miércoles, 8 de mayo de 2013

Biografía teológica de Carlos Mugica


Reflexiones con motivo del martirio de Carlos Mugica (1974-2013)

Una ‘biografía teológica’

Eduardo de la Serna

Introducción
            I.- Algunos criterios para pensar la historia (puntos breves)


1. Una historia llamada “contrafáctica”: ¿Qué hubiera pasado sí…? Puede ser útil para dar vuelo a la fantasía, pero no tiene seriedad a la hora de pensar la historia.
2. Existen las “viudas de”... La “nostalgia”. Puede ser útil para mirar momentos o anécdotas, pero con el riesgo de quedar fijadas en el pasado.
3. La “historia se repite”, el riesgo del fundamentalismo. Con ausencia de un análisis mesurado y exigente del presente.
4. Las “tradiciones de...” (“si X viviera...”). Problemas histórico-políticos: “si Evita viviera…”


-  “el/la X redivivo/a” En lenguaje teológico, la “tradición” es “agua que corre, no estanque” (Angelelli), la vida de X marca un rumbo que sigue corriendo.
-  “los herederos”; en la historia hay defecciones, traiciones, cambios de rumbo, conversiones, pero también continuidades. Nunca podremos saber qué cambios de timón hubiera dado X en la historia posterior, pero mirar el camino de los que siguieron caminando en la misma dirección marcada por la “tradición” de X puede permitirnos aproximarnos a la respuesta: “si X viviera, hoy diría/haría”.


                      II.- La/s enseñanza/s de la historia


                     Si la historia es “maestra de vida” [Cicerón:  verdaderamente la historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, anuncio de la antigüedad...” (de Oratatore 2.36.2), Juan XXIII al inaugurar el Concilio Vaticano II: “(algunos) se comportan como quienes nada tienen que aprender de la Historia, la cual sigue siendo maestra de la vida...” (Juan XXIII, 11 octubre 1962)], ¿por qué lo es? Si es pasado que no es presente... Para un buen aprendizaje de la historia hacen falta varias cosas:

- pasado: Mirar el pasado en la más amplia totalidad posible. Datos, contexto, modos de acercamiento, miradas... ¿Hacia dónde marcha esa vida? ¿Dónde quiere llegar?

- presente: diferencias, continuidades, rupturas con el pasado; mirada lo más amplia posible (de ser posible, con el mismo criterio hermenéutico). Mirar a los que siguieron sus huellas, ¿dónde están?, ¿hacia dónde se dirigen?

- futuro: si las vidas marcan huellas con un rumbo, ¿hacia dónde se quiere llegar? Las huellas marcadas en el pasado, y las que podemos intuir o descubrir en el presente. Nos enseñan hacia dónde caminar.
Recordar es hacer memoria histórica desde el origen, es pensar nuestro pasado, pero no debe ser un recordar simple como quien evoca pensando, sino haciendo un juicio, criticando constructivamente o asumiendo los valores (...) acercarse... con la humildad de la verdad, sin triunfalismos ni falsos pudores, solamente mirando la verdad, para dar gracias a Dios por los aciertos, y sacar del error motivos para proyectarse renovada hacia el futuro1.

        
  III.- Aportes para una lectura creyente

          Creemos con san Agustín que Dios habla en dos libros: la Biblia y la historia; por eso dos son las lecturas obligatorias para el cristiano (K. Barth), dos son las fuentes de la escucha “el Evangelio y el corazón del pueblo” (E. Angelelli). Carlos Mugica es una palabra de Dios que sigue viva, resonando en nuestros oídos, en nuestra comunidad nacional y en nuestra Iglesia. Mirar su vida y su martirio, mirar nuestro presente y las huellas que marcó y otros caminaron nos enseña que caminar tiene sentido, y muchos como Carlos caminan a nuestro lado.
          Presentar a Carlos Mugica para nuestro tiempo puede hacerse de diferentes formas. Podemos presentar un esquema biográfico, pero eso se ha hecho –y sigue haciéndose- extensamente ya desde los 25 años de su martirio. Por otra parte, podría presentarse una síntesis de su pensamiento lo que no es nada fácil ya que Carlos no era un sistemático; y quizá tampoco sea útil ya que Carlos no era un ‘teólogo’. Sus escritos2 y las reflexiones que se conservan grabadas o filmadas vuelan al calor del debate -en lo que Carlos era un experto- y se ven frecuentemente influenciados por el interlocutor de turno. Hemos elegido para este trabajo un camino intermedio, camino que podríamos llamar ‘teológico’ y es ‘copiado’ al estilo frecuente de Jon Sobrino en sus ‘biografías teológicas’, en las que especialmente monseñor Romero e Ignacio Ellacuría son magistralmente retratados. Es su esquema el que seguimos aunque -obviamente- cambiemos el sujeto.
          Viviendo Mugica en su tiempo hubo de enfrentarse con un conjunto de personas o grupos que por derecha e izquierda pretendieron encarcelarlo, sea real o simbólicamente, sea en las prisiones de la dictadura, como en las conocidas como “cárcel del pueblo3. Los primeros lo lograron, por breve tiempo y con el guiño de miembros de la jerarquía eclesiástica; los segundos por mucho tiempo se vieron sospechados de su asesinato. El país estaba convulsionado, y sólo decir que alguien, como Mugica, pertenecía al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo [MSTM] ya era para todo un sector social sinónimo de marxismo, guerrilla, violencia y terror. No es casualidad que 40 años después de todo aquello, ninguno de los sacerdotes participantes activamente en el MSTM accediera al episcopado, mientras que sí lo hicieron algunos de sus más acérrimos adversarios, como mons. D. Collino4, entre otros.
          Más de una vez el centro de la ciudad de Buenos Aires se vio empapelado con afiches, las más de las veces anónimos, denunciando, criticando o simplemente calumniando a Mugica, y a varios de sus compañeros.
          Sin embargo, cosa curiosa, una vez producido el derramamiento de sangre, la mayoría de sus viejos enemigos pretendieron acercarse a su figura, sea para atribuir al otro bando la muerte, por otra parte repudiada por la inmensa mayoría de la sociedad, como para aprovechar parte de la credibilidad que alcanza el testimonio de “dar la vida”. Todos parecían ahora amigos del ‘mártir popular’. Todos menos uno: su arzobispo. Con su característica estrechez de miras insistió, siempre que habló del tema, en relacionar a Carlos Mugica con la guerrilla montonera. Es llamativo que nunca, hasta cumplirse los 25 años de su martirio, un obispo de Buenos Aires presidiera la misa que todos los 11 de mayo se celebra en San Francisco Solano, donde fuera baleado en 19745.

          Trataremos, entonces, de presentar aquí a Carlos Mugica, el hombre, el cristiano, el cura.

I.- CARLOS MUGICA COMO SER HUMANO

1. Como la Iglesia, experta en humanidad, nada de lo humano le era indiferente

1.1 Carlos se comprometió como argentino y latinoamericano

          “Finalmente, deseo hacerles llegar, junto con mi saludo más cariñoso, la exhortación más sincera para que sigan en su magnífica acción. Seguros de que sirven tanto a su sacerdocio como a los intereses de la patria y de una humanidad profundamente amenazada. Un gran abrazo para todos” (carta de Perón al MSTM).
          No hace falta demasiada investigación para descubrir cuánto le importó a Mugica la situación de su país y de toda la Patria Grande. Su claro compromiso político6, su vehemente lucha por la liberación, son signo suficientemente claro de su humanidad.
          Con palabras que parecen tan válidas para ayer como para hoy afirmaba:
          El problema hoy, en la Argentina, está en convalidar o no el sistema capitalista liberal vigente, inevitablemente subordinado al imperialismo. Y aquí no cabe el apoliticismo del sacerdote” (...)
          Solamente los que ignoran por conveniencia, para mantener sus privilegios, el sufrimiento del pueblo argentino, pueden negar el estado de violencia institucionalizada en que vivimos” (SP).
          “Temamos a esta sociedad que mientras sumerge al pueblo en el hambre y la opresión, propone a una minoría elegida el hedonismo y el erotismo como claves de la felicidad, olvidando una vez más a Jesucristo, quien nos advierte: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Vivimos en un evidente estado de violencia institucionalizada, solamente no perceptible para algún funcionario con mentalidad proscriptiva, e insensible al dolor del pueblo argentino” (TV).
1.2. Carlos cargado de humanidad

