Una nota marginal a partir de una muerte horrible
Eduardo de la Serna
No pretendo analizar – menos a lo
lejos – una noticia terrible como la muerte del fiscal Nisman. Y lamento los
pseudo-análisis de muchos sin tener el más mínimo elemento serio. Recién ha terminado
la autopsia, o la primera parte de ella.
Lo que quisiera es hacer un
análisis marginal de lo que puede llamarse “una muerte oportuna”: un gobierno
acusado, una oposición feroz y desencajada, “la embajada” implicada, judíos y
musulmanes, Irán y Siria, y los servicios secretos… demasiados ingredientes para una receta explosiva.
Cualquier comentario es posible (dejando de lado las certezas mediocres de
ciertos sujetos incapaces de análisis y sólo propensos a golpes de efecto, o
frases rimbombantes sin sustancia), cualquier error también… y cualquier “embarrada
de cancha”.
Creo que todos buscarán sacar
provecho, por A o por Z, de esta muerte terrible. Y – me imagino – que aunque
la autopsia arrojara una certeza del 100% unos u otros deslizarán dudas,
titularán “peros”, insinuarán sospechas o presentarán analistas que dejen
puertas abiertas a otras lecturas. La teoría de la conspiración, sea la que
fuere y viniera de quien viniere quedará lista para servir esa receta.
Debo confesar, para empezar, que
la exposición de Nisman en estos días, su denuncia – obviamente amplificada
hasta el hartazgo por ciertos medios y sus lacayos opositores – me resultaba
revulsiva. Especialmente por los cables de Wikileaks y la relación del fiscal
con el Imperio en el que “no hay que
confiar ni un cachito así”. La sensación de que había que buscar “un responsable” del atroz atentado a la
AMIA que fuera conveniente a sus intereses y no encontrar “al verdadero culpable” me resultaba una película que ya vi. A eso
lo suelen llamar “chivo expiatorio”, es encontrar a “otro” para tapar al que
fue o para acusar falsamente al que no fue. Pero, ciertamente, esto no tiene
que ver con la urgencia de aclarar su muerte.
Pero el tema también puede
pensarse – y en política es razonable pensar – a quién beneficia y a quién
perjudica un hecho. O cómo puede este ser manipulado. Ver el crecimiento de la
imagen de George W. Bush luego de los atentados a las torres gemelas (aunque –
como se dijo más arriba – siempre abiertos a la sospecha y la conspiración) y
el crecimiento de la imagen – hasta entonces en bancarrota – de Francois
Hollande luego de la matanza en Charlie Hebdo sirven para pensar que todo es
posible y todo puede mezclarse en el mundo de los intereses.
Espero datos certeros y seguros
lo más objetivos posibles antes de opinar. Espero respuestas. Y lamento ciertas
opiniones. Opiniones que, en general, revelan más la propia incapacidad y mezquindad
antes que una indignada respuesta a un crimen que reclama “la” verdad. Y no la
verdad que convenga a unos u otros. Escuchar pseudo-análisis antes que ningún
dato certero haya sido pronunciado, y antes que los investigadores se expidan
sólo sirven para ver qué quisieran que ocurra ciertos sujetos. Sujetos que
están habitualmente en las antípodas de lo que yo quisiera, por cierto. Sólo
espero, repudio la muerte de cualquiera – especialmente si fue provocada –, y sueño
que aun los que piensan diferente lo hagan positivamente. Las vinchucas no son
demasiado constructivas para la salud de la patria.
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