Juan, el preparador de caminos
SEGUNDO
DOMINGO DE ADVIENTO – "B"
7 de diciembre
7 de diciembre
Eduardo de
la Serna
Resumen: Un discípulo de Isaías comienza una serie de poemas invitando a Israel, tanto en el exilio como en la tierra de Judá a escuchar la palabra de Dios y reconocer en ella la intervención del Dios de la alianza en la historia.
El
así llamado “segundo Isaías” (aunque hoy muchos piensen más bien en una
colección de poemas de varios autores) comienza su mensaje de “buenas noticias”
para el grupo del pueblo angustiado en el exilio babilónico. En el comienzo
(40,1-11) habla Dios, habla “una voz”, luego “otra voz” y finalmente alguien se
dirige a Jerusalén / Sión para que ella hable. En el cuerpo del libro parece que
el que habla es Isaías, pero en el contexto de 40-55 (“deutero-Isaías”) logra
que el texto quede abierto a los lectores.
El
autor le habla a un grupo (“ustedes”) de parte de “su Dios”, y lo que dice es
dirigido a “mi pueblo”. La fórmula de la alianza se re-fortalece, especialmente
en momentos en que parece que Dios la ha olvidado, o roto a causa del pecado
del pueblo. La fórmula “su Dios” vuelve a repetirse en v.9; “mi pueblo – su
Dios” es fórmula de la alianza, y Dios la reafirma. En ese contexto, el “consuelo”
doblemente anunciado es “de parte de Dios”, a causa de su intervención
liberadora (vv.2.5.11). Pero los cautivos están en Babilonia, y también quiere
dirigirse a Jerusalén (v.2) hacia donde se dirigirán los cautivos al regresar.
El pasado (de destrucción de Jerusalén y cautiverio de los exiliados), es
tiempo pasado y se invita a mirar al futuro. Se debe hablar “al corazón” para
buscar convencer a la ciudad. Lo que se ha de hablar se enuncia con un triple
“que” el cual alude a la liberación (cumplida la milicia / pagada la injusticia
/ recibido de Yahvé).
Lo
que la voz ha de gritar alude al “camino”. El regreso por los 1000 kms de
desierto, atravesando los montes y valles de Siria, es aludido de modo
simbólico ya que el camino no es “del pueblo” sino de “nuestro Dios” (v.3).
Esta manifestación de Dios en valles y montes, rocas y lo escabroso,
manifestará a todos que Yahvé ha hablado” (v.5). Esta suerte de intervención
divina sobre la naturaleza permitiendo al “pueblo” (en realidad a la elite)
regresar del cautiverio es releída como una suerte de “nuevo éxodo”; así como
Dios liberó del faraón, liberará de los babilonios; como abrió el mar, abajará
las montañas. La hierba y la flor que se marchita parecen aludir claramente a
la potencia babilónica a la que se define como perecedera. Lo único duradero y
permanente, a pesar de todo, es el Dios de la alianza.
Una
y otra vez se invita a un redactor a gritar y hablar (vv.3.5.6.8.9 destaca
claramente la importancia y fuerza de la palabra, algo que los babilonios
afirman como constitutivo del poder de Marduc, su dios supremo).
De
golpe entra en escena un personaje femenino (hay quienes han pensado – y no
habría que descartarlo – en que uno de los profetas que conforman el grupo de
“deutero-Isaías” sería una mujer) que es llamado Sión / Jerusalén, calificada
de “mensajera”. Debe gritar y, además, buscar una altura para ser escuchada por
todas las ciudades de Judá. Este grito tiene un triple “he aquí” que destaca el
anuncio (su Dios / el señor Yahvé / su salario y paga). Nuevamente el “su Dios”
remite a la alianza (v.1) repetida en voz alta a todas las ciudades; esta
venida es con “poder” lo que refuerza la “gloria”. Esta imagen viene acompañada
de la imagen del pastor (v.11) de quien se destacan los gestos de cariño. La
imagen de la fragilidad de corderitos y paridas sin duda se dirige
metafóricamente a los que regresan heridos del cautiverio babilónico.
La
centralidad en el tema de la palabra (que será más claramente especificada a lo
largo del libro de 40-55) es importante, y lo será particularmente en la
relectura de la que se apropia el Evangelio del día [ver comentario].
Lectura de la segunda carta de san Pedro 3, 8-14
Resumen: algunos se han introducido en la comunidad cuestionando la confiabilidad del Señor y su palabra ya que no ha venido, como había dicho. El autor destaca que la medida del tiempo de Dios es muy diferente de la humana, y que la demora no está causada por su falsía sino por su compasión.