                        “Está en juego una visión de la relación de la Iglesia con la humanidad. No dudamos, y éste es el punto de partida de nuestra conducta pastoral, que "la Iglesia camina unida a la humanidad y se solidariza con su suerte en el seno de la historia". Como sacerdotes queremos solidarizarnos con los pueblos de América Latina en el seno de su historia” (carta de sacerdotes latinoamericanos al Sínodo 1971).
            Carlos sabía que cuando Dios se hace hombre, el signo de la humanidad de Jesús es que ‘pasó haciendo el bien’ (Hch 10,38). Jesús no fue un turista por la historia sino alguien que ‘tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades’ (Mt 8,17). Mugica se negó a ser un pasajero ante el dolor. Sea el de la pobreza, el de la violencia, el de la injusticia, todo dolor supo vivirlo como propio. Su amado Pablo VI lo había dicho:
            “No podemos permanecer silenciosos frente a regímenes vigentes en algunos países, que constituyen sin duda una especie  de «violencia institucionalizada». Tenemos que denunciar con sabiduría, pero clara y abiertamente, las políticas que contradicen «la visión global del hombre y de la humanidad» que la Iglesia «tiene como  propia»”. (Populorum Progressio 13)
            La defensa de la dignidad humana, especialmente de aquella pisoteada por los poderosos es un imperativo ético en todo aquel que sabe sentirse hermano de los hombres. Y para Mugica eso es fundamentalmente evangelizador. Así se expresaba:
            Nosotros, los hombres de iglesia que hemos contraído la enorme responsabilidad de ser los portavoces del mensaje de Cristo hasta las últimas consecuencias, debemos ser fieles al llamado del Señor y del magisterio: hoy más que nunca nos exigen asumir la defensa de todos los seres humanos pisoteados en su dignidad; pero, sobre todo, como lo recalca el Documento de Justicia del sínodo de Obispos, de los más pobres y oprimidos. Se trata, una vez más, de ser la voz de los que no tienen voz. La verdad os hará libres (Juan 8, 32)”. [TV]
            “En el año 1954, aparece un señor que se llama el abate Pierre que dice: antes que hablarle de Dios al hombre que no tiene techo, hay que darle un techo. Entonces comprendemos los cristianos que darle techo ya es hablarle de Dios. Mejor dicho, ayudarlo a que se dé el techo es ayudarlo a ayudarse.
            “Y eso es hablarle de Dios. Y esto lo van a decir los obispos en la declaración de San Miguel: humanizar es evangelizar.
            “Si hubieran dicho esto hace diez años los condenaban. Lo dijo Helder Cámara hace diez años y dijeron que era horizontalista, temporalista, que había perdido el sentido de lo sobrenatural. Hoy lo dice cualquier sacerdote normal, aunque no pertenezca a ningún movimiento de avanzada” [RS].

2. Carlos hombre de espíritu

2.1. espíritu de servicio
            Mugica aprendió del Evangelio que el amor se expresa en el servicio. Frente a la humanidad caída, es necesario adquirir un corazón servicial, dispuesto y fraterno:
            El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar su vida. A poner todas sus energías al servicio de los hombres. En el caso de los sacerdotes, ellos como hombres de Cristo deben estar dispuestos a la entrega de su vida. Por eso dice el padre Arrupe: ‘Ser sacerdote o ser religioso implica una radicalidad de grado mayor que la de una adherencia a una determinada opción sociopolítica’ [RS]”
            Toda la mentalidad individualista para la que importan la competencia, el afán de lucro, y por sobre todo “yo”, no puede jamás entender esta actitud que Jesús nos propone.
            Por eso es importante que hoy los cristianos, después de lavarnos la cabeza de tanta influencia laicista y liberal nos integremos en este proceso histórico que se ha iniciado en la Patria el 25 de mayo, no para traer agua para nuestro molino pretendiendo servirnos de algún trozo del poder para nuestras obras, sino haciéndonos pueblo, luchando con austeridad, honestidad y grandeza junto a los humildes por la liberación nacional. Es decir, asumir el ejemplo de Cristo que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por sus hermanos” [IP].

2.2. espíritu de disponibilidad
            Nacido en ‘cuna de oro’, Mugica supo dejarse convertir por los pobres y convertirse hacia los pobres. Esta terminología, propia de Puebla, y que Carlos no conoció, no deja de ser coherente con su pensamiento. Mirando a los pobres, y dejándose enseñar por ellos, Mugica supo desprenderse de todo lo que le impedía vivir la radicalidad del Evangelio. Supo estar dispuesto para los caminos siempre nuevos del Señor:
            'Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza'. Le está indicando ‘bueno, si vos me querés seguir tenés que estar dispuesto a vivir en la provisoriedad, no instalado’. Por eso el burgués o el que tiene mentalidad burguesa, es el menos capacitado para entender el mensaje de Jesucristo. Porque en el fondo, la psicología burguesa es la psicología del que le tiene miedo a la vida, del que quiere acolcharse la existencia” [RS].


2.3. espíritu de humildad
            En las reuniones de los ‘curas villeros’ Carlos no dudaba -y lo han afirmado constantemente sus compañeros- en preguntar a todos sobre qué hacer; ¿qué piensan ustedes? Y especialmente, ¿qué piensan los villeros? Era un punto de partida para saber cómo obrar, qué decir, o cómo evaluar lo dicho o hecho. Incluso, cuando no podía consultar antes, rápidamente preguntaba a quienes podía su opinión sobre lo hecho o dicho.
            Así Mugica supo dejar una religiosidad intimista, centrada en el “salva tu alma”, y esto porque estaba dispuesto a aprender. Si supo mirar, por ejemplo, con otros ojos el movimiento peronista y supo mirar las cosas ‘desde’ el pueblo, fue porque dejó que “los pobres (le enseñaran) a leer el Evangelio” (Casaldáliga).
            “Ahí entra en juego la humildad de saber ser cuestionados, de dejarnos cuestionar por los demás, y de cuestionar también nosotros a los demás” -decía-.
            Cada vez que hablaba de “tener todo en común”, “opción por los pobres”, ser “iguales”, era frecuente, ver días después las solicitadas [particularmente de la infaltable secta llamada Tradición, Familia y Propiedad] o las pegadas de carteles callejeros a los que hicimos referencia. Ciertamente para determinados sectores de la sociedad era preferible entender que el “todo en común” que había expresado debía leerse en clave marxista y no evangélica7. Cuestionar al otro era la mejor manera de no sentirnos cuestionados nosotros. Pero esto no hacía sino revelar que el punto de miras de los adversarios no era ciertamente religioso sino ideológico. Uno de los primeros conflictos de Carlos en la Parroquia del Socorro fue, precisamente, por decir que “todos somos iguales”. Lo que resultaba particularmente indignante a muchos de ese ambiente era que esto venía dicho por uno que es “como uno” y no “como esos”.

2.4. espíritu de trabajo
            No hace falta más que mirar su vida y su ritmo incesante para saber que a Mugica lo movía una increíble capacidad de trabajo. Las clases en la Universidad del Salvador, los trabajos en la villa 31, la colaboración en parroquias como Santa Elena, San Francisco Solano, las misas en el Instituto de Cultura Religiosa Superior, las charlas a novios y grupos universitarios, grupos misioneros, y algunos artículos pedidos por diversos medios de comunicación reflejan, evidentemente, la enorme tenacidad para el trabajo de Mugica. Su amigo Tito Borda decía que era ‘un militante’, otros que era “pertinaz, ordenado y estudioso”, “vasco” decían otros... Alejandro Mayol, su compañero y amigo, cuenta jocosamente que en el seminario era llamado “la bestia” (o, en francés, como era habitual en su tiempo, la bête) porque todo lo hacía “a lo bestia: estudiaba como bestia, rezaba como bestia, jugaba como bestia...”

2.5.  espíritu de fortaleza
            Se ha afirmado que los mártires están sostenidos por el don de la fortaleza que envía el Espíritu. Propiamente también hemos de afirmar que es una cualidad humana, aunque los cristianos lo reconozcamos como proveniente de Dios.
Así lo afirmaba R. Tello en 1976:
            [...] hay otro hecho. No se ve ahora, pero creo que se va a ver, no muy lejos... [...] La Iglesia argentina también tendrá que fundarse en la sangre de mártires. Y cuando algunos de los que estén acá tenga que dar su sangre por Cristo –y la dará–, sepan que fue porque recibió el Espíritu de Dios.8
            La situación política invitaba a sospechar cada vez con mayor probabilidad la cercanía de la violencia y la muerte. El caso de Norma Morello fue emblemático para Carlos9. Y a partir de la bomba en su domicilio la cercanía de la muerte se ‘palpaba’. La respuesta negativa a la pregunta “Carlos, ¿no tenés miedo que te maten?” era cada vez más frecuente10. Su carrera veloz para atender el teléfono y no preocupar a su madre ante la posibilidad de recibir una amenaza, también. Incluso -recuerda Orlando Yorio- hasta lo tomaba con un poco de humor...
            Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de la verdad, y a la lucha con todas nuestras fuerzas contra la injusticia, aunque esto traiga, como consecuencia, la cárcel, las torturas, el secuestro y eventualmente la muerte. Frente a esta dura exigencia que existe desde los comienzos de la vida de la Iglesia, la vigorosa palabra de Cristo es nuestro constante aliento: "No teman a los que pueden matar el cuerpo. Teman, más bien, al que puede matar el cuerpo y el alma, y arrojarlos en la gehena (Mateo 10,28). Temamos a esta nueva gehena que es esta sociedad de consumo; aunque sea de consumo para unos pocos y de hambre para muchos” [TV].

2.6. espíritu de compasión y misericordia
            La centralidad del Bautismo, y la importancia de éste, va adquiriendo también valor creciente en la reflexión de Carlos. Esto lleva a Mugica a ahondar cada vez más la fraternidad, y sus consecuencias11.
            La lamentablemente clásica actitud de desprecio hacia los pobres, quizá en nuestros días más agravada aún, con siempre nuevas y escandalosas notas de xenofobia y racismo, lo encontraban respondiendo con firmeza y ternura: “no hablen así de mis hermanos villeros”.

2.7. espíritu de alegría
            Sus amigos y familiares recuerdan que “nunca perdió el humor”. Como hemos señalado, ni siquiera ante la inminencia de la muerte violenta. Carlos era buscado, muchas veces, por su espíritu alegre, sus chistes... Entendió claramente que su misión era predicar una ‘buena noticia’, y lo hacía con la vida. Era alegre y predicador de alegría. Basta mirar la carcajada general en la Villa al alejarse un patrullero y verlo levantando las manos a las carcajadas, para entender con un ejemplo práctico lo que venimos diciendo12.

2.8. espíritu de paz
            “Nadie se sorprenderá si reafirmamos con fuerza nuestra fe en la fecundidad de la paz. Ese es nuestro ideal cristiano”. "La violencia no es cristiana ni evangélica" [Pablo VI, Bogotá, 23/08/68 y 24/08/68]. “El cristiano es pacífico y no se ruboriza de ello. No es simplemente pacifista, porque es capaz de combatir” [Pablo VI, 01/01/68]. Pero prefiere la paz a la guerra. Sabe que "los cambios bruscos o violentos de las estructuras serían falaces, ineficaces en sí mismos y no conformes ciertamente a la dignidad del pueblo, la cual reclama que las transformaciones necesarias se realicen desde dentro, es decir, mediante una conveniente toma de conciencia, una adecuada preparación y esa efectiva participación de todos, que la ignorancia y las condiciones de vida, a veces infrahumanas, impiden hoy que sea asegurada" [Pablo VI, Bogotá, 23/08/68].
            “Si el cristianismo cree en la fecundidad de la paz para llegar a la justicia, cree también que la justicia es una condición ineludible para la paz. No deja de ver que América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada cuando, por defecto de las estructuras de la empresa industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida cultural y política, "poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política" [PP 30], violándose así derechos fundamentales. Tal situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras. No debe, pues, extrañarnos que nazca en América Latina "la tentación de la violencia" . No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia de los derechos humanos.
            “Ante una situación que atenta tan gravemente contra la dignidad del hombre y por lo tanto contra la paz, nos dirigimos, como pastores, a todos los miembros del pueblo cristiano para que asuman su grave responsabilidad en la promoción de la paz en América Latina” (Medellín, Paz 15-16).


            Si bien en un primer momento y especialmente por su carácter vehemente Mugica pareció a muchos como partidario de la violencia -y quizás en algún momento lo haya sido-, sería necesario recordar el tiempo y mirar también algunos elementos para descubrir que Carlos, de hecho, era un amante de la paz. Eran tiempos de proscripción del peronismo, y el pueblo buscaba quebrar de una u otra manera esa proscripción. Por otra parte, la juventud, como en tantas partes de América Latina se acercaba peligrosamente a las “organizaciones guerrilleras” entusiasmados por la cercanía de las utopías de un mañana inminente de justicia. En coherencia con el grupo de sacerdotes que envió a Pablo VI y los obispos reunidos en Medellín una reflexión sobre la violencia (junio de 1968) Mugica reconoce en esta, varios tipos. Una, la originaria, una violencia estructural, violencia “de arriba” que es la que genera la “violencia de abajo”. Esta violencia institucionalizada necesita frenar la violencia que ella misma genera, para lo que recurre a la violencia represiva. Así se va conformando lo que Helder Cámara llamó la “espiral de violencia”. Consciente de que el pueblo puede “perder la paciencia”, Mugica fue un tenaz adversario de la violencia estructurada; “si no hay justicia no podremos impedir que miles de jóvenes ingresen las organizaciones guerrilleras” afirmó.
            Por otra parte, y como el caso de Norma Morello servía para ejemplificarlo, Mugica fue enemigo declarado de la tortura. Violencia cobarde e inhumana al extremo.
            Siguiendo al P. Arrupe, general de los jesuitas afirmaba:
            No podemos permanecer silenciosos frente a regímenes vigentes en algunos países, que constituyen sin duda una especie de «violencia institucionalizada». Tenemos que denunciar con sabiduría, pero clara y abiertamente, las políticas que contradicen «la visión global del hombre y de la humanidad» que la Iglesia «tiene como propia». (Populorum Progressio núm. 13).
            “Solamente los que ignoran por conveniencia, para mantener sus privilegios, el sufrimiento del pueblo argentino, pueden negar el estado de violencia institucionalizada en que vivimos. Las torturas inhumanas a que fue sometido el doctor Jozami, secuestrado en una dependencia policial, y la sensación de ciudad ocupada que ofreció a Buenos Aires el viernes 28, porque había gente que quería protestar contra el hambre, son nuevas evidencias dolorosas de la misma.
            “El clima de represión es tal que parece que se quisiera dar a entender que todo argentino es subversivo a menos que pueda demostrar lo contrario. Y a veces no es fácil hacerlo” [SP]


Señor Dios, cordero de Dios, que siguen desangrándote:
En los hacheros del Norte, desangrándote.
En los mineros bolivianos desangrándote.
En las favelas del morro, desangrándote.
En el frío de los pobres, desangrándote.
En la carne del torturado, desangrándote”. [MTM]


2.9. espíritu apasionado
            Como se verá en lo que venimos diciendo, y si hay que definirlo con una palabra, Carlos era un apasionado, lleno de “energía”, Carlos era “fuego”, puro fuego: “Carlos tenía el fuego sagrado de algunos elegidos” [T. Borda]). Era un “apasionado de la vida”, y supo gozar de la vida. Ponía pasión en todo lo que hacía, y contagiaba su fuego a todos los que lo rodeábamos.

