lunes, 19 de enero de 2015

Nota marginal a partir de una muerte



Una nota marginal a partir de una muerte horrible


Eduardo de la Serna




No pretendo analizar – menos a lo lejos – una noticia terrible como la muerte del fiscal Nisman. Y lamento los pseudo-análisis de muchos sin tener el más mínimo elemento serio. Recién ha terminado la autopsia, o la primera parte de ella.


Lo que quisiera es hacer un análisis marginal de lo que puede llamarse “una muerte oportuna”: un gobierno acusado, una oposición feroz y desencajada, “la embajada” implicada, judíos y musulmanes, Irán y Siria, y los servicios secretos… demasiados ingredientes para una receta explosiva. Cualquier comentario es posible (dejando de lado las certezas mediocres de ciertos sujetos incapaces de análisis y sólo propensos a golpes de efecto, o frases rimbombantes sin sustancia), cualquier error también… y cualquier “embarrada de cancha”. 


Creo que todos buscarán sacar provecho, por A o por Z, de esta muerte terrible. Y – me imagino – que aunque la autopsia arrojara una certeza del 100% unos u otros deslizarán dudas, titularán “peros”, insinuarán sospechas o presentarán analistas que dejen puertas abiertas a otras lecturas. La teoría de la conspiración, sea la que fuere y viniera de quien viniere quedará lista para servir esa receta.


Debo confesar, para empezar, que la exposición de Nisman en estos días, su denuncia – obviamente amplificada hasta el hartazgo por ciertos medios y sus lacayos opositores – me resultaba revulsiva. Especialmente por los cables de Wikileaks y la relación del fiscal con el Imperio en el que “no hay que confiar ni un cachito así”. La sensación de que había que buscar “un responsable” del atroz atentado a la AMIA que fuera conveniente a sus intereses y no encontrar “al verdadero culpable” me resultaba una película que ya vi. A eso lo suelen llamar “chivo expiatorio”, es encontrar a “otro” para tapar al que fue o para acusar falsamente al que no fue. Pero, ciertamente, esto no tiene que ver con la urgencia de aclarar su muerte.


Pero el tema también puede pensarse – y en política es razonable pensar – a quién beneficia y a quién perjudica un hecho. O cómo puede este ser manipulado. Ver el crecimiento de la imagen de George W. Bush luego de los atentados a las torres gemelas (aunque – como se dijo más arriba – siempre abiertos a la sospecha y la conspiración) y el crecimiento de la imagen – hasta entonces en bancarrota – de Francois Hollande luego de la matanza en Charlie Hebdo sirven para pensar que todo es posible y todo puede mezclarse en el mundo de los intereses.


Espero datos certeros y seguros lo más objetivos posibles antes de opinar. Espero respuestas. Y lamento ciertas opiniones. Opiniones que, en general, revelan más la propia incapacidad y mezquindad antes que una indignada respuesta a un crimen que reclama “la” verdad. Y no la verdad que convenga a unos u otros. Escuchar pseudo-análisis antes que ningún dato certero haya sido pronunciado, y antes que los investigadores se expidan sólo sirven para ver qué quisieran que ocurra ciertos sujetos. Sujetos que están habitualmente en las antípodas de lo que yo quisiera, por cierto. Sólo espero, repudio la muerte de cualquiera – especialmente si fue provocada –, y sueño que aun los que piensan diferente lo hagan positivamente. Las vinchucas no son demasiado constructivas para la salud de la patria.


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