Las huellas de la memoria
Eduardo
de la Serna
Una de las características
de los “hombres de Dios” a los que se suele llamar “profetas” en la Biblia es
la memoria. Su característica, al decir del gran Abraham Herschel, es tener una
profunda “sim-patía” con Dios, es
decir “sentir lo que siente Dios”, “con-sentir”. Para eso, el “hombre de Dios”
(ish elohim) mira, escucha, palpa la realidad. Ha sabido reconocer los pasos de
Dios en la historia, y por lo mismo ha sabido ver bendiciones y castigos de
Dios a su pueblo en tal o cual momento. Por eso, precisamente por eso, el
profeta [que incluye mujeres, por cierto] al “ver” el presente, al “sentir”
esta o aquella realidad puede hablar “en nombre de Dios” y decir “si no
cambiamos”, o “si seguimos así” Dios hará esto o aquello. Una profunda conexión
entre la mirada del pasado y la mirada del presente permite vislumbrar el
futuro.
Un gran profeta como
monseñor Romero pudo decir con total convicción “Dios llora”, “Dios está
defraudado con lo que estamos viviendo” o “en nombre de Dios les ordeno, cese
la represión”. Su conexión con Dios no viene dada por cosas “extraordinarias”
sino por saber ver la realidad y mirando el pasado poder vislumbrar el futuro.
Nuestro país, un 24 de marzo
(curiosa fecha del inicio del golpe genocida en Argentina y – 4 años más tarde –
el asesinato de monseñor Romero), empezó una profunda noche oscura. Noche de la
desmemoria, el silencio, las desapariciones. La verdad fue la gran víctima:
nada se decía, nada se recordaba, nada se sabía. Y quienes podían hablar
(obispos, prensa, países extranjeros) eligieron callar en su gran mayoría.
Hoy, muchos años después, la
memoria empieza a aflorar. Es mucho lo todavía callado. Hay archivos todavía
escondidos, o guardados. Hay jueces y fiscales que tapan o disimulan, quizás
esperando que el tiempo ponga fin o que mañana alguno de los candidatos que
desde hace años ellos vienen preparando ponga nuevos mantos de olvido o
desmemoria. ¡Cuántos secretos guardan los cajones! (cajones episcopales,
judiciales, empresarios…). Y hay también memoria viva, camino andado con
tropiezos, con esperanzas, con fiesta, con firmeza.
Es de esperar que si
queremos dirigirnos en una dirección para mañana, sepamos mirar las huellas.
Las huellas de los torturadores, las huellas de los cómplices económicos,
sindicales, religiosos o las huellas de quienes buscaban un mañana mejor para
todos. Y mirando esas huellas que unen el pasado y el presente sepamos ver hacia
qué mañana nos conducen. No es difícil ser profeta, es cuestión de saber mirar.
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