La cruz, una historia de amor
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
14 de septiembre
14 de septiembre
Eduardo de la Serna
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9
Resumen: En el esquema característico del pueblo que en el desierto –ni siquiera a poco de llegar a la tierra- sigue tentando a Dios. La aparición de serpientes como castigo de Dios, la intercesión de Moisés y la construcción de una serpiente de bronce restaura la situación a pesar de la rebelión sistemática del pueblo.
En su estadía en el desierto, el pueblo está llegando a las
fronteras de la tierra de Israel, en Transjordania. La fórmula se repite: “partieron
de…” (21,4.10.11.12.13…). El relato litúrgico [puesto aquí porque es citado por
el evangelio del día] es un largo paréntesis sobre lo que ocurre en una de
estas estaciones, rodeando el territorio de Edom.
Como en tantas ocasiones en el desierto, la inminencia de la
llegada a la tierra no exime al pueblo de su rebelión constante.
La “tentación” es habitual en el desierto (Ex 14,11; 15,24;
16,2-3; 17,3; Num 11,1.4; 14,2; 20,2) y con frecuencia alude a la muerte y al
contraste con el pasado en Egipto. En esa región, donde hay minas de cobre, se
han encontrado pequeñas serpientes hechas con este metal, seguramente como una
suerte de amuleto protector.
La cantidad de serpientes es calificada de “abrasadoras” (séraf; cf. Dt 8,15; pero también puede
aludir a “alas”, cf. Is 14,29; 30,6 y quizás así “serafines”, Is 6,2.6), probablemente en alusión al dolor causado
por la picadura.
Como es frecuente, el pueblo reconoce su pecado (12,11; cf.14,40)
y Dios cambia de actitud por intercesión de Moisés (11,2; Dt 9,26). Moisés, por
encargo divino hará una serpiente de bronce (juego de palabras en hebreo: nejash nejoshet). No se trata en este
caso de un amuleto, sino de un encargo divino, el cual dará vida donde se
esperaba muerte por la mordida de la serpiente.
El estandarte ha de haber resultado significativo ya que se
conservó en el Templo de Jerusalén hasta que en la reforma religiosa de
Ezequías fue destruido por el desvío idolátrico que se había provocado (2 Re
18,4).
Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Resumen: Pablo invita a los cristianos de Filipos a tener una actitud caracterizada por la humildad y la obediencia imitando a Cristo. Esto provocó en él que Dios lo exaltara hasta la altura divina, con lo se espera que la gracia de Dios actuará en los hijos de Dios de un modo semejante.
Esta lectura se lee en la fiesta de los Ramos; aquí se presenta debido a su referencia a la cruz y a la consiguiente “exaltación” que Dios realiza a raíz de su “descenso”. Repetimos aquí lo dicho allí
El
texto de la carta a los filipenses es visto con mucha frecuencia como un texto
conocido por la comunidad y que Pablo cita en este contexto. Mirando
atentamente descubrimos dos movimientos, uno de descenso (hacerse nada) y otro
de exaltación. El primero, movimiento desde la forma de Dios a la forma de
esclavo finaliza en la muerte, “¡y muerte de cruz!”. El segundo, marcado por la
donación del nombre excelso (el nombre de Dios) culmina en la proclamación de
Jesús como “¡señor!” Sin embargo, el acento está puesto en la primera parte
(dice que tengan los sentimientos de Cristo y estos están marcados por el
movimiento de descenso); el otro movimiento es obrado por Dios que exalta a
Cristo “por eso” (por su abajamiento). Este abajamiento está marcado por dos acciones:
la humildad y la obediencia (a Dios). Lo cual es claramente contracultural en
una colonia romana como era Filipos. Esas dos acciones (que enmarcan el relato,
en los vv.3 y 12) son lo que se debe buscar para tener los mismos sentimientos
de Cristo hasta la cruz. El resto es obra de Dios elevando a Jesús -en la
resurrección, por cierto- hasta la altura divina.
El
doble movimiento de descenso y ascenso puede verse en el esquema. La idea
principal para los lectores es “tener los sentimientos de Cristo”, por tanto
repetir la escena de “descenso”. Dios, el sujeto del momento de “exaltación”
también dará a los suyos.
Para
la liturgia del día, el acento está puesto en la frase “y muerte de cruz” que
los autores que consideran el texto un himno pre-paulino afirman que se trata
de un añadido de mano del mismo Pablo. La obediencia y la humildad (la clave
del obrar de Cristo que la comunidad debe repetir) llegan hasta el extremo de
la cruz.
Es
interesante notar el movimiento de ascenso que Dios provoca. Este está marcado
por el “nombre”. Dios le da el “nombre sobre todo nombre” (el nombre de Dios)
que se une aquí al “nombre de Jesús”. Dios ha “elevado” a Jesús de modo tal que
se él se dirán cosas que se afirman exclusivamente de Dios: se doblará toda
rodilla… La referencia a “toda rodilla” y a “toda lengua” están tomadas del
himno claramente monoteísta de Is 45,14-25 (ver v.23) donde se destaca que
“Yahvé salva” a diferencia de los dioses de los pueblos que “no pueden salvar”
(no está de mar recordar que el nombre “Jesús” significa “Yahvé salva”). La
acción elevadora de Dios a Jesús lo pone a la misma altura divina hasta el
punto de ser reconocido como “Señor”, como se decía de Dios mismo; y en eso
Dios mismo se manifiesta (gloria).