2.10. espíritu libre
            El sentirse “seguro de sí” le daba libertad; así aprendió a “vivir como un hombre libre”. Siguiendo un esquema paulino podríamos afirmar que en un principio no lo era. Vivió sus principios en el seminario aferrado a la ley.
            En una época marcada por el cristianismo espiritualista, Carlos, hijo del Vaticano II y Medellín sufrió dentro suyo los mismos “choques” que padeció la Iglesia. Vivía con preocupación de “mundanidad” su pasión por el fútbol, usaba cilicio... Sin duda fueron los pobres quienes lo ayudaron a ser “más humano”, a integrar la “carne”, la pasión, a “gozar de la vida”. Eso que tanto aportó la vuelta a la Biblia en la reflexión cristiana -aunque quedara solo en lo intelectual, como él mismo decía- nos ayudó a vivir la encarnación. Mugica aprendió a experimentar lo que ya había comprendido intelectualmente, gracias a los pobres, aprendió a “sentirlo”, y a gozarlo. Al principio, a Carlos le sorprendió la capacidad de festejar de la gente, y después “bueno, me fui entusiasmando”.



II.- CARLOS COMO CRISTIANO
            Su vida sólo tenía sentido como seguidor de Jesús
            Carlos era, fundamentalmente, un “hombre de fe”. Y en esa vida de fe, los pobres lo ayudaron no sólo a ser más humano sino también más cristiano (¡y más cura!).
1. Carlos creyó en un Dios luminoso en medio de la “noche oscura de la injusticia estructural”


            Carlos supo creer que aun en medio de tanta noche es posible la fe; es más sólo la fe puede iluminar la oscuridad por la que tantos varones y mujeres caminan a tientas..
            Creer, tener fe, no es saber que Dios existe. Mucha gente dice "sí, Dios existe pero a mí no me importa que Dios exista". Creer no significa tanto saber que Dios existe como creer en Dios y, sobre todo, creerle a Dios, y esto significa: cuando yo le creo a una persona no me comprometo con esa persona, adhiero a esa persona. Y adhiero a lo que esa persona piensa. Y eso no es creer. Creer es adherir a lo que Cristo dice; en dos palabras se podría decir que es jugarse entero por los hombres. Eso es creer. (...)
            Esa mujer (la samaritana) cree que Cristo le puede cambiar la vida. Confía y eso es muy importante”.[RS]
            Carlos aprendió a confiar en Jesús, y le confió la vida. Las nubes podían ser oscuras -y hacia el final de su vida, ¡vaya si lo eran!- pero él supo mirar más allá de esas nubes.
            Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos.
            “Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame” [MV].
2. Carlos creyó en el Dios de la justicia y la liberación. 

            A pesar de su exposición pública, y de su claro compromiso con el peronismo, creo que se puede decir que Carlos no “era” peronista sino que creyó que el hoy liberador de Dios en la historia pasaba por el movimiento peronista, lo que es diferente. Lo que movilizaba a Carlos era ese paso de Dios, no una opción ‘ideológica’.
            “Nuestra conciencia cristiana, educada en la Biblia, nos dice que Dios rehúsa nuestros actos religiosos si no están precedidos y acompañados de una realización de la justicia y de la fraternidad. Se nos ha enseñado que la verdadera religión consiste en proteger a los desvalidos, en liberar a los oprimidos, en asistir a los hambrientos. También aprendimos que hemos de irnos a reconciliar efectivamente con nuestros hermanos, ofendidos y humillados por nuestra injusticia y falta de amor, antes de acercarnos al altar para ofrecer nuestras ofrendas, precisamente porque nuestras ofrendas han de ser el amor y la justicia. Hemos aprendido que si todo esto no se da al menos como propósito serio y puesto en marcha, todo nuestro culto es aborrecido por Dios, por resultar fingido y apto solamente para tranquilizar conciencias irresponsables o para adormecer justas rebeldías y anhelos de un pueblo al que no tenemos derecho a engañar”.(MSTM repudio a la iniciativa de consagrar el país a la Virgen del gral. Onganía)
            Por sobre todas las cosas hemos de tener en cuenta que la liberación de todas las opresiones de la humanidad es el objetivo y la meta del amor cristiano. Ciertamente esto no ‘causa gracia’ a los opresores, pero los cristianos que quieren seguir al pastor que dio la vida deben aprender cada día a mirar por el bien del rebaño.
            Podrá continuar la represión contra la Iglesia y el pueblo, pero siempre habrá cristianos y sacerdotes que sentirán en carne propia las luchas y sufrimientos de los oprimidos, acompañándolos de cerca en su lucha por una sociedad más justa, fraternal y cristiana”.[SP]
            Gloria a Dios que es el amor, y en la tierra paz a los hombres que luchan por la justicia”.[MTM]

3. Carlos creyó en el Dios de los pobres 

            Los pobres no eran para Carlos ‘objeto’ de su tarea pastoral. Carlos quiso luchar ‘junto a los pobres por su liberación’ Miró a los pobres desde Dios y con ellos caminó hacia Dios, aprendió de ellos: ‘A la villa voy a hablar de Dios y aprender a conocerlo’, decía.
                               “Pero Dios y la verdadera religión no tienen nada que ver con las diversas formas del dinero de la maldad (mamona iniquitatis). Por el contrario, Dios y la verdadera religión están siempre con los que buscan promover una sociedad más equitativa y fraternal entre todos los hijos de Dios en la gran familia humana” (Mensaje Obispos TM).
                               “Todo esto nos conduce a retornar al núcleo fundamental de nuestra fe: la decisión de Dios de descender a nuestra historia, bajar hasta los pobres y desvalidos para hacer suyas nuestras miserias y luchas, hasta entregarse y morir por nosotros. Retornar al centro vital de la Buena Noticia de Jesús: la formación de una comunidad fraternal entre todos los hombres y de todos los hombres con Dios” (5º Encuentro Nacional).
            Carlos sabía bien que los pobres no son pobres ‘por azar’, sino que hay causas de la pobreza y la marginación. Y frente a todo esto afirmaba:
            Y aquí no cabe el apoliticismo del sacerdote. Los claros pronunciamientos del Magisterio no nos dejan opción. Jamás podremos adherir a un sistema como el vigente en la Argentina, afirmado esencialmente en la explotación del hombre por el hombre. Un sistema cuyo motor es el lucro y que provoca, cada día, desigualdades más irritantes, ya que como dice Pablo VI los ricos se vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres” [SP].
            Claro que todo esto implica una denuncia. Los que son responsables de esta situación de injusticia merecen ser denunciados, es necesario decirles a ellos que deben cambiar de vida y de modelo:
            “Por eso es muy importante el valor que le da el cristianismo al aporte de la revolución interior. Y tenemos que entrar en esto. Yo personalmente, como miembro del movimiento del Tercer Mundo, estoy convencido que en la Argentina sólo hay salida a través de una revolución, pero una revolución verdadera, es decir simultánea: cambio de estructuras y cambio de estructuras internas”.
            (Jesús) encontró el menosprecio que aquella sociedad en la que él vivía -como tantas otras-  tenía cultural y estructuralmente por el pobre, por el oprimido, por el hombre de condición humilde y por el extranjero. Para Cristo cada hombre es imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, ofender a un hombre es ofender a Dios. Y el rol del que es ministro de Cristo es asumir la defensa del hombre, y sobre todo del pobre, del oprimido. Hay gente que dice: "Ah, ustedes los sacerdotes, tanto hablar ahora de los pobres, ¿por qué no se ocupan de los ricos?" Creo que sí, el sacerdote tiene el deber de ocuparse de los ricos. Su misión frente a los ricos es interpelarlos. Lo que pasa es que los ricos no quieren que uno se ocupe de ellos. Porque mi misión como sacerdote es denunciarlos. Yo tendría un problema de conciencia si no le hiciera ver al rico que si no cambia de vida, debe poner sus bienes al servicio de la comunidad” [RS].
            Y precisamente porque esto es violencia estructural, no basta con el cambio del corazón de los ricos. Hace falta cambiar también las estructuras que producen ricos y pobres:
            «No basta ya luchar para que desaparezcan los individuos ricos y pobres, sino que se trata de acabar con los países ricos y los países pobres. No se trata de que los pueblos ricos ayuden a los pueblos pobres sino de que los pobres dejen de ser pobres. Realizar una acción que signifique a nivel de pueblos lo que Helder Cámara quiere para el campesino miserable del Nordeste brasileño: ‘ayudar al hombre a ponerse de pie’»
            Los evangelios muestran con meridiana claridad que Jesús estigmatiza sin piedad a los ricos y predica con inusitada violencia contra la injusticia social. Jesús anuncia por un lado, que a la luz del Reino que vendrá, la diferencia entre ricos y pobres es contraria a la voluntad divina” [JP].
            Pero esto no nace de una opción política, ni de un ‘resentimiento’, sino que nace del encuentro personal de Carlos con Jesucristo:
            Tú que has nacido pobre y has vivido siempre junto a los pobres
            para traer a todos los hombres la liberación” [MTM].

