La
palabra de Dios es pesebre,
pone en
riesgo la comodidad,
intemperie
que hiere el camino
frágil
de toda fragilidad;
infancia
amenazada de Herodes,
pobreza
por aquí y por allá.
La
grandeza de Dios se hace niño,
la luz
brilla en la oscuridad,
una luz
que no es de artificio
sino
suave y tenue claridad,
que no
ilumina en marquesinas
sino a
aquellos que quieran mirar.
No tuvo
raiting ni fue a la tele,
no hubo
aplausos ni publicidad,
los
pastores, únicos testigos,
la
pobreza de Dios es su plan;
porque
si quiere llegar a todos,
por los últimos
debe empezar.
En su
hijo que nos regala
Dios se
hace Padre universal
Madre de
todos y de todas
pesebre
que busca anidar,
casa de
los pobres siempre abierta
mesa
tendida con vino y con pan.
Los
palacios no entienden nada
se arman
y ponen a temblar,
¡matemos
al niño!, reclaman
¡la edad
de imputabilidad!,
que
naciendo entre los pobres muestra
dónde es
que Dios nos quiere hablar.
La
palabra de Dios es pesebre,
allí lo
podremos escuchar,
entre
llantos, pañales y risas,
sin
trineo ni para jugar,
pobre,
nacido entre los pobres,
porque
ese siempre es su lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario