sábado, 19 de diciembre de 2015

Las huellas de la memoria



Las huellas de la memoria

Eduardo de la Serna



Una de las características de los “hombres de Dios” a los que se suele llamar “profetas” en la Biblia es la memoria. Su característica, al decir del gran Abraham Herschel, es tener una profunda “sim-patía” con Dios, es decir “sentir lo que siente Dios”, “con-sentir”. Para eso, el “hombre de Dios” (ish elohim) mira, escucha, palpa la realidad. Ha sabido reconocer los pasos de Dios en la historia, y por lo mismo ha sabido ver bendiciones y castigos de Dios a su pueblo en tal o cual momento. Por eso, precisamente por eso, el profeta [que incluye mujeres, por cierto] al “ver” el presente, al “sentir” esta o aquella realidad puede hablar “en nombre de Dios” y decir “si no cambiamos”, o “si seguimos así” Dios hará esto o aquello. Una profunda conexión entre la mirada del pasado y la mirada del presente permite vislumbrar el futuro. 

Un gran profeta como monseñor Romero pudo decir con total convicción “Dios llora”, “Dios está defraudado con lo que estamos viviendo” o “en nombre de Dios les ordeno, cese la represión”. Su conexión con Dios no viene dada por cosas “extraordinarias” sino por saber ver la realidad y mirando el pasado poder vislumbrar el futuro.

Nuestro país, un 24 de marzo (curiosa fecha del inicio del golpe genocida en Argentina y – 4 años más tarde – el asesinato de monseñor Romero), empezó una profunda noche oscura. Noche de la desmemoria, el silencio, las desapariciones. La verdad fue la gran víctima: nada se decía, nada se recordaba, nada se sabía. Y quienes podían hablar (obispos, prensa, países extranjeros) eligieron callar en su gran mayoría.

Hoy, muchos años después, la memoria empieza a aflorar. Es mucho lo todavía callado. Hay archivos todavía escondidos, o guardados. Hay jueces y fiscales que tapan o disimulan, quizás esperando que el tiempo ponga fin o que mañana alguno de los candidatos que desde hace años ellos vienen preparando ponga nuevos mantos de olvido o desmemoria. ¡Cuántos secretos guardan los cajones! (cajones episcopales, judiciales, empresarios…). Y hay también memoria viva, camino andado con tropiezos, con esperanzas, con fiesta, con firmeza. 

Es de esperar que si queremos dirigirnos en una dirección para mañana, sepamos mirar las huellas. Las huellas de los torturadores, las huellas de los cómplices económicos, sindicales, religiosos o las huellas de quienes buscaban un mañana mejor para todos. Y mirando esas huellas que unen el pasado y el presente sepamos ver hacia qué mañana nos conducen. No es difícil ser profeta, es cuestión de saber mirar.

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