La predicación de buenas noticias, y los otros
Eduardo de la Serna
La predicación cristiana, con razón muchas
veces, mereció ácidas críticas por parte de los “Maestros de la Sospecha”. Karl Marx afirmó que "La miseria religiosa es,
por una parte, la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta
contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el
corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación
carente de espíritu. Es el opio del pueblo". Friedrich Nietzche –que sostiene que el único cristiano fue Jesús,
y que los primeros cristianos deformaron su vida afirma: “A la “buena nueva” la
sustituyó la peor, la de Pablo. En Pablo encarna la antípoda del portador de la
“buena nueva”, el genio en el odio, en la visión del odio. ¡Hay que ver lo que
este disangelista sacrificó al odio! Sobre todo, al propio Redentor; lo clavó
en su cruz”.
Sigmund Freud, en una de sus últimas
obras afirma –hablando sobre la Iglesia católica en Austria, “Si nuestra labor nos lleva al resultado de reducir la religión a una
neurosis de la humanidad y a explicar su inmenso poderío en forma idéntica a la
obsesión neurótica revelada en nuestros pacientes, podemos estar bien seguros
de que nos granjearemos la más enconada enemistad de los poderes que nos rigen”.
No pretendo aquí dar
respuesta a estos grandes escritores –ni sabría- aunque es innegable que se
refieren a un período muy oscuro de la fe cristiana, de la Iglesia y de la
historia. Lo que pretendo destacar es la importancia que tiene –para ser fieles
a Jesús- que el Evangelio que predicamos y vivimos (o intentamos predicar y vivir)
sea una verdadera “buena noticia”. No solamente porque eso significa Evangelio,
sino porque es nuestra responsabilidad en este tiempo –y en todos- anunciar
verdaderas buenas noticias. Buenas que no sean “opio”, por evasión, que no sean
enfermantes, por neurosis, que no sean odio encubierto. Si los cristianos no
damos al mundo contemporáneo una auténtica y liberadora “buena noticia” no
tiene razón de ser nuestra confesión de fe. Y no podemos equivocarnos pensando,
por ejemplo, que esa “buena noticia” es exclusivamente celestial, y se refiere
a un futuro indefinido, porque la buena noticia predicada por Jesús, por
ejemplo, (distanciándome de Nietzche creo que también la predicada por Pablo) afecta
a seres humanos concretos, con problemas concretos: “los ciegos ven, los
paralíticos caminan…” Pero eso representa –para los cristianos- un profundo
desafío: tomar contacto con las “malas noticias”, con la vida amenazada, con la
muerte antes de tiempo que rodea a tantas y tantos y desde allí anunciar una buena
noticia que sea real, liberadora, sanadora. Es nuestro desafío.
Pero ese desafío hoy
confronta con los permanentes “anunciadores de malas noticias” (disangelistas,
al decir de Nietzche que juega genialmente con el contraste: Eu-angelio
significa “buena noticia”, mientras “dis-angelio” quiere decir “mala noticia”).
La frase dicha por el comediante: “no es todo malo mi país” sólo repercutió en algunos
ambientes, mientras en otros se siguió y sigue en la catarata disangélica. No
es difícil saber dónde hay hoy un “opio por un sueño”, no es difícil ver
medios, periodistas, políticos, sindicalistas, empresarios sistemáticos
anunciadores de malas noticias. Y no es difícil concluir preguntándose “¿por
qué?, ¿para qué?” Incluso, ya al formularse con seriedad esa doble pregunta y buscar
razonablemente la respuesta se empieza a transitar el camino de la buena noticia,
que –en este caso- empieza por la verdad.
- Resulta irónico que un sindicalista que habla de muertos y afirma estar preparado para la guerra, convoque a una marcha contra la inseguridad;
- Resulta irónico que un conductor ayer excluido del negociado del fútbol hoy exalte a Massa, Macri y Scioli, como si no supiéramos ver causas y efectos;
- Resulta irónico ver la creatividad de los Medios de Comunicación que cuando no pueden disimular una noticia buena añaden inmediatamente un “peeeero”;
- Resulta irónico que pretendan llevarnos a tal desmemoria que no sólo quieren que olvidemos las atrocidades a las que nos condujo el neoliberalismo, la mano invisible del mercado, el estado ausente en la economía, sino también que creamos que el Servicio Militar Obligatorio puede aportar algo positivo para la educación, la contención y la sociedad en su conjunto;
- Resulta irónico que se alienten las figuras de candidatos que no pueden mostrar nada serio en sus gestiones, pero sean convenientemente disimuladas por sus propagandistas:
- Resulta irónico que un neoabogado le explique a uno de los juristas más prestigiosos del mundo cómo debe ser un código penal, que un mal gobernador ponga cara compungida y vuelva una y otra vez a insistir en políticas de seguridad que han demostrado su fracaso, o que un alcalde –al cual quizás alguien le hizo creer que era inteligente- explique las cualidades de un piropo ofensivo, burdo, machista por decir poco (que al fin y al cabo no es distinto de lo que dice Tinelli con imágenes). Y que esos sean la Trinidad candidata para que vuelva la fe neoliberal, la religión del mercado, la no-política, y las “malas noticias” para los pobres, para las víctimas y para el país todo.
En este marco, ser
anunciadores de “buenas noticias” es ciertamente un desafío. Un desafío que
muchos queremos afrontar y en el cual la memoria de Carlos Mugica nos alienta y
nos marca rumbos.
Foto tomada de escribeya.com
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