Quebrar la lógica de la violencia
Eduardo de la Serna
Las cosas que ocurren en nuestra
historia, de ayer o de hoy ocurren en un contexto. Contexto que las permite
comprensibles, al menos en parte (‘comprensible’ no quiere decir ‘justificable’,
se trata de entender por qué algo ocurre). Ciertamente sabemos que se podría
haber actuado de otra manera, y por “a” o por “z” las cosas no hubieran sido
iguales, sin que podamos saber con precisión cómo habrían resultado. Es lo que
se suele llamar “contrafáctico”.
La atrocidad ocurrida en Francia
con el semanario Charlie Hebdo me hace pensar, quizás de un modo no muy “políticamente
correcto”, pero al menos escribo para pensar, y quizás ayudar a hacerlo.
Repudio visceralmente la actitud de
superioridad de muchos sectores del “Primer mundo” frente a los del Tercero.
Actitud de desprecio, discriminación en muchos casos, verdaderamente criminal.
Los casos que podrían ponerse se cuentan por miles, desde la experimentación de
fármacos con “tercermundistas” hasta los deseos de que el ébola acabe con los
inmigrantes, la comparación de personas de piel negra con monos (en el fútbol y
la política) hasta la prueba de nuevas armas con poblaciones indefensas… Y
podríamos seguir. Pero lo cierto es que me resulta repugnante, y en el podio de estos “discriminadores”
lamentablemente es frecuente ver franceses. (Me niego a decir ‘Francia’, porque
sería discriminatorio también esto, no es lo mismo el Abbé Pierre que Jean
Marie Le Pen, por cierto).
Repudio la campaña antimusulmana
que se palpa en el mundo entero, especialmente a partir del 11 de septiembre. La
actitud de ver en todo turbante un enemigo y un terrorista no ha de ser muy
grato para cualquier musulmán. No soy experto en el Islam pero entiendo
claramente que es una religión de paz y constructora de la paz. ¿Que hay violentos
en su seno? ¡Seguramente! Los cristianos (católicos o protestantes) no podemos
arrojar la primera piedra en esto. Y es sano mirar primero la viga en nuestro
ojo antes que referirnos a la paja en ojo ajeno. Y me pregunto cómo nacerá una
generación que experimenta desde pequeño, desde la escuela, que el mundo entero
parece mirarlo como enemigo, como peligroso, como terrorista.
Cuando vi, hace tiempo, las
caricaturas críticas al profeta Mahoma en Charlie Hebdo reconozco que me
molestaron. Me parecieron una falta de respeto. Y me preguntaba cómo
reaccionaría yo ante caricaturas semejantes críticas o burlonas sobre Jesús. Y reconozco
que me molestarían. Y que me gustaría
sentarme con su autor a charlar y preguntarle por qué dice eso; porque son
ofensivas, y provocan dolor en mucha, mucha gente. Y – lamentablemente – no todos
los dolidos quisieran sentarse a charlar y preguntar. Porque en todo grupo
nunca falta algún energúmeno que mata al de la camiseta de futbol contraria,
que quema una bandera del país adversario, o que es capaz de entrar a matar a
mansalva en una redacción.
Cuando escuché que los –
aparentemente - autores del crimen en
Charlie Hebdo dijeron que no eran criminales como los que matan mujeres y niños
en Irak y Afganistán, debo reconocer que me pareció parcialmente cierto. Y
agregaría también muertes con la tierra devastada después de la invasión, las
enfermedades y el hambre. Los terroristas musulmanes no tienen el monopolio ni
del terrorismo ni de la muerte.
Y esto – y más – me hizo pensar: ¿cómo
romper la espiral de la violencia? Porque la respuesta violenta no hace sino
llamar a más violencia. No olvido a las víctimas del supermercado kosher.
Criminalmente asesinadas (por el terrorista o los rescatistas, no me queda
claro). Y leer las declaraciones de Le Pen o de Netanyahu me hace creer que
esto no hace sino alimentar nuevas y más crueles acciones, presentes y futuras.
Tampoco es con burlas, por más ‘culto’ a la libertad de expresión que reconozcamos,
valoremos y proclamemos.
En lo personal, entiendo que la
libertad de expresión no es “derecho a ofender”, a lastimar, a agredir. Ya que
nada sano nace de ello. Desde una perspectiva individualista se dirá que es el
que escribe (o dibuja) quien debe establecer su propio criterio de ‘hasta dónde’,
pero no estoy totalmente de acuerdo con eso. Porque quien se cree superior y
entiende que un “negro es igual a un mono”, o que un musulmán es igual a un terrorista,
difícilmente podrá tener un criterio equilibrado para saber cuándo algo que
diga (o dibuje) sea ofensivo. Hay periódicos que tienen una suerte de ‘comité
de ética’; a lo mejor las Facultades de Periodismo podrían publicar una especie
de “criterios” o elementos mínimos. Pienso, a modo de ejemplo, que así como –
en Europa, por ejemplo – se respeta los diferentes partidos e ideologías pero
uno no puede presentar un partido “Nazi” (y celebro que no se pueda), no todo
se puede en nombre de la libertad.
Hoy todos (o casi todos) nos
dolemos con lo ocurrido en Francia, como ayer en las Torres Gemelas, y ayer y
hoy en Afganistán e Irak. Y creemos que sólo la paz, la paz verdadera que nace
de la justicia y la equidad, de la verdad y del respeto mutuo, del encuentro y
la celebración de la diversidad nos permitirá reírnos juntos, no de otros,
celebrar juntos, y no las victorias sino los encuentros.
Con todo mi corazón repudio lo
ocurrido en Francia, sin ningún atisbo de duda. Pero reafirmo mi convicción de
que la paz viene del encuentro, y no de la lógica triunfo-derrota. Y espero que
todos, “empezando por casa” pongan cimientos verdaderos y firmes en la búsqueda
de la paz.
Diseño tomado de josue-azul.blogspot.com
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