martes, 30 de abril de 2013

Comentario Pascua 6C


Jesús se va, pero no nos deja solos. Sigue presente en el amor de hermanos


Sexto domingo de Pascua (ciclo C) (5 de mayo)

Eduardo de la Serna


 
Lectura de los Hechos de los Apóstoles     15, 1-2. 22-29



Resumen: Partiendo de un acontecimiento histórico –la Asamblea de Jerusalén- Lucas muestra como en las comunidades con gran cantidad de miembros provenientes del judaísmo y del paganismo, puede haber tolerancia y respeto por las sensibilidades de los hermanos. Así conduce el Espíritu Santo a los primeros seguidores de Jesús.


El texto de los Hechos de los Apóstoles alude a lo que se conoce como la Asamblea de Jerusalén, pero todo el relato de la misma está omitido; sólo se presenta la introducción, el debate que causa la decisión de hablar del tema, y la conclusión escrita para aquellos que habían sido protagonistas del debate.

Antes de entrar en tema señalemos brevemente que Pablo nos informa también de la Asamblea (Gal 2,1-10), aunque con algunos matices diferentes. El análisis de semejanzas y diferencias puede ser útil para la pregunta acerca de los acontecimientos históricos, que es muy importante, pero no es tema de la liturgia. Algo señalaremos de esto, de todos modos, pero especialmente para destacar la intención de Lucas al comunicar el tema de una manera, y no de otra. Mostraremos los principales elementos históricos que parecen necesarios tener en cuenta, pero destacando –como decimos- la intención de Lucas al comunicarla.

a.     Lucas menciona muchos más viajes de Pablo a Jerusalén de los que se concluyen en sus cartas. Dada la importancia teológica que la ciudad tiene en sus escritos es posible suponer que duplica los acontecimientos mostrando más que los ocurridos. En este caso se trata de un viaje a fin de aclarar la discusión suscitada por la circuncisión o no de los paganos que se han convertido al Evangelio.

b.    La reunión –en Lucas- es entre los enviados desde Antioquía: Pablo y Bernabé y los Apóstoles y presbíteros. Según Pablo también participó Tito, que jamás es mencionado en Hechos. Según Pablo, además, sólo participan Santiago, Pedro y Juan, y la reunión es privada; en Hechos –en cambio- la reunión es oficial. Los presbíteros –que no parecen existir en tiempos de Pablo- son presentados en Hechos para marcar el camino de la continuidad: el tema no es sólo para tiempos pasados sino para el presente de Hechos.

c.     Hechos menciona en la Asamblea una breve mención de Pablo y Bernabé, y dos largos discursos de Pedro y de Santiago. Al terminar este último se redacta la carta de envío que es la conclusión del relato (y lo que continúa en el texto litúrgico, que como dijimos omite la Asamblea). Hay motivos para sospechar que históricamente la intervención de Santiago puede haber tenido lugar en otro tiempo, y otra asamblea (en la que quizás Pablo no estuviera). El mismo discurso de Pedro parece bastante elaborado según la teología de Lucas.

d.    La carta resume lo dicho por Santiago. Puesto que la misma idea se repite en Hch 21,25 como si Pablo no la conociera, podemos sospechar la probabilidad de lo señalado en el párrafo anterior: que se trate originalmente de dos momentos diferentes reunidos en uno por Lucas.

e.     Dos personas más son enviados junto con Bernabé y Pablo (desconocidos para nosotros en el relato de Pablo). Quizás la idea sea destacar que estos serán testigos (eran necesarios dos para ser testigos) de lo que ha decidido la Asamblea ante un tema que había resultado conflictivo.

f.     Como es habitual en Lucas-Hechos el protagonista de este nuevo paso será el Espíritu Santo.

g.    Los pedidos de la carta a las comunidades son llamativos. Pablo ha dicho “nada nuevo me impusieron” (Gal 2,6), y –además- no parece preocupado en comer carne ofrecida a los ídolos si es que no causa escándalo a otros al hacerlo (1 Cor 10,25-29). Es decir, Pablo parece no conocer la carta –como hemos señalado- (o no tenerla en cuenta, lo cual es dudoso). ¿Qué sentido tienen estas normas?

