Quiero imaginar algunas cosas…
Eduardo
de la Serna
Imagino al “patrón de estancia”, siempre bueno,
condescendiente, hasta paternal con la “peonada”,
o los “puesteros”. Tan superior, él. ¿Así
que don Clemente y doña Juana no pueden tener hijos? “Déjelo en mis manos, Clemente. Yo me ocupo”. Total, si hasta no
hacía mucho uno podía adoptar chicos ante escribano, casi como una escritura,
como comprar un auto, o una casa… “¿Sabe,
Clemente? Mejor no levantar mucha polvareda. ¡Vio cómo son las cosas! Lo ideal
es que lo anotemos (así, en primera persona del plural, lo imagino) como hijo suyo. Yo le consigo el
certificado. Tengo muchos médicos amigos… y curas. Si al fin y al cabo – usté lo
sabe – mis amigos políticos me deben algún favorcito. Usté déjelo en mis manos,
Clemente. Yo me encargo. Eso sí, eh! Es un secreto entre nosotros; ¿no le
parece?” Y Clemente, con esa sencillez del hombre de campo, ¿cómo va a
dudar de don “Pancho”, siempre tan bueno? Si hasta fue candidato a concejal suplente
por la Unión-Pro en el 2007, detrás de Julián Abad, vice de la rural y jefe de
la Cámara empresaria. Todavía recordamos cuando don Pancho nos contaba lo que
don Julián dijo al lanzar las listas: “nos sentimos
identificados con estos empresarios –como Mauricio Macri y De Narvaez – que
deciden dejar la actividad para saltar a la política. Nosotros estamos haciendo
lo mismo”. Claro
que en el 2009 hubo líos en la interna y don Julián no pudo presentarse, pero
esa es otra historia. En fin y al cabo, ¿cómo no aceptar lo que don Pancho
propone?, “¡es tan bueno con nosotros!”
Pero don Pancho se murió un
día. Casi, casi un 24 de marzo, el 26 de marzo de 2014, a los 74 años. El
diario El Popular, lo despidió solemnemente: “Dolor por el fallecimiento de ‘Pancho’ Aguilar (…) Profundo dolor causó
ayer en amplios círculos de la comunidad local la noticia del fallecimiento del
señor Carlos Francisco Aguilar (Pancho), un reconocido y apreciado vecino olavarriense”.
Y muerto el Pancho, se acabó el motivo de guardar el silencio, “¿No te parece, Juana? ¿Le decimos a
Ignacio?” y parece que esperaron al cumpleaños, el 2 de junio – o al día que
fecharon como tal – y le contaron que es adoptado. Y dicen que sabido, Celeste
le dijo a su compañero que fueran (siempre en plural, otro plural) al Banco
Nacional de Datos Genéticos. ¡Grande Celeste! ¡Grande Ignacio! (Dios los cría…)
Y poco después, algo estalló. Algo enorme.
Me contaba un amigo
brasileño cuando vino a la Argentina que cuando le preguntan el “nombre”, dijo: ‘Pedro’, pero cuando le
preguntaron el “apellido” dijo “- No tengo”. Flor de lio se armó hasta
que se pusieron de acuerdo el portugués y el castellano con la diferencia entre
apellido y sobrenombre, en ambas lenguas. Parece bastante más sensato el
portugués – y en eso, por ejemplo, es como el francés y otras lenguas – porque “apellido” viene de cómo uno es llamado,
que es lo que decimos del “sobrenombre”; y “sobre
nombre” es lo que está “por encima del nombre”, que es lo que decimos del
apellido. En ese caso se refiere al modo
en que a uno lo llaman, tenga el nombre que tenga… “Cacho”, “Nacho”, o hasta “Pancho”,
por ejemplo. Y es evidente que aunque se llame Ignacio lo llamarán Guido en lo
de Carlotto; y aunque se llame Guido lo llamarán Ignacio – o Pacho – en
Olavarría. Pero lo cierto es que Guido-Ignacio, o Ignacio-Guido es Hurban por
Cariño, es Montoya Carlotto por sangre… y por propia decisión. Y es argentino
para felicidad y conmoción de casi todos.
Pero esto de la memoria me
invita a seguir imaginando. Porque imagino una contradicción en ciertos sectores
que se niegan a la memoria, que se niegan a que conozcamos y miremos lo andado.
Memoria rima con historia. Y cuando hay una “historia oficial”, monolítica, ortodoxa, ya no hace falta otra, ¡no
debe haber otra! Eso del revisionismo se parece a la herejía. Y como a veces además
de dueños de tierras, propiedades y empresas son dueños de la palabra, pueden hasta
“nombrarla”: “revanchismo”, “setentismo”, “relato”, la llaman entre otras. Porque curiosamente, por momentos
parece que quisieran que volvamos al 78. “En el 78 éramos dueños de la vida, de
entregar hijos a quienes lo decidíamos, a controlar la prensa dando el Papel a
quien queríamos, y a manejar la economía como queríamos. Si hasta a nuestra
casa de Palermo venía el presidente emocionado – como se emocionó en el Mundial
– y lo aplaudíamos todos. Definitivamente en el 78 la Argentina era otra. Era nuestra.
Ahora, en cambio, vienen estos, con ‘la
Carlotto’ a la cabeza, o estos con el discursito de ‘memoria, verdad y justicia’, que no vienen a la rural a que les
expliquemos economía, que no quieren hacerle caso a Griesa, un juez
independiente, que nos alejan del mundo… Definitivamente las cosas han
cambiado. Menos mal que, de todos modos, no nos fuimos del todo y tenemos
Medios que nos defienden, amigos de afuera que nos aplauden, y hasta candidatos
que sabrán darnos el lugar que nos merecemos en la “nueva Argentina”, “Pro”, “Renovada”
que sabrá vender como nueva la esperada vuelta al 78. Si hasta a lo mejor, quizás
ganemos un mundial”.
Dos historias confluyen en
un mismo acontecimiento, en una misma persona o familia. Como en la cruz confluyen
Jesús y Pilato dando a la misma moneda dos caras antagónicas, la del odio y la
del amor, la del terror y la de la vida, así pudimos esta semana mirar de
frente otra moneda con sus dos caras. En un lado resonaban los grillos y la
tortura, en la otra, un piano tocando jazz; en un lado los rictus de la
amargura y la muerte, en otra las sonrisas y la alegría contenida 36 años; en una
los graznidos carroñeros de quienes se alimentan de sangre y la beben, y en
otra la misma sangre cantando vida, y pronunciando nombres y apellidos; en una
las puertas cerradas de cuarteles y centros clandestinos tabicados, en otra las
puertas abiertas de la casa de las Abuelas; en unas –finalmente – los que están
“hartos con la Dictadura”, los que sueñan con volver a “aquellos tiempos
felices”, los que se creen dueños de estancias y ven la patria como una de
ellas, y los que creen que “la patria es el otro”, que otra Argentina es
posible sin vivir a la sombra de los poderosos comiendo las migajas que caen de
sus mesas, o aceptando su magnanimidad y munificencia, y – sobre todo –
decididos a ser nosotros, a reconocer nuestra identidad, y a aprender de la
memoria. Precisamente porque rima con historia.
Foto tomada de calurososesquimales.seldon.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario