viernes, 8 de febrero de 2013

El “kêrygma” de Pablo. Una mirada al ministerio paulino [1]

El “kêrygma” de Pablo.

Una mirada al ministerio paulino [1]


Eduardo de la Serna [2]




Resumen.
Teniendo en cuenta que la teología paulina debe mirarse carta por carta, el artículo presenta en cada una la predicación paulina. El objetivo principal es la fe de los destinatarios. Pablo desaparece en la predicación preocupado solamente por el Evangelio y por las comunidades. Finalmente, una serie de temas (trabajo manual, debilidad, parrêsía, cruz, bautismo) muestran las características de la predicación paulina.

Temas: Pablo, predicación, kerigma, cartas.


Viejas lecturas, inspiradas por R. Bultmann, sostenían que la predicación paulina sólo se interesa por el Cristo glorioso y nada le importa del Jesús histórico [3]. O para precisar un poco más, el único contacto que Pablo tiene con Jesús es la cruz, pero esta leída a la luz de la resurrección. El kerigma de Pablo sería –entonces- una breve y concentrada síntesis del acontecimiento escatológico desencadenante, la Pascua. No nos detendremos a comentar este aspecto del gran exégeta alemán, ni sus repercusiones en los antiguos comentaristas, pero es cierto que su principio constituye en más de una ocasión un punto de partida incuestionable de la teología paulina.

Es habitual, por ejemplo, notar en documentos de la Iglesia católica romana que el término “kerigma” se utiliza, entonces, en el sentido de “primera predicación”, o –más precisamente- el anuncio del acontecimiento salvador de la Pascua. Así se puede ver, por ejemplo en Cateq Trad 18. 21 y 25 (primera predicación); en Red Mis 16 (el reino es el kerigma de Jesús); en Orient Lum y Eccl in Afr (también es el primer anuncio); y en los documentos del CELAM, en Sto. Domingo, 29: se entiende kerigma como el anuncio salvador de Jesús; pero siempre se trata (en 33 cita RMi 44) del anuncio de la muerte y resurrección de Jesús.

En realidad, este uso parece influido por una lectura de 1 Cor 15,3b-5 pero curiosamente allí no se utiliza ni el sustantivo kêrygma ni el verbo kêryssô.

En este trabajo, intentaremos mirar qué dice Pablo sobre su predicación, entendiendo esto qué predica, o también cómo predica ya que en el caso del Apóstol no es fácil distinguir entre la persona y la teología. [4] Pero precisamente para mirar esto, debemos observar cada una de las cartas seguramente paulinas. Uno de los temas adquiridos en los estudios paulinos contemporáneos es que todas las cartas de Pablo son “escritos de situación”, o “conversaciones en contexto”. Sólo la carta a los romanos parecía quedar fuera de este criterio hasta la publicación de “The Romans Debate” en 1991, [5] en la que también esta se incluyó en el amplio consenso. A partir de esta concepción cada vez más abarcadora, resultó razonable pensar que es difícil encontrar en Pablo un “eje dominante” a lo largo de sus cartas, o –para ser más precisos- un tema que sea transversal de un modo uniforme. [6] Esto lleva a autores como G. Barbaglio a afirmar que puesto que Pablo no es “un teólogo sistemático” o “teólogo de escritorio”- y es preferible entenderlo como “un teólogo en epístola”. [7] Esto vale, en nuestro caso para el kêrygma paulino. ¿Cuál es ese kêrygma? O para ser más precisos: ¿qué predica Pablo? Sin dudas es necesario distinguir entre la predicación misionera y la predicación catequística, pero precisamente –si vamos a mirar la primera predicación, la predicación misionera- no parece que sea una “primera predicación” a paganos referir que algo ocurre “según las escrituras” (1 Cor 15,3-5), y es mucho más razonable suponer una predicación que invite a “abandonar los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tes 1,9). Como es evidente, las cartas sí se dirigen a “comunidades”, por tanto a “cristianos”, y deben entenderse como “catequísticas”, pero nos interesa en esta nota preguntar qué podemos encontrar en las cartas “que predica el Pablo histórico” en su anuncio misionero. Después de mirar lo que dice cada carta acerca de la predicación, su modo y/o contenido, a modo de síntesis –no propiamente conclusión- notaremos algunos términos o temáticas que parecen atravesar transversalmente la predicación paulina, también en su modo (libertad, debilidad, trabajo manual) como en su objetivo, -la fe, como hemos dicho- expresada en el bautismo.

Es razonable, entonces, ver en cada carta qué nos dice el Apóstol sobre este tema principal. Mirando una a una, notaremos que no es preciso afirmar que el kêrygma paulino consiste en la predicación de Jesucristo muerto y resucitado, aunque lo incluya.
Pero antes de entrar en tema, mirando seriamente el campo semántico de la predicación y notaremos que Pablo utiliza particularmente tres términos (y derivados) para hablar de su predicación. Términos que a veces son utilizados como sinónimos, como veremos. Estos son kêryssô (lit. predicar), euaggelízô (lit. anunciar buenas noticias), y akouô (lit. escuchar).

Empecemos señalando que Pablo predica a fin de que sus oyentes crean. La fe es el objetivo de la predicación. Esto se ve claramente en la sucesión de verbos encadenados en Rom 10,14-15a, que luego comentaremos: «¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?» Es decir, la predicación es el instrumento para que la comunidad pueda encontrarse con aquella palabra que está invitada a creer. [8]

1 Tesalonicenses

Encontramos los términos que nos interesan dos veces en toda la carta, en 2,9 y 13. En 2,8 Pablo habla de “dar” el Evangelio de Dios. [9] “Dar”, “compartir”, puede ser incluso “socorrer” una necesidad (Ef 4,28), o simplemente “dar” en una comunidad (Rom 12,8; quizás se refiera a dones espirituales, pero no es evidente; también en 1,11 se encuentra el término y en ambos en relación a jarismata). Pero luego de afirmar que ha dado el Evangelio y –como una madre- estaba dispuesto a dar la propia vida, les recuerda que ha “predicado” el “evangelio de Dios” (evidentemente en este caso “dar” y “predicar” se encuentran en paralelo). Esta proclamación del Evangelio fue en medio de arduo trabajo manual para no ser una carga a ninguno, como también lo hace un padre para con sus hijos. Pero en ambos casos, los verbos se encuentran en aoristo, por lo cual se refiere a un momento puntual y preciso del pasado. Esto es algo que los tesalonicenses “recuerdan”, en presente.
Unos versículos más adelante (v.13), siempre en el contexto del recuerdo, Pablo vuelve al tema, pero dando ahora un paso más. Esa “palabra escuchada” (logon akoês) fue “acogida” (paralambanô) por los destinatarios, y por ello Pablo no deja de dar gracias a Dios, ya que «la acogieron, no como palabra humana, sino como en verdad es, palabra de Dios, que permanece activa en ustedes, los creyentes».

