No podemos callar
lo que hemos visto y oído
Eduardo de la Serna
I.
En los ojos de Rufina
Se ve un pueblo que ha sufrido
Llorando gotas de sangre
Su vientre abierto y partido.
En las manos de la tierra
Se palpa el dolor campesino
Regada a balas y metralla
Batallones, genocidios…
En los pies de las ancianas
Hay caminos sin sentido
Desplazadas de la vida
Descalzas entre los espinos
En las espaldas del pueblo
Encorvado casi hasta el piso
Se huele el hambre, y sin trabajo
Se quiebran los sueños perdidos.
En las manos de los niños
Abandonando un triciclo
Se grita aferrando un juguete
Un mañana interrumpido.
II.
Y en esa nada que avanza
Vibra allá un faro encendido
Se oye una voz, un susurro,
Son las entrañas en grito.
Una palabra que habla
Un Evangelio vivido
Un púlpito donde se escucha
Un idioma que antes no se ha oído.
Un profeta que transita
Abriendo nuevos caminos
Y que revela miserias
Con sus nombres y apellidos.
Y que molesta… incomoda,
Porque supo tomar partido
(no quedándose a medias aguas)
Por los pobres y oprimidos.
Y si molesta, ¡se calla!
Un sicario a domicilio
Una bala dirigida
Justo al centro del martirio.
III.
Tanta sangre derramada
En masacres y homicidios
En resistencia, esperanza
Y Evangelio compartido.
Da frutos un día de mayo
Un mártir reconocido,
Un santo que vive en su pueblo,
¡algo dicho y repetido!
Y aunque quieran ponerte agua,
Sos espada de dos filos
Que revela desde el lugar del pobre
Dónde está el sufriente, el caído.
Dónde se encuentra al hermano,
Aquel al que otro ha herido,
Para vendarlo y cuidarlo
¡Es hermano preferido!
Porque marcás un camino,
Hoy te hemos reconocido,
enséñanos a seguirlo siempre
Romero, ¡mártir, profeta, amigo!
Este verso puede verse en
Foto tomada de www.estrategiaynegocios.net
acompañado de fotos y música
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