4. Carlos creyó en un Dios que es Padre de una multitud de hermanos. 

            Como vimos que decía al hablar de sus ‘hermanos villeros’ y de su referencia al bautismo, Carlos creía en la fraternidad universal que nos da ser hijos de Dios, de ese Dios que es abbá, padre (Gál 4,6). Es precisamente esa fraternidad universal la que da razón a la igualdad, la que transforma en abominable la injusticia, la violencia, la explotación. Ya hemos señalado que para Mugica los pobres no eran ‘hermanos’ por motivos ‘ideológicos’; lo eran por ser hijos de un Dios que se revela como padre. La paternidad de Dios, fuente de ternura y compromiso con el otro era el motor que llevaba a Carlos a mirar a los otros con nuevos ojos.

5. Carlos creyó en un Dios vivo en el pobre. 

            Como en seguida recordaremos, Mugica tenía muy presente que la vida amenazada del pobre, la “muerte antes de tiempo”, atentan contra el proyecto de Dios. “La gloria de Dios es el hombre que vive”, afirmaba San Ireneo, y Carlos lo tenía presente. En esta misma línea, es interesante notar que monseñor Romero, al recibir el doctorado ‘honoris causa’ en Lovaina, modificó el dicho, afirmando que ”la gloria de Dios es el pobre que vive”. Ciertamente Mugica no conoció esta re-lectura (de febrero de 1980), pero creemos -como se verá- que la hubiera aplaudido.

6. Carlos quiso dejar a Dios ser Dios

            En seguida veremos un texto que nos permitirá ver lo que venimos diciendo en los párrafos anteriores y en este. Para Carlos, Jesús vino a liberar al hombre de un dios, del dios que no es, del falso dios que oprime a los hombres, el ‘dios sargento’ lo llamaba... Dios es el Dios de Jesús, el Dios Padre, lo otro es un falso dios, y por lo tanto un ídolo. En este sentido, y por purificar el verdadero rostro de Dios podemos afirmar que Mugica era un místico, es decir, alguien que se dejó encontrar por Dios y supo rechazar los ‘cantos de sirena’ que -en nombre de Dios- deformaban su imagen...

7. Carlos creyó en la Iglesia de los pobres

            Comienzan a vislumbrar una Iglesia comprometida con los pobres, una Iglesia audaz y visionaria (profética), que aporta un mensaje de liberación (MSTM 1º Encuentro de delegados)
            El obsequioso silencio de la jerarquía frente a una legislación que ha ido cercenando uno tras otro derechos fundamentales de la persona humana, reafirman la imagen de la Iglesia, no servidora de los pobres, sino domesticada y servil frente a los poderosos.(MSTM 4º E.N.)
            Todo lo que venimos señalando del rostro de Dios que Carlos fue descubriendo, lo manifestó en su compromiso en la Iglesia. Así lo dice:
            “Zaqueo, de pie, le dijo al Señor: ‘Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres. Y si a alguien he defraudado en algo, le devolveré cuatro veces esa cantidad’.
            “De modo que el rico se hace pobre. Jesús no le dijo nada. Pero Zaqueo, simplemente, comprende que no puede haber amistad con Cristo si no es en el cambio radical de la vida”.
            En lugar del desprecio al pobre y al enemigo, Cristo predicó el valor de las personas y antepuso, con insistencia, la pobreza y la persecución a la riqueza y al ejercicio del poder. Esta denuncia del desprecio hacia los pobres y hacia los enemigos, Cristo la fundamentó en la paternidad universal de Dios”.
            “(Arrupe) señala al referirse a esa radical exigencia de Cristo: "Cuanto más verdaderamente viva toda la Iglesia el misterio de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, mejor sabrá la Iglesia cómo su Señor da su vida por la vida del mundo, renunciando a los poderes malignos que defienden nuestra existencia social". Hoy, a esos poderes malignos los podemos llamar imperialismo internacional del dinero y oligarquías nativas que son las que le chupan la sangre al pueblo siguiendo, precisamente, a ese imperialismo”.
            Cristo denunció la alienación religiosa, la religión ritualizada. Si ahora viniera Cristo lo meterían preso en seguida por loco, por soliviantar al pueblo. Porque Jesús que viene a liberar al hombre, lo viene a liberar también de Dios, del Dios sargento, del Dios castrador, del Dios alienador, del Dios que pareciera tener celos del hombre, cuando ya los primeros padres de la Iglesia decían Gloria Dei vita hominis. ¿Cuál es la gloria de Dios? Que el hombre viva”.
            ‘Las alegrías y los sufrimientos, las esperanzas y las angustias de los hombres son las esperanzas, alegrías, sufrimientos y angustias de la Iglesia’. Es decir que la Iglesia tiene que asumir la causa de la liberación del hombre”.[RS]

8. Carlos buscó empeñosamente la voluntad de Dios

            “No, Dios no quiere que haya ricos que aprovechen los bienes de este mundo explotando a los pobres. No, Dios no quiere que haya pobres siempre miserables. La religión no es el opio del pueblo. La religión es una fuerza que eleva a los humildes y rebaja a los orgullosos, que da pan a los hambrientos y hambre a los hartos”.(Mensaje Obispos TM)
            "Para promoverla, les serán de ayuda los presbíteros, a fin de que en los acontecimientos mismos, grandes o pequeños, puedan ver claramente qué pide la situación misma y cuál sea la voluntad de Dios... Pero, si es cierto que los presbíteros se deben a todos, de modo particular, sin embargo se les recomiendan los pobres e indigentes, con quienes el Señor mismo se muestra unido y cuya evangelización se da como signo de la obra mesiánica...Que los presbíteros han de promover la "libertad con que Cristo nos liberó" y "la madurez cristiana”, y que para ello han de prestar ayuda "a fin de que, en los acontecimientos mismos, grandes y pequeños, puedan ver claramente qué pide la situación misma y cuál es la voluntad de Dios" (MSTM, Nuestra Reflexión).
            Carlos, hombre de Iglesia, no entendió esto de un modo fundamentalista. Precisamente, por buscar constantemente la voluntad de Dios tuvo que soportar enfrentamientos y cuestionamientos. Pero el rostro de Dios que día a día Carlos iba descubriendo lo llevó a no atarse a esquemas, sino por sobre todo, y ante todo mirar a Dios:
            Lo primero que Cristo nos dice es que Dios jamás va a hacer la voluntad del hombre. Jamás. Para el cristiano el secreto de la dicha es comprender que tiene que hacer la voluntad de Dios. ¿Y cuál es la voluntad de Dios? Es una voluntad liberadora” [RS].

9. Carlos confió en el Dios de la vida y “no amó tanto la vida que temiera la muerte

            “Mientras caminamos, mientras luchamos en la vida, Dios está cerca de nosotros, pero no siempre se nos revela su rostro” (‘Nuestra reflexión’).
            Ya hemos señalado la confianza en Dios, y el compromiso de Mugica por la vida de sus hermanos; él lo sintetiza de esta manera:
            Sacerdote quiere decir aquel que es puente entre Dios y los hombres. Aquel que lleva las inquietudes de los hombres a Dios y lleva, por así decirlo, a Dios a través de su vida. A ese nuestro Dios que ya se ató definitivamente a nosotros. A ese nuestro Dios que ya no puede separarse de nosotros” [RS].

