sábado, 31 de enero de 2015

Pequeños chascarrillos



Pequeños chascarrillos

Eduardo de la Serna



Me permito unas breves notas que me causarían risa “si no fueran tan terribles” como dice el Nano:


  •         La silla de ruedas: Después de la brillante presentación de Cristina, ¿qué fue lo que toda la mediocridad periodista y opositora salió a decir unánimemente? (¿originada en la misma fuente?): que la “silla de ruedas” de Cristina era una puesta en escena. ¿Atrasan los muchachos? Porque hace unos años hubo otro que mucho antes montó una escena en otra silla de ruedas. Y al ganar la alcaldía ¡hasta bailó con ella! Y nadie – que yo recuerde – hizo referencia a un montaje.
  •         En la infantil actitud opositora de no debatir nada (¡¡¡!!!), la oposición se opone a la reforma de la Inteligencia nacional. Es decir, todo quedaría tal cual está. Si se da cause a la propuesta del Gobierno, la Inteligencia quedaría en manos de la Procuración (la “jefa de los fiscales”), si queda como está, queda en manos de la Presidencia. ¿No es sensato el cambio, especialmente para quienes “odian” a la presidenta? ¿Quieren que la presidenta los escuche y controle?
  •         Hay miles de cosas en las que los “grises” enriquecen la pobreza binaria de ver todo blanco o negro, pero hay cosas en las que no hay posibilidad de grises (no se puede estar “medio embarazada”, se dice). ¿Se está o no de acuerdo con la intervención del estado en la economía?, ¿se está o no de acuerdo con la reforma de la Inteligencia?, ¿qué pasaría si mañana la oposición fuera gobierno (¡Dios no lo permita!) y los miembros del FpV tomaran la misma actitud? De repetir el “modelo”, no tendríamos Corte Suprema, no tendríamos presupuesto, no tendríamos… ¿No se trata de algo infantil? 
  •         Existe la posibilidad de que todo sea movida opositora (o de sus mandantes) para que no se den los debates. Así (hasta ahora) se ha frenado la reforma del Código penal por la campaña de un mediocre que tocó la mediocre sensibilidad de un grupo de ciudadanos. Quizás no quieran (¿la “Justicia”? ¿los fiscales?, ¿empresarios?, ¿periodistas…?) que se dé un necesario debate por la inteligencia. Y también muchos otros debates. Ahora, ¿para qué existen la justicia, los congresistas, los periodistas si sólo hacen lobby para qué los debates no puedan darse? Porque, de ser así, es indicio de que eso ocurre porque quieren que todo siga como está. ¿O no?
  •         Ver u oír candidatos que con más o menos luces (nunca demasiadas) dicen una cosa y cuando el gobierno las asume dicen la contraria me parece muy preocupante para la salud de la República. Y escuchando y mirando, ¡sólo pensar que Massa, Macri, Scioli, Binner, Carrio, Stolbizer pudieran gobernarnos me produce espanto!
  •         Ver u oír periodistas que con pocas o ningunas luces son evidentes lobistas o genuflexos al poder que los maneja me parece muy preocupante para la salud mental de la ciudadanía.


Otro mediocre popularizó el término “grieta”. No tengo miedo de tomar postura, debatir, discutir, estar o no de acuerdo. Eso enriquece, nos hace crecer, mejora las miradas. Si para que no haya “grieta” no hay debates, discusiones, si a todo se dice que sí, me aterroriza pensar que sea “sí” a lo que otros (¡y sabemos quiénes son esos “otros”!) han pensado antes para nosotros. ¿Qué es posible equivocarse? Obviamente. Pero prefiero equivocarme pensando alternativas y mejoras antes que no dar pasos   para evitar el error y que todo siga como hasta ahora, y todo lo que decimos, pensamos y deseamos venga decidido de afuera. ¡Muy afuera! Con silla de ruedas o de pie, ¡lo que cuenta es el camino!

Foto tomada de danielorbis.blogspot.com

Una nota sobre la muerte.



