“De
ninguno de esos derechos he hecho uso” (san Pablo)
Eduardo
de la Serna
Para los lectores asiduos de
san Pablo no llama la atención la insistente búsqueda paulina de todo lo que
edifica la comunidad a la que se dirige, y la confrontación contra todo lo que lo
impide. El verbo principal en este sentido es precisamente “edificar” (oikodoméô). “Edifíquense mutuamente” les
dice a los tesalonicenses (1 Tes 5,11), su proyecto – al menos después de
algunos tropiezos, o para evitar nuevos especialmente con los que no logran
comprender la novedad del Evangelio paulino – es “no construir sobre cimientos
ya puestos por otros”, es decir “no anunciar el Evangelio sino allí donde el
nombre de Cristo no era aún conocido” (Rom 15,20). Ante una serie de conflictos
que debe enfrentar con los corintios, el criterio fundamental será la “edificación”
(1 Cor 14,4.17).
El problema que enfrenta,
especialmente en esta comunidad corintia es el de lo que podríamos llamar la
búsqueda de la propia “auto-edificación” antes que la edificación de los demás,
los hermanos, la comunidad, los débiles. Desentenderse de los demás mirándose a
sí mismos – especialmente de los débiles (palabra muy importante en la 1ª carta
a los Corintios) – parece ser uno de los más importantes desafíos que Pablo
enfrenta en la carta. Los que creen (o afirman) tener conocimiento (gnôsis) se desentienden de sus “hermanos”.
Y provocan, con sus palabras y/o actitudes su “tropiezo” o escándalo. Toda la
carta – o gran parte de ella – está transida por la división gestada por
algunos desentendiéndose de otros (que probablemente ha de entenderse y
pensarse también en sentido socio-económico): ricos y pobres en la eucaristía,
en los tribunales, en la comida ofrecida a los ídolos, en creerse más
importantes por poseer determinados carismas espirituales resonantes o
espectaculares, y hasta en negar la resurrección, probablemente por considerar “intelectualmente”
absurdo que el alma vuelva a “encarcelarse” en el cuerpo por la resurrección.
Algo que caracteriza a los superficiales
e indiferentes corintios es su jactancia. Pablo utiliza un verbo que es casi
exclusivamente suyo, y que suele traducirse por hincharse (fysíô; es interesante que en toda la Biblia el verbo se encuentra
solamente 7 veces, una en Colosenses 2,18 y las restantes 6 todas en 1
Corintios). Para encontrar una buena traducción podemos pensar en el pavo o el
palomo cuando se “hinchan” frente a la hembra. Es una actitud de una hinchazón
que podemos calificar de hueca ya que al rato vuelven al estado original.
Tratan simplemente de mostrarse. Quizás, entonces, una buena traducción sea “pavonearse”.
Muchos – o algunos – en Corinto se pavonean de alguna actitud que quieren
mostrar aunque no tengan nada sustancial.
A modo de síntesis entre
ambas actitudes, es interesante resaltar el dicho con que comienza Pablo la
unidad de los capítulos 8-10: “la ciencia hincha, el amor edifica” (8,1).
Aquellos de la comunidad que buscan el amor mutuo, edifican la comunidad y a
los débiles, mientras que los que se jactan de su “ciencia” (gnôsis) se pavonean de su nada, y – lo que
es terrible – “edifican para la idolatría” a sus hermanos débiles, y así “pecan
contra Cristo” porque hacen caer, tropezar al “hermano por quien Cristo murió”
(8,9-11).
Este pavoneo los hace
sentirse por encima de los demás, y se jactan de ello. “Todo me es lícito” repetirán (ver 6,12; 10,23). Pablo pretende
limitar ese “todo”, pero un límite que tiene que ver con el “hermano”. El otro,
especialmente el débil, es el límite a ese “todo me es lícito”. “No todo
edifica”, responderá Pablo (10,23).
Esta supuesta “superioridad”
corintia les permite “pavonearse” ante los demás. Y un caso sintomático es la
actitud de la comunidad ante uno “que vive con la mujer de su padre” (5,1).
Para los judíos, los pecados sexuales eran emblemáticos como “los” pecados de
los paganos. Pablo dirá que esta actitud “no se da ni entre los paganos”. Pero
lo que más irrita a Pablo es la actitud de los corintios ante esto: “y ustedes
andan tan hinchados” (5,2). Sería como andar pavoneándose de la libertad, “somos
tan libres que hasta tenemos entre nosotros a un incestuoso”. Y eso no edifica
a nadie. A eso lo comparará Pablo con la levadura en la masa, que sería como la
manzana podrida en medio del cajón.
Así entiende Pablo la
libertad, como un ser libre “de”, pero no para recaer en esclavitud (la imagen
puede ser la del esclavo vendido a un nuevo amo, deja de ser esclavo del
primero pero para ser esclavo del nuevo), la libertad no es para volver a lo
viejo, a la era antigua, sino a la novedad que trae el Espíritu como don
escatológico, un don que nos libera de toda esclavitud (incluso de la
esclavitud de la ley). Por eso, para Pablo, el libre se vuelve verdaderamente
libre cuando paradójicamente “se hacen esclavos (douleúete) mutuamente por amor”. El amor, una vez más, es la clave
de la edificación, de la libertad, de la comunidad.
Toda esta larga introducción
me fue inspirada en las declaraciones de la ministra de justicia francesa, Christiane
Taubira en aparente respuesta a las declaraciones del Papa Francisco: "Todo
se puede dibujar, incluido un profeta. Porque en Francia, país de Voltaire y de
la irreverencia, existe el derecho a reírse de todas las religiones". “Somos
tan libres, parece decir, como los Corintios. Podemos pavonearnos del mundo
entero, tan superiores somos. Y los demás – inferiores ellos – deberán aprender
de nosotros y de Voltaire, de nuestra libertad y de nuestra hinchazón vana”.
Perdóneme,
señora ministra, si no quiero aprender de semejante ignorancia, si no quiero
ejercer esa libertad, si no quiero esa “gnosis” y elijo mirar a los débiles (y
los musulmanes en Francia parecen serlo, ¿no?) para soñar un mundo distinto,
otro mundo posible.
diseño tomado de parquelineal.blogspot.com
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