sábado, 19 de diciembre de 2015

OC 8 Pablo y los esclavos


Otra osadía de Pablo: los esclavos


Eduardo de la Serna




            Sería algo fuera de contexto pretender que Pablo tomara, frente a muchos temas, actitudes como las que hoy tomamos con toda naturalidad. Un ejemplo evidente, en este sentido, es la actitud frente a la esclavitud. En el mundo antiguo, y hasta no hace demasiado tiempo, la esclavitud era vista como algo “normal”. Por ejemplo, así se expresa Santo Tomás: "La esclavitud es moral y según el derecho, como dice el Filósofo". Por tanto, pretender en Pablo actitudes “libertarias” sería algo anacrónico, “fuera del tiempo”.
            Sin embargo, sí podremos notar que hay actitudes del Apóstol que abren caminos para futuras  transformaciones. 
            Para comenzar es necesario comprender cómo se entendía la esclavitud en Israel, entre judíos. Para eso es fundamental comprender que un judío se ve como “hermano” de otro judío. Por tanto, es impensable que el otro sea maltratado, o esclavizado. Si alguien, por deudas económicas, debía entregarse como esclavo de otro, éste debía tratarlo como un jornalero (Lev 25,39); teniendo en cuenta -además- que esta situación tenía un término fijado por la ley de Dios (Dt 15,12; ver Jer 34,9). Hasta tal punto debe ser bien tratado el “esclavo”, que se contempla la posibilidad de que cuando es liberado, éste no quiera dejar a su “amo” (Ex 21,6). La razón fundamental de todo esto es, precisamente, que ese tal es un hermano y como tal debe ser tratado.
            En el mundo greco-romano, en cambio, la esclavitud era una cosa compleja; no era lo mismo un esclavo cautivo de guerra, un esclavo delincuente, que un esclavo por deudas. El trato mismo es diferente; no debemos olvidar que en esa sociedad eran los esclavos quienes trabajaban mientras los amos se dedicaban a “filosofar”, así un esclavo tenía cierta libertad de movimiento, de comerciar, de viajar. Claro que si ese tal esclavo estafaba a su amo, sería capturado y sometido a todo tipo de tormentos sin derecho a réplica. 
            Mirando los escritos de Pablo, la idea de esclavitud la encontramos fundamentalmente de dos modos, una simbólica, como -por ejemplo- cuando dice que éramos “esclavos del pecado” (Rom 6,6) o “de la ley” (Ga 4,22-31) y somos “esclavos de la justicia” (Rom 6,18), y la otra realista, como al referirse a aquellos que son realmente esclavos. ¿Qué dice, en este último caso, de los esclavos? Podemos tener en cuenta tres posibilidades: el esclavo cristiano de amo cristiano, el esclavo cristiano de amo no cristiano y el esclavo ante sí mismo. Podríamos resumir estas tres posibilidades diciendo que al esclavo de amo no cristiano, Pablo parece pedirle que dé testimonio de la fe que vive; al esclavo frente a sí mismo, que se sepa liberado por Cristo, y al esclavo de amo cristiano, que mutuamente se comporten como hermanos. 
            El cristiano Filemón tenía un esclavo, Onésimo, que parece que se fugó robándole (Flm v.15 y v.18). Pablo lo encuentra -probablemente en Éfeso- y le anuncia el Evangelio. Convertido Onésimo (v.10), Pablo lo envía de regreso a Filemón con una carta, que actúa como salvoconducto, diciendo que Pablo mismo pagará lo que Onésimo le debe (v.19), invitándolo a tratarlo como hermano (v.16), y a su vez convencido que Filemón hará más aún, lo que supone que será liberado (v.21).
A los esclavos en general, Pablo los invita a sentirse “libertos” –comprados para ser liberados- de Cristo (1 Cor 7,22), y les dice que si puede conseguir la libertad, que “aproveche” (literalmente, el texto dice: “¿esclavo fuiste llamado? No te preocupes. Pero si puedes ser liberado, entonces aprovecha”, 1 Cor 7,21). 
            La actitud que está en el corazón de esta idea paulina tiene su origen en el bautismo, ya que allí somos “sumergidos en Cristo”, y estando “en él” se disuelven todas las diferencias tanto religiosas (judíos y griegos), sociales (esclavos y libres) y de género (varón y mujer), todos somos “uno en Cristo” (Gal 3,28). El bautismo nos hace “hermanos”, y entonces, al igual que en Israel, los miembros del “Israel de los tiempos mesiánicos” deben mirarse los unos a los otros como verdaderos hermanos. Y resulta inconcebible que -más allá de la “naturalidad” de la institución de la esclavitud- un hermano sea tratado de otra manera a como se tratan los hermanos entre sí. Aunque, mirando más profundamente esta fraternidad, ciertamente lo más lógico es “hacer más que lo que” Pablo dice, y los esclavos sean liberados.
            De todos modos, también resultaría falso negar las muy variadas formas de esclavitud que todavía subsisten, o son inventadas: "El Apóstol escribió... «no hay esclavo ni libre». Y sin embargo ¡cuántas generaciones han sido necesarias para que en la historia de la humanidad, este principio se llevara a la práctica con la abolición de la esclavitud! ¿Y qué decir de tantas formas de esclavitud a las que están sometidos hombres y pueblos, y que todavía no han desaparecido de la escena de la historia?" (Juan Pablo II, Sobre la dignidad de la mujer, 24).



Foto tomada de www.verparacreer.net

Dibujo tomado de http://www.tinterociudadano.com.mx/?p=244

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