“Vete a practicar la compasión para que
vivas”
DOMINGO DECIMOQUINTO - "C"
DOMINGO DECIMOQUINTO - "C"
14 de julio
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del Deuteronomio 30, 9-14
Resumen: Israel tiene un Dios cercano, un Dios que es “su Dios”, a pesar de que “su pueblo” le ha sido infiel y lo ha rechazado. Luego de un tiempo de purificación, Dios vuelva a proponer el encuentro, como una suerte de nuevo éxodo, con una nueva circuncisión, recordándoles que poner en práctica los mandamientos es algo accesible a la vida de los suyos.
El libro del Deuteronomio
es un libro complejo y revela diferentes etapas en su composición; seguramente
es terminado en tiempos del exilio de la élite en Babilonia (587 – 537 a.C.).
Una parte del texto litúrgico del día, alude expresamente a esto (30,1). Sin
embargo, narrativamente el pueblo se encuentra en la región de Moab en camino a
la “tierra prometida”, y los vv.11-14 parecen volver a ese tiempo. De hecho, la
primera parte de la unidad literaria (30,1-10) parece estar en conexión con Dt
28, no tanto con cap.29. Veamos brevemente la unidad para entender mejor el
texto litúrgico. La referencia a la bendición y maldición (cf. Dt 28 con el que
está relacionado); abandona la segunda persona del plural para pasar al
singular. Yahvé tendrá piedad de “ti” por gratuidad (4,31; cf. Jer 30,18;
33,26; Mi 7,19).
El exilio parecería
indicio de que Dios ha roto definitivamente la alianza con su pueblo (28,58-68),
sin embargo no es así como el autor del Deuteronomio lo ve; por el contrario es
visto como un momento pedagógico. Si el gran pecado de Israel es la idolatría
(“Sólo a Yahvé adorarás”, 5,6-7; 6,4), el exilio es un gran momento
purificador; no es –entonces- el “fin de los tiempos” sino el fin de “estos
tiempos”. Por eso el término clave de la unidad es “conversión”, “volver” (šûb; 30,1.2.3.8.9.10; cf. 4,29-31; 1 Re
8,46-50) “con todo el corazón” (vv.2.6.10) y por eso se repite tan
frecuentemente en toda la unidad “Yahvé tu Dios”
(30,1.2.3[x2].4.6[x2].7.8.9[x2].10[x2]) es decir, el Dios de la alianza
(“ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex 6,7; Dt 26,17-18; 29,12). Como
estaba mandado, estas cosas deben pasar por “el corazón” (6,4). Una suerte de
“nuevo éxodo” se repetirá en el destierro (30,3-5). Dios mismo (ya no “el
pueblo”, o cada uno) circuncidará el corazón de su pueblo a fin de que la
alianza sea plena. Para estos, Dios les garantiza la “fecundidad” de los
vientres, los ganados y los suelos (v.9) porque así serán felices y Dios se
complacerá en ello. Esto se concluye en v.10 donde retoma por última vez las
dos ideas fuerza (“tu Dios” y “conversión”, como hemos dicho). Este libro (v.10)
es la ley, el mismo Deuteronomio (cf. 28,58.61; 29,19.20.26). No es una alianza
esotérica que requiera medios extraordinarios, es una alianza con el corazón
(Jer 31,33; Ez 36,26-27, como la circuncisión, v.6).
Sin embargo, existe
la posibilidad que el pueblo crea que el cumplimiento de las normas y preceptos
(v.11) es prácticamente imposible, y entonces dedica el párrafo siguiente (vv.
11-14) a desmontar esa idea. Al pasar el mandamiento por el corazón, lo
interioriza, lo vuelve cercano. La referencia a la distancia entre cielo y tierra
es frecuente en la literatura sapiencial (Pr 30,4; Bar 3,29-30; cf. Sal 139).
