Día del cura
Eduardo de la Serna
Desde el Seminario nos hablaban del Cura de Ars, “modelo de
cura”, “patrono de los párrocos”. Incluso Benito XVI -el innecesario- anunció
un “año sacerdotal” (de los muchos “años de…” que anunció) y repitió que el
cura de Ars era modelo.
No voy a analizar el modo de cura que fue san Juan María Vianney
–santo sin lugar a dudas-, en su mundo campesino, y –además- tan distinto al
nuestro. No voy a entrar en temas de “pastoral urbana” que me parecen “modas”
que no me interesan, especialmente porque entiendo que lo suburbano es “otro
mundo” muy diferente.
Podríamos pensar en otro "cura", Brochero. Ahí sí me entusiasma, pero no deja de ser cierto - y lo escribí en este blog en su momento - cómo quisieron "domesticarlo" ya en la misma celebración de su beatificación.
Lo que me interesa es que –en lo personal- el cura de Ars no
es “santo de mi devoción”.
Pero…
Pero hubo un 4 de agosto. Allá por el 1976 donde “otro
modelo” de cura marcó rumbos, señaló caminos y derramó su sangre. Dio la vida
dando vida. Le quitaron la vida porque era dadora de vida.
Y a pesar de tantos episcopales silencios (que permanecen,
callados, timoratos, prudentes) la justicia, el pueblo, y la otra iglesia
posible reconoce a su mártir. Reconoce que en san Enrique Angelelli Dios dijo una palabra. También una palabra –en este caso- para los curas. Marcando un modo de serlo.
San Enrique. Desde tu tierra, con los tuyos, en tu patria te
celebramos. Damos gracias a Dios por tu vida, vida hasta el extremo. Y –sobre
todo- damos gracias a Dios porque en vos nos dejó un modelo de cura, de
ministro, de servicio.
Desde los llanos eternos, rogá por nosotros
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