Pablo está preocupado por la situación de los tesalonicenses ya que ha debido irse expulsado de la ciudad y no ha podido volver. Así envía a Timoteo a la comunidad para ver cómo está su fe. Las buenas noticias que trae Timoteo lo alientan a escribir lleno de alegría, y por eso encontramos una doble acción de gracias en la carta (1,2; 2,13). Hay un doble movimiento que ha marcado esta dinámica paulina: una predicación entre dificultades y tribulaciones (1,6; 2,2) pero Dios luego de un exigente análisis (dokimazô) le ha confiado a Pablo el Evangelio (2,4) que Pablo predica para agradar a Dios que lo sigue “examinando” (dokimazô). Es por eso que lo que Pablo ha predicado no es “palabras de adulación” ni con “amor al dinero” (pleonexía). De allí que el trabajo manual de Pablo sea un signo del amor hacia los tesalonicenses que lo mueve en su dedicación misionera. El segundo movimiento es precisamente la recepción (akoês) que ha tenido la Palabra, palabra que “permanece activa” (energeô) en los creyentes. [10]
Como se ve, Pablo prácticamente desaparece en medio del mensaje, sólo cuenta Dios y su palabra por una parte, y los destinatarios y su fe por la otra.
Se puede notar, que en todo este párrafo, el centro es Dios, no propiamente Cristo. Por eso el efecto logrado y el testimonio estimulante de los tesalonicenses es que «se convirtieron a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la ira venidera» (1,9b-10). Si nos preguntamos por lo cristológico en este apartado, veremos que está concentrado en la Parusía, algo que será importante en la parte exhortativa de la carta.

La carta a los Gálatas

Es la carta más vehemente de Pablo. En la comunidad se han introducido algunos que pretenden someter a los gálatas a la circuncisión a fin de alcanzar la salvación. Pablo encuentra esto un “atentado contra el Evangelio”. Y entonces los términos que nos interesan se suceden intensamente en el comienzo:

«Me maravillo de que tan pronto hayan abandonado al que los llamó por la gracia de Cristo, para pasarse a otro evangelio -no que sea otro, sino que hay algunos que los están turbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo-. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo les anunciara un evangelio distinto del que les hemos anunciado (lit.: les evangelizara contrario a lo evangelizado), ¡sea anatema! Como les tengo dicho, también ahora lo repito: Si alguno les anuncia un evangelio distinto (lit.: los evangeliza contrario) del que han recibido, ¡sea anatema! Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo». (1,6-10)

Nuevamente el intento de Pablo es “agradar a Dios” y no a “los hombres”. [11] El acento, en este caso es conflictivo. Debe entenderse, “como buscan agradarles a ustedes los que predican otro evangelio”. Pablo no busca el beneplácito de sus destinatarios sino su fe, pero para ello debe predicar el verdadero evangelio, y no “otro” (eteron euaggelion), uno “fuera” del predicado.
Pero esto se debe, precisamente a que “el evangelio que les prediqué” (evangelio que evangelicé) (v.11) no es de orden humano. Nuevamente Pablo remite a Dios el contenido (didajê) de lo que anuncia, pero en este caso es una “revelación de Jesús Cristo” (el genitivo puede entenderse de dos maneras: revelación que le hizo Jesús, o revelación sobre Jesús). El v.16 invita a entenderlo en este segundo modo: “el que me llamó… por la gracia de él me reveló a su Hijo” para que lo “evangelizara” entre los gentiles (ethnê). Revelación que ocurre en un “momento fijado” a partir del cual, Pablo comienza a “evangelizar la misma fe que quería destruir” (1,23).

La “predicación a los paganos”, sin exigirles la circuncisión fue el desencadenante de la crisis gálata, y por eso Pablo recuerda la asamblea de Jerusalén. Allí él les expone “en privado a los que se llamaban notables” el Evangelio que predicó (keryssô). La frase saber si “había corrido en vano” se ha interpretado diversamente y no es el caso comentarla aquí, [12] pero para Pablo el Evangelio supone afirmar que los gentiles (ethnê) son también destinatarios de la misma fe que los circuncisos. Por eso Pablo deja claro que no “predica (keryssô) la circuncisión” (5,11), y precisamente por eso es perseguido, probablemente por aquellos que eran antiguamente sus compañeros perseguidores. Seguramente con el objetivo de conmoverlos, Pablo les recuerda la primera “evangelización” (4,13) a causa de una enfermedad ante la cual los gálatas reaccionaron como verdaderos hijos (4,19).

Pero hasta ahora Pablo nos remite al origen de su predicación, a la fuente (Dios) y al objetivo (la fe de los paganos), pero –seguramente ante la crisis provocada por la “otra predicación”- quiere refrescar, acentuar “lo que predicó”, es por eso que la “fe en Cristo” pasa a ser el eje transversal de toda la carta (pistis, fe x22; pisteuô, creer x4 en Gal). Lo que Pablo predica, entonces, a los paganos es que crean en Cristo, sólo así se alcanza la justificación.

Ahora bien, la fe no se trata de un “creer” intelectual, sino de un “sumergirse en Cristo”, acontecimiento que se origina en el bautismo (3,28), signo visible de que se han dejado los “dioses” pasados para “ser conocidos por Dios” (4,8). Este signo bautismal nos introduce en la “plenitud de los tiempos” (4,4) y por tanto en la donación y recepción del espíritu de Dios, el don escatológico por excelencia. Es esta iniciativa de Dios la que conlleva la respuesta –movida por el mismo espíritu- que es la fe. Fe que es en la predicación, en lo que se ha escuchado (3,2.5, akoê).

Carta a los Filipenses

La carta a los filipenses es una carta muy particular, entre los escritos de Pablo. En contraste con los Gálatas, esta rezuma alegría y confianza en los destinatarios. Incluso cuando se introducen los que predican la circuncisión, Pablo no duda en decirles que se mantengan firmes (4,1; a diferencia de los Gálatas que han escuchado “otro evangelio”). Las dudas sobre la unidad de la carta hacen difícil ver un hilo conductor, y no más bien una serie encadenada de referencias afectivas cargadas de ternura. Sin embargo resalta un dato: Pablo está en prisión. No interesa en este caso saber dónde podría ser esto: Roma, Cesarea, Éfeso, [13] pero lo cierto es que está “en cadenas por Cristo”, y eso es público. Esto alienta a otros muchos a “predicar” (keryssô, 1,15) aunque algunos lo hacen por “envidia y rivalidad” (notar que ambos términos se encuentran juntos en los “catálogos de vicios” de Rom 1,29 y Gal 5,20-1, y la rivalidad también en otros catálogos, Cfr. 2 Cor 12,20), es decir, predican movidos por actitudes propias de quienes no “están en Cristo”. Sin embargo, así como Pablo no se mira a sí mismo, tampoco mira a estos predicadores, lo que mira es el resultado: “Cristo es anunciado” (kataggélletai). Y eso “lo alegra y seguirá alegrándole” (1,18). Nuevamente el contexto es crítico, y Pablo tiene en cuenta la posibilidad de su muerte, pero lo que le importa es que Cristo sea exaltado (megalynô).
No podemos dejar de notar que Pablo manifiesta tener muy en cuenta que en “la predicación”, cuentan el emisor y el destinatario, no el “predicador” que es mero mediador, o instrumento, y por tanto importa que Cristo sea exaltado y que los destinatarios alcancen la fe, aunque en la persona del predicador las características sean la “envidia y la rivalidad”, o las persecuciones, la prisión y la probable muerte inminente.

Carta a Filemón

El “billete” a Filemón, no parecería –por su característica y situación- aportar elementos para nuestra búsqueda, pero sin embargo tenemos un aspecto que parece que debería ser destacado: Pablo escribe a Filemón, y sabe que (v.8) aunque tiene “libertad” (parresía) para “mandar” (epitássô, única vez en Pablo) prefiere (v.9) “exhortar”, (parakalô) en nombre del “amor” (agape) que Filemón tiene, y es público. A continuación sigue el resto de la carta, en la que Pablo pretende que Filemón reciba a Onésimo como un verdadero “hermano”, como uno “en el Señor” (v.16). Y finaliza manifestándose persuadido de su “obediencia” (v.21).
Pablo ha puesto en práctica en un caso concreto la buena noticia que predica, buena noticia que es inseparable de “vivir en Cristo”, de dar “frutos del espíritu” (Gal 5,22-24). Vivir de esa manera no es lo que “justifica”, puesto que eso lo logra el estar enraizados “en Cristo”, sumergidos en él, la fe. Pero esta fe actúa por el amor (agápe; Gal 5,6), el mismo que Filemón tiene “en favor de los santos” (vv.5.7). Es precisamente por esto que la “obediencia” es hypakoê, es respuesta a la palabra, a la predicación.
Si la predicación es inseparable de la fe como objetivo de la misma, esta es a su vez inseparable del amor como su manifestación patente.


Carta 1ª a los Corintios

La carta a los corintios aparece como una carta bastante “desordenada”, y los temas se concatenan sin relación aparente entre sí. Los temas referidos a la predicación se pueden ubicar en tres pequeños bloques. Veámoslos en orden inverso, ya que pedagógicamente, parece razonable.

En el cap. 15 Pablo enfrenta a algunos que niegan la resurrección. No parece que negaran la resurrección de Cristo, sino la de sus discípulos, quizás porque la ven ya realizada en el bautismo. De todos modos, para enfrentar esta negativa, Pablo remite a su propia predicación original que –a su vez- remite a lo que él recibió. Es sabido que la fórmula recibí-transmití (parédoka-parélabon, v.3) se remite a la comunicación de tradiciones, y precisamente de eso se trata. [14] Pablo remite a la primera predicación, ese fue el “evangelio que evangelicé” (v.1). Este Evangelio alude a los acontecimientos de la pascua, presentado en sus dos momentos principales (muerte y resurrección) con dos signos visibles que lo manifiestan (sepultura y apariciones). Puesto que el acento en esta unidad es la resurrección, que es negada por algunos, Pablo alarga este aspecto destacando la lista de los beneficiarios de las apariciones. No es el lugar de analizar las listas, y preguntarnos por qué, por ejemplo, no se menciona a las mujeres que sí ocupan un lugar importante en algunos evangelios, sino de detenernos en un breve contraste. [15] Pablo comienza con el primero, Cefas, y termina con el último, él mismo. [16] Nuevamente se deja a sí mismo en el último lugar y no hace valer su ministerio, aunque no dudará en decir que

“yo soy el más insignificante de los apóstoles: no capaz de ser llamado apóstol, por haber perseguido a la iglesia de Dios. Por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios en mí no fue hecha vana. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios con (syn)-migo” (9-10).

No es Pablo el que cuenta, una vez más, sino la gracia (palabra repetida 3 veces en la unidad). Hecho este breve paréntesis sobre su ministerio, vuelve a los testigos del resucitado y vuelve al comienzo de la unidad: “esto predicamos (keryssô) y en esto creyeron”. Si no lo guardan (katéjete) como fue predicado, han creído en vano (v.2).
Bastante se ha trabajado últimamente sobre las relaciones de Pablo con Jesús que no podemos explicitar aquí, [17] pero señalemos que muchos tienden hoy a afirmar que este breve compendio pascual no debe entenderse como un “todo” sino más bien como un “resumen” del ministerio del Jesús histórico. En una suerte de “condensación narrativa”. [18] No se trataría, entonces, de limitarse al reducido momento pascual, sino de predicar al mismo Jesús, concentrándose en el momento de la resurrección, precisamente porque es el tema circunstancial de discusión. Los contactos entre Pablo y Jesús se revelan hoy mucho más estrechos de lo que Bultmann afirmaba. Nuevamente Pablo predica a Cristo, y la fe de los creyentes es el objetivo de dicha predicación.