Como se
ha dicho, los vv. 11-14 no tienen conexión directa con los versículos
precedentes ni con los posteriores; retornan bruscamente a la realidad de la
generación que está en Moab y su temática parece empalmar con 29,28 (no con
c.28 como los vv.1-10). La intención es hacer ver a los contemporáneos que el cumplimiento de
la ley es posible, porque esta no es lejana (cielo, mar) sino cercana (boca,
corazón); cf. 6,6-7; Jos 1,8. El mar es símbolo del caos (Sal 33,6-9;
74,12-15), cruzarlo –por tanto- es sinónimo de la dificultad por excelencia
(como también se ve en escritos mesopotámicos; recordar que Israel no es un
pueblo navegante, como lo son los fenicios). La idea principal es que para
Israel, Yahvé es un Dios cercano (Dt 4,7), y también son cercanos los medios
que él mismo propone para amarlo.
Lectura de la carta a los colosenses 1, 15-20
Resumen: dado que algunos en Colosas han interpretado la persona de Cristo como uno de los ángeles, el autor de la carta intenta destacar –y el himno introductorio lo presenta claramente- la primacía fundamental de Cristo ya desde la creación, y luego en el acontecimiento reconciliador de la creación entera.
Para comenzar con esta carta que se leerá durante algunas semanas,
destaquemos algunos breves elementos introductorios que conviene tener
presentes. Es muy probable que esta carta no sea compuesta por Pablo sino
por un discípulo, transcurrido bastante tiempo y –probablemente- habiendo ya
desaparecido el Apóstol. Hay muchos indicios que nos invitan a esta conclusión,
como temáticas que indican el paso del tiempo, y respuestas que también parecen
propias de nuevas realidades y una mayor “organización” eclesial.
El texto que se propone en la liturgia es un gran himno introductorio,
donde encontramos presentados algunos elementos que se desarrollarán más
extensamente –o más claramente- en el cuerpo de la carta.
Algunos autores proponen que el himno comienza en realidad en v.12, pero
es posible que vv.12-14 sean una suerte de conclusión de lo anterior e
introducción al himno, es decir, un pasaje de transición con elementos comunes
a la acción de gracias y oración inaugural (1,3-11) y al himno (1,15-20).
Texto primitivo quizás no paulino de origen litúrgico, con interesantes
reminiscencias a los textos sapienciales bíblicos y para-bíblicos (Qumrán
incluido), incorporado por el autor para ilustrar lo que desarrollará a
continuación. Es interesante ver cómo está estructurado el himno para ver cómo
despliega su pensamiento el autor:
1.- Él es… (hos estin) […]
Primogénito (prôtotokos) v.15
2.- pues en él (hoti en auto) todas las cosas (ta panta) en cielos y tierra v.16
3.- todo por él y
para él (panta di autou kai eis auton)
v.16
1.- Él es… (hos estin) […]
Primogénito (prôtotokos) v.18
2.- pues en él (hoti en auto) toda la plenitud (pan ta plêrôma) v.19
3.- por él … y
todo para él (kai di autou… ta panta eis
auton) en la tierra y los cielos v.20
Esto nos muestra dos estrofas construidas de modo semejante, la primera
poniendo el centro en la creación (v.15.16 formando inclusión) y la segunda en
la reconciliación (v.20; también presentada como pacificación).
El tema
de la primera estrofa es el papel de Cristo en la creación. Como pretende
destacar la preexistencia y su relación con la creación, el autor recurre a
imágenes propias de la literatura sapiencial: Pr 3,19; 8,22-31; cf. Sab 7,22;
9,2-4.
Pablo
hablaba de los seres humanos como “imagen” de Dios (cf. Rm 8,29; 1 Cor 11,7;
15,49; 2 Cor 3,18) pero también lo dice de Cristo (2 Cor 4,4); la imagen (eikôn, de donde viene nuestro término
“ícono”). El término remite frecuentemente a los ídolos (cf. Mc 12,16p; Rm
1,23) pero en la carta lo volvemos a encontrar en referencia a Cristo (el
Hombre Nuevo) “imagen” del Creador (3,10).
