Venezuela, un año sin Chávez
Eduardo de la Serna
El primer aniversario de la
muerte del Comandante Hugo Chávez y la situación actual Venezuela (como los
Medios de Comunicación la reflejan) y su intento de “Golpe blando” y el intento
de trazar paralelismos con Argentina me motivan a decir brevemente unas cosas.
No conozco Venezuela, nunca he
estado allí. Conozco pocos venezolanos, muchos/as de ellos/as me caen bien lo
que no significa que coincida con ellos en sus miradas, en este caso,
políticas. Por tanto, no tendré en cuenta sus opiniones (también he escuchado
otras de diferentes personas que han estado o están en Venezuela y me aportan otra
mirada diferente).
Unidad Latinoamericana
Siempre he creído y sigo creyendo
que pocas cosas son más importantes para nuestro presente y nuestro futuro que
la unidad latinoamericana. Fue por eso que ya en mis jóvenes 18 años cuando
tuve la oportunidad me decidí a conocer algo de América Latina y viajé a
Colombia (1973). Y en esa tesitura he pretendido seguir en muchas ocasiones
todavía hoy.
Y en lo personal creo firmemente
que nadie ha hecho tanto en favor de la presente unidad latinoamericana como
Hugo Chávez. Su negativa tenaz al ALCA, a la dependencia externa, y su aliento
al encuentro con los diferentes países del Sur de América y el Caribe creo que
son fundamentales para nuestro futuro. Y no es casualidad, sino puro y llano “divide
y vencerás” que el Norte ha alentado el Grupo del Pacífico para contrarrestar
todos los intentos de unidad, obviamente con los gobiernos de derecha de
América (Chile con Piñera, Perú con Alan García, Colombia con Uribe-Santos y
México con Calderón-Peña Nieto; algo que Humala no parece querer desarmar y
tengo la sospecha que tampoco lo hará Michelle Bachelet). El golpe en Honduras
y el de Paraguay no parecen ajenos a esta dimensión de unidad. Y me parece
ingenuo (o cómplice) ignorarlo. Cuando se escucha a un supuesto cómico
argentino residente en Chile que se burla de los otros países sudamericanos
(como Uruguay, Bolivia, por ejemplo) además de irritación, me provoca
preocupación. Hasta eso sirve para dividir y reinar.
Creo que en este punto hay algo
demasiado fundamental como para –con solo eso bastaría- reconocer y agradecer a
Hugo Chávez.
Amistad con Argentina
Cuando Argentina estalló por los
aires por aplicar al pie de la letra las mejores recetas del FMI, y estar “inserta
en el mundo”, ese mismo “mundo” nos dio la espalda. Todo se derrumbaba, y hasta
se creó la categoría de “países inviables” que parecía como un guante perfecto
para nuestro país. Hambre atroz (recordar Tucumán, por ejemplo), desocupación y
subocupación record, inflación y estancamiento, recesión… A lo sumo llegaban
cosas (no siempre útiles o en buen estado) de los solidarios del mundo, pero el
mundo le dio la espalda a la Argentina. ¿Quién fue el único que ayudó con
préstamos y solidaridad? Pues Hugo Chávez. Y eso permitió un principio de
recuperación que con políticas económicas adecuadas permitieron olvidar
(demasiado rápido quizás) aquellos momentos.
Conflicto Colombia – Ecuador
Cuando el gobierno guerrerista de
Álvaro Uribe con su ministro de defensa Juan Manuel Santos atacó (en realidad
lo hizo la CIA, se sabe ahora, gracias a los drones que pueblan los cielos)
matando a Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, el clima de paz reinante en América Latina se puso en grave riesgo. El clima se enrarecía. La CELAC tuvo su
reunión en la República Dominicana. Allí hubo discursos memorables (el de
Cristina fue excelente, pero a eso estamos acostumbrados), pero el clima se
cortaba con tijera. Hasta que tomó la palabra Chávez. Era evidente que él
estaría más cerca de Correa que de Uribe, sin embargo contó chistes, hasta
cantó... logrando descomprimir notablemente el ambiente. Después de su discurso la
paz se hizo más probable. Y triunfó.
Los enemigos
Hace poco recordaba una vieja
canción militante de fines de los 60 de la guerra civil española popularizada
por el grupo chileno Quilapayun (1968). Allí se cantaba “qué culpa tiene el
tomate”. Había dos versiones en el mismo sentido “si viene un yanqui ladrón” o “si
viene un hijo de puta” (esta es la original, por lo que sé) y seguía “y lo mete
en una lata y lo manda pa’Caracas”. Caracas era emblema de la república
bananera al servicio del imperio. Claro, después hubo un Caracazo, y hubo Chávez.
Cuando miro las declaraciones del
embajador yanqui Shapiro, lo que dicen los poderosos, lo que dicen las
derechas, lo que dicen en Argentina Clarín, La Nación, Lanata, el PRO, etc., ya
sé de qué lado quiero estar. Es el famoso “teorema de Jauretche”, “si no sabés donde tenés que estar, mirá
dónde se para la Sociedad Rural y sabrás que tenés que estar del otro lado”.
El populismo y los progresistas
Y me queda lo que escucho decir
de ciertos progresistas. De allá o de otros lados. Y empiezo sabiendo que creo
que en general los progresistas nunca entienden a los pueblos. Demasiado barro,
demasiado olor, para recordar a Rodolfo Kusch. Y debo decir que en estas cosas
no me suele interesar dónde se paran los pensadores, por más ilustrados o
brillantes que sean, sino dónde se paran los pueblos. Es verdad que ciertos
sectores suelen creerse ellos mismos el pueblo (“si este no es el pueblo, el pueblo ¿dónde está?”), pero después no
llegan al 5% de los votos (cuando llegan a eso). Yo vi al pueblo hace un año en el
entierro de Chávez. Y lo vi llorando. Y hoy veo a algunos golpeando, y a los
golpeadores de acá diciendo que Capriles o que Leopoldo López son “demócratas a cabalidad” como repitieron
Macri y Pinedo, Massa, Cobos y Sanz (el mismo que criticó la Asignación
Universal por Hijo). Es curioso que los que buscan voltear un gobierno sean
calificados de demócratas y el gobernante elegido por la mayoría sea
considerado un dictador. ¡Cuánta fuerza tienen los medios, ¿no?!
Del mismo modo que no me
entusiasman muchos “teólogos ilustrados” cuando hablan demasiado críticamente
de la “religión” despreciando profundamente la “religiosidad popular” en nombre
de una idea (muchas veces excelente o maravillosa), tengo que decir que mirando
todo lo anterior no tengo duda alguna en recordar con tristeza la muerte de
Hugo Chávez y celebrar a los que han recogido su legado. Y esperar que su
muerte sea siembra de unidad latinoamericana, de un pueblo feliz y de unos
opositores (peligrosos, por cierto) nerviosos. Y cualquier semejanza con la
realidad argentina, pues no es pura coincidencia.
Foto tomada de www.teinteresa.es
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