jueves, 7 de febrero de 2013

Una Mirada, un lugar


Una Mirada, un lugar


Eduardo de la Serna


Si miramos los historiadores del s.I no nos caben dudas: el nacimiento de Jesús no habría sido publicado en los medios hegemónicos de hoy. Incluso después, cuando el Nazareno empezó a ser más conocido, tampoco habría sido noticia su vida. La muerte del revoltoso quizás hubiera ocupado un pequeño espacio inferior de página par. Pero el nacimiento, habría sido invisibilizado.
El culto al mercado, al dólar, al poder -en cambio- sí ocupan lugares principales. El mercado tiembla, se tranquiliza, se preocupa, tiene paz (justo el responsable de guerras pretende la “paz”; nada más parecido a la pax romana). Los pesebres han desaparecido, y árboles con frutos de plástico y nieve falsa inundan los centros comerciales. Un personaje insólito, vestido con los colores de la bandera del norte (los mismos colores con los que está vestido superman, la mujer maravilla, el capitán América...) recorre los cielos con regalos que otros pagaron. La gran fiesta del Mercado ocupa todos los ambientes y lugares. El pobre, invisibilizado por los poderosos, tapado por su prensa cómplice, sigue invisibilizado más todavía, ahora, con la desaparición del niño que se identifica con ellos.
Es triste ver u oír voces que siguen invisibilizando a aquellos que fueron los privilegiados del anuncio del nacimiento, del anuncio de su vida, y sus compañeros en el camino. Escuchar voces caceroleantes hablar con desprecio de los pobres, o con indiferencia, sólo preocupados por su propio bienestar, vuelve a invisibilizar. Escuchar voces episcopales haciendo suya la voz de los poderosos y hasta silenciando el nacimiento de Jesús o las buenas noticias para los pobres, revela la fuerza del relato oficial del poder. A lo mejor es urgente volver al pesebre, al niño pobre y frágil, al canto de la madre de Jesús, a los pastores junto al niño. A lo mejor debamos re-visibilizar el Dios pobre, y aprender a mirar la historia, nuestra historia, desde la luz tenue del pesebre.

Un relato, una parábola

Dicen que había un pesebre
con un burrito y un buey,
dicen que había algús mags,
al que después llamaron “rey”;
dicen que había pastores
que pastaban a su grey,
y hasta unos ángeles santos
que cantaban en Belén.

Dicen que había una Virgen,
y su esposo, san José,
y estaba viniendo un niño,
y que estaba por nacer.
Dicen que había un imperio
al que había que temer,
y un Herodes sanguinario
que mataba por placer.

Y con él los poderosos,
del altar y del poder,
temblaron ante ese niño,
que opacaba su saber,
que nacía entre los pobres,
y pasaría haciendo el bien,
alegría para todo el pueblo
habituado a padecer.

Es parábola este día,
Dios nos revela su hacer:
estar junto a los negados
de la historia y del papel,
nacer dentro de sus casas
llorar sus penas, también,
cantar sus cantos de dicha
comer su pan y su pastel.

Pero otra parábola vino
desde centros de poder:
un gordo todo abrigado
¡hasta tapado de piel!,
con barba blanca y con renos,
y que ríe sin placer,
que celebra cuando se compra
cuando al Norte le va bien.

Dos parábolas se encuentran,
dos dioses hay para ver:
uno pequeño y humilde
en el pesebre, en Belén,
que nace junto a los pobres
y los hace ricos en fe;
y otro importante, ¡grandioso!
con el culto del tener

que hace a los ricos más ricos
por comprar y por vender
dios del dólar y el mercado
dios imperio, dios rey...
Dicen que había un niñito,
y la Virgen junto con él,
subversivo el Dios de los pobres
revolución de Nazaret.

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