martes, 28 de octubre de 2014

Comentario Fieles Difuntos



Jesús es el viviente que nos llena de vida
2 de noviembre
Conmemoración de todos los fieles difuntos

Eduardo de la Serna



El ciclo “A” de lecturas continuas se interrumpe este año por la celebración de los fieles difuntos. Como es evidente, las lecturas son escogidas por razones “temáticas” y no por la continuidad del texto bíblico. De todos modos, como lo hemos hecho otras veces, el comentario será al texto bíblico (es decir, no será sobre “los difuntos en la Biblia”, sino a lo que entendemos que dice el fragmento escogido).

Lectura del libro del Apocalipsis    21, 1-5a. 6b-7

Resumen: el vidente del Apocalipsis alude a la “nueva Jerusalén”, un pueblo, que viene de Dios que decide crear todo de nuevo sin dar cabida a la muerte. En esa ciudad los habitantes recibirán gratuitamente de Dios la vida y la felicidad plenas.


El final del libro del Apocalipsis presenta un fuerte contraste entre dos mujeres (prostituta / novia), dos ciudades (Babilonia / Jerusalén), Babilonia arrojada “al mar” (18,21), Jerusalén “baja del cielo” y “ya no hay mar” (21,1.2). Se trata, sin dudas del conflicto entre Roma, “la Gran ciudad” y la Iglesia. 

La unidad literaria, es extensa y ocupa desde 21,1 hasta 22,22, donde se pueden presentar tres sub-unidades: 21,1-8 donde se refiere al “mundo nuevo”, 21,8-27 a la “nueva Jerusalén” y 22,1-5 donde alude al “Paraíso recreado”. El texto litúrgico omite la segunda parte del v.5 y la primera del v.6: “Y añadió: Escribe, que estas palabras mías son verdaderas y dignas de fe. Y me dijo: Se terminó” y el v.8 que es el contraste con el v.7 donde habla del “vencedor”, “en cambio, los cobardes y desconfiados, los depravados y asesinos, los lujuriosos y hechiceros, los idólatras y embusteros de toda clase tendrán su lote en el foso de fuego y azufre ardiente –que es la muerte segunda–“. El sentido de la omisión parece pastoral.

La novedad que va a iniciarse es absoluta, nada de lo antiguo tiene cabida. El “cielo y la tierra” antiguos han desaparecido, como también ha desaparecido el “mar”. Como lo anunciara Isaías (65,17) Dios “creará” (bara’) cielos y tierra nueva, y de “los primeros” no habrá ni “memoria”. En ella no habrá “ni llanto ni quejido” (65,19), pero – como es propio de la literatura profética – se trata de una renovación, no de algo “totalmente nuevo”. El texto de Apocalipsis presenta un contraste evidente entre lo “nuevo” (repetido dos veces) y lo “primero” (también dos veces) que vuelven a encontrarse en el texto (v.2.5 y v.4 respectivamente). “Cielo” y “tierra” son un modo frecuente en la poética hebrea de aludir al todo por dos extremos (se lo llama “merismo”). En ese caso refiere al todo; cuando Gen 1 afirma que “Dios creó el cielo y la tierra” refiere a que creó todo, sin embargo en nuestro texto se excluye el “mar” que “ya no existe”. Siendo que el pueblo judío no es un pueblo marinero (como sí lo son los fenicios), el “mar” es visto como algo adverso, espacio del “mal” (Job 7,12; Is 27,1). Del mar surge la Bestia (13,1.6-7), y allí residen los muertos (20,13). Con la desaparición del mar desaparece, entonces, la muerte.


«Entonces se manifestará su reino sobre toda su creación, entonces el diablo tendrá su fin y la tristeza se alejará con él (…) El mar hasta el abismo se retirará, y las fuentes de las aguas cesarán y los ríos quedarán enteramente secos. Pues el Altísimo dios eterno se alzará solo, aparecerá para tomar venganza de las naciones y destruirá todos sus ídolos» (Test. De Moisés 10,1-7)
«Mas cuando, a partir del cuarto año, brille la gran estrella, que, sola toda la tierra arrasará por causa de la honra que al principio concedieron al soberano Poseidón [dios del mar], llegará desde el cielo una estrella grande hasta el mar divino e incendiará el profundo mar, la propia Babilonia y la tierra de Italia, por la que perecieron numerosos santos y fieles hebreos y el pueblo verdadero» (Oráculos Sibilinos V,155-161)


