de esa manera vivirá como discípulo del reino (será “perfecto”). En medio de “hechos” milagrosos, este anuncio refuerza el sentido mesiánico del ministerio de Jesús, y es lo que debe despertar el entendimiento de Juan. Cabe, sin embargo, la pregunta: “reciben buenas noticias” se encuentra en presente. Es fácil ver en el presente a un leproso curado o un cojo andando, pero ¿cuándo, cómo, se ve “en acto” la buena noticia a los pobres? Sin duda hechos como el del “joven rico” y actitudes semejantes (la insistencia en el perdón de las deudas, las mesas compartidas, la actitud del discípulo frente al dinero, la preferencia explícita de Dios que reina entre los pobres) son buen ejemplo de esto. ¡Y tarea! Si los “pobres de espíritu” (5,3) refiere –como parece- a los que “eligen ser pobres”, y movidos por el reino tienen una actitud de disponibilidad con los bienes, sin duda la buena noticia ya empieza a ser “actual” para los pobres.

Pero luego de la ida de los discípulos de Juan, Jesús se puso a hablar acerca de Juan a la multitud. Una triple pregunta, “¿qué salieron a ver?” destaca dos comentarios falsos (una caña, un hombre), para poner el acento en el tercero: un profeta; con lo que se ve que Juan no ha sido comprendido por los contemporáneos (cf. 11,18). La caña es signo de fragilidad (cf. 1 Re 14,15; 3 Mac 2,21); las vestiduras que Juan no lleva son reminiscencia a los vestidos “como Elías” que Juan lleva en el desierto (3,4-6) pero también una referencia irónica a la corte de Herodes (“casas de los reyes”).

La frase “más que un profeta” cita expresamente Malaquías 3,1 donde el mensajero que prepara la llegada del “día de Yahvé” es comparado con Elías (cosa que expresamente repetirá el v.13; cf. 17,13; Mal 3,23). La expectativa en un retorno de Elías (que no había “muerto” sino que se había ido en un carro, cf. 2 Re 2,11-13) preparaba en muchos textos judíos los tiempos mesiánicos. Los cristianos (no todos, cf. Jn 1,21) vieron en la persona de Juan que en él se cumplía eso que se esperaba. Sin embargo, Juan es presentado como el “mayor” entre los personajes del “Antiguo Testamento”, pero es el más pequeñoen el reino”, ya que Juan es un profeta, no un “cristiano” (v.13), pero también Juan es uno que “tenía que venir”, como Elías (v.14). 

La violencia que “desde los días de Juan” sufre en reino, es algo evidente puesto que este fue asesinado, como también lo será Jesús, y los discípulos que serán “entregados”, “como ovejas en medio de lobos” (10,16).


Foto tomada en Tumaco (Colombia)

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