10. Carlos creyó en una Iglesia fraterna y comunión.

            Hemos señalado el dolor que a Carlos le causó la incomprensión de su Jerarquía. No dudó incluso en corregir fraternalmente al Obispo cuando creyó que debía hacerlo. Recuerdo la anécdota cuando fue llamado por el Obispo que le dijo “-Padre, ¿por qué habla tanto de los pobres? Si acá no hay pobres”, a lo que él, mirando a su alrededor en la curia le respondió: “-Tiene razón, monseñor, acá no hay pobres”.
            Y porque creyó en una iglesia fraterna y comunión se dolió profundamente de las desinteligencias causadas sea porque el Obispo prefirió creerle al diario La Razón, siempre ligado al Gobierno, antes que a él, sobre lo que supuestamente Mugica había dicho en la homilía del responso del dirigente montonero Gustavo Ramus; lo que le valió la cárcel de la dictadura y la suspensión de las licencias ministeriales (de lo que se enteró en la cárcel). O la publicación en el Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de un artículo -sin firma- en su contra13 a raíz de un escrito sobre Jesús y la política donde re-leía un clásico trabajo de O. Cullmann. Que él creyera en una Iglesia fraterna no significa que otros lo hicieran.


III.- CARLOS COMO SACERDOTE14
            Carlos creyó muy profunda y alegremente que su lugar como cristiano para “servir a Jesucristo y a su Iglesia luchando con los pobres por su liberación” era en el ejercicio del ministerio ordenado. El sacerdocio era su lugar para ser cristiano; y era feliz por ello.
            “Frente a las consecuencias de este sistema el sacerdote no puede no hablar. No puede no actuar, si quiere seguir siendo sacerdote de Jesucristo y no sacerdote del statu quo” [SP].

1. El trabajo signo de la gratuidad del ministerio de Carlos

            En tiempos de Carlos, muchos de sus compañeros en el MSTM trabajaban. Era el auge de los ‘curas obreros’, otros trabajaban en empresas de seguros, taxis, reparación de ascensores, etc. Ciertamente Mugica no necesitaba trabajar para sustentarse. Pero sin embargo, es cierto que Carlos en su tarea docente en la Facultad del Salvador trabajó. Si bien su trabajo no era signo -como es el caso del trabajo de San Pablo- de la gratuidad del amor (1 Cor 9,15-18), igualmente él supo valorar adecuadamente todo esto:
            "La medida del amor -decía Santa Teresa- es amar sin medida". Yo a esta terminología le aplico la terminología materialista de la sociedad en la que vivimos. Sociedad que rechaza la gratuidad, donde todo está utilitarizado. También la relación entre los seres humanos” [RS].

2. El modo de oración como expresión viva de su ministerio
            Carlos rezaba ‘como bestia’, contaba Mayol. Miguel Hrymacz, que compartía con él la pasión por Racing Club cuenta que cuando era seminarista -Carlos ya era cura- e iban a jugar fútbol en el Seminario, Mugica cuando terminaba de cambiarse le pedía que cuando estuviera por empezar el partido lo pasara a buscar por la capilla para jugar. Él era un hombre de oración, y en esto, ocupaba un lugar importante el breviario. La oración de Mugica era una verdadera oración sacerdotal.
            Habrá que recordar, asimismo, las frecuentes idas de Mugica al Monasterio benedictino de Los Toldos, donde tenía su retiro espiritual. Incluso allí se le permitió excepcionalmente visitar a la comunidad aborigen que atiende la comunidad (cf. RS).
            Otro elemento importante es el amor de Mugica por los Santos. Basta ver la frecuencia con la que un santo o santa son citados. Teresa de Lisieux, por ejemplo, le fue de gran utilidad para escapar de los escrúpulos que lo asaltaron en el tiempo del seminario y los primeros años de su ministerio. Mugica supo tener en los santos modelos e intercesores, verdaderos amigos compañeros en el camino.

3. Carlos vivió el ministerio como compromiso evangélico con el pobre

            “Un compromiso: Convencidos de que la liberación la harán "los pueblos pobres y los pobres de los pueblos" y de que el contacto permanente con el pueblo mostrará los caminos a seguir, nos comprometemos a insertarnos cada vez más lealmente en el pueblo, en medio de los pobres, asumiendo situaciones humanas que señalen y verifiquen nuestro compromiso” (MSTM, Coincidencias básicas).
            “Formamos aquí, en nuestro país, un Movimiento de sacerdotes empeñados en  identificarse con los pobres y oprimidos de nuestra tierra para anunciarles y  hacerles accesibles la liberación que Cristo nos ha traído y quiere que sea realidad para todos los hombres” (Adhesión del MSTM al cardenal de Sucre).
            Después de haberlo experimentado en carne propia, Mugica no puede predicar un ‘salva tu alma’. La realidad lo lleva de la mano a un compromiso concreto con sus ‘hermanos villeros’. humanizar es evangelizar repetía con el documento de San Miguel.
            “Ante esta situación, el sacerdote que siempre tiene el deber de anunciar a los hombres que sólo en Cristo está la liberación total del hombre, que culmina en su divinización, no puede eludir la dimensión política de su misión ya que el Reino de Dios, comienza aquí abajo”.
            “Puede dar fe de ello el padre Carbone. ¿Cuál es su culpa? Le duele el dolor del pueblo y como sacerdote de Cristo, siente que no puede renunciar a ser fiel al Señor. Siente que debe ser voz de los que no tienen voz. Jamás se extralimitó en su sacerdocio. La justicia lo acaba de reconocer. Pero Carbone sigue preso. ¿Por qué? Porque un régimen afirmado en la violencia y la mentira no puede soportar la verdad del testimonio evangélico.” [SP]
            Lo que decide la amistad con Cristo es el compromiso con los hombres. De modo que hoy, un sacerdote realiza su rol sacerdotal en la medida en que se compromete hasta los tuétanos con los hombres. Hoy el compromiso de amor con los hombres es un compromiso político, en el sentido amplio de la palabra” [RS].

4. Carlos es un Cristo actualizado, Sacramento de Dios. 

            Si un sacramento es un ‘signo sensible y eficaz de la gracia de Dios’, podemos afirmar que Carlos hizo y hace presente a Cristo entre sus hermanos. Si Cristo es sacerdote porque se acercó, se solidarizó con la humanidad en todo menos el pecado (Heb 4,15), Mugica supo ‘vaciarse’ de su ‘venir de arriba’, y supo ‘subir al pueblo’; supo vivir la solidaridad con sus hermanos. Cristo es el único sacerdote del Nuevo Testamento, y el sacerdocio ministerial sólo lo es en la medida de la participación de la solidaridad del Señor.
            El sacerdote fundamenta toda su acción en su fe en la persona de Jesucristo y en su adhesión a la Iglesia, que es la comunidad que estableció Cristo para que a través de los tiempos, haga presente el mensaje de liberación que Él trae. Por eso tenemos que referirnos brevemente a la persona de Cristo que es el sacerdote por antonomasia”.
            Ahí está el rol del sacerdote, que es el que tiene que hacer patente a Cristo en medio de los hombres”.
            El sacerdote es por excelencia, el hombre que se ocupa de lo religioso. Pero hay que entender muy bien qué es lo religioso”[RS].
            Obviamente Mugica no conoció la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975), pero esto que dice Pablo VI es plenamente coherente con lo que Carlos viene señalando aquí:
“... centrada en el reino de Dios...
“Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la sustitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo” (EN 34).
            Es en coherencia con esto que Carlos no temía frecuentar los Medios de Comunicación, y contestar cuanta pregunta le hicieran. Eso también era parte de su ministerio. Pero no era un ‘horizontalismo’. Recuerdo cuando llamó a un grupo de amigos para que lo acompañáramos al programa ‘el pueblo quiere saber’ para que le formuláramos preguntas ‘religiosas’: “No tengo problemas en contestar preguntas políticas, pero soy cura y quiero que ustedes me hagan preguntas ‘religiosas’”.
5. Carlos vivió su ministerio como donación generosa en la radicalidad del Reino
            “Todo encuentro-aceptación, todo encuentro real, es una liberación de las limitaciones del propio yo (egoísmo). Porque el hombre hecho a la imagen de Dios, no es un solitario; no hay un yo auténtico, sin un tú. Dios es el tú que funda radicalmente el yo y el nosotros. Por eso, el encuentro con Cristo es la liberación” (‘Nuestra reflexión’).
            La predicación de Jesús fue una predicación que le comprometió la vida, y su predicación -el Reino de Dios- no es para tibios (Ap 3,16), no es para los que toman el arado y miran para atrás (Lc 9,62), no es para quienes pretenden tener dónde apoyar la cabeza (Mt 8,20). El Reino implica ‘vender todo’, como el comprador de perlas o de un campo (Mt 13,44-46). Esta radicalidad, Carlos la entendió claramente, y la predicó y la vivió. Radicalmente, hasta el extremo, como es el amor verdadero (Jn 13,1). Mugica insistía frecuentemente en la vocación divina de la humanidad. Desde el bautismo estamos llamados a esa ‘divinización’, y para vivirla, para recibirla, el compromiso con el Evangelio debe ser total.
            Jesucristo se presenta entonces como una persona que exige una definición radical del que lo sigue. Esto es decisivo para el rol de un sacerdote”.
            Hoy el sacerdote fundamentalmente tiene que asumir el mensaje de Cristo. ¿Cuál es el mensaje de Cristo? Cristo viene a decirles a los hombres que tienen una dimensión divina, como dije antes, que por lo tanto tienen que vivir ya acá, en la tierra, de acuerdo con esa vocación divina”.[RS]

6. Carlos odió a la “mammona de la iniquidad”

            Carlos comprendió que la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Tim 6,10), que la avaricia es idolatría (Col 3,5), y que no se puede servir a dos señores (Lc 16,13). Por eso, odió a Mammón y luchó por su erradicación, enfrentando incluso a los que en su tiempo eran los “sacramentos” más evidentes del dios dinero: el hotel Sheraton, y el automóvil Torino, y despreció también la “liturgia” de estos ídolos: el statu quo... Para eso, para alcanzar la divinización, y para vencer estos dioses que deben ser despreciados, Carlos proponía una revolución (que integrara tanto lo interior -la conversión para Carlos era una verdadera revolución interior- y exterior), con frecuencia citaba a Mao Tse Tung diciendo que debe ser ‘una revolución constantemente revolucionada’.
            “Jesús es el revolucionario más ambicioso de todos los tiempos, ya que no pretende crear nuevas estructuras, no pretende acabar con la explotación del hombre por el hombre, no apunta a una sociedad nueva sin injusticias, sino que pretende crear un nueva vida, un nuevo modo de vivir absolutamente impensable para el hombre e imposible de alcanzar con sus solas fuerzas: la vida divina” [JP]

7. Carlos, como cristiano y como ministro ordenado fue “signo de contradicción”

            No hace falta ahondar esta idea ya que es evidente tanto por la larga lista de personas de dentro y de fuera de la Iglesia que lo amaron y odiaron, y que lo siguen haciendo. Un signo de contradicción es una persona que con su vida logra que muchos tropiecen y otros sean elevados (Lc 2,34). Carlos no temía escandalizar, pero no a los pequeños (ver Mc 9,42), sino a quienes se sienten afianzados en sus seguridades, confiados en sus posesiones (ver Mc 6,3). Y hacer tropezar a quienes se sienten seguros en aquello en lo que no deben poner su seguridad es un llamado de atención, es remitirlos al único en el que vale la pena confiar. Eso es amor, ciertamente.

8. Carlos como Pastor buscó dar vida y dar la vida 
            “Dios no te va a abandonar” le afirmaba el padre Mamerto cuando él confesaba su temor a ser expulsado de la Iglesia por el obispo coadjutor Juan Carlos Aramburu. Y si es cierto -y creemos que lo es- que la muerte es un reflejo de la vida, hemos de señalar que su muerte muestra que su elección fue la correcta, y que Dios no lo abandonó. Teresa de Ávila también pasó sus últimos tiempos pensando en que la ‘santa’ Inquisición podía expulsarla de la Iglesia; sus libros eran revisados meticulosamente para encontrar algo de qué condenarla; pero ella murió antes. Es por eso que exclama triunfal “muero hija de la Iglesia”. A pesar de su temor, Carlos no fue expulsado, quizá también él murió antes, y murió hijo de la Iglesia.
            “En cuanto a nosotros, sacerdotes y obispos, tenemos el deber más apremiante todavía de permanecer en nuestro lugar, ya que somos los vicarios del Buen Pastor, que lejos de huir como los mercenarios en el momento del peligro, permanecen en medio de la multitud, listos a dar su vida por los suyos (Jn 10,11-18). Si Jesús ordenó a sus apóstoles pasar de ciudad en ciudad (Mt 10,23), es únicamente en el caso de persecución personal a causa de la fe; esto es diferente de los casos de guerra o de revolución que conciernen a todo un pueblo con el cual debe sentirse solidario el pastor. Este debe permanecer en el pueblo. Si todo el pueblo decidiera exilarse, el pastor podría seguir a la multitud. Pero él no puede salvarse solo, ni con una minoría de aprovechados o de miedosos” (Manifiesto Obispos TM).
            El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar su vida. A poner todas sus energías al servicio de los hombres. En el caso de los sacerdotes, ellos como hombres de Cristo deben estar dispuestos a la entrega de su vida. Por eso dice el padre Arrupe: "Ser sacerdote o ser religioso implica una radicalidad de grado mayor que la de una adherencia a una determinada opción sociopolítica". Si hoy muchos de nuestros hermanos se juegan el pellejo por la causa del pueblo, cómo yo, sacerdote, no voy a asumir mi compromiso, aunque sea doloroso, en la lucha por la liberación de mi pueblo, denunciando las injusticias e interpelando además a los cristianos para que ocupen su lugar en la lucha”.
            “En la medida en que un hombre de la Iglesia viva unido a Cristo, al misterio de Cristo, más dispuesto estará, como Cristo, a dar su vida por la causa del pueblo. "No hay prueba más grande de amor que la de dar la vida por los amigos" dice Jesús en el discurso sacerdotal de la Ultima Cena el Jueves Santo. Y Él da la vida por sus ovejas. El buen pastor de la vida por sus ovejas. Por eso el cristiano debe estar dispuesto a dar la vida”. [RS]
            “El pastor no puede abandonar a su suerte a sus ovejas”
9. Carlos es mártir
            ¿Qué es ser mártir? Es -primero- dar vida; segundo, es dar la vida en el día a día; finalmente, recién en tercer lugar, es que la muerte te sorprenda dando vida en el día a día.


             ¿Quién mató a Carlos? No es el punto central. Ciertamente no son López Rega o Almirón los que lo hicieron mártir a Carlos. El que hizo mártir a Mugica es Jesucristo, son los pobres, fue el mismo Carlos Mugica (su amor a Jesucristo, a la justicia-liberación, su amor a los pobres). Por eso no es sensato poner en el ‘odio’ de otros la centralidad del martirio, sino en el amor por el que Carlos fue buscando que sus ‘hermanos villeros’ tuvieran vida; amor que fue viviendo día a día en el ejercicio fiel de su ministerio. Y ese amor, un día, un 11 de mayo de 1974 lo encontró en el camino de las balas. Los asesinos le salieron al encuentro en el lugar que Carlos debía estar, y Carlos estaba en su lugar, en el lugar que Jesús había soñado para Mugica, y el lugar que Mugica había aceptado para ser fiel a Jesucristo.

            Si la historia está iluminada/oscurecida y marcada por la presencia/ausencia de Dios, ¿qué nos dice Dios? La vida de Carlos es una palabra de Dios. ¿Qué son teológicamente los mártires? La teología del martirio en Israel nace en los libros de Daniel y Macabeos. La teología apocalíptica aporta, aunque desde una mirada determinista que no llama a la acción.


- Mártires como “semilla”: el valor del “testimonio” (martyría) como “signo” de la presencia de Dios en medio del mysterion de tanta ausencia. “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” (Tertuliano).

- Mártires como “mojones”/monumentos: mojones que marcan el camino, monumentos de la memoria que nos revelan la muerte y la vida.

- Mártires como “locus theologicus” (Juan Pablo II), una palabra de Dios, un lugar desde el que Dios dice una palabra.

