lunes, 25 de marzo de 2013

Una nota sobre la "pereza"

Una nota sobre la "pereza"





Eduardo de la Serna
Perezoso del amazonas



En mi ya viejo libro sobre los "vicios capitales" destacaba unos elementos que me sirven de punto de partida para lo que quiero destacar.


1. Hablar de "pecados capitales" no es exacto. No se trata de"pecados" sino de "vicios", es decir algo que nos prepara para el pecado, algo que es "mal hábito". La idea es -por ejemplo- que la avaricia nos prepara para la injusticia, la opresión, o la violencia; la lujuria para el descontrol, la infidelidad, etc. Pero son "vicios", no pecados, lo repito.


2. Es característico en el mundo antiguo intentar hacer una suerte de "escala de valores" y la pregunta subyacente era ¿cuál es el más grave de los siete? Que la envidia, que la avaricia... Es evidente que -si se quisiera ser justo, y preciso, el "peor" debería ser "el mío", porque es el que "me toca" y el que "me prepara" para caer. Sin embargo -y no entro en el terreno de la "valorización", creo que el más grave, o el más complicado es la "pereza".


3. La pereza es la inmovilidad, la falta de voluntad activa para dejar una actitud y asumir otra. Y -acá el punto- de los demás vicios se puede salir con decisión, voluntad, coraje (o más aún, teológicamente hablando, colaborando con la gracia), pero de la pereza "no dan ganas de salir", y entonces, aunque no fuera "grave" en sí, es grave en sus consecuencias. Estamos cómodos, o bien, no vemos la necesidad, o no nos sentimos con fuerza para salir de la situación.


Pues bien, valga esta introducción para pensar en algunos/as analistas contemporáneos, algo desconcertados con la elección del papa Francisco, y al insinuar sus análisis. Debo decir que he escuchado (= leído) "¡cada pavada!" (= tontera) que me resulta patético (además de la rabia del tiempo perdido). Hay decenas de análisis y comentarios, de un lado o del otro, que no hacen el más mínimo esfuerzo de entender o de ponerse en el campo del análisis desde lo creyente. Cómodos con sus esquemas, creyendo que bastan para agotar todo análisis, no se molestan en preguntarse si aquello de lo que están hablando "entra" o más bien se fuerza para entrar en sus moldes. Moldes que pueden servir para muchas cosas, pero es pobre -y perezoso- creer que sirven para todo.

Que se me entienda bien, de ninguna manera estoy diciendo que "deben ser creyentes" para poder mirar, analizar, comentar. Digo que deben hacer el esfuerzo de entender qué decimos los que somos creyentes ("en qué creen los que creen").


Por ejemplo, de ninguna manera pretendo que crean en el Espíritu Santo los analistas, pero hablar de la Iglesia sin partir de que los creyentes sí creemos en el Espíritu Santo, que decimos algo -y partir del presupuesto de que lo decimos de buena fe- en lo personal creo que sin eso -que es el corazón de lo que creemos al hablar de la Iglesia- pues no entienden nada. Y que todo análisis será a "su imagen y semejanza" y como análisis será pobre.

Pero también está otro grupo, los que creen que creen, pero por pereza tampoco se preguntarán a fondo "qué creemos", y entonces, responsabilizarán de todo al Espíritu Santo. Al papa lo elige el Espíritu Santo, a la Iglesia la conduce el Espíritu Santo... y entonces, perezosamente, también dirán según sus esquemas y estructuras. Porque en el fondo, tampoco parten de lo que creemos, sino de lo que creen (o quieren creer) que creemos.


¿Al papa lo eligió el Espíritu Santo? ¡No! Lo eligió un grupo de cardenales, ellos a su vez elegidos por el papa anterior. Y en estos cardenales, además, juegan (y siempre pensando en la más seria honestidad) la comprensión o conocimiento que tienen de los candidatos, el sentido que creen que debe tener la Iglesia para los tiempos que corren. Bromeando digo que si el Espíritu Santo condujera a los cardenales al voto, la elección se definiría en la primera vuelta y por unanimidad. Es verdad -podemos decirlo- que (a veces) "Dios escribe derecho con renglones torcidos". Dicen que en Juan 23 buscaron un papa de transición. Es posible, y en ese caso habría que decir sencillamente que "se equivocaron". Pero sería más exacto señalar que Juan 23 escuchó al Espíritu Santo. Lo que indica que también puede no escucharlo, o que hubo papas, o momentos en un papado en los que el Espíritu Santo no fue escuchado. Pero en este caso sí entramos directamente en el terreno de la fe.