El capítulo 9 de la carta es un fragmento problemático ya que no hay consenso en si debe tenérselo como un añadido, o en continuidad con lo que viene desarrollando. Obviamente que hay una cierta relación entre el cap. 9 y el cap. 8, pero si fue añadido lo fue “allí” precisamente por esa razón. El tema parece desplazarse de la pregunta acerca de si se puede o no comer carne ofrecida a los ídolos, a un debate sobre el apostolado. [19] Y particularmente el de Pablo. Dentro de este punto, Pablo –hablando de sí mismo- insiste en que su actitud fue “evangelizar” (vv.16.18). Pero es interesante notar que parece haber un tema subyacente. “Evangelizar no es para mí motivo de jactancia, (kaújêsis)”. Acaba se señalar que se “jacta” de no haber hecho uso de ninguno de los derechos que tiene como apóstol a ser mantenido por la comunidad. Se jacta de esa debilidad, y no quiere que sea “aniquilada” (kenoô), y por ello trabaja con sus manos. Por eso lo sintetiza repitiendo “¿cuál es mi recompensa? Que (hina) evangelice entregando sin-cobro el evangelio, no haciendo uso de mi poder (exousía) en el evangelio”, de ese modo Pablo se hace “débil con los débiles” (v.22). Como se ve, nuevamente Pablo se pone en el último lugar, para que resalte el Evangelio. El trabajo manual, razón por la cual es criticado y cuestionada su apostolicidad, que ya habíamos visto en 1 Tes, es una expresión visible de esta debilidad, pero a su vez de su dedicación apostólica. [20]

En el capítulo 1, Pablo enfrenta las divisiones que se han producido en la comunidad, o algunos sectores, conformándose “partidos” de Pablo, de Apolo, de Cefas, de Cristo… y es posible que la causa primera de estas divisiones haya sido el contraste entre predicaciones: [21] la predicación de Pablo (débil, tímido y tembloroso, 2,1; de “palabra despreciable” 2 Cor 10,10) debería contrastar notablemente con la “elocuencia” de Apolo. Y esto quizás haya dado origen al tema de la “sabiduría” y la “predicación” en esta unidad. Notemos, de paso, que Pablo no parece enfrentar –no al menos en esta parte- a este o aquel grupo sino el hecho de que los haya. Es posible que el tema del bautismo se introduzca al comienzo del debate precisamente por ser este el que provoca la “unidad en Cristo”, pero Pablo afirma claramente que Cristo no lo envió a bautizar sino a evangelizar (1,17), pero no cualquier predicación, sino una que no haga “nada” (kenoô) la cruz. Palabra que es locura para los que no acceden a la fe. Acá radica, entonces, la predicación de Pablo en esta unidad: “predicamos a Cristo (o a “un cristo/mesías”) crucificado” (v.23). El contraste está dado, entonces entre la predicación sabia, que provoca adhesiones superficiales y engendra “partidos” y la predicación de la cruz. Es aquí que comienza a contrastar entre la cruz y lo que esta provoca en el medio ambiente, y lo que el mismo medio ambiente pretende: signos los judíos, sabiduría los griegos. [22] Es interesante el doble contraste: por una parte, la cruz es lo opuesto de esto en ambos grupos: locura para los que buscan sabiduría, piedra de tropiezo para los que buscan signos en los que encontrar seguridad. El segundo contraste, que es central en el pensamiento paulino, como lo venimos viendo, radica en que “la locura de Dios es más sabia que los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres” (v.25). Nuevamente el Evangelio aparece en la debilidad de la predicación, en este caso, del contenido de la predicación: la cruz. Pero es el obrar de Dios y no las cualidades o intenciones de los evangelizadores lo que alcanza sus frutos de fe. Precisamente esta misma debilidad se ve en el seno de la comunidad (1,27: “pues lo loco del mundo eligió Dios para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo eligió Dios para avergonzar a los fuertes”). El objetivo precisamente tiene que ver con la kaújêsis: jactarse en las capacidades, en la sabiduría, en la propia fuerza sólo lleva a exaltarse, engrandecerse, en suma, a poner la confianza en las propias capacidades; mientras que jactarse en la debilidad, en el trabajo manual como manifestación de la propia necesidad, jactarse en la necesidad de Dios, eso sí edifica ya que Dios es el que aparece en primer lugar, y no “otro que no es Dios”, (con lo que entramos en el territorio de la idolatría). [23] “El que se jacte, que se jacte en el Señor” (1,31). Por eso el mismo Pablo se presenta como uno “débil” (2,3) y no fue con el “prestigio de la sabiduría”, su “palabra y predicación” (logos kai kêrigma) no confiaron en la propia capacidad sino en el poder del Espíritu, así, la fe (objetivo de la predicación) no se funda en sabiduría humana sino en el poder de Dios (2,5).


Carta 2ª a los Corintios

La unidad de 2 Cor es todavía más debatida que Filipenses, y no es fácil saber cómo se fue gestando nuestra carta actual, si nos encontramos ante un conjunto de escritos. Por cierto, el clima de 10-13 es bastante más conflictivo que 1-7 (8 y 9 parecen dos billetes sobre la colecta), hasta el punto que algunos han querido ver aquí la perdida carta de lágrimas. [24]

Detengámonos, entonces, en esta última parte antes de entrar en la primera; si 10-13 fuera la carta de lágrimas, sería cronológicamente anterior.

La unidad 10,15-16 está construida como un paralelismo que merece mirarse detenidamente; veamos el contexto:

«Nosotros, en cambio, no nos jactaremos (kaújeomai) desmesuradamente (a-metron); sino según la medida (metron) de la norma (kanon) que Dios mismo nos ha asignado como medida (metron) al hacernos llegar (efikneomai) lejos (ajri) también hasta ustedes. Porque no llegamos (efikneomai) hasta ustedes traspasándolos, tan lejos (ajri), pues hasta ustedes fuimos con el Evangelio de Cristo. No nos jactamos (kaújeomai) desmesuradamente (a-metra) de los trabajos de otros; sino que esperamos, mediante el crecimiento (auxanô) de la fe de ustedes, engrandecernos (megalynô) en ustedes conforme a nuestra norma (kanon) cada vez más, extendiendo la evangelización (euaggelizô) a ustedes en lugar de jactarnos (kaújeomai) en otra norma (kanon). El que se gloríe (kaújeomai), gloríese (kaújeomai) en el Señor. Que no es confirmado el que a sí mismo se examina (dokimazô), sino aquel a quien el Señor confirma» (10,13-18).

