martes, 28 de mayo de 2013

Comentario Cuerpo y Sangre C

Jesús se da como pan para ser alimento de pobres y despreciados
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO "C"
2 de junio

Eduardo de la Serna


Génesis     14, 18-20

Resumen: el texto –en una lectura literal- manifiesta la gratitud de uno de los reyes cananeos (en el resto del relato se encuentra la gratitud de otro, el de Sodoma), Melquisedec por la lucha de Abram liberando a los cautivos y recuperando las posesiones saqueadas por reyes enemigos. Como signo de gratitud, el rey ofrece a Abram un banquete y le otorga la bendición de parte de Dios.

Una lectura alegórica es una “lectura espiritual”. En ella, se pretende que el texto tiene una posibilidad “material” de acceso al mismo, y otra –superadora- que está oculta y se debe descubrir. O que, conducidos por el Espíritu podemos (o algunos pueden) descubrir. En el fondo, esta lectura encierra una mirada helénica (y platónica, habitualmente): el cuerpo es “cárcel del alma”, la lectura “espiritual” libera de la cárcel al “alma” del texto encerrado en la “letra”. Este modo de lectura de los textos fue frecuente con el auge del platonismo, y fue habitual en escritores judíos, como Filón, o en escuelas bíblicas cristianas, como la llamada “Escuela de Alejandría” (Clemente, Orígenes). Siendo está la imperante, cada vez más se impuso en las lecturas bíblicas desde los padres de la Iglesia en adelante. Si bien hubo otras escuelas (como la llamada “de Antioquía”) y grandes personajes que bregaban por una lectura “literal” del texto (caso Juan Crisóstomo), la “lectura espiritual” se impuso. Grandes personajes, como es el caso de Agustín, le dieron carta de ciudadanía. Cuando –gracias al aporte del mundo árabe- se empezó a conocer a Aristóteles, otros personajes, como es el caso de Tomás de Aquino valoraron la importancia de la lectura “literal”, pero siempre exaltando como superior la lectura espiritual (aunque, reconociendo que esta debía ser ubicada en el sentido del texto). Recién cuando se empieza a valorar una lectura crítica de los textos gracias al invalorable aporte del mundo protestante, y el tardío reconocimiento del ambiente católico (y los fenomenales aportes de grandes personajes como Lagrange y la posterior “carta de ciudadanía” de la lectura crítica por el Concilio Vaticano II) es que la lectura “espiritual” ha dejado su lugar.


Valga esta introducción para señalar que de ninguna manera tiene sentido bíblico la elección del texto de Gen 14 para ilustrar la fiesta litúrgica del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Es el autor de la carta a los Hebreos el que –precisamente en una lectura alegórica- destacará que Melquisedec es figura de Cristo con la finalidad de mostrar un “sacerdocio” en la nueva alianza ya que el Nuevo Testamento no mostraba indicios de ministerio sacerdotal alguno, y entonces –releyendo los textos de Melquisedec, primero el Sal 110 y luego Gen 14- destacará que el tipo de sacerdocio de Melquisedec es figura de Cristo que es, entonces, único sacerdote, y para siempre por su “perfección” alcanzada en la resurrección. Precisamente Clemente de Alejandría y Cipriano de Cartago parecen ser los primeros en relacionar a Melquisedec con la Eucaristía. Así dice Cipriano (+258):
Este orden (de Melquisedec] es naturalmente el que procede de aquel sacrificio y por tanto desciende del hecho de que Melquisedec fue sacerdote de Dios altísimo, y ofreció pan y vino y bendijo a Abraham. Porque, ¿qué sacerdote del Altísimo lo es más que nuestro Señor Jesucristo, que ofreció el sacrificio a Dios Padre y ofreció lo mismo que Melquisedec, pan y vino, es decir, su cuerpo y su sangre? [...] Para que en el Génesis, pues, pudiera celebrarse debidamente la bendición de Abraham por medio del sacerdote Melquisedec, precedió la imagen del sacrificio, esto es, la ofrenda de pan y vino. Realizando y cumpliendo eso, el Señor ofreció el pan y el cáliz preparado con vino, y el que es la plenitud realizó la verdad de la imagen prefigurada (Carta 63, a Cecilio).
Después de haber señalado esto, veamos brevemente (ya que el texto no habla de esto) algunos elementos de la unidad.


