miércoles, 5 de junio de 2013

Optar por la vida


Optar por la vida

 Eduardo de la Serna


En 1994, pleno menemismo y modelo neoliberal escribí esto que fue publicado en la revista Nueva Tierra. Muchísmas cosas han cambiado (afortunadamente), pero creo que el tema conserva toda vigencia. Por eso lo comparto.

            Vivir no es durar. Vivir es cargar la existencia de sentido. El hombre existe para vivir, y para vivir bien. Sin embargo, para muchos la vida es una cruz, es sólo un anticipo de la muerte. El Dios creador, liberador, salvador, "resucitador", providente (como todas esas palabras lo indican) es Dios de la vida y, por lo tanto, se resiste a la muerte. Vida y muerte aparecen -muchas veces- como dos caras de una misma moneda. Hasta tal punto que para muchos, decir "vida" no es sino un sinónimo de muerte. Se dice que estamos en una cultura de la muerte en la que los "apóstoles de la muerte" proclaman a cuatro vientos la "importancia que tiene, para la vida, que otros mueran"; incluso hemos oído decir que "la vida es una cuestión filosófica". Todavía escuchamos, absortos, algunos planteos que nos explican que invadir Haití es importante, pero no lo es impedir las matanzas de Ruanda; que hay que defender la vida oponiéndose al aborto, pero a la vez se propone la pena de muerte; que se rechaza la masacre de AMIA y se defiende la de Hebrón, o viceversa... Vida y muerte están en juego, y parecería que su importancia o rechazo no dependieran de la vida misma o de la misma muerte, sino del partido que de antemano se ha tomado... Pero hablar de vida y de muerte es mucho más todavía. No hace falta, aquí, recordar que también hablamos de muerte en los planes económicos que sumergen a la población a la marginación, hambre, desocupación; también hablamos de muerte en las estructuras injustas, la corrupción, la droga, la impunidad... Y tampoco hace falta recordar que al hablar de vida hablamos de fiesta, de solidaridad, de encuentro...


            Teniendo por marco esta referencia a la muerte y a la vida, queremos proponer unas reflexiones. Quizás sirvan como un aporte para los momentos de encuentro.



                                                    La gloria de Dios


            La Biblia usa una expresión muy conocida: "la gloria de Dios"; pero la usa en un sentido muy diferente al que entendemos hoy. "Gloria" se entiende en un sentido semejante a fama, éxito. Así, "gloria de Dios" querría decir que algo aumenta la fama de Dios, que hace que sea más querido... Pero, para la Biblia la gloria de Dios es su presencia, su manifestación. La gloria de Dios se manifiesta en los signos en el desierto (Dios está presente junto a su pueblo), la gloria de Dios llena el Templo (Dios se hace cercano a su pueblo)... Los signos de Jesús, en el Evangelio de Juan, manifiestan su gloria (Jn 2,11). Por eso, la gloria se dirige hacia la fe; la gloria no se centra en Dios sino en el pueblo de Dios (es Dios para el pueblo). La presencia de Dios en medio de su pueblo es su característica; por eso la gloria abandona el Templo para trasladarse a Babilonia cuando el pueblo está en el exilio, y vuelve a instalarse allí cuando el pueblo puede volver (ver Ezequiel 1 y 43).


            San Ireneo, el primer gran teólogo sistemático cristiano (s.II) va a afirmar que "la gloria de Dios es el hombre que vive". De hecho, la vida del hombre, imagen de Dios, es una manifestación divina; en la vida de los hombres encontramos una imagen que nos permite descubrir la cercanía de Dios. Obviamente, todo lo contrario debemos decir de la muerte de los hombres. Dios no está presente en lo que quita vida a los hombres. Si la muerte entró en el mundo por el pecado (Sab 2,24; Rom 5,12), la muerte es imagen de todo lo que se opone a Dios.


            Partiendo de Ireneo, y siguiendo a I. Ellacuría, cuando recibió el Doctorado "Honoris Causa" en la prestigiosa Universidad de Lovaina, mons. Romero afirmaba: "la gloria de Dios es el pobre que vive". Por eso decía que "pecado es lo que da muerte al Hijo de Dios y da muerte a los hijos de Dios". Esa actitud fue la que lo llevó a su oposición profética a toda muerte. Si los profetas son los que hablan "palabras de Dios" ("esto dice el Señor"), sólo un profeta se anima a afirmar "en nombre de Dios les ordeno cesen la represión". Descubrir a Dios en la vida de los pobres, trabajar por ello, y descubrir la ausencia de Dios en lo que atenta contra la vida de los pobres es la urgencia profética de nuestro tiempo. )No son realmente pocas las veces que escuchamos a alguien decir "esto es lo que Dios quiere" o decir, "esto Dios no lo quiere"? Realmente, son tan pocas que espanta ver la ausencia de un grito profético en "nuestro sufrido tiempo cuyos lamentos suben al cielo".