Pablo sigue una medida, una norma que Dios mismo le ha asignado, y no acepta seguir otra. Y esta norma incluye a los corintios. Ciertamente esto es una defensa y un ataque. Muchos han cuestionado a Pablo, y él una vez más remite su apostolado directamente a Dios mismo, pero a su vez afirma que los que lo cuestionan no están siguiendo la norma que Dios ha impuesto. Una vez más, jactarse tiene una doble posibilidad según en qué se jacte uno. [25] Al Jactarse “en el Señor” se permite que sea él mismo el que obre, una vez más, la fe. Los corintios son el “hacia donde” Dios ha querido que Pablo llegara, (y que no llegaran sus adversarios, se puede agregar). Una vez más la fidelidad al llamado de Dios y su encargo, y una vez más con el objetivo de la fe de los destinatarios, Pablo llega a “predicar”.

Recordemos lo dicho en Gal: Pablo les cuestiona que ante otros predicadores, los corintios aceptan tranquilamente a quienes predican otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio (11,4). Precisamente, como en Gal, acaba de señalar que él predica lo que Dios le ha encargado y según su “kanon”, mientras que los adversarios cambian totalmente la predicación del Apóstol. Pero más que los adversarios en sí mismos, a semejanza de lo dicho en Filipenses, lo que preocupa a Pablo es la reacción de los oyentes, aunque mientras allí Cristo era “conocido”, aquí “toleran” otro Cristo, otro espíritu y otro Evangelio.
Pero nuevamente retoma la idea de la predicación gratuita: “¿tengo la culpa porque me humillé para ensalzarlos a ustedes evangelizándoles el evangelio sin costo?”. La gratuidad y la debilidad del predicador, su “abajamiento” que “eleva” son para Pablo el “test” de la fidelidad al Evangelio, y –precisamente- de la no-fidelidad de los otros predicadores, que cobran y explotan a los corintios sin que ellos se quejen por eso. El enojo de Pablo con la comunidad pretende que ellos reciban lo que han escuchado (desobediencia/obediencia, 10,6, parakoê/hypakoê). Pero parece que la característica superficialidad de los corintios les impide reconocer en la debilidad un signo del evangelio, mientras que parecen reconocerlo en estos “super-apóstoles” (11,5; 12,11). Pablo les recordará que “yo no busco sus cosas sino a ustedes mismos” (12,14), porque no los explotó (12,17) y “gastará y se desgastará” (12,15) a favor de los corintios.

En la primera parte de la carta, destaca que “Pablo, Silvano y Timoteo” predicaron (keryssô) al Hijo de Dios, que es un “sí” a Dios (1,19). Pero esto está dicho a raíz de que alguno/s en Corinto parece/n haber cuestionado a Pablo por faltar a su palabra (¿por no haber ido a Corinto como había anunciado?); en 4,5 repite que “no nos predicamos (keryssô) a nosotros mismos sino a Cristo Jesús como Señor y a nosotros como esclavos de ustedes por Jesús”. Es notable que el contraste señor-esclavo no tiene la misma dirección. Si Cristo es Señor, sería razonable que dijera “esclavos de él” pero dice “esclavos de ustedes”. Pablo reconoce a Cristo como Señor y esto lo hace esclavo de los destinatarios del anuncio del Evangelio. Finalmente, en 7,15 Pablo se ha “jactado” (kaújeomai) de los corintios ante Tito, y su actitud ha dado frutos. Lo que Tito ha reconocido, al llegar donde Pablo, es la “obediencia” (hypakoê) que le han manifestado.

Como se ha venido notando en las dos cartas a los Corintios, Pablo marca una estrecha relación entre el evangelizador y el evangelio. Ciertamente no se identifican, pero la “transparencia” que debe manifestar el evangelizador permite que resplandezca el evangelio. Tal es la razón de la debilidad, y ese es el motivo por el que la misma actitud de “predicar” lo lleva a Pablo a una vida y ministerio cada vez más identificado con lo que predica, en este caso, la debilidad y la cruz. [26] Pablo se identifica de tal modo con el evangelio que su vida es un “sí” porque el Hijo de Dios es un “sí” a Dios; Pablo desaparece hasta volverse “humilde” y “esclavo” de los corintios. Su ministerio “crucificado” resalta particularmente en esta carta en la que “evangelizador” y “evangelio” se interrelacionan profundamente.

Carta a los Romanos

La carta a los romanos tiene una serie de peculiaridades que no podemos destacar aquí. Pablo se presenta como “separado” para el Evangelio de Dios (1,1), da culto “en mi espíritu” y “en el Evangelio de su Hijo” (1,9). Pero Pablo, que se debe a todos, quiere llevar el Evangelio a Roma (1,15), Evangelio en el que Pablo no se avergüenza (1,16).
Sin embargo, después de esta introducción, Pablo no retoma las ideas de predicación, escucha o evangelización hasta la parte exhortativa (12-15.16), y la unidad donde reflexiona sobre Israel (9-11).

En el cap. 15 Pablo comienza a despedirse, y señala una serie de elementos que ya conocemos:

«Tengo, pues, de qué jactarme (kaujêomai) en Cristo Jesús ante Dios. Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia (hypakoé) de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de signos y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios, tanto que desde Jerusalén y su comarca hasta Iliria he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; teniendo así, como punto de honor (filotymêomai), no evangelizar sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros, antes bien, como dice la Escritura: Los que ningún anuncio recibieron de él, le verán, y los que nada oyeron, comprenderán». (15,17-21)

El Evangelio es predicado para alcanzar la “obediencia” (respuesta a la escucha), pero Pablo no quiere correr el riesgo de que “otro evangelio” haya sido puesto en los cimientos de una comunidad, por eso quiere ser él quien lo haga. Descubrimos así, al final de su ministerio un criterio que guía a Pablo, probablemente después de los numerosos conflictos con otros anunciadores del Evangelio.
Ya en el saludo final (cap. 16) Pablo se alegra por la “fama”, la obediencia “ha llegado a un punto” (única vez en el NT) que alegra a Pablo.
Esta “obediencia” tiene su origen en la obediencia de Cristo, que contrasta con la “desobediencia” de Adán (5,19). El contraste entre “el uno Adán” y “el uno Cristo” y su efecto sobre “todos” es central en la unidad, y esa actitud contrastante está marcada por la obediencia o no a Dios, justicia o pecado. Es esa obediencia de Cristo la que a todos los constituye “justos”. De otro modo señala que hay una “obediencia para el pecado” y una “obediencia para la justicia” (6,16).

Pero detengámonos en la unidad que es fundamental para comprender el sentido de la predicación paulina en la carta a los romanos. Se trata de la unidad 10,14-17.
Pablo está preocupado por la suerte de Israel que no ha reconocido al Señor. A esto dedica todos los capítulos 9 a 11 de la carta. Pero Pablo es predicador a los paganos; sin embargo, a estos y a los judíos quiere invitarlos a reconocer al Señor, « Porque, si confiesas con tu boca a Jesús Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvado. » (10,9), por eso no hay distinción –ante Dios- entre judío y griego, uno es el Señor de todos, “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.

«Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído (êkousan)? ¿Cómo oirán (êkousan) sin que se les predique (kêrissô)? Y ¿cómo predicarán (kêrissô) si no son enviados (apostellô)? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los pies de los que evangelizan (euaggelizomai) el bien! Pero no todos obedecieron (hypakouô) al Evangelio. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a lo que han escuchado (akoê) de nosotros? Por tanto, la fe viene de la audición (akoê), y la audición (akoê), por la palabra de Cristo» (10,14-17).

A todos sin distinción, comenzando por los últimos (los paganos, los bárbaros, los insensatos, 1,14.16) se dirige Pablo. [27] Para eso es enviado (apostellô) a fin de conseguir la fe de los destinatarios. Fe que es recepción de la palabra y respuesta. Si la fe es, para Pablo, el ámbito de la salvación, si “todos” se salvan “por la fe”, Pablo se sabe llamado –incluso desde el seno de su madre- como profeta escatológico (Gal 1,15; Is 49,1.5-6; Cfr. Jer 1,5), a anunciar a todos el Evangelio, la buena noticia, aunque hay que repetir que el evangelizador no es lo que cuenta para él, y éste debe desaparecer en el mensaje. Por eso Pablo se manifiesta “celoso” de aquellos que anuncian “otro” evangelio, y dolido por la fe “adulterada” a la que llevan a sus comunidades con esta predicación interesada, sea en conservar los esquemas tradicionales de la circuncisión, negados a la novedad, sea en conseguir ser mantenidos por las comunidades. Esa no es fe verdadera, sino “otra” y por eso Pablo reitera una y otra vez su “predicación original”.

No es casualidad sino objetivo preciso de Pablo en esta carta que los gentiles alcancen la “obediencia de la fe”, palabras con las que abre y cierra la carta (1,5; 16,26).

A modo de síntesis

A modo meramente de resumen, notemos algunos elementos que parecen centrales en el “anuncio” paulino, no tanto en cuanto al contenido, sino al modo de anunciar”.

Como hemos visto en 1 Tes, 1 Cor, y 2 Cor Pablo pretende expresamente que el Evangelio sea predicado gratuitamente. Nada debe obstaculizar que se “vea” la gratuidad del contenido de la predicación. Y es evidente que siempre es posible que la persona del predicador sea un obstáculo, sea por la elocuente o la pobre capacidad del evangelizador. Pero el signo de la predicación gratuita es para Pablo un punto demasiado importante como para no notarlo. [28] Es evidente que para un fabricante de carpas, detenerse en cruces de caminos o puertos es tener trabajo seguro. Además, como es habitual en Oriente, detenerse “todo el tiempo del mundo” a conversar con clientes y vecinos mientras se reparan carpas, o se cosen remiendos, es una ocasión apropiada para la evangelización. Así, el oficio de Pablo no sólo le permite mantenerse para poder predicar sin pretender nada a cambio (gratuidad), sino que también es ocasión evangelizadora para que desde los lugares donde las caravanas se detienen, pueda predicar y lograr que la palabra se extienda más y más por los caminos del Imperio. No debemos descuidar lo interesante que es la insistencia en este tema en la carta a los Corintios, ya que –curiosamente- Pablo acepta con frecuencia aportes de los filipenses, a pesar de ser éstos pobres (Cfr. 2 Cor 8,2 y Fil 4,15-16) y no de los corintios, que parecen tener gente de dinero en la comunidad. [29] Es muy posible que esto haya sido cuestionado por muchos corintios, y a raíz de esto le hayan cuestionado –incluso- su ser apóstol por no hacer lo que Jesús había señalado (Cfr. Mt 10,10). Señalemos, al menos, que la predicación paulina parece inseparable de su trabajo manual, no solo como otro medio de evangelización sino, sobre todo, como signo evidente de la gratuidad de la predicación. [30]

Es notable que –aunque el término no sea muy frecuente en sus cartas- [31] es característico en Pablo, la libertad para hablar que se expresa con el término “parrêsía”. La libertad, a su vez, es expresada con otros términos como eleuthería y también exousía. [32] Ciertamente una es la libertad, entendida como “libres de la ley” (eleuthería), muy frecuente en Gálatas, y en contraste con la ley o la “esclavitud” o entendido como “capacidad”, “poder/posibilidad” o “derecho” (exousía). En este sentido, aunque parrêsía no sea frecuente, sí merece una breve atención. En relación a las personas o a Dios, denota libertad, confianza, osadía. Las citas de 2 Cor muestran la relación de Pablo y la comunidad (3,12; 7,4), Pero miremos brevemente los textos de Filipenses y Filemón. En Fil 1,20 Pablo ha hablado de que sea como fuere, por hipocresía o por sinceridad, Cristo es anunciado (v.18). Pero por las oraciones de la comunidad y la asistencia del espíritu de Jesús Cristo, según lo que piensa y espera no será avergonzado porque con toda parrêsía, siempre y ahora Cristo será exaltado en su cuerpo (encarcelado) sea que viva o sea que muera (v.20). Una vez más, Pablo está “en el medio” entre Cristo, de quién busca que sea exaltado, y la comunidad. Pablo sabe confiadamente, osadamente, libremente, que su “vida es Cristo” (v.21). Por eso no se preocupa por su futuro, vida o muerte. Cristo y la comunidad son lo que cuentan, y eso le da a Pablo, libertad, ya que vivo evangelizaría para “progreso de la fe” de los filipenses (v.25), y muerto daría testimonio además de encontrarse con Cristo (v.23). En Flm 8, Pablo pretende “convencer” a Filemón con respecto a Onésimo, como lo hemos dicho. La posición de Pablo con respecto a Filemón lo ubica con autoridad para mandar (parrêsía), pero prefiere “exhortar”. Nótese que el apostolado paulino, e incluso la relación de Pablo con Filemón, seguramente uno a quién Pablo ha predicado y “engendrado” (v.19, Cfr.10), le daría “poder” para “mandar”, pero Pablo sabe que el amor es gratuito, y no puede ser “mandado”, pero que en caso de existir, va mucho más allá de lo “pedido” (v.21). Pablo, en este caso, renuncia a la libertad pero a fin de conseguir más, nuevamente en nombre de la gratuidad; pero esto no ha impedido a Pablo desplegar con plena “libertad” su discurso a fin de convencer a Filemón. [33] No debemos dejar de lado que la libertad para predicar con la que Pablo habla, provoca todo tipo de persecuciones y tribulaciones de parte de diferentes grupos. La prisión en Filipos y al escribir a Filemón es un buen testimonio de esto, pero no impide a Pablo desplegar esa libertad plenamente y con audacia.

Pero, como hemos visto, Pablo sólo pretende que aparezca Cristo, que sea conocido y aceptado (= fe). Cristo y la comunidad son los dos puntos principales de la predicación. Pablo se ve como un simple intermediario: Cristo es predicado, los destinatarios son a quienes se les predica. Poner al predicador en el centro sería un desatino, una “necedad” como ha ocurrido con los “partidos” corintios. Dos términos –con frecuencia interrelacionados- ayudan a ver esto en su dimensión. El término “jactancia”, kaújêsis ya lo hemos destacado, sólo anotemos que para Pablo es absurdo jactarse en las propias capacidades o cualidades, porque “¿qué tienes que no lo hayas recibido?” (1 Cor 4,7), como es absurdo jactarse en la propia fuerza, en la pertenencia a Israel, sólo tiene sentido jactarse cuando la razón de la jactancia es la fuerza de Dios, la obra de Cristo, el dejar obrar la gracia, “el que se jacte, que se jacte en el Señor” (1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17). Pablo, por ejemplo, lo afirma claramente: “si hay que jactarse, me jactaré en mi debilidad” (2 Cor 11,30; 12,5). Es que precisamente es en la “debilidad” (asthéneia) donde Pablo manifiesta claramente dónde radica su fortaleza. No en su capacidad, no en su predicación y elocuencia, no en su celo y entusiasmo apostólico, sino en su debilidad. Es en esta debilidad en la que se vuelve patente la gracia ya que así Pablo se asemeja a la debilidad del crucificado. El tema del apóstol “crucificado” y débil presentado en 1 Cor 2,1-5 (“débil… poder de Dios”) pasa a ser tema principal en 2 Cor 4,7-12; 6,4-10; 11,23-30 porque Pablo tiene claro que lo que cuenta es la gracia y Cristo le dijo que “mi fuerza es plena en la debilidad” por lo que se jactará en la debilidad para que habite en él la fuerza de Cristo (2 Cor 12,9). Con firmeza Pablo les recrimina a los corintios que “quieren pruebas de que en mí habla Cristo, quien para ustedes no es débil sino fuerte entre ustedes, pues fue crucificado por la debilidad, pero vive por la fuerza de Dios. Así también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre ustedes” (2 Cor 13,4-5). La relación debilidad – fuerza también se corresponde estrechamente con la cruz y la resurrección, y la debilidad que Pablo muestra en su predicación manifiesta la fuerza de Dos en la medida en que Pablo no se ponga en primer lugar sino, precisamente, su debilidad. Sólo mostrándose débil Pablo permitirá que se manifieste la fuerza de Dios, es decir, su gracia y así Cristo sea conocido y aceptado (= fe). [34]

Todo esto nos remite, como es evidente, a la cruz de Jesús, tema central en el pensamiento de Pablo. Ciertamente no hay cruz sin resurrección para el Apóstol, pero la cruz no puede perder su dimensión de “escándalo”, cosa que parece oscurecerse cuando muchos pretenden que “aparezca” la fuerza de Apolo, de Pablo, de Cefas… Es la debilidad de la cruz, escándalo y necedad la que permitirá que Jesús sea conocido. Pero también es cierto que hay quienes se comportan como “enemigos” de la cruz (Fil 3,18) porque al predicar “otro evangelio”, como es el de la circuncisión, hacen “vana” la muerte de Jesús (Ga 2,21). La cruz, para Pablo, es más que su predicación (1 Cor 1,23), es también su dinámica evangelizadora: “débil, tímido y tembloroso” para no saber sino a “Jesucristo, y este crucificado”, para que en la predicación que no se afirma en “persuasivos discursos” sea demostración del “espíritu y el poder” y así, “la fe” se funde no en “sabiduría humana” sino en “fuerza de Dios” (1 Cor 2,1-5). Los signos de la cruz, en especial la debilidad, marcan la vida, y la predicación del apóstol y son su “sello”: “Llevamos siempre en nuestros cuerpos la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, somos continuamente entregados a la muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así la muerte actúa (energeitai) en nosotros, y en ustedes la vida”. (2 Cor 4,10-12; son las “características del apóstol”, 12,12). Pablo se presenta, así como un predicador crucificado, marcado con los signos de la cruz. [35]

Señalemos, finalmente, que el tema del Bautismo parece ser un tema que también recorre transversalmente toda la predicación paulina como lo hemos señalado en otra parte. [36] No solamente por la estrecha relación bautismo – fe (el objetivo de la primera predicación de Pablo), sino por el efecto que el bautismo provoca. Es probable que el frecuentísimo “en Cristo”, que tanto atraviesa la teología de Pablo remita a un “estar en” precisamente por “estar sumergidos” en Cristo, por tanto una estrecha unión con Él. Obviamente también nos remite al bautismo el uso de “syn”, ya que el obrar y vivir “con Cristo” alude a este “estar”. Ciertamente relacionado con todo lo que venimos diciendo, estando “en Cristo” y obrando “con Cristo”, es siempre Cristo el que aparece en primer lugar, lo que elimina toda capacidad o posibilidad de jactancia. Podríamos decir que en cierta manera el (los) bautizado (s) desaparece y aparece Cristo, sumergiéndonos en los tiempos nuevos, escatológicos con la donación del espíritu. En ese sentido debe entenderse “Cristo que vive en mi” (Ga 2,20), lo cual da un profundo sentido antropológico (y ayuda a entender por qué “en Cristo”, por el bautismo, “ya no hay” ni judíos, ni griegos…” (Ga 3,27-28) siendo todos “uno en Cristo Jesús”. Hay una nueva humanidad escatológica “en Cristo”, lo que hace insostenible toda división. [37] Ya hemos señalado que probablemente en este tema del bautismo se encuentra la síntesis de los temas principales de la teología paulina, lo cristológico, lo eclesiológico, escatológico y antropológico. [38] Es verdad que el bautismo oficia como una suerte de gozne, ya que toda la predicación primera de Pablo apunta, tiene como objetivo –como lo hemos dicho- la fe, y quienes acceden a la fe reciben el bautismo. Por tanto, la alusión al bautismo en las cartas ya está dirigida a creyentes, pero el bautismo es el punto de partida. Aunque no sea Pablo el que bautiza (“no me envió Cristo a bautizar sino a predicar el Evangelio”, 1 Cor 1,17), es cierto que en la predicación “engendra” (Flm 10; 1 Cor 4,15), y en el bautismo, unidos a la muerte, resurgimos a una vida nueva (Rom 6,1-11), a una vida “en Cristo”. [39] La vida de los bautizados (indicativo – imperativo) manifiesta visiblemente los frutos de la predicación de Pablo, los frutos de la gracia y se transforma, asimismo, también ella en evangelizadora (1 Tes 1,8; Rom 1,8).