En la antigua teoría de las “fuentes del Pentateuco” (hoy bastante en crisis) no era fácil ubicar el viejo texto de Génesis 14 que no parecía responder a ninguna de las teologías que se atribuían al Yavista, Elohista o Sacerdotal. Hoy, donde se revalora particularmente distintas fuentes y las tradiciones orales, tribales, de los santuarios, no se ha avanzado mucho más. El contexto es bélico: dos alianzas de reyes (4 por un lado y 5 por el otro) con rehenes y muertos. El tema que interesa al relato es que uno de los rehenes es Lot, el sobrino de Abram (a quién en v.14 llama “hermano”). Con la gente “nacida en su casa” (unos 318) Abram va en búsqueda de los captores, recupera todo lo robado: “Recuperó todas las posesiones, también recuperó a Lot su hermano con sus posesiones, las mujeres y su gente” (v.16). El que toma la palabra es el rey de Sodoma agradecido con Abram (vv.17 y 21) y Abram se niega a recibir como premio la hacienda recuperada (vv.22-24). Pero súbita e inesperadamente interviene otro rey, el rey de Salem, Melquisedec, y su intervención es el texto del día.

Melquisedec es presentado como rey de Salem (que parece ser Jerusalén [Sal 76,3] o al menos una alusión posterior a ella). El título “Dios Altísimo” era uno de los nombres o atributos del dios cananeo “El”, hijo de Hadad, habitualmente llamado Baal, “señor”) que luego se trasladó –como otros atributos- a Yahvé (altísimo, eterno, fuerte; ver Gen 21,33; 17,1). El rol sacerdotal del rey no es extraño en los reyes orientales, y quizás, por los territorios mencionados, los pueblos vencidos, la referencia a Jerusalén, el autor esté aludiendo a David, que actuará de modo sacerdotal (2 Sam 6,17). Melquisedec “bendice”, es decir reconoce la intervención de Dios en el accionar de Abram, lo enaltece, (y por ser de parte de Dios provoca lo que dice, transmite su “poder”) y por eso Abram le da la décima parte del botín conquistado (que según las leyes de la guerra, pertenecen al vencedor, y esto vale también para esclavos. Esto es lo que al final Abram se niega a aceptar, como hemos dicho). El “pan y el vino” (ver Pr 9,1-6) es signo de un banquete (ver también Sal 104,15; Qoh 9,7; 10,19; Is 36,17; Lc 7,33-34). Agradecido, y con bendición de parte de Dios, el rey de Salem ofrece un banquete a Abram. Luego, vuelve a tomar la palabra el rey de Sodoma. 

De la primera carta a los cristianos de Corinto     11, 23-26

Resumen: Dentro de un texto más amplio, Pablo alude a la tradición de la cena del Señor. Con firmeza cuestiona el modo de celebrar de los corintios (no por “violaciones litúrgicas” sino por no hacer lo que Jesús quería expresar con esta cena). El sentido del texto, y más aún en su contexto permite entender cómo es la Cena que Jesús quería.


La primera carta de Pablo a los corintios es una –sino la más- de las más “movidas” de las cartas paulinas. En la mayoría se puede ver que Pablo enfrenta uno o muy pocos temas que le son consultados, que se han suscitado en las comunidades. En ellas, las informaciones llegan a Pablo por un enviado, una consulta, y las cartas suelen ser más o menos sencillas de seguir en su ilación. Pero la primera carta a los Corintios es muy dispersa, no hay un tema común, parece haber contradicciones en ocasiones, las consultas o planteos por momentos parecen provenir por vía oral y en otras por vía escrita, por momentos pareciera que lo que Pablo enfrenta son simples consultas mientras en otras parecen graves problemas con una ruptura en ciernes. Personalmente creemos que la respuesta a las consultas hechas por escrito precede cronológicamente a los problemas que Pablo enfrenta tras haberse enterado oralmente ya que parecen revestir mayor gravedad. En el cap. 11 (que hoy propone la liturgia) se dice expresamente que Pablo “oye decir” (v.18) que hay divisiones en la comunidad. Y conociéndo a los corintios, y viendo otros problemas que van surgiendo en la misma carta, no puede dudarlo (ya sabe que hay “partidos”, de Pablo, de Apolo, de Cefas [1,10]…, ya sabe que unos no se preocupan de escandalizar a los débiles [8,7], ya sabe que algunos llevan a sus “hermanos” ante los tribunales [6,1]…). 

