Carlos, hermano
Eduardo de la Serna
"Los mártires, al derramar su sangre por sus hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la mesa del Señor..." (san Agustín)
¡Pobres...!
no saben... creen que la muerte es capaz de hacer callar la voz de los profetas;
no saben que la voz es sólo el eco de sus vidas;
no saben que la voz no es suya;
no saben que la sangre riega y fertiliza la tierra que, como Madre, recibe al hijo que regresa a su casa;
no saben, y quieren hacerla callar.
Y la voz se hace corazón del pueblo, y se multiplica, y se hace grito...
grito que pide justicia,
grito de paz,
grito de vida...
Nosotros sabemos, Carlos, que tu voz vive en nosotros, que somos mil gargantas que seguimos queriendo ser voz, ser luz, ser profetas...
Nosotros sabemos, Carlos, que no pudieron ni callarte ni matarte, y aquí estamos para celebrar tu vida.
Soneto
¿Cómo explicarle, al hombre que está vivo,
el por qué de una muerte sin sentido? ¿cómo decirle, a aquel que está tan muerto,
que balas sólo son tiempo perdido?
¿Quién entenderá que celebremos,
el amor como sangre compartido? ¿quién verá en la vida derramada,
el signo más perfecto de un amigo?
Son cosas que quizás no entenderemos,
porque es cosa revelada a los sencillos;
son cosas que veremos algún día,
una vez que nos pongamos en camino,
y miremos a la cruz por compañera
caminando en compañía del martirio.
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