Receta para ir sin estar, y encontrarse con quien no es
Eduardo de la Serna
La corbata. Súbitamente una prenda resultó tema central en la conversación. Parecía que el ser o no ser, la misma existencia o presencia dependían de ella. Muchos pasaban, y miraban sin ver. O viendo sin entrar. O entrando sin entender. De todos modos, ni ver, ni entrar, ni entender eran importantes. Aparecían y era suficiente. El gris resultaba color dominante. Dominaba literalmente todo. Absolutamente.
Las sonrisas parecían parte esencial de la vestimenta. Casi tan
sustancial como la corbata. Nadie podía no sonreír. Desentonaría. Idénticas
sonrisas, estuvieran o no felices. De todos modos nadie lo sabría. Y no lo
sabría porque nunca podrían saberlo. Para poder saberlo los ecos deberían ser
palabras, o las palabras preguntas, o las preguntas importantes. Las voces
primordiales solamente hablaban. Y reían.
Las formas remarcaban la importancia del equilibrio. El equilibrio es la
dosis justa de un toque mínimo de informalidad absolutamente prevista y
previsible. Esa dosis no debe desentonar con la palabra y la sonrisa, la mirada
y el gris. Y para no desentonar debía ajustarse a algunos moldes. Los moldes
son los que dan la forma para que algunas cosas sean "formales", o
"formadas", y no sean "deformes" o merezcan ser
"reformadas", o quizá "informadas". Así
"conforman".
Los encuentros necesitan producirse. Planificadamente. De todos modos
difícilmente ocurra un accidente, o encontronazo. Para que un encontronazo se
produzca, dos necesitan ir en diferentes direcciones. La previsión de navegar
por la superficie ayuda a que todos naveguen en un mismo sentido. Todos.
Encontrarse resulta fundamental para que resalten las formas, se descubran las
sonrisas y luzca el gris de las corbatas. De todos modos, tampoco debe
insistirse demasiado en esto. El objetivo del encuentro, al fin y al cabo, es
que nada varíe en quienes se han encontrado.
Finalmente es importante el análisis. O evaluación. Es fundamental para
poder recordar y hacer memoria. Así se recordará el tono del gris de la
corbata, la hondura de la sonrisa o el equilibrio de las formas de nuestro
ocasional compañero de mesa. O de la mesa visitada. El análisis remarca la
importancia del "día después", para que los ecos lo sigan siendo, y
los moldes sigan equilibrados. Sustancialmente. Y el encuentro siga sin
producir nada ni modificarlo.
La huella dejada por la sombra que pasa, o la nave que surca el aire o
el río, permiten imaginar la memoria y el paso de los "efímeros
sintientes" por el encuentro. Las palabras resonantes, equilibradas,
previsibles, permiten entender la siembra de kilos de nada en tierra fértil. Y
su cosecha. La tragedia y la comedia vuelven a encontrarse en la fantástica
representación donde nadie puede recrear su papel porque siempre es el mismo, y
todos lo conocen como en infantiles cuentos de memoria. Y terminada la fiesta
cada uno vuelve con otra máscara, idéntica a su vez a la anterior, a actuar
como que vive, para que otros actúen como que lo creen.
foto tomada de www.ottavionuccio.com
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