El
contexto literario de la llamada “segunda carta de Pedro” revela que se han
introducido en la comunidad “falsos maestros” (algo propio del cristianismo de
fines de la segunda generación y la tercera; algo que puede fecharse cerca del
año 100 en adelante). Una de las cosas que estos “falsos maestros” intentan
introducir en la comunidad es la negación de la “venida” de Jesús ya que nada
ha cambiado y ya han muerto “los padres” (= los discípulos directos de Jesús).
… dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la creación». (3:4)
A
diferencia de ellos que “ignoran” (v.5) el autor afirma que sus destinatarios “no deben ignorar” (v.8, lanthanô) y hace una referencia
“distorsionada” del Salmo 90:
"Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche". (90:4); a eso alude el apócrifo de los Jubileos
refiriendo a la muerte de Adán, poco antes de cumplir los mil años: “faltándole setenta años para los mil, pues
mil años son como un día en la revelación celestial” (Jub 4,30).
Probablemente se haya releído en el sentido de referir a lo efímero de la vida
humana ante Dios y a la incapacidad humana de “medir” los tiempos. Pero
resaltando a Dios como “señor del tiempo”. En este caso, el tema no está en la
demora sino en la paciencia de Dios que espera (cf. Num 14,18; Sal 86,15; Jl
2,13; Jon 4,2; Mt 18,26.29; Rom 2,4; 9,22; 1 Pe 3,20):
Y será que, después de los siete días, el mundo que aún no está vigilante, será despertado y morirá el mundo corrupto. Entonces la tierra restituirá a los que en ella dormían, el polvo a los que viven en aquel silencio y las moradas devolverán las almas que les fueron encomendadas. Y se revelará el Altísimo sobre el trono del juicio: pasará la misericordia y será apartada la longanimidad… (4Esd 7:31-33)
La idea de “paciente con ustedes” indica una acción
en favor de… Es el ofrecimiento de la salvación, para que “todos” lleguen a la conversión.
Así destaca una serie de elementos que hemos encontrado
en estos días litúrgicos: “el día”
del Señor, la venida imprevista “como un
ladrón” (cf. 1 Tes 5,2; Mt 24,43; Lc 12,39; Ap 3,3; 16,15). La imagen del fuego como elemento que pone fin a una
era es característico. Ante esta situación se dirige de un modo lógico a los
destinatarios conminándolos a un modo de vida adecuado a este “día”. De este
modo se destaca el contraste entre los cielos viejos y los cielos nuevos, los
primeros destruidos por el fuego, los segundos que vendrán según la promesa
señalada en aquel “día”; tiempos de “justicia”.
Pero para esto es necesaria la esperanza ya que los tiempos de Dios son
diferentes a los humanos, pero son tiempos de salvación para “todos”.
Sin embargo, hay un elemento importante: la burla
sarcástica pone en duda el honor del Señor; su palabra no es confiable, los
tiempos lo indican. El autor quiere “defender el honor” del Señor mostrando
tanto un sentido “teológico” del tiempo, para lo que alude al Salmo 90, y a que
la palabra es veraz, sólo que su consabida compasión demora la intervención con
la esperanza de la conversión. La demora no es indicio de su incumplimiento
sino de su compasión.
Resumen: Marcos comienza su Evangelio. Luego del título presenta la figura del Bautista a la luz de la expectativa judía en la venida de Elías, y preparando el camino de conversión para la llegada de los tiempos esperados.
El comienzo del Evangelio de Marcos está cargado de
densidad, por lo que comentar toda la unidad sería mucho más extenso de lo
deseado. Veremos, entonces, sintéticamente los elementos que no destaquen la
figura de Juan, el Bautista, que parece el motivo principal de su incorporación
en la liturgia de Adviento para dedicar particularmente la atención a esta
parte.
Marcos comienza su Evangelio con un título, el cual
es programático. Nos indica que Jesús mismo es “buena noticia” (= evangelio) ya
que es “mesías” (= Cristo) e “hijo de
Dios”. Esto es algo que desarrollará en toda su obra que está marcada por estas
dos confesiones de fe. Pedro reconoce a Jesús como “el Cristo” (8,29) y un centurión afirma, ante el Crucificado, que
verdaderamente era “el hijo de Dios”
(15,39). Así, toda la primera parte del Evangelio se dirige al reconocimiento
de Jesús como mesías, pero toda la segunda parte pretende mostrar a los
lectores “qué tipo de mesías” es Jesús: uno crucificado.