            Es cierto que hemos escuchado decir que un plan económico "es el plan de Dios", o que hay pobres porque "pobres habrá siempre". Falsos profetas también. Cuando un plan económico defienda la vida, cuando aumente el trabajo, cuando la salud no sea privilegio de "medicinas prepagas", cuando la educación no sea de "los que pueden", cuando el cólera y la meningitis sean estudiados en libros de historia de la medicina, cuando haya "una sola clase de hombres, los que trabajan" porque "gobernar es dar trabajo", cuando se aliente la convivencia y no la competencia, cuando se llegue a la vejez con alegría, cuando el hombre valga (para el sistema) por su vida y no por su tarjeta de crédito... entonces sí podremos empezar a hablar de "plan de Dios". Mientras tanto, seguiremos recordando a los falsos profetas que "hablan de paz, cuando no hay paz" (cf. Jer 23,17), pastores que no se ocupan de la oveja débil y descarriada sino de apacentarse a sí mismos (Ez 34; Jds 12); y también, mientras tanto, seguiremos confiando que Dios enviará profetas, para que marquen caminos, para que denuncien la muerte y anuncien la vida de los pobres, gloria de Dios.


                                                La Vida y los muertos


            Queremos, ahora, partir de otros datos bíblicos para dar más elementos a nuestra reflexión. Partiremos del Evangelio de Lucas. Todos los estudiosos coinciden en que Lc presenta el discurso de Jesús en la sinagoga de Nazareth como programa evangelizador. Recientemente, sin embargo, un estudioso se formula la siguiente pregunta: "Podemos buscar en vano (en el Evangelio de Lucas) un relato de Jesús predicando buenas nuevas a los pobres", incluso podríamos creer que "lo encontraremos repetidamente con "los pobres". No es el caso". )Se equivoca el autor? )Se presenta un programa ideal, alejado de la realidad? El término "pobres" aparece 11 veces, de las cuales 7 las encontramos en conexión con otros términos (ver 4,18; 6,20; 7,22; 14,13.21; 16,20.22). El discurso programático, aparece además en conexión con Elías y Eliseo... Por todo esto, afirma este autor, "buena noticia a los pobres refiere a las viudas, impuros, paganos, los de bajo status... esto apunta a la misión de Jesús que abre el camino de la inclusión del pueblo en el ámbito de Dios, para quienes de otro modo no tenían acceso a Dios. Fueron excluidos de los sistemas sociales del antiguo mundo Mediterráneo. A esos pobres Jesús anuncia buenas noticias" (J. B. Green). Si agregamos a las mujeres, leprosos, niños, publicanos y pecadores, no caben dudas que Jesús abre las puertas del Reino (el Reino es un lugar al que se entra) a los excluidos, a los que el poder religioso se los tenía negado.


            La Iglesia de Jesús (Iglesia de los pobres, Mesías de los pobres) no puede menos que abrir puertas. Muchos son los excluidos a la vida, los que no pueden acceder a la electricidad o el gas (son privados; privados de sensibilidad social, puede decirse), los que no pueden acceder a la salud o educación, los que no pueden acceder a cuotas o seguridad. El sistema cierra si muchos quedan afuera (excluidos). Es a esos excluidos de hoy que, fieles al programa de Jesús, su Iglesia (si quiere ser fiel) debe anunciar buenas noticias.


            Tenemos claro a quienes, pero )qué buenas noticias? )Es realista decir que en un futuro el sistema va a cambiar? )Es verdadero anunciar que la justicia o la vida triunfarán? Quizás no. )Qué quiere decir que el reino será una realidad, al menos en sombras? Queremos ser claros para que no se interprete esto como determinismo, pesimismo o reconocer el triunfo del sistema... Gustavo Gutiérrez preguntaba a un campesino cómo podían ser felices en medio de tanto sufrimiento. "-lo contrario de la felicidad es la tristeza, no el sufrimiento" le contestó. Aquí, creo, podemos encontrar el punto de partida de nuestra reflexión: debemos buscar, primero que nada, que la gente, el pueblo, los excluidos sean felices. Esa es la buena noticia: aunque el sufrimiento siga (porque las fuerzas del anti reino son poderosas), podemos ser felices. Quizás no podamos cambiar el dolor, el sufrimiento y la muerte, pero sí podemos estar "vivo en medio de tantos muertos", sí podemos festejar, resistir, anunciar una buena noticia que puede empezar a ser buena ya. Sólo hace falta recibirla en el corazón.


