El rol satánico del fiscal
Eduardo
de la Serna
La Biblia es un libro “vivo”.
Tiene historia en cada página, vida de comunidades (y muerte), contextos,
avances y retrocesos.
Habitualmente, los
retrocesos que da el pueblo de Israel (o algunos en su seno) son calificados de
“pecado”. La imagen es la un camino, que se yerra, o una flecha que no da en el
blanco.
Por otra parte, Dios y su
corte (los planetas, otros dioses, los ángeles…) asisten al acontecer de la
historia y el obrar humano. En ese obrar, con frecuencia aparecen los “adversarios”,
y la Biblia le dedica buenos párrafos a estos. Pero hay un “adversario” que
merece nuestra atención: “el fiscal”.
La imagen, obviamente, es
tomada del terreno judicial. Es el responsable de la acusación, en muchos casos
injusta. Algunas traducciones, por ejemplo del Salmo 109,6, ponen “fiscal”
(Biblia de Jerusalén) mientras otras prefieren “acusador” (Biblia del
Peregrino); lo interesante es que en estas, el texto hebreo dice “satán” y el
griego “diabolos”.
Un caso emblemático lo
encontramos en Zacarías en una visión donde se señala que el rol de Satán es “acusar” (3,1-2). Y
especialmente se debe destacar su rol en los capítulos 1 y 2 del libro de Job. Allí
es claro que se trata de un miembro de la corte celestial, pero que recorre las
vidas humanas para encontrar de qué acusar (1,7; 2,2). Sin pruebas, a modo de
desafío, acusa a Job falsamente de tener una religiosidad interesada: afirma que
ama a Dios por los beneficios que Dios le ha dado. Estas acusaciones
desencadenan en adelante la magnífica obra de Job en la que la falsa imagen tradicional
de Dios, como el que beneficia a los buenos y castiga a los malos es puesta en
crisis. La falsa acusación de Satán servirá para que quede a la vista que el
sufrimiento de los inocentes, las víctimas de la historia no tienen a Dios como
causante, sino como un Dios que toma partido por ellos, y que muchas veces a
los que les va bien en la vida es producto de la injusticia o la violencia.
Esta imagen cortesana del
fiscal llevará a que más tarde (en la literatura apocalíptica particularmente)
el Satán-fiscal pase a ser una figura
espiritual negativa. Se traducirá – como dijimos – al griego como “diabolos”. Así lo presenta el
apocalipsis, por ejemplo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y
el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado
el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de
nuestro Dios» (12:10). Así, una imagen que originalmente era simplemente “cotidiana”,
pasa a ser “satánica”, clara enemiga del pueblo, pero será vencida por Cristo
cuando Dios reine.
El
fiscal-diablo-satanás, “príncipe de los demonios”, será quien sea enfrentado
por Jesús en su ministerio (especialmente en Lucas) expulsando demonios,
reintegrando la integridad de la persona humana (las connotaciones políticas y
antiimperiales de las expulsiones de demonios son muy importantes de tener en
cuenta). Las falsas acusaciones, el intento de hacer caer o desviar el camino
llevan a mostrar a Jesús y al Espíritu Santo como el “defensor”: «Yo sé que mi Defensor [goel] está vivo, y que él, al final, se levantará
sobre el polvo» (Job 19:25; algunas traducciones como la Biblia del Peregrino
han preferido “defensor” también para traducir el griego “paráclito”, cf. Jn 14,16.26; 15,26; 16,7). No hace falta señalar la
diferencia evidente entre el “fiscal” y el “defensor”, imagen que en el ámbito
del espíritu contrasta a Satanás-diablo con el mismísimo Espíritu Santo. El
amor y el no-amor, el beneficio o perjuicio del pueblo, el otro como hermano o
como adversario son fácilmente reconocibles como aquellos ámbitos en los que
podemos acertar o somos llevados a errar el camino. Camino que la Biblia llama
de verdadera “justicia”.
Foto tomada
de alejandrobodart.com.ar
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