El Israel de los últimos tiempos: judíos y paganos
Eduardo de la Serna
Si miramos la historia posterior al
cristianismo de los orígenes, empezando por los Hechos de los apóstoles, o
especialmente, una “historia de la Iglesia”, pareciera que casi desde el
principio, los seguidores de Jesús se descubrieron como una suerte de “nueva
religión”, fundada por Cristo (“cristianos”) y que era distinta de Israel (“judaísmo”).
Esto se agravó notablemente cuando entre judíos y cristianos se desataron
conflictos, y -por ejemplo- los cristianos acusaban a los judíos de “deicidas”
(asesinos de dios). Pero, ¿eso se puede encontrar en la Biblia?, ¿realmente los
cristianos desde el comienzo se vieron a sí mismos como “otra religión”?
Por el contrario, todo parece
indicar que el grupo de los seguidores de Jesús se ve a sí mismo como una “secta”
más de las muchas que había en el mismo judaísmo, como lo eran los fariseos,
saduceos, esenios, y otros. Como ocurría con cada uno de estos grupos, era
mucho lo que tenían en común, pero había cosas que los diferenciaban, Los “nazarenos”
(Hch 24,5) o los “seguidores del camino” (Hch 9,2) -como parecen haber sido
llamados en un comienzo- iban aportando novedades que iban profundizando cada
vez más (lo cual es habitual en una secta, ya que para profundizar su identidad
debe acentuar lo que la diferencia antes que aquello que tiene en común con los
demás grupos), como ser el lugar de Jesús en esa historia, la relativización de
instituciones importantes de Israel como el Templo, la circuncisión o la Ley.
Para muchos judíos, los “otros”, los
“paganos”, las “naciones”, los “griegos” eran tenidos como “perros” y los despreciaban;
otros, los veían así pero se los podía admitir en el grupo judío si se
acercaban (“prosélitos”) y recibían la circuncisión, que los haría “hermanos”.
Los seguidores de Jesús, que se siguen viendo como parte de Israel, hacen suyos
muchos textos de la Biblia judía que hablaban de que los demás pueblos -al
final, en los “últimos días”- se
acercarán a Israel y recibirán a Yavé (ver Tob 13,1; Is 45,14; 60,5-6; 61,5;
66,18; Sof 3,9-10; Zac 8,20-22). Pero para participar de este “Israel de los últimos
tiempos” ya no es necesaria la circuncisión, sino unirse plenamente a Cristo, “el
mediador”, por el bautismo, que es como una “circuncisión del corazón” (ver Deut 10,12-22 y Rom 2,25-29). Esta es la “nueva alianza” que Dios sella con su pueblo: no con otro pueblo,
sino con el mismo pueblo, de un modo nuevo (Jer 31,31-34; ver 1 Cor 11,25; 2
Cor 3,6). Así, este nuevo grupo, se ve como el “Israel de Dios” (ver Gal 6,16),
conformado por aquellos que han aceptado la propuesta de Jesús y se han unido a
él (por la fe), incluso aquellos provenientes del mundo pagano, o seguramente
un Israel con espíritu a diferencia del “Israel según la carne” (1 Cor 10,18).
Para ser precisos: los primeros
cristianos (y esto parece probable de afirmar para prácticamente todo el Nuevo
Testamento), no se ven a sí mismos como una nueva religión sino como verdaderos
israelitas, conforme a lo señalado por los profetas.
Es verdad que creerse el “verdadero
Israel” es algo característico de muchos de los diversos grupos judíos (como es
el caso, por ejemplo, de los miembros del grupo esenio de Qumrán); pero aquí lo
que nos interesa señalar es que cada vez es más evidente entre los estudiosos
que el cristianismo y el judaísmo no rompieron definitivamente entre sí hasta
bastante más adelante en la historia (probablemente a mitad del siglo II; de
hecho, la palabra “cristianismo” se usa por primera vez en el s.II, Ignacio de
Antioquía).
Por cierto, y lo hemos visto en
estas páginas, dentro del mismo grupo cristiano, a muchos les costaba aceptar
esto, y pretendían que los paganos que se incorporaban a la Iglesia debían
previamente circuncidarse (Hch 15,1). Esto, obviamente, demuestra que el grupo
cristiano se seguía sintiendo parte plena de Israel. Otros, también lo hemos
visto, con Pablo como abanderado, pero no el único, sostenían que la unión
plena con Cristo (por la fe y el bautismo) era lo único necesario para estar
plenamente unidos (justificados) con Dios; y todo lo anterior, representado en
la circuncisión, era propio de los “viejos tiempos”, ahora reemplazados por la “novedad”
que Jesús trajo a la historia. Pero siempre dentro de Israel.
Es necesario recordar que falsas
lecturas de estos textos llevaron a diferentes aberraciones de la historia, la
más emblemática, el Holocausto judío de la Segunda Gran guerra. Muchos sectores
de la Iglesia no vieron esto como demasiado preocupante, y hasta se insinuó un
(nuevo) castigo divino por el asesinato de Jesús. Así, algo absolutamente cruel
e inhumano, y por tanto, anti-cristiano como una guerra y un genocidio, fue
casi bendecido por sectores cristianos que olvidaron el Evangelio, el
mandamiento del amor, y mirar con compasión a aquellos que luego Juan Pablo II
llamó “nuestros hermanos mayores”.
Seguramente muchos hermanos en
nuestros días, indígenas, negros, y tantos y tantas despreciadas o tenidos como
“perros” en nuestros días, esperarán que nuestras comunidades misioneras
empiecen el encuentro simplemente con un abrazo.
Dibujo tomado de http://diarioberea.blogdiario.com/1269301500/
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