Los “Tronos, dominaciones, Principados y
Potestades” forman parte del “todo creado en cielos y tierra”. No es
evidente a qué se refiere ya que en 2 Pe 2,10; Jds 8 se refiere a personajes
terrenos. El trono (thrónos) es con
frecuencia un asiento (cf. Mt 5,34; 19,28…) y jamás se encuentra en Pablo ni en
sus discípulos fuera de aquí. El señorío (kyriótês)
fuera de este texto y en 2 Pe y Jds lo volvemos a encontrar en Ef 1,21, un
texto que parece influido por Colosenses. Los “principados” (arjê, por tanto también
principio,comienzo) los encontramos en Rom 8,38 que parece contrapuesto (por el
contexto) a ángeles, en 1 Cor 15,24 junto con “poder y dominación” son
destruidos por Jesús está por encima de ellos (Ef 1,21) al final de la
historia, se manifiesta a ellos y potestades en la Iglesia (Ef 3,10) que son
“fuerzas del mal” (Ef 6,12). Jesús es el “principio” (Col 1,18), la “cabeza” de
todo “principado y potestad” (2,10) y despojados por Cristo (2,15). Las
potestades (exousía, por tanto
también poder, derecho, libertad) en Rom 13,1.3 se refiere a las autoridades
romanas, como se dijo, son adversarios de Cristo (1 Cor 15,24; en Ef 2,2 tienen
que ver con el “príncipe” (arjontes)
del poder y espíritu que actúa en los rebeldes; 3,10; 6,12; en Col 1,13 es
“poder de las tinieblas”; cf. 2,10.15). Como se ve, en general se refiere a
fuerzas supra-humanas, con frecuencia ángeles que obran el mal. En este caso,
luego de haber señalado que todas las cosas fueron creadas “en él”, señala un
par de merismos (construcción retórica que expresa la totalidad señalando
extremos opuestos: cielo-tierra; visible-invisible) y concluye señalando la
creación de estas fuerzas a las que la “herejía
colosense” contra la que el autor reacciona parecen fuerzas rivales de
Cristo, o “complementarias”.
Una nota sobre la “herejía de Colosas”: La angelología fue muy desarrollada en el judaísmo tardío; incluso empieza a proliferar una suerte de culto a los ángeles que será combatido en el N.T. (cf. Col 2,18; Heb 1,5.13). Pareciera que algunos en Colosas, ante la importancia dada a Cristo por los cristianos lo han puesto como “un gran ángel” o algo semejante. De allí la insistencia del autor en relacionarlo con la Creación, y como que “todo” fue creado “en él, por él y para él”, es “el primero en todo”, y “en él reside la plenitud de Dios corporalmente” (2,9; cf. 1,19) e incluso los “derrota”.
Como dijimos, la referencia a antes
que todo alude a los textos sapienciales
de la sabiduría. El himno presenta a Cristo como
preexistente, otro reflejo de especulación sapiencial del judaísmo helenístico.
En la
segunda estrofa, se destaca que Cristo es “la cabeza del cuerpo, la Iglesia (v.18; cf. 2,19). Muchos autores suponen que «la
Iglesia» altera la idea de Cristo como cabeza del cuerpo cósmico, y que sería
un añadido a un texto primitivo. Pero el tema “cabeza del cuerpo, la Iglesia”
es un tema importante en Col (1,24.27; 2,17.19; 3,15 y en Ef 1,23; 4,15- 16;
5,23). En los escritos auténticos de Pablo la imagen del cuerpo es usada como
metáfora de la Iglesia (1 Cor 6,15; 10,16-17; 12,12-27; Rom 12,4-5); en este
caso no se trata de una “imagen como un cuerpo” sino del mismo cuerpo de Cristo
(tampoco de un “cuerpo místico”, por cierto) lo cual significa un avance con
respecto a Pablo.
Una nota sobre la escatología de Col (y Ef): como se sabe, Pablo espera para un tiempo relativamente cercano la venida de Jesús (cf. 1 Tes 4,15-17; 1 Cor 15,51-52). Sin duda que Pablo fue evolucionando en este sentido, especialmente cuando empieza a ver la muerte suya como algo posible. Pero no parece –en este caso- que Pablo piense que Jesús demorará su venida sino que él adelantará su partida. Con el paso del tiempo, la demora de esta venida de Jesús fue un tema interesante para los cristianos. ¿Por qué se demora? Mientras algunos autores (emblemáticamente 2 Pe 3,3-10) destacan que se demora expresamente a fin de dar la ocasión de la conversión; otros (y Colosenses es un ejemplo de ello; también Efesios o el evangelio de Juan) señalan que nosotros en cierta manera ya entramos en este ámbito escatológico. Eso se verá claramente en Ef 2,6 donde “nosotros” ya estamos resucitados, sentados en los cielos “en Cristo”. En este sentido, la imagen de la cabeza y el cuerpo sirve en cierta manera para remarcar esta tensión entre lo que se ha llamado frecuentemente el “ya, pero todavía no”.
