¿Dónde están ¿Dónde estamos?
Eduardo de la Serna
Debo comenzar con una serie de sensaciones personales, me parece que es justo:
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Nunca me consideré “chavista”, había cosas del
Comandante que no me “cerraban del todo”: a lo mejor su estilo caribeño, exuberante;
a lo mejor cosas que “sabía de oídas”; a lo mejor saber que algún teólogo de la
liberación al que respeto enormemente era muy crítico;
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Sin duda alguna en las elecciones lo hubiera
votado; no se me hubiera ni por asomo ocurrido votar a Capriles (no sé cómo
puede durar un segundo más en el “Partido Socialista” Hermes Binner…o a lo
mejor lo sé, porque también allí estuvo Américo Ghioldi);
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Había cosas que me caían muy bien (aún en su exuberancia),
por ejemplo en la gravísima reunión en Dominicana, cuando la tensión entre
Ecuador y Colombia amenazaba por todos lados romper la paz, el discurso de
Chávez me pareció brillante, y fundamental para descomprimir la tensión (hasta
hizo chistes, y hasta cantó). A pesar de su clara postura en favor de Correa (la
cual comparto en un 100%) fue fundamental en la construcción de la paz.
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Por encima de todo esto, creo que fue un factor
decisivo (sino el principal) en la actual unidad latinoamericana. Unidad que es evidentemente molesta para los
poderosos de fuera (y los cipayos de dentro), y que intentan e intentarán
romper por todos los medios. Basta
recordar Honduras y Paraguay para tener memoria y saber. Y debo reconocer que
la “unidad latinoamericana” me parece (y pareció desde mis 18 años cuando
decidí empezar a conocerla) un paso fundamental y decisivo de independencia, de
identidad, de paz.
Dicho esto, miro otros lugares. Miro a los gusanos de Miami
celebrar la muerte de Chávez, miro las
declaraciones de Macri o de Binner (teñidas de patético anticristinismo, por
otra parte), miro nuestra historia (cuando “estalló” la Argentina, y nadie
¡nadie! prestaba un centavo (por aplicar las políticas de los que dicen que “ahora”
estamos “fuera del mundo”) quien se acercó y ayudó a la Argentina fue Chávez
(como después lo hizo en otras partes, debemos reconocerlo) [y por si no se
entiende, repito: ayudó a la Argentina, no a “los K”]; miro la prensa
hegemónica (hoy el diario El Tiempo, de Bogotá en primera plana pone “Marea
roja” en las calles de Caracas… basta saber lo que es la “marea roja” y lo que
es el “rojo” para entender lo que ellos quieren decir)…
Mirando –entonces- a unos y otros, voy sabiendo dónde
pararme. Pero hay más:
Estando cerca de Caracas se escucha más, hay más repercusiones. Y escuchando ambientes eclesiales se me paran los pelos de la nuca. De espanto. “¿Se habrá ido al infierno?”, “que Dios le perdone sus pecados”… y por el otro lado (y para mí, esto es lo principal), veo dónde están los pobres de Venezuela. ¡Los pobres están en la calle, llorando! ¡¡¡Listo!!! Para mi está claro, y sin ninguna duda, dónde tengo que estar. Podré no estar de acuerdo con esto o con aquello, pero los pobres están llorando. Y mientras crea que allí estaría Jesús, no tengo dudas. El que nació en un pesebre, se anunció a pastores, predicaba a los pobres, comía con despreciados, elegía desclasados, y lo mataron como a un esclavo, ese no estaría ni en el hotel 5 estrellas de Las Termas, ni festejando en Miami. Estaría confundido con la gente, llorando. Puede ser que a Chávez le hubiera dicho “no peques más”, pero después de haberle dicho “no te condeno”. Y mientras tanto, estaría llorando con los que lloran.
¿Dónde están los pobres? ¿Dónde estamos nosotros? Basta con mirar las calles de Caracas y mirar a quiénes festejan (pública o silenciosamente…, porque a algunos se les escapa el rictus de la alegría por los poros, y eso Duran Barba no lo puede controlar). ¿Dónde están los pobres? ¿Dónde estamos? Y esto vale para Caracas, La Paz, Quito, Bogotá, Buenos Aires, Asunción y Santiago de Chile (por nombrar sólo algunas capitales). ¿Dónde está nuestro corazón? ¿De dónde salen nuestras palabras? ¿Para dónde se dirigen nuestras opciones?
Lloré mucho la muerte de Chávez, las/los más jóvenes de mi familia no entendían el por que de tanto dolor. En acuerdos y desacuerdos, con errores y aciertos, el comandante hizo en lo real, en lo cotidiano los deseos de muchas y muchos, desde mi más temprana adolescencia, el deseo de la Patria grande, esa furia,esa pasión que te estallaba en el pecho, el lo hizo acto cotidiano, Quiera Dios su caminar continue en el caminar del pueblo.
ResponderEliminarGracias Eduardo