La “primera / vieja” Jerusalén es “allí donde su Señor fue crucificado” y recibe también los nombres simbólicos de “Sodoma o Egipto” (11,8); esta Jerusalén es “nueva” por el acto (re)creador de Dios, y por eso desciende del cielo. Muchos textos bíblicos y parabíblicos aluden a la “Nueva Jerusalén” – con frecuencia ligada al Edén –, aunque ninguno la describe. Claro que – además – hay que tener presentes que numerosos apocalipsis, tanto judíos como cristianos, como el de “Juan” se escriben cuando Jerusalén ya ha sido destruida por los romanos, por lo que una “nueva” resulta algo razonable. “Nueva” ciertamente dada por Dios, o – en este caso – proveniente “de [apò] Dios” y “desde [ek] el cielo”, es decir, la morada de Dios.

La voz que se escucha ha de ser del ángel que habla con frecuencia en Apocalipsis (14,18, 17,7; 21,9; 22,6) y habla de la íntima presencia de Dios (v.3) y de la ausencia de todo lo que provoque infelicidad (v.4). Es “su carpa… acampará” alude a la fiesta judía de las “tiendas” (cf. Zac 14,16), las esperanzas escatológicas del pueblo alcanzan su realización., pero esta “carpa” será duradera, no transitoria.

La fórmula “serán su pueblo”… “será su Dios” es la fórmula de la alianza (Ex 6,7, Lev 26,12; Jer 30,22; Ez 14,11; Zac 8,8; cf. Rut 1,16; Os 2,25) aunque Apocalipsis dirá “serán sus pueblos” (plural)  con lo que la apertura se vuelve ecuménica, “todas las naciones”. Y “el Dios con ellos” será su Dios. “Ellos” alude a “los pueblos”, y a su vez al “Dios con nosotros” de Is 7,14 resaltando la intimidad, la familiaridad de Dios en la Nueva Jerusalén.

Nuevamente Isaías sirve de fuente al afirmar que “enjugará toda lágrima” [“toda” es agregado de Apocalipsis a Isaías] en el banquete que Dios celebrará [ver lo dicho sobre este texto de Isaías el domingo 28 “A”]. Todo lo negativo, antes simbolizado en el “mar” es especificado y se destaca que no existirá más: “toda lágrima” y – puesto que “el mundo primero” ha pasado, ya no habrá “ni llantos, ni gritos ni fatigas”, en suma: “no habrá muerte” (v.4). Todo lo desencadenado en la apertura de los 2º, 3er y 4º sello: la violencia, la injusticia social y la muerte (Ap 6,3-8) es eliminado y “ya no hay”. Es todo lo contrario de aquello que Babilonia (= Roma) provoca. (18,9.11.19).

A partir del v.5 irrumpe la voz de Dios (“el que está sentado en el trono”, ya no el ángel). Y esta voz garantiza a quien resulte “vencedor” un triple premio: el agua viva, la herencia y la filiación (vv.6-7) mientras que serán “desheredados” los que tengan una vida culpable (v.8, texto omitido en la liturgia).

La referencia a que Dios hace “nuevas todas las cosas” alude al acto creador (cf. 3,14; 4,11; 15,3; 19,6) y vuelve a ser referencia a Isaías (43,19) pero – nuevamente – no se trata de “algo nuevo” sino de “todas las cosas”. La “garantía” divina y la confirmación de su realización, “hecho está” (v.5b-6a) se encuentran omitidas en el texto litúrgico. La alusión al “Alfa y la Omega”, la primera y la última letra del alfabeto griego constituyen un nuevo “merismo”, y alude a la totalidad también reflejada en el “Principio y el fin” (veris 44,6; 48,12) cosa que Ap dice de Dios (1,8) y de Cristo (22,13) [es muy común en Apocalipsis aplicar a Cristo cosas que antes se han dicho de Dios] alude a la plenitud de la historia. 

Lo que este Dios promete nuevamente es anunciado por Isaías: “gratis el agua de vida” (55,1) [ver en este blog comentario a este texto de Isaías el domingo 18A]. Apocalipsis añade a Isaías señalando que esta agua es “viva”.

