La sonrisa de Laura
Eduardo de la
Serna
Siempre he celebrado con entusiasmo
desbordante cada nieto recuperado. Creo que es una nueva derrota que le
infligimos a la Dictadura cívico-militar. Y ya ese es un motivo suficiente para
celebrar.
Cada encuentro, además, es otro triunfo, el de
la vida. 30.000 hermanos y compañeros fueron asesinados. Cobardemente asesinados,
cruelmente, espantosamente. Ante eso, ante esa noche oscura muchos supimos
oponerle distintas reacciones: el exilio (externo o interno), la resistencia,
la memoria. Las diferentes organizaciones de Derechos Humanos son un magnífico
ejemplo de esto; cada una con sus características propias. Todas en la búsqueda
de “memoria, verdad y justicia”.
Justo en la semana que acabamos de escuchar
que “Mauricio no habría descolgado los
cuadros de Videla”, un nuevo cuadro acaba de colgarse. El cuadro 114.
Cada nieto o nieta es propio, distinto, su
historia lo es, su familia. Y no es justo que sea un número. Uso el “114” solo
por un momento.
Las Abuelas también tuvieron y tienen su
historia, desde Chicha a nuestros días. Algunas siguen buscando, otras se
reencontraron con ellas, otras murieron antes de ver cuánto se parecían unos y
otros. Pero todas son memoria. Y memoria de vida. Lo propio de las Abuelas es que buscan vida, me dijo hace ya mucho
mi amiga Mirta, que fue abogada de Abuelas desde el principio. Y buscar vida es
enfrentar la muerte. Es afrontar un parto. Es confrontar con la impunidad.
Pero la novedad simbólica, que se añade, es
que hoy el “114” se llama Guido. Todos los que sí celebramos que se descolgaran
los cuadros sabíamos que en algún lado Guido estaba caminando. Habíamos oído
hablar de Guido. Temíamos, como seguimos temiendo, que los 400 que faltan se pierdan
la dicha de encontrar a su abuela, de reconocer una sonrisa, de entender un
gusto, palpitar una sensación.
Deseamos que Guido sea un impulso para que
muchas y muchos se pregunten, y elijan sacarse la duda. Que los que tienen
parientes desaparecidos lleven su sangre al banco de datos genéticos, y que
sigamos pudiendo armar el rompecabezas que los genocidas quisieron mantener en
el olvido, en la noche, en la muerte.
Hoy es el día de la vida. “Hoy, desde el cielo, Laura estará sonriendo”
afirmó Estela. Es día de abrazarla a ella y su familia sabiendo que en su casa
también ahora podrá poner cuadros. Es día de fiesta. Pero esos brazos
levantados en el festejo, pronto, muy pronto deberán seguir buscando para que
muchos y muchas puedan seguir reconociendo en sus miradas los ojos que los
buscaron, y celebrar la política de Derechos Humanos, que no es venganza, que
no es mirar para atrás sino – por el contrario – saber que queremos que en nuestro
camino de hoy haya nuevos Guidos, Anahi, y tantas y tantos que, caminando
juntos, gritemos con alegría y esperanza ¡vamos por más! ¡Nunca menos!
cuadro tomado de calaveralma.com.ar
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