El escándalo de la pobreza
Eduardo de la Serna
(publicado en 2009)
A raíz de declaraciones habituales del Papa,
relacionadas en este caso con la colecta anual “Más por Menos”, algunos
retomaron en nuestro país el tema de la pobreza: “escándalo” la llamó Benito
16. “Escándalo” repitió el cardenal Bergoglio. La pobreza nos duele, remarcó
con su habitual glamour el presidente de la Sociedad
Rural, la pobreza es el tema principal en el diálogo, destacó
mons. Alcides Casaretto, la pobreza es el tema que ocupa lugar principal en los
MCS en nuestros días. Demasiada insistencia en tan poco tiempo para ser casual.
¿Qué ocurrió? ¿De golpe descubrieron a los pobres aquellos que ayer los
ignoraban? ¿Será que “ayer” no había pobres y los hay desde poco después de las
elecciones? ¿Será que algo ocurrió puntualmente para que el tema se
desencadenara? Demasiadas casualidades, que nunca son inocentes en política.
Que en Argentina haya pobres es realmente un
escándalo. Que haya uno solo, lo es. Pero miremos un poco más. “El hambre es un crimen”, afirmaban los
siempre castigados “chicos del pueblo”, a lo que obviamente adherimos.
Personalmente ya me llamó la atención que un diario destacara semanas atrás,
que los chicos pobres comían cuises, algo que es remedo de lo que decían los diarios
en el 2002 (“caballos, ratas y sapos”, decían entonces). Insistencia en el
diálogo, escándalo de la pobreza, gravedad de la situación de los pobres, temas
remanidos… ¿será que “alguien” nos quiere decir que estamos como en el
2001-2002?; ¿será que ese/esos “alguien” quiere/n alentar el imaginario para
que no nos “escandalice” sino que deseemos que un gobierno constitucional “no
termine”?
Una reflexión
Cuando escucho a ciertos sectores
progresistas decir que “no hay que
judicializar la pobreza”, realmente me molesta mucho. Personalmente creo
que DEBE judicializarse. La pobreza es un crimen, y debe ser penado todo lo que
sea responsable y “ejecutor” de que los pobres sean más (más pobres y más los
pobres). Creo que el poder ejecutivo no puede ser indiferente a la
“escandalosa” distribución injusta del ingreso; creo que el poder judicial debe
considerar un crimen que no se subsane el delito y sancione a los responsables,
y creo que el poder legislativo debe sancionar todas las leyes necesarias para
que los pobres sean cada vez menos (menos pobres y menos los pobres).
Ahora bien, ¿por qué hay pobres? Esa es la
pregunta fundamental. Por eso me parece totalmente empobrecedora la palabra
“excluidos”, lo he dicho en otras ocasiones: porque “excluidos” no implica
“excluidores”, porque nunca hay “responsables”. Porque los pobres en Argentina
no son pobres por vivir en un país pobre (¿hay en el mundo muchos países más
ricos que la Argentina?).
Entonces, preguntarse “por qué hay pobres” es el paso fundamental para
enfrentar el escándalo. Sin una seria respuesta a esa pregunta, todo es teatro.
O burla. ¿Cuáles son las causas de la pobreza? ¿No tiene nada que ver en la
razón de que haya tantos muy pobres, el hecho de que haya pocos tan ricos? Y
para que nadie me acuse de “neo-marxista” recuerdo que la frase “los ricos son
cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” pertenece a Juan
Pablo II. ¡Ah!, y la frase “imperialismo internacional del dinero” fue dicha
por Pio XI.
¿Qué es el escándalo?
La palabra “escándalo” es una palabra usada
con mucha frecuencia por la Iglesia. Aunque
a veces, de un modo extraño. En la
Biblia el escándalo es la trampa en el camino, la piedra que
hace tropezar. Es decir, es lo que impide avanzar, lo que no deja caminar. Pero
uno puede “escandalizarse” de cosas positivas, y en ese caso ¡pobre del que se
escandaliza!, o escandalizarse por malos ejemplos, y en ese caso ¡ay del que
escandaliza!... En nombre del “escándalo” muchas veces en la Iglesia se “esconden”
curas pederastas, para que no haya “escándalo”, o se cuestiona al periodista
que muestra aquello que escandaliza, como un torturador “relocalizado” en
Chile. En realidad, fijando el ojo, el escándalo no lo provocan los que
muestran lo que escandaliza, sino quienes lo obran: los pedófilos, los
torturadores, los miembros de la institución eclesiástica que se muestran con “relaciones
carnales” con el poder económico o político.
Ahora bien, si miramos así, en lo personal,
la pobreza no me escandaliza. La pobreza me compromete, me impulsa a hacer lo
más que sé y puedo para enfrentar la injusticia que la provoca. En lo personal,
lo que me impide caminar, lo que me parece que es una trampa en el camino es la
riqueza. La ostentación, pornográfica con frecuencia, es lo que escandaliza.
Los injustos, los victimarios me escandalizan. Y quienes son cómplices,
aduladores, o difusores. Lo que es un escándalo es la riqueza, ¡no la pobreza!
La propiedad privada
Como no podía ser de otra manera, en plena
fidelidad a su historia, la Sociedad Rural
insistió en el tema de la propiedad privada. Es absolutamente coherente. Nunca
se preocuparon de los “privados de propiedad”. Pero en lo personal, y con el
sustento que me da el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, no la escuela de
Frankfurt, creo que mientras la propiedad privada sea vista como un “absoluto”,
o un “dios”, la pobreza seguirá creciendo. Y doliendo. Aunque nunca olvido
aquello que repetía Carlos Mugica: “primero
se apropiaron de todas las tierras y después hicieron el Código Civil”. Todo
lo expoliado ayer y hoy a América Latina parece que no “era” propiedad privada,
y la “Deuda externa” parece que empieza cuando ellos deciden, y no cuando
Bolivia fue saqueada, Paraguay masacrado, Colombia devastada… Y los indígenas
“simplemente” aplastados, robados, y víctimas de un genocidio que algunos
llaman “el mayor genocidio de la historia”. Difícilmente algunos hubieran
podido fundar la Sociedad
rural o entidades afines si antes no saqueaban a mapuches, tehuelches y tantas
otras etnias “dueños de la tierra”, para después ser “terratenientes”, “gente
de campo”. Pero aunque desmemoriadamente olvidáramos esto, la insistencia en la
propiedad privada, y el olvido del fin social de la propiedad sin ninguna duda
es “la madre de todas las causas” de la pobreza.
Los nombres
En realidad, creo que un elemento que nos
permite entender el momento que vivimos es el tema de “los nombres”.
Precisamente los pobres son los que nunca tienen nombre: son “los negros”, “los
paraguayos/bolivianos”, los cabecitas”, o simplemente “los pobres”, pero nunca
tienen rostro, nunca tienen nombre. Los ricos, en cambio, tienen nombre propio.
Tan propio como su propiedad. Se llaman Maurizio, Francisco, Ernestina,
Amalita. Y mientras los pobres sigan siendo “anónimos”, o sean simplemente
“números”, no se tocará el corazón del problema. Basta pensar la movilización
que ocurrió cuando el pobre una vez tuvo nombre y se llamó “Barbarita”. Que los
pobres dejen de ser número y tengan rostro y nombre se vuelve intolerable. Y
duele. Porque la pobreza y los pobres no escandalizan. ¡Duelen! Por eso que se
hable de “estadísticas”, “número de pobres”, no es un tema importante. Es
serio, pero no habrá movilización hacia las causas. Pero el problema que
provoca reconocer el nombre y el rostro es que duele, huele, se palpa. Una cosa
es hablar de “un/los pobre/s” y otra abrazar su cuero curtido y reseco, sentir
su olor a humo en invierno, su cara fácilmente imaginable distinta si hubiera
nacido en otro lugar con otra alimentación, y otro cuidado.
Pero lamentablemente creo que hay que decir
que no sólo los pobres no tienen nombre. También los culpables nunca lo tienen.
Ver discursos y documentos eclesiásticos cargados de buenas palabras o ideas
interesantes, pero donde nunca hay un nombre, nunca un rostro, hace difícil
darle crédito. Escuchar hablar del escándalo de la pobreza, sin que se nos diga
por qué hay pobres y por responsabilidad de quiénes hay pobres, puede terminar
siendo un discurso retórico y vacío. Hay pobres porque hay ricos. Especialmente
en Argentina. Y si los ricos tienen nombre, no está mal recordarlo. Con alguna
exageración, pero parte de verdad, San Jerónimo decía que “todo rico es ladrón
o hijo de ladrón”. Y es doctor de la Iglesia.
Y si alguien es ladrón, es “empobrecedor”.
Una mirada a la situación actual
Hay pobreza. Es evidente y grave. Creo que la
pobreza ha aumentado en los últimos tiempos, al menos es lo que vemos en
nuestros barrios los curas amigos. No es fácil decir cuánto, pero insisto: no
me escandaliza compartir momentos con los pobres, me escandaliza ver a la mesa
de enlace tirando leche; no me escandaliza –sí me compromete y moviliza- que
aumenten los pobres, me escandaliza que los ricos sean diputados, o jefes de
gobierno, o manejen medios y la opinión pública; no me escandaliza ver al pobre
a la cara y llamarlo por su nombre, me escandaliza ver a sectores de la Iglesia de Jesús, el
Mesías de los pobres, e Iglesia de los pobres, cercana de los responsables de
la pobreza.
Pero –por otro lado- sí creo que hay un clima
enrarecido. La trascendencia del telegrama del Papa (infinitamente mayor
comparada con la poca trascendencia que tuvo su reciente encíclica toda ella
dedicada a cuestiones sociales), los discursos en la Sociedad Rural diciendo “por
ahora” no cortamos puentes, defendiendo a Martínez de Hoz, y creando evidente
clima destituyente, sí es preocupante.
Es curioso: los obispos argentinos nunca
pusieron al arzobispo de La
Plata, Héctor Aguer en ninguna comisión episcopal, y justo en
estos momentos difíciles, lo eligen Presidente de la comisión episcopal de
Educación, como queriendo “marcarle la cancha” al Gobierno en un campo tan
específico y sensible a antiguas Conferencias Episcopales. No hace falta
recordar que durante las dictaduras el Ministro de Educación era consensuado
con el Episcopado, y lo mismo se hizo en los gobiernos democráticos sucesivos.
Elegir para ese cargo episcopal a un obispo con evidente vocación de cruzado,
es obviamente para “cruzar” al gobierno en este tema. Su referencia en sus dos
declaraciones de hace un mes y la semana pasada aludiendo al “neo-marxismo” no
hizo sino recordarnos otros duros momentos episcopales y dictatoriales.
Una última cosa: hace tiempo yo decía que no
parecía que hubiera posibilidad de Golpe militar en Argentina fundamentalmente
por dos motivos: la Embajada
de los EEUU no parecía alentarlos, y la Iglesia hizo una clara defensa de la democracia.
Por tanto si dos de los grandes apoyos de los golpistas no los alentaban, la
cosa se les haría difícil a quienes los propugnaran. El presidente de la UCR en el Senado dijo que hay
quienes no quieren que el gobierno llegue al 2011, pero nadie le pidió nombres.
La Embajada
no parece ajena al golpe militar en Honduras, y –allí- la Iglesia jerárquica, en voz
del cardenal Rodríguez Maradiaga, tomó clara postura por el régimen de facto.
Algo semejante se ve en la postura del Cardenal de Bolivia, Julio Terrazas. Algunas
declaraciones episcopales parecen sumamente preocupantes en este marco.
Por todo esto, no creo que todo este cúmulo
presentado al comienzo sea “casual”, ni creo que algunas voces episcopales lo
sean. Personalmente, no creo que a muchos de ellos les importen los pobres; es
más, muchos parecen festejar cada muerto de fiebre “A” o cada caso de dengue, o
cada aumento de un dígito en la pobreza. Personalmente creo que mientras no
tengan nombre los pobres, no tengan nombre los empobrecedores, y mientras se
siga sacrificando la sangre de las víctimas en el altar de la propiedad privada
y el dios dinero, seguramente la situación se agravará, aunque los victimarios
nos miren con cara de compungidos en los espacios pagados. Pero mientras eso
ocurra, el Evangelio de Jesús, la búsqueda de ser “Iglesia de los pobres” no
nos dejará tranquilos hasta que los pobres tengan casa, pan y trabajo. Hasta
que los pobres sean vistos como hermanas y hermanos, o mejor aún, hasta que ya
no haya pobres porque tampoco habrá ricos y habrá mesa compartida y vida
celebrada para todos.
8 de agosto 2009
(publicado en el diario Página 12 el 10 de
agosto 2009)
Foto tomada de http://mividaenxto.com/2012/09/29/domingo-con-xto-soy-un-escandalo/
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