El vencedor “heredará”, pero esto que recibirá no es “pago”, sino “don gratuito”. La herencia alude a 2 Sam 7,14 [de donde tiene su origen la tradición de la esperanza en un mesías rey] pero no se refiere, como allí, al descendiente de David sino “al vencedor”, por lo que alude a un “pueblo” – los santos - que será mesiánico (semejante, en esto a 2 Cor 6,18). 

Una nota conclusiva sobre “el vencedor”. El término es muy frecuente en Apocalipsis. En las 7 cartas a las 7 Iglesias se finaliza con una promesa al “vencedor” (2,7.11.17.26; 3,5.12.21). Pero a su vez, la Bestia “vencerá” a los testigos de Jesús (11,7), “vencerá” a los santos (13,7), pero – a su vez – “el león de la tribu de Judá (= Jesús) ha vencido” (5,5) ya que unido a “los suyos”, el Cordero “vencerá” a “la Bestia” (17,14) y cantan el canto de los “vencedores” a la Bestia (15,2) ya que el resucitado “salió como vencedor para seguir venciendo” (6,2). Los que junto a Cristo “vencen” lo hacen “gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte” (12:11). El contexto martirial del Apocalipsis explica esta aparente contradicción entre el triunfo de la Bestia y el triunfo del Cordero. Como Jesús, los suyos serán “vencidos”, se les quitará la vida [en ambos casos, el imperio romano], su sangre será derramada; pero la resurrección de Jesús y de los suyos marca el triunfo definitivo (lo contrario de la “muerte segunda”, cf. 2,11, 20,6.14; 21,8).



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     15, 20-23

Resumen: Frente a algunos de la comunidad que niegan la resurrección de los muertos, Pablo – que une la resurrección de Cristo a la resurrección de los creyentes – afirma que la del Señor fue la primera de una serie que continuará.


Pablo dedica un extenso capítulo a hablar sobre la resurrección. El motivo de la extensión está causado porque algunos de la comunidad niegan que esta exista. Es posible que la influencia del helenismo para el cual “el cuerpo es cárcel del alma” motivara la incredulidad; no tiene sentido – afirmarían – que si el alma logra liberarse de su cárcel en la muerte, vuelva más tarde a encarcelarse. Sea esta o no la razón de la negación, lo cierto es que Pablo dedica mucha energía a afirmarla. Comienza destacando la centralidad de la resurrección de Cristo para la fe (vv.1-11) para lo que recurre a la predicación primitiva que él mismo ha recibido y predicado. El acento probatorio está dado por la gran cantidad de beneficiarios de apariciones del resucitado comenzando por el primero: Cefas (= Pedro) y finalizando por “el último”, el mismo Pablo. Luego destacará – y a esta sub-unidad pertenece el texto litúrgico del día – la relación entre la resurrección de Cristo y la de sus seguidores (vv.12-34). A continuación esbozará un intento de responder al “cómo” de la resurrección, ¿con qué cuerpo? (vv.35-53) para concluir con un himno a la victoria de Dios (vv.54-57) con una conclusión (“hermanos”, v.58).

Una breve nota sobre la ausencia de mujeres en la lista de beneficiarios de una aparición del resucitado: es sabido, por los relatos evangélicos, que algunas mujeres fueron testigas de la resurrección: los nombres y número varían según los evangelistas: no hay apariciones del resucitado en Marcos, “María Magdalena y la otra María” en Mateo (28,1.9), no se las menciona en Lucas (salvo que sea mujer – como es posible – el/la peregrino/a de Emaús no mencionado (24,18), a María Magdalena en el añadido al final de Marcos (16,9) y en Juan (20,11). Sin embargo ha de señalarse que Pablo está transmitiendo “lo que recibió” (15,3). Es posible que – dada la no credibilidad de las mujeres (Mc 16,11; Lc 24,22-24) – al predicar y mencionar a los testigos de la resurrección sólo se aludiera a los varones, y esto es lo que Pablo conoce. De hecho, para Pablo, un “apóstol” es todo aquel que ha visto al resucitado (1 Cor 9,1) y en Rom 16,7 hace referencia a una “apóstola” señalando que ella, Junia y Andrónico “llegaron a Cristo antes que él”. 