Luego de esta presentación el texto comienza
aludiendo al profeta Isaías. Sin embargo, hay que destacar que (1) la primera
parte de la cita no pertenece a Isaías; (2) Marcos – como también se hace en
Qumrán, por ejemplo – relee el texto de Isaías, como veremos.
La frase “envío mi mensajero delante de ti, el que
ha de preparar el camino” (v.2) pertenece, en realidad a Malaquías. Éste
profeta quiere destacar que ante la venida futura del “día de Yahvé”, en la que
Dios descargará su castigo sobre el pueblo pecador, antes dará a su pueblo una
última ocasión de arrepentimiento y conversión. Pero este “mensajero” no es
cualquiera, se trata del mismísimo Elías:
«1 He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien ustedes buscan (…) 2 ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. 3 Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. (…) 9 De maldición están malditos, porque me defraudan a mí ustedes, la nación entera. 10 Lleven el diezmo íntegro a la casa del tesoro, para que haya alimento en mi Casa; y pónganme así a prueba, dice Yahve Sebaot, a ver si no les abro las esclusas del cielo y no vacío sobre ustedes la bendición hasta que ya no quede (…) 14 Han dicho: Cosa vana es servir a Dios; ¿qué ganamos con guardar su mandamiento o con andar en duelo ante Yahveh Sebaot? (…) 16 Entonces los que temen a Yahveh se hablaron unos a otros. Y puso atención Yahveh y oyó; y se escribió ante él un libro memorial en favor de los que temen a Yahveh y piensan en su Nombre. (…) 19 Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice Yahveh Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama. (…) 22 Acuérdense de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. 23 He aquí que yo les envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. 24 El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema. (Mal 3,1-24)
La expectativa en la venida de Elías era algo común
en muchos grupos judíos (con diferentes características entre uso y otros). En
este caso, Elías vendrá a preparar el “camino” antes que Dios descargue su ira
en su “día”.
Es a continuación (v.3) que se encuentra el texto de
Isaías [ver a primera lectura], pero mientras en Isaías el “desierto” era tema
de la predicación, como una suerte de nuevo éxodo, el texto según la biblia
griega destaca el “camino” como tema
de la predicación la cual se realiza “en
el desierto”. El “camino”, entonces, alude a la vida de los destinatarios
de la predicación de Juan, y es este “camino” el que debe ser enderezado y
preparado a fin de ser “camino del Señor”.
Dicho esto, mostrando el cumplimiento de las
escrituras, pasa a presentar la persona de Juan. Se señala que bautiza y
proclama conversión “en el desierto”
conforme había sido dicho. Habitantes de “toda”
Judea y Jerusalén era bautizada confesando su pecado. Para presentar más
claramente a este personaje, alude a su vestimenta y su dieta. La dieta es
propia del desierto (langostas y miel silvestre, que son – obviamente –
alimentos puros; cf. Lev 11,21-22) y sin duda remarca el ascetismo de Juan; la
vestidura, en cambio es notable, manto de pelo y cinturón de cuero: es la misma
que llevaba Elías (cf. 2 Re 1,8; cf. Zac 13,4) con lo que Marcos insiste en el
rol de Juan como el profeta esperado. Las referencias a los caminos y sendas
que han de ser preparados y enderezados (v.3), el bautismo de conversión y
perdón de los pecados (v.4), que los habitantes “confesaban sus pecados” (v.5)
marca la preparación a la llegada de aquel que “viene detrás de mí” (v.7).
Sin embargo, Juan que “predica un bautismo” (v.4), afirma que éste es más débil que el
bautismo que se avecina (v.8), este es con agua,
aquel será con Espíritu Santo. Esta
debilidad de Juan queda resaltada en la comparación con el sirviente que en la
casa desata las correas de las sandalias al señor que viene (v.7).
Pequeñas notas históricas: la figura de Juan y su
predicación están debidamente atestiguadas en las fuentes históricas. Los
grupos bautistas fueron algo habitual, y no parece que haya que relacionarlos
con Qumrán. El cristianismo, con el tiempo, parece haberse “molestado” con el
hecho de que Jesús fuera bautizado, no solamente porque Jesús es tenido como
“superior” a Juan, sino porque además, es “sin pecado”. Así, los diferentes
evangelistas, crecientemente, intentan explicar este hecho. En ese sentido ha
de entenderse que Jesús es “más fuerte” y que su bautismo es superior (vv.7.8).
Foto tomada de vdjgr.blogspot.com
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