Esta unidad está marcada por el verbo “reunir(se)” (vv.17 y 34). En ella Pablo sigue un esquema que se parece a nuestro “ver”-“juzgar”-“actuar”, como veremos. En primer lugar, Pablo presenta la situación que –por lo que ha oído- se vive en la comunidad. Esta primera parte está formada por la repetición del término “no los alabo” (vv.17 y 22) y “ekklesía” (vv.18 y 22) de una forma que se puede graficar como A B B’ A’. El problema que presenta es que “no se esperan” unos a otros. Pero este “no esperarse” en el contexto de una cena significa que unos se embriagan (los que llegan primero, obviamente) mientras que otros pasan hambre (los últimos) (v.21). Con dureza Pablo les dice que ya no participen de la comida común, que se vayan a sus casas (vv.22.34); no se trata de que “coman en su casa como si nada pasara” porque está hablando de la “ekklesía”, la “reunión”, la “Cena del Señor”. Y precisamente, con toda dureza afirma: “eso no es la cena del Señor” (v.20).

Siendo esta la situación (“ver”), Pablo destacará qué es lo que “el Señor” hizo, qué es lo que es en verdad “la Cena del Señor” (vv.22 y 27 donde se repite 2 veces el término “Señor” en cada uno; “juzgar”). Volveremos en seguida sobre esta parte. Luego de haber narrado cómo fue la “Cena del Señor” con un “por lo tanto” (v.28) empiezan una serie de verbos en imperativo (“actuar”): “examínese”, “espérense”… En esta parte, como es de esperar propone soluciones a lo que ha “visto”, de allí el “espérense”. Es que no esperarse implicaría castigo (vv.30-32.34 que debe leerse a la luz de 10,5-10). Por eso la importancia de reconocer en el pobre (al que no se esperaba) un “miembro del cuerpo”. Comer y beber sin discernir “el cuerpo” (v.29) supone no discernir que el hermano es miembro del mismo cuerpo ya que “un solo pan y un solo cuerpo somos porque comemos de un solo pan” (10,18). No reconocer al hermano en la cena compartida no es la Cena del Señor porque no se “discierne el cuerpo”, no se reconoce al pobre como hermano, como miembro del cuerpo eclesial. 

Todo esto es el contexto del relato que hoy la Iglesia nos propone como segunda lectura, el “qué es” la Cena del Señor (aunque omite el v.27 que alude al “comer indignamente”, cosa que –como hemos aludido- refiere a comer sin reconocer o despreciando al hermano. En este caso, Pablo alude a algo “tradicional” expresado con la fórmula “transmití-recibí” (v.23; ver 15,3). Es una de las pocas veces que Pablo alude a “dichos de Jesús”  (es interesante que fuera de esta, las restantes 3 veces, 2 también se encuentran en 1 Corintios: 1 Tes 4,15; 1 Cor 7,10; 9,14), en este caso, sus dichos en la Cena. La primera parte de esta unidad tiene las palabras de Jesús sobre el pan y sobre la copa. Luego una breve explicación del sentido del pan y la copa (v.26) y la crítica a comerla indignamente (v.27). Veamos el esquema:

La noche en que fue entregado…
       Tomó pan…                        dijo (interpretación del signo)…        háganlo en recuerdo mío;
       También (tomó) la copa… diciendo (interpretación del signo)… háganlo en recuerdo mío:
Por tanto… cada vez…

Sin duda la clave está en tres lugares: la interpretación del pan y la copa y la conclusión. Pero nada de esto puede entenderse sin el contexto: “la noche en que fue entregado”. El verbo entregar (paradidômi) es muy amplio (incluso es el verbo de “transmití” en este mismo versículo). En Rom 4,25 se repite en alusión a la pasión de Jesús. Pero en 8,32 se afirma que el que entregó a Jesús fue el Padre; en 2 Cor 4,11 se dice que somos “entregados a la muerte por (día) Jesús” (por causa de); en Gal 2,20 se dice que el que se entregó fue Jesús mismo “por mí”. “Entregar” en este caso no parece, por ejemplo, una acción de Judas (a quien Pablo no parece conocer; cf. Lc 22,4). “Entregar” puede ser “abandonar a su suerte”, “dejar hacer”, o también “poner en manos de otro/s”. En el caso de nuestro texto, el uso de la voz pasiva (“fue entregado”) permite sospechar que alude a Dios. Por cierto que si este es el caso, está haciendo referencia (como se ve en los textos de Romanos citados) al amor inmenso de Dios por nosotros (hyper hemôn). Por tanto, el contexto de la cena es un contexto de amor, de amor “por nosotros”.

La palabra sobre el pan afirma que es “mi cuerpo por ustedes” (hyper hymôn), sin verbo. Esto con el pan sobre el que dio gracias (eujaristêsas, = eucaristía), pan que es “partido”. El “partir el pan” es propio de los relatos eucarísticos y alude, en el contexto de la pasión al cuerpo fragmentado, “roto” de Jesús en la tortura y la cruz, y en el marco de la mesa, alude a la comida compartida. 

La palabra sobre la copa (no sobre el vino) destaca la “nueva alianza” que se sella con la sangre de Jesús. Era habitual que las alianzas se “marcaran” con sangre, ya que esta era símbolo de vida, y la vida entera se jugaba y comprometía en la alianza que se realizaba. Sin embargo, esta se cualifica como “nueva” en evidente alusión a Jer 31,31. [aquí radica una de las evidentes diferencias entre los relatos de Marcos y Mateo con el de Pablo y Lucas, los primeros hablan de “mi sangre de la alianza” que es referencia a Ex 24,8 mientras los segundos aluden a la “nueva” de Jeremías. Se ha señalado con probabilidad que los primeros reflejan una tradición de Palestina mientras los segundos una tradición de Antioquía; igualmente Lucas y Pablo aluden a hacer esto en “recuerdo” (anamnêsis)”]. Lo cierto es que también esta interpretación sobre la copa alude a un grupo, con el que se establece la alianza (tanto en Éxodo como Jeremías se refiere al pueblo). 

La frase conclusiva vuelve al conjunto de los destinatarios señalando que hacer esto (comer el pan y beber la copa) tiene connotaciones. En este caso, la consecuencia es que participar de este pan y esta copa significa un “anuncio” [kataggellô]. Este verbo no es frecuente en la Biblia (solo 2 veces en el AT, ambos en 2 Mac 8,36; 9,17; x11 en Hch, 1 en Colosenses y las restantes x6 en Pablo: Rom 1,8; 1 Cor 2,1; 9,14; 11,26; Fil 1,17.18). El término se aplica –particularmente en Pablo- a la predicación del Evangelio, al anuncio de la Buena Noticia. El término “Señor” en Pablo refleja al “glorificado por Dios” (ver Fil 2,9-11), de allí que decir que la cena compartida es anuncio de la “muerte del Señor” no omite la referencia a la resurrección. La Iglesia existe para ese anuncio, para mostrar al mundo entero o –para circunscribirnos al texto de la carta- para mostrar a los habitantes de Corinto que Jesús está vivo en el amor mutuo que los discípulos de Jesús se manifiestan. Desentenderse del hermano pobre, despreocuparse de su hambre será un “rito”, una “formalidad”, pero no es la Cena del Señor, su don “por nosotros”, se parece casi a la idolatría (como el paralelo con 10,1-22 parece mostrarlo). No se trata de “milagro”, no se trata de “rito”, se trata de darle a la mesa compartida el mismo sentido que Jesús quiso darle y que sea esta expresión evidente para todos de la solidaridad, la justicia y el reconocimiento de los demás –especialmente los últimos- como verdaderos hermanos y hermanas. Eso sí es la Cena del Señor.