Por otro lado, y siempre en el terreno de la pereza, queda el no querer (o no poder) entender el rol de los miembros. Casi como si se debiera sí o sí, "obediencia". Y tampoco eso es la Iglesia, mal que les pese a los que la entienden de una u otra manera (y sigo hablando del Espíritu Santo). El pluralismo es constitutivo de y en la Iglesia. Y si no se entiende, pues sencillamente se lo entiende mal (aunque fuera un papa el que no lo entienda). Para los que no entienden, por una u otra razón, las diferencias con los dichos o normas establecidas son vistas como desobediencia (amable desobediencia para unos, perversa para otros). Y tampoco eso es la Iglesia.

Entiendo -aunque debo reconocer que me molestan- los fanáticos anti-bergoglianos o los bergogliamantes; a algunos los entiendo y comprendo mirando su historia personal, aunque no deberían pretenderla para todos. En lo personal tengo muchas dudas y sombras del pasado de Jorge Mario Bergoglio, y a su vez reconozco muchas cosas valiosas y positivas; pero a su vez tengo claro que con el papado empezamos un nuevo camino y una nueva etapa. Negar el pasado es de mentes estrechas y temerosas, anclarse en el pasado es de mentes pobres y anquilosadas. En lo personal, la mayoría (si no todos) los gestos hechos por el nuevo papa me parecen excelentes, pero nada de eso dice hacia dónde iremos como Iglesia. Ironizando podría decir que también fascistas y marxistas viajan en metro, o pagan el hotel. Que va a lavar los pies a presos me encanta (y si entre los presos hay mujeres me gustará más), pero si ayuda a modificar las estructuras para que los presos no sean mayoritariamente pobres (¡y musulmanes!), me gustará más aún.


Es verdad que hay cosas que nos han habilitado y pongo dos ejemplos:

* hablar de los pobres no era bien mirado en la Iglesia papólatra que Juan Pablo nos legó. Uno decía "pero lo de los pobres lo dice Jesús" ¡y nada!, pero ahora se puede decir "lo dice el papa" y nadie lo discute. Amén.

* conozco el caso de un cura en Uruguay denunciado por otro cura ante el Vaticano por haber lavado pies a mujeres el Jueves Santo ("si acaso esto es un motivo, preso voy también sargento"). El argumento del inquisidor era que al hacer eso estaba de acuerdo con el sacerdocio femenino (sic... ¿y?). Incluso para esta semana Santa algún cura en el Chaco se opuso a que hubiera mujeres entre quienes se lavarían los pies. Pues Bergoglio ha lavado pies a mujeres y hay fotos en internet que lo muestran.

Es decir, hay praxis pastorales que nos permiten otro juego de cintura, otra mirada a nuestro obrar. De todos modos, insistimos, eso no basta.

Obvio que rezamos para que Francisco escuche al Espíritu Santo, y -si lo hiciera- iremos teniendo una Iglesia más parecida a lo que Dios quiere. Los fundamentalistas dirán que eso es prueba de que el Espíritu Santo guió el cónclave y guía a la Iglesia (sin aclarar por qué hace cambios el papa, si así fuera porque se supone que eso vale para papas pasados).


Afortunadamente se calmaron muchas aguas después de la elección papal. Bienvenidos sean todos los análisis posibles del pasado y del presente del actual papa. Pero bienvenidos si traslucen el esfuerzo de entender del modo más complexivo posible, (y -repito– no necesariamente estando de acuerdo) tratando de ponerse en el lugar de aquello que están analizando para que resulte creíble, sensato o legible. Debo reconocer que algunos periodistas, algunos comentarios y algunas personas eclesiásticas ya no tengo ningunas ganas de leerlas. Me da pereza.

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