Otra osadía de Pablo: los esclavos
Eduardo de la Serna
Sería algo fuera de contexto
pretender que Pablo tomara, frente a muchos temas, actitudes como las que hoy
tomamos con toda naturalidad. Un ejemplo evidente, en este sentido, es la
actitud frente a la esclavitud. En el mundo antiguo, y hasta no hace demasiado
tiempo, la esclavitud era vista como algo “normal”. Por ejemplo, así se expresa
Santo Tomás: "La esclavitud es moral y según el derecho, como dice el Filósofo".
Por tanto, pretender en Pablo actitudes “libertarias” sería algo anacrónico, “fuera
del tiempo”.
Sin embargo, sí podremos notar que
hay actitudes del Apóstol que abren caminos para futuras transformaciones.
Para comenzar es necesario
comprender cómo se entendía la esclavitud en Israel, entre judíos. Para eso es
fundamental comprender que un judío se ve como “hermano” de otro judío. Por
tanto, es impensable que el otro sea
maltratado, o esclavizado. Si alguien, por deudas económicas, debía entregarse
como esclavo de otro, éste debía tratarlo como un jornalero (Lev 25,39);
teniendo en cuenta -además- que esta situación tenía un término fijado por la
ley de Dios (Dt 15,12; ver Jer 34,9). Hasta tal punto debe ser bien tratado el “esclavo”,
que se contempla la posibilidad de que cuando es liberado, éste no quiera dejar
a su “amo” (Ex 21,6). La razón fundamental de todo esto es, precisamente, que
ese tal es un hermano y como tal debe ser tratado.
En el mundo greco-romano, en cambio,
la esclavitud era una cosa compleja; no era lo mismo un esclavo cautivo de
guerra, un esclavo delincuente, que un esclavo por deudas. El trato mismo es
diferente; no debemos olvidar que en esa sociedad eran los esclavos quienes
trabajaban mientras los amos se dedicaban a “filosofar”, así un esclavo tenía
cierta libertad de movimiento, de comerciar, de viajar. Claro que si ese tal
esclavo estafaba a su amo, sería capturado y sometido a todo tipo de tormentos
sin derecho a réplica.
Mirando los escritos de Pablo, la
idea de esclavitud la encontramos fundamentalmente de dos modos, una simbólica,
como -por ejemplo- cuando dice que éramos “esclavos del pecado” (Rom 6,6) o “de
la ley” (Ga 4,22-31) y somos “esclavos de la justicia” (Rom 6,18), y la otra
realista, como al referirse a aquellos que son realmente esclavos. ¿Qué
dice, en este último caso, de los esclavos? Podemos tener en cuenta tres
posibilidades: el esclavo cristiano de amo cristiano, el esclavo cristiano de
amo no cristiano y el esclavo ante sí mismo. Podríamos resumir estas tres
posibilidades diciendo que al esclavo de amo no cristiano, Pablo parece pedirle
que dé testimonio de la fe que vive; al esclavo frente a sí mismo, que se sepa
liberado por Cristo, y al esclavo de amo cristiano, que mutuamente se comporten
como hermanos.
El cristiano Filemón tenía un
esclavo, Onésimo, que parece que se fugó robándole (Flm v.15 y v.18). Pablo lo
encuentra -probablemente en Éfeso- y le anuncia el Evangelio. Convertido Onésimo
(v.10), Pablo lo envía de regreso a Filemón con una carta, que actúa como
salvoconducto, diciendo que Pablo mismo pagará lo que Onésimo le debe (v.19),
invitándolo a tratarlo como hermano (v.16), y a su vez convencido que Filemón
hará más aún, lo que supone que será liberado (v.21).
A los esclavos en general, Pablo los invita a sentirse “libertos” –comprados
para ser liberados- de Cristo (1 Cor 7,22), y les dice que si puede conseguir
la libertad, que “aproveche” (literalmente, el texto dice: “¿esclavo fuiste
llamado? No te preocupes. Pero si puedes ser liberado, entonces aprovecha”, 1
Cor 7,21).
La actitud que está en el corazón de
esta idea paulina tiene su origen en el bautismo, ya que allí somos “sumergidos
en Cristo”, y estando “en él” se
disuelven todas las diferencias tanto religiosas (judíos y griegos), sociales
(esclavos y libres) y de género (varón y mujer), todos somos “uno en Cristo”
(Gal 3,28). El bautismo nos hace “hermanos”, y entonces, al igual que en
Israel, los miembros del “Israel de los tiempos mesiánicos” deben mirarse los unos a los otros como verdaderos
hermanos. Y resulta inconcebible que -más allá de la “naturalidad” de la
institución de la esclavitud- un hermano sea tratado de otra manera a como se
tratan los hermanos entre sí. Aunque, mirando más profundamente esta
fraternidad, ciertamente lo más lógico es “hacer más que lo que” Pablo dice, y
los esclavos sean liberados.
De todos modos, también resultaría
falso negar las muy variadas formas de esclavitud que todavía subsisten, o son
inventadas: "El Apóstol escribió... «no hay esclavo ni libre». Y sin
embargo ¡cuántas generaciones han sido necesarias para que en la historia de la
humanidad, este principio se llevara a la práctica con la abolición de la
esclavitud! ¿Y qué decir de tantas formas de esclavitud a las que están
sometidos hombres y pueblos, y que todavía no han desaparecido de la escena de
la historia?" (Juan Pablo II, Sobre la dignidad de la mujer, 24).
Foto tomada de www.verparacreer.net
Dibujo tomado de http://www.tinterociudadano.com.mx/?p=244
No hay comentarios:
Publicar un comentario