- Mártires como quienes dieron la vida porque antes dieron vida (P. Casaldáliga).



CONCLUSIÓN


            Desde los orígenes, los mártires son aquellos y aquellas que son encarcelados, torturados y finalmente matados a causa de la fe que profesan. Por eso, en muchos de estos casos la cárcel es la antesala del martirio. Desde la cárcel de Juan, el Bautista, pasando por la de Pedro y Pablo y llegando a Juana de Arco, Maximiliano Kolbe o Edith Stein. Por eso los mártires son signo de la fe que profesan quienes atestiguan con su vida y su muerte la fe que los mueve en la existencia. Los mártires son un signo de la Iglesia. En nuestra América Latina, tierra de miles y miles de mártires se aplica perfectamente, el supuesto tercer mensaje de Fátima: “vimos a un Obispo vestido de blanco. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios15. El ídolo de la ‘Seguridad Nacional’ aplicó sistemáticamente en toda América Latina este modo de ‘encarcelar’ y asesinar clandestinamente a quienes no lo adoraban o eran peligrosos para su ‘monoteismo’.


            Creemos, de todos modos, y para ahondar más esta referencia, que dentro de la larga lista de mártires de nuestro tiempo en América latina, hay dos tipos particulares de mártires simbólicos en el ministerio ordenado: unos son aquellos que son mártires “en el camino”, cuyo símbolo principal es mons. Angelelli (y también Luis Espinal, y Rutilio Grande). Son expresión de una Iglesia ministerial que quiere estar “en la calle”, con la gente, entre los pobres. Dios confirma, en su muerte, “¡ésta es la Iglesia jerárquica que amo y sueño!”.

            Y hay también otros mártires, son los que mueren al pie del altar, cuyo símbolo es mons. Romero, y Mugica lo es entre nosotros. Son expresión del ministerio que hoy Jesús quiere para esa Iglesia. En este caso, Dios confirma, en su muerte, “¡Estos son los curas que amo y sueño para aquella Iglesia!”


            En los mártires, Dios deja una palabra, por eso son –al decir de Juan Pablo II- “lugar teológico”. Frente a tantas voces que le cuestionaban a Carlos su humanidad, por “resentimiento” (o “complejo de clase”) o por ser “bestias” (aluvión zoológico) o ser “menos humanos”; que le cuestionaban su ser cristiano por “ser marxistas”; o su ser sacerdote por “ser desacralizante, horizontaista y secularizante”, Dios dijo su palabra en la muerte de Carlos. Seguramente la muerte que él hubiera soñado, muerte de hombre, muerte de cristiano y muerte de cura, un ‘privilegio que no merezco’, pero ‘estoy a su disposición’.

            Y Dios dijo su palabra en la voz del pueblo que es voz de Dios: “Un sacerdote cae muerto, ¿quién se anima a seguirlo?



[texto escrito al cumplirse 30 años del martirio de Carlos. Publicado de modo abreviado por la revista Proyecto del Centro Salesiano de Estudios Teológicos. Lo presento con ligeras correcciones de estilo y algunas precisiones]


Notas


1.- L. Gera, “Conmemorar el Pasado y Preparar el Futuro: Decir, Orar, Ser y Hacer”, Sedoi 93/94 pp.5-6. Lo dicho se refiere a la Historia de la Iglesia, y el llamado del Papa a conmemorar los 500 años del mal llamado “descubrimiento de América”. Igualmente debe considerarse válido para mirar nuestra historia nacional.
2.- Los escritos de Carlos Mugica aparecen aquí citados como: IP: Iglesia y peronismo; JP: Jesús y la política; MTM: Misa para el Tercer Mundo; MV: Meditación en la Villa; RS: El Rol del Sacerdote [1971]; SP: El sacerdote y la política; TV: El Temor a la Verdad.
3.- La revista Militancia peronista para la liberación, que dirigían Eduardo Duhalde y Rodolfo Ortega Peña puso en 1974 a Mugica en la “cárcel del pueblo”, apartado semanal donde ‘encarcelaban' a quienes -según ellos- merecían figurar en un ‘diccionario de la entrega’.
4.- Ante una manifestación del MSTM en Rosario, y ante el temor que “tomaran la Catedral”, el entonces párroco Desiderio Collino los denunció a la policía, la cual llevó a casi todos los presentes detenidos. Mugica entró al camión celular cantando “Vamos a vencer”, como era su estilo.
5.- Recién con motivo de los 25 años, el nuevo Arzobispo Jorge Bergoglio presidió la Eucaristía, y también, meses más tarde acompañó el traslado de sus restos a la villa 31 donde Carlos ejerció su ministerio. Lamentablemente, en la primera misa, la predicación del Obispo auxiliar Rodríguez Melgarejo fue notablemente ‘light’ sin que se hiciera referencia a su muerte-matado, ni a su compromiso con los pobres, y lo que allí se dijo bien podría decirse de un muerto de tuberculosis en Sri Lanka o por malaria en Burkina Fasso. Ciertamente no fue su trabajo con estudiantes lo que hizo que Mugica fuera matado.
6.- Muchos -incluso entre sus grandes amigos- cuestionaron a Mugica su expresa opción por el peronismo. Posiblemente tuvieran razón; pero Carlos nunca llevó esa opción hasta el fin. De hecho rechazó expresamente la posibilidad de ingresar como diputado por el Peronismo de la ciudad de Buenos Aires precisamente por entender que no era ese su campo de acción.
7.- Recordamos un cartel pegado en zona céntrica mostrando un cepillo de dientes donde decía “esto es lo único que usted podrá tener como propio” si aceptamos el “todo en común” que pregona el padre Mugica. Muchos de estos carteles y afiches se encuentran recopilados y conservados por el recordado padre Pichi Meissegeier, y están actualmente en su archivo, que conserva la Universidad Católica de Córdoba.
8.- R. Tello, Homilía en la Vigilia de Pentecostés, el 6 de junio de 1976.
9.- Norma Morello era una maestra rural secuestrada y torturada en dependencias policiales en Goya, Corrientes, y que motivó una Carta pastoral de Pascua de mons. Devoto, el obispo. El caso adquirió así gran notoriedad. La última vez que la vi a Norma, seguía colaborando en la Villa 31.
10.- Como se sabe, su respuesta era: “No, sólo tengo miedo que el cardenal me eche de la Iglesia”. Esto refleja, ciertamente, no sólo su fortaleza sino la incomprensión de la que fue víctima por parte de su superior eclesiástico.
11.- Señalamos esta ‘evolución’, porque ciertamente Carlos, como todos en su tiempo estaban muy influenciados por los primeros sacudones del post-Concilio, y particularmente con una fuerte influencia francesa y belga, especialmente en lo litúrgico.
12.- Carlos bromeó, en esa ocasión, del susto de los policías al entrar en la villa, indicando que ante cualquier ruido levantaban las manos diciendo “no disparen”.
13.- Por otra parte, cuando monseñor Canale le dijo que podía escribir un descargo en el mismo Boletín, y presentó un escrito para el que contó con la colaboración de los padres Tello, Rivas y Gera, éste nunca fue publicado.
14.- El término “sacerdote” era muy frecuentemente usado en tiempos del MSTM. Hoy hay corrientes teológicas que prefieren no usarlo para referirse al ministerio ordenado. Por eso hemos usado “cura” en algunas ocasiones.
15.- Este es el texto del mensaje que se difundió como “tercero” de la Virgen de Fátima (más allá de que ‘creamos’ o no en él/ellos). El obispo vestido de blanco se interpretó como el Papa Juan Pablo II (sor Lucía lo interpretó así), aunque es evidente que éste no murió a causa de armas de fuego disparadas por soldados. El texto, evidentemente, hace una referencia general a una Iglesia de mártires expresado en un lenguaje apocalíptico. Pero si hemos de leerlo literalmente, esto es más fácilmente aplicable a Romero, Angelelli, o mons. Girardi (los dos primeros, nos consta, con frecuencia usaban sotana blanca) y responden más fielmente a este supuesto mensaje ya que fueron matados y el ejército tuvo responsabilidad en ello.

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