Veamos brevemente lo que Lucas parece estar diciendo a las comunidades en este fragmento (reiteramos que se trata sólo de la aparente causa de la decisión de enviarlos a decidir la cuestión de la circuncisión y la nota conclusiva luego de la reunión y debate en asamblea). El punto principal es que la salvación de los paganos es imposible (v.1) sin circuncisión. El mensaje final de la asamblea destaca que esto fue dicho “sin mandato nuestro” (v.24). Sabemos que el tema de la exigencia de la circuncisión por parte de los más “judaizantes” de las comunidades cristianas fue un tema importante en tiempos de Pablo. Es importante señalar que no se trata solamente de la circuncisión, sino de todo lo que esta conlleva: el cumplimiento fiel de la ley, los rituales alimenticios, normativas varias. Cumplir con todo lo establecido nos pone en relación con Dios. El criterio de base de Pablo es que sólo nos pone en relación con Dios ser “miembros” de Cristo, “estar en Cristo”, y no hacer o dejar de hacer tales cosas. Todo esto no está dicho en el texto de Hechos, pero sí insinuado en los discursos (Pedro: “ustedes tientan a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar”. [v.10], Santiago: “pienso que no hay que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios”. [v.19]). La asamblea decide “no imponerles más cargas que las indispensables” (v.28).

¿De qué se tratan estas “cargas”? Algunos han pensado que se trata de una suerte de normas propias de la alianza con Noé  [Gen 9,5.9] (como unas normas anteriores a la alianza con Abraham [Gen 17,2.11]), sin embargo en la alianza con Noé sólo se alude al tema de la sangre, y no a las uniones matrimoniales lícitas y la carne ofrecida a los ídolos. Siendo que la carta está dirigida a las comunidades de Antioquía, Siria y Cilicia lo probable es que la carta pretenda que los muchos paganos que se han incorporado a Israel por el Bautismo eviten aquellas cosas que más herirían la sensibilidad de los judíos del grupo. Por Pablo sabemos que comer carne ofrecida a los ídolos resulta escandaloso para los “débiles” (1 Cor 8,7-13), del mismo modo escandaliza la “impureza sexual” (porneia –sea lo que esta signifique en estos casos- cf. 1 Cor 5,1). Lo estrangulado sólo se encuentra en este contexto de la carta en todo el NT, y la sangre (comer sin desangrar) tampoco (aunque cf. Jn 6,60-61; Ap 17,6). Siendo que la sensibilidad judía se manifestaba particularmente herida en estos temas, es razonable que se pida a las comunidades mixtas (donde había gran cantidad de miembros venidos del judaísmo y también gran cantidad venidos del paganismo, lo cual ocurría en Siria, Cilicia y Antioquía) que eviten lo que puede lastimar a los “hermanos”. Y no podemos descuidar que esto está decidido por “el Espíritu Santo” (v.28) y nosotros. Como siempre en Hechos, es el gran protagonista del anuncio del Evangelio y del crecimiento de la palabra de Dios en la historia.

El texto de Hechos, entonces, no se detiene tanto en las consecuencias o no de la circuncisión (tema más característico de Pablo) sino en la convivencia al interno de la comunidad. Así, con convivencia, tolerancia y respeto mutuo irán creciendo las comunidades. Primero –siempre en Hechos- las venidas del ambiente judío, luego las comunidades mixtas (como es el caso especial de Antioquía) y luego –con la misión paulina- las comunidades casi exclusivamente provenientes del paganismo. Así el Evangelio crece movido por el Espíritu Santo.


Lectura del libro del Apocalipsis     21, 10-14. 22-23


Resumen: la última visión del Apocalipsis nos muestra la plenitud de los bienes esperados que llegan con la intervención de Dios en medio de su pueblo, la Iglesia.

La semana pasada [ver comentario a la 2ª lectura] presentamos en parte la lectura de hoy por formar parte de una misma unidad literaria. No repetiremos lo dicho. El texto es la última visión de todo el libro aunque bastante cortada. La unidad parece ser 21,9-22,5.

Ya presentamos el contraste entre las dos ciudades / dos mujeres. En este caso, la “esposa / Jerusalén” contrastando con la “prostituta / Babilonia”. La una es mostrada en el desierto, lugar de muerte cuando Dios no acompaña, la otra, el un monte alto, lugar de encuentro con Dios. La una sube del abismo, lugar de los muertos, la otra desciende desde “junto a Dios”. En la ciudad reside “la gloria de Dios”, en Babilonia títulos blasfemos, abominaciones, impurezas. Una viste de oro (19,4 pero en una copa llena de “abominaciones”), la Jerusalén “jaspe” (piedra que en todo el NT sólo aparece en relación al cielo: Ap 4,3; 21,11.18.19) como cristal (también sólo en referencia al cielo, Ap 4,6; 21,11; 22,1).

Una muralla es lo propio de las ciudades, y una muralla de 12 puertas sin duda revela una ciudad inmensa. Era habitual que las puertas tuvieran nombre (cf. Hch 3,2; Zac 14,10; Neh 2,13; ver Is 60,18; Ez 38,11) sin embargo, las puertas eran cerradas por la noche para que reinara la ciudad dentro de sus muros (Sal 122,7) pero en este caso, “Las puertas no se cerrarán” y “no habrá noche” (v.25) lo cual revela la situación ideal de paz que reinará en la ciudad una vez que Babilonia haya desaparecido. Las 12 puertas aluden claramente al pueblo de Dios, llevan los nombres de las doce tribus de Israel (v.12) y la muralla está asentada sobre piedras que llevan los nombres “de los doce apóstoles del Cordero”. Esta ciudad es inseparable, obviamente, de la Iglesia.

El texto litúrgico aquí se interrumpe. Se comienza a describir los asientos de la ciudad que es un cubo perfecto. Los números son ciertamente simbólicos, como es habitual en el apocalipsis (12 asientos, 12.000 estadios, 144 codos) del mismo modo que los materiales preciosos de cada una (oro puro, jaspe, zafiro…).

En el v.22 se retoma el texto para destacar elementos de la ciudad. Elementos que “no hay” especialmente (aunque también el texto se interrumpe para la liturgia). Estando Dios mismo y el Cordero en la ciudad, esta no tiene santuario, del mismo modo que no hacen falta “iluminadores” (ni el sol, ni la luna ni lámparas), Dios y el Cordero la iluminan. Ya no tienen cabida –entonces- las mediaciones, porque la presencia las vuelve innecesarias. Del mismo modo –ya fuera del texto- no hay cabida para lo negativo (maldiciones, lo profano, la violencia) y en el medio brota de Dios y del Cordero el río de vida. La luz, la paz, la vida, el encuentro pleno con Dios y el Cordero caracterizará esta “esposa” / ciudad que es la Iglesia, que es la plenitud de los bienes esperados para un futuro inminente.


Evangelio según san Juan     14, 23-29


Resumen: Jesús se está despidiendo de sus discípulos, pero no lo hace para dejarlos huérfanos, sino que les deja a modo de testamento el mandato del amor, en el cual se hace presente en medio de ellos; y envía –además- el Paráclito a fin de que continúe entre ellos la misma otra comenzada por Jesús.


El Evangelio de Juan pone en boca de Jesús un largo discurso de despedida (caps. 13-17). Discurso sólo interrumpido por breves intervenciones: Pedro afirma que dará la vida por él (13,36-38), pregunta de Felipe (14,8), pregunta de Judas –no el Iscariote- (13,22), comentario de discípulos (16,17-18), intervención de discípulos (16,29-30). Sin embargo, las intervenciones tienen como función permitir el desarrollo del discurso. No es fácil, fuera de estas pequeñas intervenciones ver cómo está armado el discurso y qué partes tiene. Sin embargo, el cap. 14 tiene una extraña frase de Jesús que queda inconclusa hasta 18,1: “levántense, vámonos de aquí” (14,31). Aunque la escena continúe, es indicio de conclusión, lo que nos permite afirmar que la unidad que la liturgia nos presenta comienza con la pregunta de Judas y concluye con el pedido de levantarse (14,22-31). De todos modos, como veremos, la temática no parece novedosa con respecto a lo que la precede y lo que sigue.

Como se ha dicho, el discurso de despedida juega el rol de testamento: un personaje está por morir y se despide de los suyos dándoles indicaciones, invitándolos a no repetir sus defectos o a imitar su conducta positiva, de ese modo, se convertirán en herederos.

El contexto del relato es el de una “partida”, que refiere –obviamente- a la futura muerte de Jesús. Pero esto no significa abandono ya que un nuevo personaje entra en escena (ya desde 14,16-18) garantizando que no quedarán huérfanos: el Paráclito [es interesante notar que las Biblias modernas han renunciado a traducir el significado del término manteniendo la palabra en griego, como veremos]. Amor / mundo / Paráclito / guardar la palabra-mandamiento son ideas fundamentales de la unidad pero que ya se encontraban en los párrafos anteriores. Jesús ya había dicho que el amor mutuo es la herencia que les deja, “como él ha amado” (13,15.34.35; 14,15) y lo repite en el comienzo de la respuesta a Judas: “si uno me ama, guardará mi Palabra” (v.23 = v.15).

