“Amor a los enemigos”
A raíz de lo ocurrido en estos días en Francia, comparto (como complemento delo que envié hoy) lo que escribí al día siguiente al atentado a las Torres Gemelas. No tenía blog en ese entonces. Creo que puede leerse en la mismma linea de lo enviado.
Eduardo de la Serna
Quisiera
empezar mi reflexión con un ejemplo; y que no se lo tome como “menosprecio”, es
solamente un ejemplo que quiere ayudar a entender lo incomprensible.
Especialmente los pueblos apasionados, como los latinos, vivimos el amor a
nuestra camiseta deportiva con pasión. Somos apasionados. Por eso gozamos con
los triunfos y lloramos las derrotas. Estamos “prendidos” a la pantalla del
televisor cuando juega nuestro equipo -y bien se aprovechan de eso las empresas
cuya pasión es el dinero... Pero algunas veces, en algunos momentos, esa pasión
se descontrola, pierde los límites de la cordura, y el amor se transforma en
odio. Es que los límites no son fáciles de respetar. Y vemos que un grupo de
apasionados se enfrenta en batalla campal con los de otro grupo, los de un
equipo contra otro. Es el momento en el que el amor devino fanatismo.
Creo
que en esto el fútbol puede ser un cierto tipo de sacramento que nos permite
vislumbrar el misterio. El paso del amor al odio es tan sutil que puede
cruzarse casi imperceptiblemente.
Me
parece absolutamente comprensible, y razonable, que mi amor por la camiseta (y
ya no estoy pensando sólo en lo deportivo) lleve un cierto tipo de
enfrentamiento con la camiseta contraria. En ese caso, seguimos en el terreno
de lo lógico. Yo estoy, en lo personal, absolutamente enfrentado con los
responsables del hambre de nuestro pueblo. Personalmente estoy en la vereda de
enfrente de los “desocupadores”, de los usureros que explotan, de los vampiros
que se alimentan de sangre y salario de los pobres. Y quiero que todo eso sea
definitivamente derrotado. Quiero que “siempre
pierdan” y pierdan para siempre. Y me alegro cuando pierden. Lo que más
quisiera es que dejen de serlo, pero para pasar “al otro bando”, “al de los
buenos”, no quiero que desaparezcan; en lenguaje religioso: quiero que se
conviertan. El apasionamiento se torna descontrol cuando ya no quiero que
pierdan, sino que mueran...
Para
ser todavía más precisos, yo estoy “en la
vereda de enfrente” de la política de los Estados Unidos; creo que son
gravísimos responsables del hambre, y de la muerte de la inmensa mayoría de la
humanidad, y por eso quisiera que cambien de actitud, que utilicen el dinero
que han robado para reforestar desiertos, para engendrar trabajo, para acabar
con el hambre, sanar enfermedades, castigar a sus propios responsables, etc. Me
duele que nos impongan una cierta “globalización” –la económica- pero se
nieguen sistemáticamente a otra globalización –la de la justicia- y ahora
lamenten –y lamentemos- esta globalización del terror. Por todo esto deseo
urgentemente la conversión de los Estados Unidos, y de todo el así llamado
“Primer Mundo”, aunque no se sepa “primero” en qué.
Pero
cuando el otro equipo se transforma en el “equipo
enemigo”, entramos en el terreno de la locura y la desmesura. Porque quiero
su conversión es que los quiero vivos. Y por eso creo que sólo el amor, y nada más que el amor puede lograr que
cambien de actitud. Demencias como las que vivimos ayer, 11 de septiembre,
conducen a que ahora esperemos “la represalia”, “la respuesta”, la violencia...
Y el espiral sigue creciendo, junto con el odio.
Hay
muchas cosas que “apasionan”. Y es bueno que así sea: la política apasiona, la
religión apasiona, la vida y el amor apasionan. Y pobres de los que viven sin
pasión. Y no es la religión, o la política, ni el amor los responsables de la
barbarie... Pobres son también los que transforman la pasión en pasión para
otros. Creo que la solidaridad universal debe mirar siempre a las víctimas, a
los que padecen lo que otros les han hecho sufrir. Y creo que los que provocan
víctimas, no son sino esclavos del temor, del temor que le tienen a un dios
temible, o del temor que tienen a no tener. Y sería bueno que dejen de ser esclavos
del dinero, o del odio. Sería bueno, porque sería bueno para todos. Por ahí
pasa el amor. El amor que apasiona a los que buscan de la política más justicia
o más verdad, en amor de los que buscan en la fe un Dios que es Padre y nos
hace hermanos...
No
creo que los EEUU sean inocentes en esta historia, también sus gobernantes han
sido terroristas en Afganistán, en Panamá, en Chile, en Vietnam, Nicaragua, y
en tantos otros lugares; y Noriega y bin Laden son monstruos que ellos mismos
engendraron, y eran buenos cuando jugaban para su “equipo”, y malos ahora, “en
el de enfrente”. Y quiero que unos y otros dejen de ser responsables del
horror. Estoy absolutamente convencido que el terror no ayuda en nada a ese
cambio de actitud, sino a reforzarlo. Por eso me solidarizo totalmente con las
víctimas, porque no creo que la violencia edifique o aporte nada positivo a
esta historia. Y espero que la solidaridad de quienes no somos “de su bando”
ayude a un cambio de actitud, en unos y en otros. Un cambio que lleve a que no
busquemos que desaparezcan “los otros”, sino a soñar y trabajar para que en un
mañana todos estemos juntos en el bando del amor. Amor que es solidaridad, amor
que es justicia, amor que es verdad, y amor que es el único camino firme para
alcanzar la paz.
Foto tomada de elmundo.es
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