Como judío fariseo que es, Pablo cree que en “el día del Señor” comenzarán las resurrecciones (Dn 12,2), y como seguidor de Jesús cree que ese “día” ha comenzado con la resurrección de Jesús. Han llegado los últimos tiempos. Jesús ha resucitado y con su resurrección comienza la serie de resurrecciones que está “al llegar” en su “venida” (especialmente inminente – para Pablo – en sus primeros escritos como 1 Tesalonicenses y 1 Corintios, cf. 15,51-52). La resurrección de Cristo no es aislada, sino “primicia” de las demás (vv.20.23 [formando una inclusión semítica en esta parte]). Por eso, para él, negar “las” resurrecciones” implica negar “la” resurrección primera. 

Los vv.21-22 preparan un tema que luego desarrollará extensamente en otra carta: la relación de tipo y anti-tipo entre Cristo y Adán (cf. Rom 5,12-21). Con Adán se desata para la humanidad “la muerte”, “todos mueren”; por el “nuevo Adán” (Pablo dice “último Adán”, cf. 1 Cor 15,45) se desencadena el proceso de resurrecciones. 

El tema comienza con una afirmación tajante que contrasta con las suposiciones (“si no hubiera…”, vv.12.29): “¡pero no! ¡Cristo resucitó!” La referencia a las primicias (cf. Lev 23,9-14) alude a la consagración, un tema aquí ausente. La imagen aquí es temporal y es metáfora que refiere a la precedencia, como la prenda de herencia (cf. 2 Cor 1,22; 5,5), o el “primogénito” (cf. Rom 8,29). La referencia a los frutos prepara el tema del “cuerpo” nuevo que desarrollará en vv.35-49. 

Adán fue “primicias” de la humanidad. 

Porque por un hombre la muerte
         y por un hombre la resurrección de los muertos (v.21)
Porque como  en Adán todos mueren
                           Así en Cristo todos revivirán (v.22)

Es interesante el paralelo (que Pablo no llama aquí “tipo”, cosa que sí hace en Rom 5, en un texto mucho más desarrollado, cf. 5,14), en realidad – además de que Romanos es más tardía – no es el tema del pecado y la desobediencia lo que le interesa a Pablo aquí sino el de la muerte y la resurrección. Hay una solidaridad inter-humana en ambos tipos sin que se desarrollen todos los aspectos. Estar “en Adán” conduce a la muerte (“mueren”, tiempo presente, mientras que estar “en Cristo” conduce a la vida futura (“revivirán”, tiempo futuro). La solidaridad fatal en Adán conduce a la humanidad a la catástrofe, mientras que la solidaridad en cristo conduce a la victoria de la resurrección, a la promesa del “último Adán”. El uso del término “todos” rompe la lógica del esquema, ya que “todos mueren” porque “todos” están “en Adán”, no hay forma de evitarlo; mientras que “todos” los que “están en Cristo” son los que vivirán (cf. 1 Cor 1,18; 5,13; 6,9-10). La creencia en la resurrección entre los judíos no es uniforme; Pablo aquí pareciera que espera la resurrección solamente de los creyentes, no de los no creyentes. En otros textos se alude a la resurrección de “todos”, unos para la vida y otros para la condenación (cf. Dn 12,2; Ap 20; Jn 5,29). El “tiempo” de dicha resurrección será en la “venida” de Jesús. Si bien la “venida” en el lenguaje técnico aludía a la “visita” de altas autoridades políticas, en el cristianismo se señaló contraculturalmente la futura venida inminente de Jesús (1 Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; cf. 2 Tes 2,1; como se ve fue utilizada especialmente en los primeros escritos; luego el término – no la expectativa – fue reemplazado).


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
    24, 1-8

Resumen: Las mujeres van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús, y no encuentran su cuerpo ante la tumba vacía. Pero los enviados divinos les aportan la interpretación del hecho: ¡ha resucitado! Eso es algo que Jesús ya les había anunciado a los apóstoles y deben recordarlo.