            Así, trabajaremos para que el hombre (varón y mujer) sea capaz de saberse feliz sin el último electrodoméstico, sea capaz de llenar su vida de vida, sea capaz de ser, aún sin tener... Que no se nos malinterprete, creemos que hay que trabajar para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10), pero creemos que la raíz de la felicidad está en el corazón del hombre. Con adversarios tan poderosos, no es fácil (si es que es posible) trabajar para que los excluidos tengan lo que se les niega, pero sí podemos trabajar para que sean felices. Eso es posible, eso es vida, y sobre todo, es el fundamento de todo cambio. Mostrar que los millones de pobres pueden ser felices, aún sin tener, es algo que subvierte desde lo más profundo un sistema que está edificado sobre la supuesta necesidad de tener, y tener en abundancia, un sistema que por eso cree haber llegado al fin de la historia.


                                                 La Muerte y los vivos


            Con la cosa así planteada (el sentido de la vida), queda pendiente la pregunta de qué sentido puede tener la muerte. La muerte es la imagen del anti reino, de lo que es contrario al plan de Dios, es imagen de lo que Dios no quiere. Pero si esto es siempre así, )por qué damos tanto lugar a la cruz de Jesús o tanta importancia a los mártires?...


            Empecemos citando al mártir boliviano Luis Espinal: "El grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la derrota. En cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae en el combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en estatua... Fuera los slogans que dan culto a la muerte" (No queremos mártires, borrador inconcluso). Lo importante es entender que no podemos querer mártires, pero sí varones y mujeres que "gasten y desgasten" su vida por la vida. Comprometer el yo en la lucha por la vida nos introduce en los conflictos de la vida misma, y "uno de los aspectos trágicos de la vida reside en el hecho de que las demandas de nuestro yo físico pueden entrar en conflicto con los propósitos de nuestro yo espiritual, pudiendo vernos así obligados a sacrificar el primero para asegurar la integridad del segundo. Es un sacrificio que no perderá jamás su carácter trágico" (Erich Fromm).


            No debemos olvidar a quienes fueron capaces de dar la vida, pero no por la muerte alcanzada sino por la vida entregada. Lo que da vida es la vida, no la muerte. Celebrar a los mártires es celebrar su vida, su compromiso, su vida capaz de no tener nada y ser plenamente. Lo que nos salva, no es la cruz de Jesús: la cruz es signo de tortura, de violencia e injusticia; lo que nos salva es su vida, su fidelidad al proyecto del Padre (= Reino) y su fidelidad a los hombres. Nos salva su amor. La cruz es, también, signo de ese amor extremo. Se siembra semilla, es decir vida. La muerte puede ser consecuencia de la opción por la vida, pero consecuencia no querida. Jesús no quería morir, el Padre no quería que muriera, pero ni Jesús, ni el Padre querían que, por aferrarse a la vida y negarse a la muerte, se negara la vida más plena que Jesús vino a regalar, se traicionara el rostro de Dios que Jesús presentó, se frenará el reino. Aceptar la muerte tiene sentido si es para la vida, si es dada "por" los demás. "La vida es para esto, para gastarla... por los demás" decía Luis Espinal. Aferrarse a la propia vida sin abrirse a la vida de los demás es podar en primavera.


                                          Esperar contra toda esperanza


            Frente a la muerte, surge la esperanza. No como "alienación" y "opio" sino como motor. La esperanza moviliza, es una utopía; y sin utopía la "vida sería un ensayo para la muerte". Pero, )qué podemos esperar si es probable que nada cambie? Incluso algunas luces de esperanza parecen volver a apagarse (en lo político, sindical, eclesial...). )En qué esperamos?


            La muerte capaz de engendrar vida nos hace creer, y pone las raíces en una esperanza que va más allá de lo palpable, de lo eficaz o del éxito. La esperanza es confianza en la vida. En la vida sin cálculo, generosa y gratuita. Vida para la vida. Es esperanza como la de Jesús, esperanza en Dios, en que el amor sembrado no queda sin cosecha aunque todo parezca oscuro y sin sentido. No es esperanza en ver los frutos, sino en saber que es "Dios quien da el crecimiento" (1 Cor 3,7). Pero no es esperanza en el éxito de tal o cual proyecto (por más bueno que sea) sino esperanza en la vida. Por eso el fracaso de los proyectos no es nuestro problema principal (repetimos que creemos, queremos y trabajamos por proyectos de vida, solidaridad y justicia, pero que no se quiebra nuestra fe en la vida, nuestra esperanza y nuestra confianza en Dios si esos u otros proyectos no llegan a ver frutos...). La cruz es el fracaso de Jesús, la muerte es el fracaso de los mártires, fracaso de sus ansias de vivir, de sus proyectos y planes; pero no el fracaso del proyecto mayor de dar vida. La vida dada, hasta el extremo de no quedarse con nada de ella, es el culmen de la esperanza.