La
acción descendente de Jesús de humildad y obediencia hasta el extremo de la
cruz, en el paso de la forma de Dios a la forma de esclavo, provoca que Dios
(“por eso”) lo exalte hasta la misma altura divina y reciba el mismo nombre
divino con el que Dios recibe gloria y Jesús es reconocido por “toda lengua”.
+ Evangelio
según san Juan 3, 13-17
Resumen: Dios manifiesta la paradoja de su amor ya que ama y entrega lo más amado precisamente a aquellos que se caracterizan por su enemistad a las cosas de Dios. Esto se expresa con el verbo “creer”, que es el objetivo de todo el Evangelio para que en ello el creyente tenga “vida”.
Gran
parte de este texto se leyó en la fiesta de la Trinidad. Repetimos lo allí
dicho
El
cap. 3 de Juan presenta el encuentro y diálogo entre Jesús y Nicodemo; sin
embargo, en algún momento (entre los vv.13 y 15) el texto parece abandonar el
diálogo y pasar a ser un monólogo de Jesús en el que Nicodemo desaparece;
algunos afirman que se pasa a un himno cristiano sobre el amor de Dios.
Ciertamente esto ocurre antes de v.22 donde Jesús se traslada a Judea.
Lo
que se destaca es que “Dios amó al mundo”,
y tanto que “dio” a su “Hijo único”. Es interesante que, en
general, el término amor (verbo y
sustantivo) en la primera parte del Evangelio (Jn 1-12) fundamentalmente se
dice de Dios o de otros, mientras que en la segunda parte (Jn 13-20/21) se dice
del Hijo. En este caso, se destaca el destinatario del amor de Dios: el mundo, y la medida: dar al Hijo.
El
mundo, en general, en Juan es el ambiente hostil a Dios y a Jesús, sus
enemigos. Sin duda el ambiente en el que la comunidad joánica vive se encuentra
con un amplio ambiento hostil a la que califican de “mundo” (kosmos). Dios, que ama primero, lo amó, pero el
mundo lo ha odiado: “no lo conoció” (1,10) aunque quite “el pecado del mundo”
(1,29) y es “el Salvador del mundo” (4,42), da “vida al mundo” (6,33) y es su
luz (8,12; 9,5; 12,46; cf. 1,9) pero odia a Jesús y a los suyos (7,7; 15,18;
17,14; cf. 16,20) porque Jesús no es “de este mundo” (8,23), ni lo son los
suyos (15,19; 17,16), que tiene como “príncipe” al diablo (12,31; 14,30;
16,11), por eso no recibe al Espíritu (14,17), no conoce a Dios (17,25), porque
no tiene la paz verdadera (14,27); con su Pascua Jesús ha “vencido al mundo”
(16,33) porque su “reino no es de este mundo” (18,36). Es decir, no se refiere
a dos “universos”, como el “cielo y la tierra” sino a dos grupos diferenciados entre
sí por creer o no en Jesús.
Lo
paradojal viene dado en que Dios ama a quienes serán sus adversarios, y como
manifestación de ese amor se señala la donación de su Hijo, al que llama “único” reforzando el amor y la intimidad
(1,14.18; probablemente pensando en Abraham e Isaac, cf. Gen 22,12.16). En Juan
el “amor” (agapê) es tema clave. Dios
amó “al mundo” (3,16; 1 Juan 4,9) aunque los “hombres” amaron las
tinieblas (3,19), tanto ama que nos llama hijos (1 Juan 3,1). El
Padre ama al hijo (3,35; 10,17), y el hijo al Padre (14,31), los amigos
se aman (11,5). El amor de Jesús “a los suyos” fue hasta “el extremo”
(13,1) e invita a amar “como él” (13,34; 15,12), “hasta dar la vida”
(15,13; 1 Juan 3,16), tanto que el “amor” revela a los “discípulos” (13,35).
Hay relación entre “amor” y “mandamientos” (14,15) pero el mandamiento es el
del amor (15,17). Hay una interrelación de amar a Jesús, a Dios, y ser amado
(14,21.23.24; 15,10; 17,23.26; 1 Juan 4,7.12). El que ama a su hermano
permanece “en la luz” (1 Juan 2,10), tanto que no ama a Dios quien no ama a su
hermano (1 Juan 3,17; 4,20), pero Dios siempre ama primero (1 Juan
4,10.19) y el amor hace desaparecer el temor (1 Juan 4,18). El amor del Padre
por el mundo viene mostrado por su “don”, Jesús es don de Dios para que el
mundo se salve y tenga vida.
La
relación viene dada por “creer”, y el
contraste entre “perecer” – tener “vida
eterna” que en v.17 se aclaran como “juzgar”
y “salvar”. Esta relación “perecer” – “ser juzgado” y tener “vida
eterna” y “salvación” viene dada
por el verbo “creer” y “no creer” (en tiempo perfecto, es decir,
no haber creído y seguir en esa actitud increyente), que es creer “en él” (el Hijo único) o no creer “en el nombre” (= la persona). Los que “no creen” son los que constituyen “el mundo” a pesar del amor que Dios les
ha manifestado ya que su salvación-vida eterna es lo que Dios quiere y ha
manifestado en su amor.
Dibujo tomado de iconossannicolas.blogspot.com
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