Señalar
que Jesús es el principio
parece ser un juego de palabras entre arjê, principio, referido a
la preexistencia y al rol de Cristo en la creación, y arjê, «principado»
que hemos señalado. Es paulino también la idea de Jesús como el primogénito
de entre los muertos (cf.
Rom 8,29; 1 Cor 15,20) en obvia referencia a la resurrección de Jesús y su
estrecha relación con la de la humanidad.
Al señalar que en él reside la plenitud parece una versión abreviada de lo que dirá en 2,9:
“en él reside la plenitud de la divinidad corporalmente”. Los que piensan
en un himno primitivo no paulino, lo relacionan con la plenitud de poder en la
creación.
Pero el objetivo es la “reconciliación” (apokatallasô,
término que sólo se encuentra en Colosenses 1,20.22 y Efesios 2,16; Pablo
utiliza simplemente katallassô, cf. Rom 5,10; 2 Cor
5,18.19.20; cf. 1 Cor 7,11) que es
sinónimo de “pacificar” (única vez en el NT; y sólo una vez en el AT griego, Pr
10,10). Lo que se reconcilia es “todo”, lo que se pacifica (por la sangre de su
cruz) es también “todo” expresado en el merismo “tierra y cielos” (v.20).
+ Evangelio según san Lucas 10, 25-37
Resumen: un doctor de la ley, por tanto experto en ello, pregunta a Jesús por la ley. Todo se sintetiza en un mandamiento doble de amor a Dios y al prójimo. Pero ser prójimo no es algo de escuelas rabínicas, sino un accionar movido por la compasión y la misericordia. El que vive de esa manera es el que alcanza la vida.
En el Evangelio de Marcos, fiel a su estilo de destacar 3 cosas,
presenta tres encuentros de Jesús con diferentes grupos al llegar a Jerusalén:
fariseos y herodianos, saduceos y escribas. La pregunta del escriba es sobre el
“primero de todos los mandamientos” (12,28) y Jesús responde por “el primero” y
“el segundo” (vv.29.31) afirmando que “no hay mandamiento mayor que estos”
(v.31). Lucas, prefiere cambiar de lugar este acontecimiento, y lo ubica en la
gran sección del camino (9,51-19,40). Como se ha visto en los domingos
anteriores, esta gran sección destaca el papel del discipulado. El texto que la
liturgia propone sigue esta misma dinámica.
Aquí el que formula la pregunta lo hace “para ponerlo a prueba” sin que sea muy claro cuál sería la prueba
en este caso, quizás obligarlo a que diga claramente qué lugar tiene la Ley en
la misión de los seguidores de Jesús; y el que formula la pregunta es
presentado como un hombre de la ley (cf. 11,45.46.52; 14,3). La escena es doble
(y particularmente la segunda es propia de Lucas, la así llamada parábola del
buen samaritano).
1. Pregunta del
doctor de la ley
|
v.25
|
v.29
|
2. Contrapregunta
de Jesús
|
v.26
|
vv.30-36 -parábola-
|
3. Respuesta del
doctor de la ley
|
v.27
|
v.37a
|
4. Mandato de Jesús
|
v.28
|
v.37b
|
A diferencia de Marcos, no es Jesús quien responde sino el mismo doctor
de la ley haciendo suya una doble cita de Dt 6,5 y Lev 19,18. Jesús confirma,
entonces, la importancia de la ley “para
obtener la vida”. La pregunta había sido para alcanzar la vida y Jesús
concluye afirmando que “vivirá” si “hace eso” (v.28).