            Poner la esperanza en el éxito de algunos planes, podría dar la razón a Fukuyama cuando habla del "Fin de la historia". Podría darlo (aunque no estemos convencidos que lo dé). Pero no es eso lo que entendemos por "historia" ni por "fin". Pero aún más. Creemos que hasta la vida martirialmente quemada ("sangre de mártires, semilla de cristianos"), la vida escondida (vocación misionera de los contemplativos), la vida postrada de los enfermos (es fecunda!. Con la fecundidad misteriosa de la cruz. "Dios da el crecimiento".


            Obviamente, tener paz en esta esperanza supone estar cimentados en la fe. Fe es confianza, confianza en ese Dios capaz de resucitar a los muertos. Pero esa confianza se traduce en resistencia. No la resistencia de la piedra, sino de la vida "edificada sobre roca" (Lc 6,48). Fe y esperanza van juntas, y hacen posible el amor extremo, amor capaz de dar vida hasta dar la vida.


            La esperanza así entendida es todo lo contrario de quietismo u opio; es fuerza, tenacidad, apuesta alegre a un futuro de Dios. La adversidad, la violencia, la muerte no puede detener la vida que crece sobre esas raíces ni derribar el edificio edificado sobre una vida capaz de entregarse. Por eso la esperanza y la vida son madres de la libertad. El hombre es capaz de perder sus proyectos y su vida misma, no pierde "la" vida ni renuncia al proyecto mayor, la gloria de Dios, la vida de los pobres. La esperanza nos hace capaces, dispuestos, (libres! a no tener para ser o para que otros sean.


                                          La fiesta como grito profético


            Una de las características de la espiritualidad popular, según Victor Codina es la "experiencia de la esperanza del triunfo, de la seguridad de la victoria escatológica, aunque el dolor sea grande y el sufrimiento no cese. Es la experiencia de los mártires y perseguidos, que se mantienen fieles en medio de la "noche oscura" de la injusticia estructural. Esta experiencia se expresa también en las fiestas populares, verdadera anticipación festiva y escatológica de la Utopía del Reino. El pueblo festeja rompiendo los esquemas puritanos del ahorro burgués, como protestas y desborde profético de una sociedad alternativa, que un día se impondrá". Aunque esa sociedad nunca se imponga, no deja de ser un grito profético de "lo que Dios quiere", y lo que Dios promete a sus amigos en su Reino (escatología).


            La fiesta es un signo de la vida. Vida que se celebra, que se comparte. La fiesta es un grito profético de un pueblo que cree en la vida. La fiesta es encuentro, gratuidad, alegría. La fiesta es un sacramento popular de la vida. El hombre es imagen, la vida es gloria, la fiesta es sacramento... y todo nos habla de Dios y nos habla de vida.       



                                                  Para una conclusión


            Los cristianos, )tendremos que pedir perdón por ser tenaces "apóstoles de la vida"? )Seremos tenidos por "discapacitados" por oponernos a toda forma de muerte? El fin no justifica los medios, se dice, (mientras no se trate de mis fines! Estamos llamados a cultivar una cultura de vida. Seguramente no podremos enfrentar a los poderosos; pero la siembra, como el grano de mostaza empieza pequeña. Podemos empezar en nuestra casa, en nuestras comunidades, en nuestro trabajo. Empezar la siembra confiando en la calidad de la semilla y la vitalidad que Dios da al hacer crecer. La fe, la esperanza y el amor nos siguen desafiando. Como a tantos grandes maestros de la espiritualidad, la crisis que Juan de la Cruz llamó "noche oscura" es escalón para que crezca cada vez más firme la confianza en el Dios de la vida y no en los dioses de la muerte, la esperanza en la fecundidad de la cruz y no en los éxitos y triunfos periodísticos, la vitalidad del amor sembrado y gastado y no en la fama y los aplausos. La "noche oscura" nos invita a creer que Dios es vida, y la vida es un grito silencioso que no puede ser callado.


Foto tomada de http://uwedebremen.wordpress.com/

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