Evangelio según san Lucas     9, 11b-17

Resumen: Lucas modifica el relato de la multiplicación de los panes reforzando los paralelos eucarísticos. Los “discípulos” deben alimentar a la multitud “recostada” con el pan partido que Jesús les ofrece.


La escena conocida como “la multiplicación de los panes” se encuentra narrada varias veces, y la encontramos en los 4 Evangelios. Hay dos relatos en Mateo y Marcos y sólo uno en Lucas y Juan. Las diferencias, allí donde hay dos versiones son escasas, de modo que es posible suponer un relato común en su fuente. No interesa aquí el hecho histórico, difícil de explicar con los elementos con los que contamos, sino la intención del evangelista –Lucas en este caso- al narrar el acontecimiento. Evidentemente, del hecho histórico, al relato narrado por Lucas hay todavía, diferentes instancias: decimos, por ejemplo que hay “un relato común” (oral o escrito) al menos. Suponiendo, además, que Lucas sigue a Marcos por lo menos hemos de señalar que la versión de Lucas ha sufrido numerosas alteraciones. Todavía hemos de suponer más en las narraciones posteriores, como brevemente diremos en seguida. En el Evangelio de Juan (cap. 6), y en el escrito sub-apostólico conocido como la “Didajé” es evidente la relectura de los panes en clave eucarística: 
Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea congregada tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente(Did 9). 

Pero esta relectura ya empezaba a prepararse en los textos sinópticos. Veamos en Lucas, concretamente, especialmente el v.16: “Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente”. Si miramos las palabras eucarísticas sobre el pan reconoceremos: “Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo…  (Lc 22,19). Veamos gráficamente las semejanzas, sumando la escena de Emaús:
Relato de la multiplicación v.16
Relato de la eucaristía v.19
Relato de Emaús v.30
Tomó.. los panes [labon… artous]
Tomó el pan [labon arton]
Tomó el pan [labon ton arton]
Los bendijo [eulogêsen]
Dadas las gracias [eujaristêsas]
Pronunció la bendición [eulogêsen]
Los partió [kateklasen]
Lo partió [eklasen]
Lo partió [klasas]
Lo iba dando a los discípulos [edidou tois mathêtais]
De lo dio (a los discípulos) [edôken autois]
De lo iba dando [epedidou autois]

Los términos no fueron elegidos al azar, y la multiplicación de los panes tiene claras connotaciones eucarísticas ya en los Sinópticos (reforzada, o aumentada, como dijimos, en Juan y escritores posteriores). Sin dudas, los autores parecen insinuar que Jesús sigue multiplicando los panes para nosotros en cada Eucaristía.
Como es habitual en esta parte, Lucas sigue narrativamente a Marcos haciendo pequeñas modificaciones que dan sentido teológico a su relato. En este caso los que hablan con Jesús no son “los discípulos” sino “los Doce”, y se omite la duda de los discípulos sobre lo que costaría alimentar la multitud. Incluso se contempla esa posibilidad. La multitud (ojlos, la “chusma”) se sienta en grupos de 50 (se omiten los grupos de 100, que podrían aludir a las Centurias; los que aluden a los israelitas en el desierto, Ex 18,25). La referencia a los peces queda más opacada que en Marcos (lo cual refuerza la mirada eucarística), del mismo modo que el uso de “cuando declina el día” que se dice también en Emaús (9,12; 24,29).
Mirando la escena, Jesús se muestra como anfitrión (véanse Sal 23,5, 136,25 145,15-16), como lo hizo Dios, Jesús alimenta al pueblo en el desierto (Ex 16; Dt 8,3.16; Sal 78,24-29; 105,40; Sab 16,20-26). La gente se debe recostar, lo que es propio de los banquetes. Pero mientras los “Doce” (vv.12-13) no pueden alimentar a la multitud (el Israel de los últimos tiempos), los “discípulos” (vv.14.16), (por tanto mujeres y varones) reciben de Jesús el alimento para saciar a todos.

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