Las diferentes escuelas judías debatían sobre “quién es miembro del
pueblo de Dios”, es decir, ¿quién es mi prójimo? Es la formulación que retoma
el doctor de la ley a fin de “justificarse” por hacer una pregunta que debería
serle obvia (y de hecho él mismo responde). La nueva pregunta parece ahora propia
de las escuelas. La escuela de Shammai, más rígida sostenía que sólo son
“prójimos” (y por tanto alguien a quien se debe amar y reconocer) los “buenos
judíos”; la escuela de Hilell, en cambio, más abierta afirmaba que prójimo es
“todo judío”; lo que ahora viene a preguntar el doctor de la ley parece ser por
qué escuela es que Jesús se inclina.
Antes de formular la contrapregunta, Jesús narra una historia. Como
suele ocurrir en las parábolas se trata de una historia verosímil con un final
provocativo. Ante una persona “medio
muerta” (v.30) a causa de un asalto, era razonable que escribas y sacerdotes
no tocaran al herido a fin de no contaminarse de impureza por contacto con
cadáver [Lev 21,1; Num 5,2; 19,11; Ag 2,13] o por sangre [Lev 12,5; 15,19.25;
cf. Gen 9,4] (vv.31-32). La provocación viene dada porque el accionar esperado
y deseado proviene de un “samaritano”. Cualquier oyente de Jesús -o lector de
Lucas- sabe que los samaritanos son personajes rechazados en Israel a causa de
una mutua tensión y enemistad (ver Jn 4,9; Lc 9,52-53). Lo que caracteriza el
accionar de este samaritano es la “compasión” (splagjnizomai;
término que remite a las splagjna,
las entrañas). Esta compasión lo lleva a una delicada atención del herido:
curarlo, cuidarlo, conducirlo a un albergue, y proveer su sustento y cuidado en
su ausencia (vv.33-35). Como suele suceder en las parábolas, no hay que buscar
sentido a cada paso dado por el samaritano, sino simplemente descubrir en ellos
la dedicación a la que la compasión por el herido mueve al samaritano.
Planteada la situación francamente chocante, encontramos la
contrapregunta de Jesús. Contrapregunta que tiene un pequeño cambio con
respecto a la pregunta inicial. Ésta era “quién es mi prójimo” y Jesús pregunta
“quién se comportó como prójimo”; es decir, no importa quién es el miembro del
pueblo de Dios que es así acreedor del amor de los “hermanos”, sino cuál es el
modo de obrar que se espera de un miembro del pueblo de Dios.
Los dos términos clave en esta parábola son sinónimos: compasión y
misericordia. La compasión es lo “entrañable”. El verbo sólo se encuentra en
los Sinópticos en el NT (x5 en Mt; x4 en Mc y x3 en Lc); es la actitud
característica de Jesús ante el sufrimiento. El sujeto del verbo casi siempre
es Jesús, y en Lucas tiene una nota característica: en los 3 casos se dice en
un contexto de “muerte”: ante la viuda de Naim (7,13), y el padre del hijo que
vuelve a casa después de dilapidar la herencia, “estaba muerto y ha vuelto a la
vida” (15,20) o ante el herido “medio muerto”. La compasión de Jesús, que mueve
a su obrar, en Lucas está en estrecha relación a la vida. La misericordia (eleos), en
cambio, es más frecuente en el NT, en Mt (x3) se trata de lo que Dios quiere de
la humanidad (9,13; 12,7; 23,23); ausente en Marcos, se encuentra x6 en Lucas,
fuera de este texto, siempre en el Evangelio de la infancia (1,50.54.58.72.78;
x4 en himnos litúrgicos). Ausente a su vez en Juan y en Hechos, lo encontramos
x4 en Pablo, x6 en las cartas de discípulos de Pablo, x2 en Sgo y Jds, y x1 en
Heb, 1 Pe y 2 Jn. Es interesante el uso en Lc 1,78 que habla de las “entrañas
de misericordia” (splagjna eleous).
El doctor de la ley responde, pero a la pregunta no dice “el
samaritano”; es que se trata de un grupo estigmatizado y despreciable. Sin
embargo “practicó misericordia” (eleos),
y en este caso nada menos que un samaritano se muestra como miembro del
pueblo de Dios en su obrar. De allí el
nuevo mandato de Jesús: “haz tú lo mismo”
con lo que amplía el horizonte de pertenencia (y de discipulado) y le muestra
el camino a la “vida eterna” que el doctor de la ley esperaba.
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