Un año de
Francisco (*)
Eduardo de
la Serna
Desde hace un año los argentinos “habemus papam”; papa argentino. Y no
está mal hacer una evaluación de este año de papado. ¿Qué decir? No es fácil
hacer un comentario crítico de un papado tan querido por tantos y tantas, pero
haremos el intento. Y no es fácil hacerlo en un espacio corto. Tampoco hacerlo
como persona de Iglesia a lectores que combinan ambientes de Iglesia, de
indiferencia y de oposición. Por eso empezaré desmontando algunos mitos antes
de entrar en tema. El papa no es, ni debe ser el “jefe de la Iglesia”. A lo largo de los siglos se han añadido al
papado una serie de títulos que mucho bien haría que sean eliminados (“vicario de Cristo”, por ejemplo; los vicarios
de Cristo son los pobres). La insistencia de Francisco en que es el “obispo de Roma” debe ser aplaudida sin
dudas. Pero el largo y carismático pontificado de Juan Pablo II trajo como
consecuencia una preocupante “papolatría”
que es urgente desarticular; “en cristiano” es absurdo que sea más autoritativo
citar al Papa que a Jesús. Y sin embargo así ocurre. Y el mismo Francisco
afirma que es desproporcionado hablar “más del Papa que de la Palabra de Dios”,
lo cual es indicio, ciertamente, de que eso a veces ocurre. Lamentablemente,
esta “papolatría” con “otra
dirección” hace hoy difícil señalar algunas críticas. Es interesante notar que
el pontificado de Francisco ha provocado reacciones muy contrastantes. Hay
quienes ven una nueva “primavera de la
Iglesia”, y quienes han manifestado una sorprendente fascinación con el
papa, otros que han manifestado amargura y descontento. La reciente nominación
como candidato al premio Nobel de la Paz, o la creación de un vino en su
homenaje, o el nombre de un barco que une Argentina con Uruguay es indicio de
esa euforia quizás desproporcionada. La imagen favorable ha provocado –a su
vez- que muchos intenten utilizarla para “llevar
agua para su molino” como se ve en algunos titulares de diarios o la
búsqueda de la foto oportuna. En una sociedad en la que “una imagen vale más que mil palabras” los gestos papales (zapatos,
lenguaje, besos, sonrisas, sencillez) parecen provocar casi una revolución,
aunque otros se preguntan ¿qué es lo que hizo, hasta ahora? Señalemos, entonces
para una primera evaluación sus gestos,
sus palabras y sus hechos. Parece que es un buen modo de analizar el
pontificado de Francisco.
Sus gestos. Juan
Pablo II se caracterizó por mostrarse con una serie de gestos populares (besar
tierra, asumir gestos de los lugares visitados, por ejemplo) cosa que no pudo
repetir Benito XVI, con notable falta de carisma. Francisco nos ha llenado de
gestos de sencillez que obviamente agradan a casi todos (llamar por teléfono,
responder correos, rechazar gestos o actitudes solemnes) y con esos solos
gestos sin duda comunica. Algo –o mejor “mucho”- es lo que dice en cada uno de
ellos. Y son gestos claramente populares. Los pobres los entienden, y se
identifican notablemente con ellos. Se debe reconocer que en estos gestos en
nada se diferencia de lo que hacía siendo Cardenal en Buenos Aires.
Sus
palabras. Las
palabras son claramente sencillas, su lenguaje es comprensible por todos. En
esto es ciertamente más “cercano” que los papas anteriores (quizás sólo
comparable a Juan Pablo I). Sus palabras son –como se dijo- simples y claras.
Habla claro y todos lo entienden. Incluso su documento “fundacional”: la
exhortación apostólica sobre la “Alegría
del Evangelio” es sin duda comprensible, y popular (en cuanto al lenguaje y
en cuanto al contenido, es “pobre y para
los pobres”). Eso quizás no significa que todas las palabras sean las
mejores, como en lo personal evalúo las referencias a las utopías de los 70 en
Argentina, pero son reflexiones personales que no dice con intención normativa,
o no lo parece (fue simplemente un ejemplo que puso, quizás no feliz). Pero
habla de Jesús (más que de la Iglesia), en lenguaje claro, y con invitación
constante a vivir el Evangelio con entusiasmo y vitalidad.
Sus
acciones. ¿Y sus
acciones? Debemos empezar señalando que las acciones más profundas y serias
requieren –quizás- mucho tiempo, seguramente más que el año que comentamos para
concretarse; pero mirando lo hecho, podemos decir que hasta ahora no hizo nada.
No hubo cambios fundamentales en la curia vaticana, a pesar que con su
mediocridad habitual La Nación tituló como “revolucionario” la creación de una
secretaría económica (con una comisión de cardenales y peritos que deja
bastante que desear). Muchos pensamos que la “revolución” que deseamos es
bastante más seria y profunda. Es posible que muchos cambios fundamentales
requieran bastante más tiempo, pero no es injusto señalar que –al menos
todavía- no se han producido, con lo que no estamos afirmando que no estén en
vías de realización.
Para ser precisos, en lo personal creemos que el cambio
más importante debe venir en una profunda reforma del papado; otros elementos
muy importantes, como el lugar de la mujer en la Iglesia, la reforma de los
ministerios ordenados, la elección de obispos, la descentralización, reformas
litúrgicas, la reforma de la “inquisición”, y muchos otras. Incluso en la misma
Exhortación él mismo ha señalado –siguiendo a Juan Pablo II- su necesidad, pero
hasta ahora queda en el “debe” del
año que comentamos. Nuestro planteo radica, precisamente, en que puesto que el
papa no es “el jefe de la Iglesia” –y
mucho menos es “la Iglesia”- no nos
parece sensato que la Iglesia esté en invierno o en primavera según quien sea
el papa. La reforma del papado conlleva la reforma de la Iglesia. Una Iglesia
papocéntrica no parece fiel a Jesús, la Iglesia debe ser “reinocéntrica”, como lo indica el Evangelio. Hay quienes piensan
que el tiempo le “juega en contra” al papa. Estos afirman que puesto que ya que
no hará más cambios que los cosméticos que hasta ahora ha realizado, pronto
comenzará a declinar su figura. Otros creen que hemos llegado a una primavera,
luego del invierno anterior. En lo personal, esperamos hechos concretos que nos
permitan experimentar aquello que las palabras y gestos anticipan. En lo
personal, seguimos esperando.
(*) una versión reducida de esta nota fue publicada
en Tiempo Argentino (13 de marzo 2014)
Foto tomada de www.religionenlibertad.com
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