Una nota (sólo una) ante la muerte

Eduardo de la Serna



Sólo un canalla se regocija por una muerte. Hacerlo solo habla de su pequeñez y miseria. Aunque se tratara de un enemigo acérrimo (“el mejor enemigo es el enemigo muerto”). Recuerdo un viejo chiste gráfico en una revista (no recuerdo el autor) en el que se veían las caras preocupadas de un grupo. Eran los redactores de una revista que no podían encontrar “la tapa”, y no había nada que resultara “gancho”, hasta que suena el teléfono. Al colgar quien atendió les dice: “- ¡Estamos salvados! A qué no saben quién murió…”. 

Pero esto no significa que todas las muertes repercutan por igual en nosotros. Sin dudas, los afectos hacia la persona serán decisivos en cuanto al dolor. A más afecto, más dolor. Y, por tanto, evidentemente, el dolor por la muerte de un desconocido será nulo. Pero esto no significa, ni remotamente, que nos dé placer, o gozo. Me explico:

  • En lo personal no entiendo cuando se conmocionan grupos importantes por la muerte de un “famoso”. Obviamente me dará un poco más de pena, o no, de acuerdo a cierta corriente afectiva con el muerto o la muerta, pero “dolor”, “tristeza”, “pesar” es otra cosa. Me parece.
  • Es cierto que ciertas muertes de desconocidos pueden repercutir en “mi” vida de alguna manera. Si en “mi” barrio hubo dos o tres muertes violentas “mi” preocupación crecerá, pero no por la muerte de Fulana o Mengano sino porque “yo” “me” siento en peligro. Si un cómico famoso muere, “me” entristeceré porque él “me” hacia (son)reír. Si un político muere, “me” dolerá porque creo que su ejercicio de la política “me” (o “nos”) beneficiaba (a “mí” y/o al grupo de mis afectos o pertenencia).
  • Ciertamente, lo mismo vale en “sentido contrario” cuando el que muere es alguien que “me” caía mal, o que “nos” molestaba, por los cientos de motivos pensables (porque ponía música muy alta por las noches, por su humor chabacano, por su política para “mi” o “nos” perjudicial…). Pero, repito, creo que sólo un canalla se alegra por una muerte.

Hay otro elemento que habla de canalladas y es la utilización de ciertas muertes. Y es canalla porque el muerto o la muerta no importan, solo importa “mi” beneficio a partir de su fallecimiento. No importa cómo, por qué, para qué, sólo importa que esta muerte “me” es provechosa (o dolorosa porque no podré aprovechar, o porque “otros” podrán hacerlo en “mi” perjuicio…). Esto se ve particularmente cuando, además de la muerte en sí, se miente, deforma, exagera, distorsiona la muerte, o elementos que la presentan o explican en orden a “mi” beneficio (o a perjudicar a “mi” adversario o enemigo), se trata de “llevar agua para mi molino”.

No es necesario poner ejemplos concretos: son evidentes (aunque cada quién los mirará con sus propios ojos, por cierto). Siempre hay y habrá muertos y reacciones ante ello. Además, al ejemplificar lo aquí dicho sin dudas la mirada relativa de cada quién permitirá que la mirada positivamente afectiva de unos sea negativa para otros y la idea – en este caso – no es reflexionar a partir de la muerte de Fulano o Mengana, sino de la muerte “en sí”, aunque haya un trasfondo de muertes que lo origine.

Y dejo un espacio final para otra canallada, la del “deseo” (no hablo de “provocarla” ya que estaríamos en el terreno del crimen, con lo que el tema pasaría a ser judicial y penal). Sin dudas que el “deseo” no “provoca”, pero…  Por cierto que el hecho de que yo le desee la muerte a alguien no lo matará. Eso sólo habla de mi pequeñez, de mi escoria. Hay demasiado “yo” en ese deseo.

Sin duda alguna hay mucho (muchísimo) más por decir sobre la muerte, y particularmente ante muertes precisas y concretas. Pero no está mal pensar un poco “más allá” de “mi” mirada, “mis” deseos, “mis” sueños… “mi” ombligo.


Foto tomada de www.tripadvisor.es

jueves, 29 de enero de 2015

Viajar, leer, aprender



Viajar, leer, aprender


Eduardo de la Serna




Leí una vez que “leer disminuye la ignorancia y viajar disminuye la intolerancia”, y debo decir que aunque estoy de acuerdo con las ideas subyacentes, especialmente que sostienen que ambas características son limitaciones humanas, por decir lo menos; pero me parece razonable añadir un “pero”, o una relativización de los dichos.