La pregunta de Judas ¿por qué no revelarse al “mundo”? supone dos elementos clásicos de Juan: el lugar del “mundo” y el lugar de la fe [para ser precisos es necesario señalar que el sustantivo “fe” –pistis- jamás se encuentra en Juan, mientras que el verbo “creer” –pisteuô- es sumamente frecuente (x98)]. El mundo es precisamente el ambiente que se ha negado a creer, que prefirió las tinieblas a la luz (3,19; volveremos sobre esto). Creer, en cambio, es una opción existencial por Jesús, y por eso el que cree tiene vida (divina). Esta actitud es fundamental en el discurso de despedida (14,1.11.12), pero es inseparable del amor (14,15.21.23.24). Se ha llamado la atención sobre el estrecho vínculo que existe entre las exigencias de Jesús y las de la alianza, especialmente tal como se encuentran en el Deuteronomio (cf Dt 5,10; 6,5-6.7.9; 10,12.13; 11,13.22). Creer y amar es –precisamente- lo que se resiste a hacer “el mundo”. La asociación entre el amor (vv. 15.21.23-24 «me ama») y la fidelidad (vv. 15.21.23-24 «guarda mis mandamientos») conduce a una nueva promesa para el tiempo intermedio entre partida y retorno. En 14,2-3 se hace referencia a las moradas que Jesús preparará, pero en v,23 la morada se encuentra en futuro como lugar donde el Padre y Jesús permanecerán en el que lo ama. El marco del relato es la inminente partida de Jesús (14,1-14), y hasta que se concrete la “venida” (vv.25.28), hay una morada de Jesús y el Padre en el que cree y ama (v.23), lo experimentan (14,18-21).

Un tema fundamental de la cristología joánica subyacente es presentar a Jesús como “enviado” del Padre (cf. 4,34; 5,23.24.30.37; 6,38-40; 7,16; 8,16.18.26; 12,44-49). El enviado es la presencia misma del “enviador”. Lo que aquel diga, haga o deje de hacer es dicho y hecho por el mismo que envía. Por eso las palabras de Jesús son las del Padre y lo mismo ocurre con sus hechos. Y por tanto (v.24) el que rechaza las palabras de Jesús está rechazando a Dios mismo (cf 3,34; 5,23.24; 8,18.28.38.47; 12,49). 

Como ya había mencionado, Jesús alude al envío de un personaje al que llama “Paráclito” (14,16). La idea subyacente es variada: auxiliador, patronazgo, abogado, mediador, intercesor, el que está / habla “en lugar de”, el que conforta. Puesto que la imagen es tan amplia –y muchas de estas acepciones se pueden entender o aplicar al sentido del texto es que las Biblias modernas han optado por mantener el término griego para que todos estos sentidos estén supuestos. En el NT sólo se encuentra en Juan y siempre se dice del Espíritu Santo  (14,16.26; 15,26; 16,7). Y si miramos atentamente lo que se dice de él (“otro paráclito”, “esté con ustedes”, de la verdad, el mundo no lo recibe, enseñará todo, enviado, dará testimonio) notaremos que lo mismo se dijo en el Evangelio de Juan de Jesús; se trata del espíritu de Jesús presente en la comunidad una vez que se haya ido (16,7) a fin de hacerse presente y acompañar a los suyos (v.26) ya que no puede ser recibido por “el mundo” (v.16).

Antes de despedirse, Jesús les dona la paz (shalôm). Nuevamente en contraste con “el mundo” que da una “paz” distinta. Es importante recordar que el “reino de este mundo” es un reino de violencia (por eso, el reino de Jesús no supone combate [18,36], porque es de “paz”, lo que contrasta abiertamente con la “pax” romana que es la paz de la violencia impuesta), no es innecesario recordar que para el clásico dualismo joánico “este mundo” tiene un “príncipe” que es “homicida desde el principio” (8,44), padre de la mentira, príncipe de las tinieblas...

Repitiendo lo dicho en 14,1 retoma “no se turbe el corazón de ustedes” (v.27b), y como en 14,2-3 repite que se va pero volverá (v.28). Esto Jesús lo cuenta antes que suceda para que al suceder, ellos crean (v.29), así la fe (vv. 15,21.23-24.29), el amor (vv. 15,21.23-24)  la alegría (v 28) y la paz (v 27a) serán un nuevo comienzo acompañados por el Paráclito. El envío del Paráclito está ligado al encuentro de Jesús con el Padre al que llama “más grande que yo” (v.28), lo cual dio lugar a problemas en las discusiones teológicas de los primeros siglos. La estrecha unión entre el Padre y el Hijo, particularmente fuerte en Juan (8,24; 10,30), no impide mostrar que Jesús, en su misión, en cuanto enviado, presenta una clara subordinación al Padre en su misión, a su voluntad.

Dibujo tomado de http://capillalosdoceapostoles.blogspot.com

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