La predicación de Pablo
Eduardo de la Serna
No
sabemos con seguridad cómo era el modo de evangelizar que tenía Pablo.
La narración de Hechos de los Apóstoles es sin duda esquemática y
teológica, y Lucas la repite de modo idéntico en todos los casos. En
cambio, hay dos elementos que emergen de las cartas que nos permiten
vislumbrar la metodología paulina.
Para
comenzar, sabemos que Pablo trabajaba manualmente (1 Cor 4,12; ver 2
Tes 3,8). Esto no es solamente un tema económico. Para el mundo
greco-romano, el trabajo es propio de los esclavos; un hombre importante
se dedica al ocio, a “filosofar”, el trabajo es propio de servidumbre,
de los esclavos. Obviamente, es muy diferente la concepción judía del
trabajo. Los más importantes rabinos trabajaban, Jesús trabajaba, y
también Pedro. No es diferente el caso de Pablo, que por lo que parece
trabajaba fabricando y reparando tiendas, es decir, carpas (Hch 18,3).
Multitud de caravanas atravesaban los caminos del imperio romano
llevando y trayendo mercadería hacia los puertos para -desde allí-
atravesar los mares en temporada, o a las grandes ciudades, para
proveerlas de lo necesario. Esas caravanas, necesitaban carpas para las
paradas en los caminos y desiertos, y era oportuno repararlas o
proveerse de nuevas en las mismas ciudades donde se llegaba esperando
nuevos embarques. Hacia allí se dirige Pablo: no es por casualidad que
muchas de las comunidades fundadas por él se ubican en puertos o lugares
centrales de las vías romanas.
No
es improbable que un fabricante de tiendas se dirija al “barrio de los
tejedores” y allí consiga trabajo para la estancia en la ciudad. Una vez
en su puesto de trabajo, como buen oriental, Pablo habla interminablemente
mientras cose tiendas. Así, trabajando -y no siendo mantenido por la
comunidad, por lo que “no les debe nada” (ver 1 Cor 9,18)- Pablo va
predicando a los clientes, transeúntes y vecinos. Así, entre los vecinos
se va preparando el terreno para el nacimiento de una pequeña
comunidad, pero también entre los mercaderes, Pablo “siembra”. Estos se
irán a otros puertos, en otras direcciones, sin rumbo conocido, pero el
Evangelio ya ha sido sembrado. Nadie sabe dónde irán, cómo se
desarrollará, ni qué pasará, pero “Cristo es predicado” (Fil 1,18); al
fin y al cabo, si Pablo predica “Dios es el que da el crecimiento” (1
Cor 3,6).
Por
otro lado, es bastante probable que Pablo los sábados participara de
los lugares judíos de reunión y oración (es interesante que la palabra
“sinagoga” no aparece ni una sola vez en los escritos paulinos) y allí
tomara en alguna ocasión la palabra. Entre los nombres de discípulos que
encontramos en las cartas de Pablo, hay bastantes nombres judíos como
puede verse en los saludos de Rom 16,3-16.
De
este modo podemos distinguir por un lado aquellos a los que Pablo
predica pero luego siguen su propio camino, de aquellos a los que
predica, judíos y paganos, y forman más de una pequeña comunidad
-“Iglesias”- en la ciudad.
En
algunos casos, Pablo permanece bastante tiempo en las ciudades formando
las comunidades y predicando; tal parece el caso de Efeso y Corinto,
por ejemplo (ver Hech 18,11; 19,10). En otras ciudades, Pablo es
expulsado a causa de conflictos, de los que hablaremos en otra ocasión;
tal es el caso de Filipos, y Tesalónica (Hch 16 y 17; 1 Tes 2,2.17).
Pero
una vez ocurrido el alejamiento de las comunidades, sea por el comienzo
de nuevas misiones, o por la expulsión, en muchas ocasiones surgen
dudas, preguntas, novedades, conflictos que requerirían la presencia del
Apóstol. Es en este contexto en el que surge un nuevo modo
evangelizador: las cartas. Estas son con frecuencia un reemplazo de la
presencia de Pablo; incluso en alguna ocasión da una breve respuesta a
la pregunta mientras que lo demás “lo dispondré cuando vaya” (1 Cor
11,34). Es importante señalar que Pablo no escribe cartas para
desarrollar temas, sino que todas sus cartas nacen de ocasiones
particulares surgidas de las comunidades. Pablo es un pastor, un
evangelizador, e incansablemente predica sea por escrito, desde su lugar
de trabajo, en el lugar de reunión de las comunidades judías, las
comunidades, las calles y caminos. Como al profeta Jeremías, a Pablo la
palabra “le quema por dentro” (ver Jer 20,9), el “tiempo es corto” (1
Cor 7,29) y no hay tiempo que perder, para eso también Pablo fue
“separado desde el seno de mi madre” y llamado por su gracia (Gal 1,15):
“¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Cómo creerán en aquel a
quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rom 10,14).
Foto tomada de http://buildingawhale.blogspot.com/2011/08/la-tienda-beduina.html
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