No se trata de “comerse las eses” como un pseudopolítico en campaña (para que mañana los pobres coman heces), ni de tener títulos de ingeniero, abogado o viajes de motonauta…

No se trata de “turismo” en lo de viajar, ni de leer guiones armados por especialistas en imágenes. Se trata de otra cosa, se trata de una actitud.


En lo personal, trato de viajar cuando me es posible. Viajar para conocer, para aprender. Deseo que un viaje “me deje huella”. Y especialmente amo conocer mi patria grande latinoamericana.


Y al ver uno mira, evalúa, compara (no para sentirse o decirse mejor o peor, sino para evaluar, ver posibilidades, conocer). Por ejemplo, al oír hasta el hartazgo hablar de la inseguridad (que es real, por cierto) mirar otras realidades, conocerlas y evaluarlas me hace relativizar nuestra información. Nuestra auto-percepción.


En este sentido quiero compartir dos pequeños elementos de mi viaje reciente (habría mucho más).


En la selva peruana hay un pueblo, Huánuco. Antiguamente era parte del tawantisuyo (mal llamado “imperio” inca). Pero por razones políticas los españoles cambiaron de lugar (es decir, hay un Huánuco antiguo y un nuevo Huánuco). En la nueva ciudad los esclavos negros fueron explotados y oprimidos, como en tantas partes teniendo casi como único “recreo” en el año la fiesta de la Navidad en la que bailaban y celebraban ese pequeño momento. Así surgió un “baile” que continúa hasta hoy a pesar que los afro descendientes ya no se encuentran en la región (me dicen que se trasladaron en general hacia el sur del país). El “baile de los negritos” me resultó un fenómeno fascinante y liberador de religiosidad popular. Hoy las “cuadrillas” bailan durante días para finalmente quitarse los vistosos sombreros ante el niño que les da la libertad y ponerse de rodillas.


Sin duda hay miles de cosas que se entremezclan con el hecho, pero es interesante notar el corazón liberador que encontramos en lo profundo de la religiosidad popular. Un hecho común en otras partes (el descenso del niño que es quitado de los pesebres para ser guardado hasta el próximo año desencadena el baile y toda la ciudad queda marcada por grupos y más grupos de “cuadrillas de negritos” que alegran con colores y música la ciudad y manifiestan que hay un niño recién nacido que permite fiesta y libertad.


En Chile la situación política siempre parece de circunstancial “empate” entre lo que se suele llamar la derecha y la izquierda (términos ambiguos ya que hay, para empezar, muchas “derechas” y muchas “izquierdas”). Sin duda, mucho de eso se debió a que Pinochet todavía es recordado con aprecio y valor por un número muy importante de la población. Seguramente – no es lo único, pero cuenta – porque en Chile los militares no “perdieron una guerra” como fue el caso de las Malvinas y la dictadura argentina. Podemos comparar muchos elementos entre una y otra dictadura, pero lo cierto es que nadie en su sano juicio homenajearía en Argentina a “mi general Videla” (y el despliegue de la justicia y los juicios es otro elemento fundamental de diferencia). De hecho hay docenas de elementos de la dictadura que no han sido desarticulados, una constitución por ejemplo; un aparato económico y hasta un pensamiento casi hegemónico. Los medios de comunicación hegemónicos, que ya critican desembozadamente a Michelle Bachelet son un buen elemento a tener en cuenta. La reconocida complicidad de El Mercurio con el golpe genocida a Salvador Allende no ha tenido una repercusión adecuada. Políticos, Medios, sindicatos (¡camioneros!), la Embajada yanky son buen elemento para no descuidar la actualidad argentina, y aprender a poner freno, límites o condena social (y judicial si la “justicia” se pusiera los pantalones) a los que quieren que volvamos a un modelo idéntico al generado por Martínez de Hoz y su lacayo militar en el gobierno, como el menemismo explícito de Scioli, Massa y Macri. 


Viajar y leer “puede” ayudar a ver, aprender, conocer, pensar. De eso se trata. Y espero saber transmitirlo.



Foto tomada de heraldo21.blogspot.com