sábado, 19 de diciembre de 2015

OC 24 El tirunfo de la Vida

El triunfo de la Vida

Eduardo de la Serna





[Siendo que el Apocalipsis es un libro que a algunos causa temor o sorpresa, sugerimos acompañar la lectura de esta nota con la Biblia en la mano para seguir las ideas principales y las citas]



            En un clima de persecución y martirio, era evidente que las víctimas tendrían dificultades para comunicarse. Es en ese contexto que nacen los diversos apocalipsis judíos y cristianos. Un género literario común y conocido en ese entonces. Todos sabían, por ejemplo, que los apocalipsis hacían como si escribieran muchos años antes, en tiempos de persecuciones anteriores para ir mostrando cómo Dios acompaña a su pueblo en esos momentos de sangre y muerte, y -siempre guiado por su fe en un Dios de la historia- la esperanza de que al final, en un futuro por ahora indeterminado, Dios hará triunfar su proyecto. Un poco generalizando podemos decir que había dos tipos de apocalipsis, unos más “políticos” y otros más “religiosos” (en realidad todo era político y religioso a la vez, se trata de acentos). Unos destacan que aunque muchos sean matados, finalmente el pueblo prevalecerá, al final “triunfará la estirpe de Israel” (Is 45,25); otros, destacan que aunque haya matanzas, al final de los tiempos Dios resucitará a sus amigos (Dn 12,2). Evidentemente, los apocalipsis cristianos, que parten de la resurrección de Jesús, en la que Él triunfa sobre la muerte, deben ubicarse en este último grupo. Jesús fue matado (vencido) pero resucitó (venció) y la misma suerte espera (Ap 13,8) a los fieles que están inscritos en el libro de la vida (Ap 12,11; 17,14; 21,27). 

            Por un lado, entonces, está la Serpiente antigua, Dragón, (unos de los muchos nombres que el Apocalipsis da al mal, a Satanás; Ap 12,9), que actúa por intermedio de una Bestia (13,4), que en este caso es Roma, Babilonia (17,5), la ciudad sangrienta (11,6) y prostituta (17,1-2); por el otro lado está el Cordero (5,6-14; 6,1; 8,1; 12,11), y otra “mujer-ciudad”, la novia del cordero (19,7; 21,9), la “Jerusalén del cielo” (21,9). Así, la matanza, la sangre está “localizada” en Roma, que mata a los seguidores del Cordero, y por otra está la Iglesia, que es matada pero que vive. Es interesante –por ejemplo- notar las diferentes cosas que se afirma que “no habrá” en la nueva Jerusalén: no hay mar (lugar o sede de los demonios; 21,1), no hay santuario (21,22), no hay sol (21,23), muerte (21,4; la muerte, muere, 20,14), no hay noche (21,25; 22,5), no hay maldición (22,3)... porque los que están con el Cordero (22,4) están plenamente vivos, resucitados (22,14).

            La ciudad de las siete colinas (Roma, 17,9) está empapada en sangre (17,6; 18,24; 19,2), y mata a quienes no la adoren, a quienes no den culto al Emperador (así como los números romanos se escriben con letras, así también ocurre en hebreo; y decir “Nerón es César” suma 666; ver 13,11-18), a quienes no adoren la imagen del emperador que se encuentra en las ciudades imperiales, esos tales son los elegidos, los “salvados” que serán 144.000 es decir 12 x 12 x 1000 (doce es el Pueblo de Dios, las Tribus de Israel, los apóstoles y mil es un número inmenso; con lo que quiere decir que la totalidad del pueblo de Dios se salvará; 14,1.4; ver 21,14). La persecución durará un tiempo (3 años y medio, o 42 meses, o 1260 días; la mitad de 7, el número perfecto); en ese tiempo la mujer (Iglesia) será llevada al desierto (12,6), pero allí Dios la protegerá, la alimentará, pero al final, vendrá la Jerusalén celestial, y será el triunfo de la vida y de la paz.

            Para muchos, el Apocalipsis es un libro de “miedo”, y nunca faltan algunos que lo usan para comunicar miedo a otros; pero -como vemos- es un libro que invita a la fidelidad, a mantenerse fieles al camino de Jesús, unidos a Jesús. Incluso en momentos tan dramáticos como la persecución y el martirio, se nos dan razones para la esperanza, para mantenernos fieles. Pero no una fidelidad individual, como la que tienen algunos que no se preocupan del testimonio que dan ante los demás, sino una fidelidad comunitaria, fidelidad de un pueblo. 

            En nuestra América Latina parecen haber pasado los tiempos de persecución y martirio, aunque nunca faltan sicarios de la muerte, adoradores de la Bestia, que hoy no es Roma, pero puede ser la droga, el dólar, el poder... También habrá y hay algunos que creen conformarse con una suerte de fidelidad individual, pero que escandaliza a los pequeños, al pueblo fiel y perseguido por el hambre, los desplazamientos y la violencia. Y también hay otros que se mantienen fieles al Dios de la paz y la vida, y unidos a Cristo, matado por Roma y resucitado por su Dios Padre-Madre abren senderos de vida para los pueblos. Esos son los que dan testimonio, en nuestro tiempo, de que la violencia (6,3-4), la injusticia (6,5-6) y la muerte (6,7-8) tendrán un poder real, pero que durará poco tiempo y que serán finalmente derrotados por el jinete del caballo blanco de la resurrección, que los vencerá definitivamente (19,11-16). Y con él, festejarán sus amigos (19,9).



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