Es curioso que los cuatro evangelistas presentan elementos ligeramente diferentes entre sí en el momento del anuncio a las mujeres que van a la tumba. Mientras en Marcos las mujeres se encuentran con “un joven”, en Mateo se trata de “un ángel”, son “dos hombres” en Lucas y “dos ángeles” en Juan. Las mujeres son también diversas: “María Magdalena y la otra María” en Mateo, “María Magdalena, María de Santiago y Salomé” en Marcos, “María Magdalena, Juana y María la de Santiago” en Lucas y solo “María Magdalena” en Juan. La piedra, que está removida en Marcos, Lucas y Juan, fue movida por un “sismo” en Mateo. Los que temen, en Mateo, son los cuidadores del sepulcro, no las mujeres, como en Marcos y Lucas. El mensaje del/los personaje/s a las mujeres tiene matices: “sé que buscan a Jesús” (Mateo), “¿buscan a Jesús?” (Marcos) “¿Por qué buscan?” (Lucas; otros leen “¿qué buscan?”), mientras que en Juan le preguntan “¿por qué lloras?” La referencia “al que ha sido crucificado” tiene un importante cambio en Lucas: “al viviente”, y en todos los caso se afirma que se ha “despertado de entre los muertos”. La constatación de la tumba vacía se destaca en Marcos y Mateo (“he aquí / vean el lugar”). Las mujeres en Marcos y Mateo tienen el encardo de “decir a los discípulos” mientras que en Lucas deben “recordar”. El nuevo cambio importante en Lucas alude a Galilea: mientras Mateo y Marcos las mujeres deben decir que “en Galilea lo verán”, en Lucas las mujeres deben recordar lo que dijo en Galilea. Y lo que les decía (propio de Lucas) es una repetición libre de los anuncios de la Pasión y resurrección. El último cambio viene dado con que en Marcos las mujeres “no dicen nada”, mientras sí lo hacen en Mateo (“a los discípulos”) y en Lucas (“a los Once y los demás”).

Sin duda las diferencias permiten vislumbrar elementos importantes de la teología de cada evangelista. Notemos los elementos propios de Lucas.

Las mujeres van con prisa al sepulcro para embalsamar (untar con bálsamo) el cadáver de Jesús, cosa que no habían podido hacer el día de la muerte con la llegada del sábado. El sepulcro vacío no les dice nada a ellas, ese paso lo darán recién cuando los mensajeros le den la interpretación adecuada. Los anuncios de la muerte y resurrección no parecen haberles dicho nada, ellas sólo desean cumplir el deber del luto.

Breve nota sobre las mujeres en el sepulcro: ya hemos señalado en otro lugar que las mujeres cumplen un rol muy importante en los relatos de duelo. Allí se reúnen (y se les intentará limitar su participación) y allí se hará memoria del difunto, se cantará y llorará su pasado, y hasta se denunciará a los adversarios. Ciertamente es muy razonable pensar que las mujeres fueran, en su rol de plañideras, responsables – si no originadoras – del anuncio de la memoria de Jesús, e inicio de la predicación cuando “algo” les provoque un cambio en sus (des) esperanzas. 

Será Dios mismo el que dará la interpretación de la ausencia de cadáver en la tumba. Como es razonable ante estos acontecimientos, la mirada está “en tierra” ya que la visión supone un temor reverencial en las mujeres. No tiene sentido buscar “metà tôn nekrôn” (entre los muertos) a un “viviente” (zônta). Ser “viviente” es algo que se dice de Dios (2 Re 19,4.16; Sal 42,3; 84,3; Os 4,15; Is 37,4.17; Dn 12,7; Hch 14,15). “Por qué buscan” es retórico, para destacar el punto de partida errado de las mujeres. Si se ha de dejar “que los muertos entierren a los muertos” (9,60) las mujeres se están ocupando de los muertos en vez de ocuparse del viviente.

La referencia a Galilea como “memoria” pretende – como es propio de Lucas – no referir las apariciones de Jesús a la región sino “recordar” ya que Jesús – a diferencia de Marcos y Mateo – se aparecerá en torno a Jerusalén. Es interesante que la referencia a que Jesús “será entregado en manos de los pecadores” se encuentra en el anuncio de Jesús a los discípulos en el huerto anunciando la inminente llegada de Judas y los que van a capturarlo; el texto – omitido en Lucas – se encuentra aquí como referencia al anuncio de la pasión. Pero es importante recordar que todo esto “deì” (debe) ocurrir, algo que refiere frecuentemente a la realización de la voluntad de Dios. El crucificado es “viviente” por voluntad de Dios. Ellas, entonces, como se les pidió en v.6, “recordaron”; no habían tenido otro encargo (como “anunciar”, que se encuentra en Mateo y Marcos).


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