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Notas

(1) Articulo de reflexión, desarrollado a partir de una conferencia sobre el tema, presentada en la Universidad Javeriana de Bogotá, el 2 de marzo de 2011, bajo el título “La Proclamación del Kerigma en la Teología Paulina”. Publicado originalmente en Theologica Xaveriana, vol. 61, Nº 172 (2011) pp. 509-536 (http://theologicaxaveriana.javeriana.edu.co/edicion.php?Ed=76&Cn=5).

(2) Licenciado en teología con especialización en Sagrada Escritura, Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina (1986) y Doctor en Teología Espiritual, Pontificio Instituto del Teresianum (Roma, 1998). Docente de Nuevo Testamento en el Instituto Teológico “Fray Luis Bolaños”, en los profesorados de Ciencias Sagradas de los Padres Salesianos y del “Espíritu Santo”, en Buenos Aires.

(3) Bultmann, R. « La signification de Jésus historique pour la théologie de Paul, 211-239.

(4) F. Pastor Ramos, Para mí, vivir es Cristo. Teología de San Pablo. Persona, experiencia, pensamiento, anuncio, ed. Verbo Divino, Navarra 2010, 21-24: “hay un acuerdo muy extendido entre los especialistas de Pablo en que su vida y su pensamiento, su biografía y teología son inseparables”, 21.

(5) Donfried K. P. (ed.), The Romans Debate”, (hay edición aumentada y revisada 2005); aunque el tema sigue discutiéndose como se ve en Schnelle, U. “Chronicles, The Letter to the romans, Colloquium Biblicum Lovaniense 551-561.

(6) Sobre esto hemos trabajado en de la Serna, E. “Aproximación a la teología paulina”, Theologica Xaveriana, vol. 58, Nº. 165 (2008).51-86.

(7) Barbaglio, G. La teología de San Pablo: “… lo que tenemos es un teólogo in fasciendo … Es un teólogo in progress… Pretendo exponer la teología de Pablo presentando las teologías de cada carta, teologías en epístola…” (pp.9-10) El libro es una “síntesis concisa” del original italiano: “Teologia di Paolo. Abbozzi in forma epistolare” (1999, 20012).

(8) Pahl, M. W. “The ‘Gospel’ and the ‘Word’: Exploring Some Early Christian Patterns”, JSNT 29 (2006) 211-227

(9) El tema del “Evangelio” en los escritos de Pablo, es un tema muy amplio. Si bien en mucho aportaría a este trabajo, sería más extenso de lo que podemos en este espacio. Especialmente si intentamos un modo semejante al que aquí desarrollamos, de mirar en cada carta paulina el tema. Sobre esto, se ha escrito mucho. Cfr. entre lo reciente, R. Aguirre, “¿Cómo evangelizaba Pablo? Estrategias del anuncio evangélico”, Sal Terrae 85/5 (1997) 407-420; G. F. Downing “Paul's Drive for Deviants”, NTS 49 (2003) 360-371 (teniendo en cuenta el modelo cínico; como ya lo había señalado, sobre Gal 3, en “A Cynic Preparation for Paul's Gospel for Jew and Greek, Slave and Free, Male and Female”, NTS 42 (1996) 454-462); J. P. Dickson, “Gospel as News: euangel— from Aristofanes to the Apostle Paul”, NTS 51 (2005) 212-230; D. A. Couto, “Paulo, modelo de evangelizador”, Theologica 43 (2008) 317-373; y sobre perícopàs particulares, cf. A. Moreno García, “La pasión del Apóstol por el Evangelio como madre y padre (1 Tes 2,1-12)”, EstTrin 41 (2007) 543-558; D. Hunn, “Pleasing God or Pleasing People? Defending the Gospel in Galatians 1-2.”, Bib 91 (2010) 24-49. Como se puede ver -y lo señalaremos brevemente-, uno de los temas que amplía y quizás complica el tema del uso de evang– en Pablo es la relación (¿amable?, ¿conflictiva?, ¿anti-imperial?) con el ambiente grecorromano.

(10) Heath, J. M. F. “Absent Presences of Paul and Christ: Enargeia in 1 Thessalonians 1-3”, JSNT 32 (2009) 3-38.

(11) Hunn, D. “Pleasing God or Pleasing People? Defending the Gospel in Galatians 1–2”, Bib 91 (2010) 24-49.

(12) Cfr. de la Serna, Eduardo “La figura de Pedro en los escritos de Pablo”, RevistB 70 (2008) 133-171.

(13) El tema está en debate, y así Reumann J. (2008) propone Éfeso, Schnelle U. (2005), Roma y Thiselton A. (2010), Cesarea.

(14) Cfr. Cambier, J. “Pablo y la tradición”, Conc 20 (1966) 461-477; y más recientemente Ellis, E. E. “Traditions in 1 Corinthians”, NTS 32 (1986) 481-502.

(15) Sobre Pablo y la mujer hemos escrito en “El lugar de la mujer en los escritos de Pablo”, 379-407.

(16) Schmisek, B. “Paul’s Vision of the Risen Lord”, BTB 41 (2011) 76-83.

(17) A modo de ejemplo: Barbaglio, G. Pablo y Jesús, Salamanca, Secretariado Trinitario 2009; Thiselton, A. The Living Paul. An Introduction to the Apostle’s Life and Thought, 1-10.

(18) Cfr. Schnelle, U. Apostle Paul. His Life and Theology, 106.

(19) Sobre la perícopa, ver recientemente Ellington, “D. W. Imitating Paul’s Relationship to the Gospel: 1 Corinthians 8,1-11,1”, JSNT 33 (2011) 303-315.

(20) Cfr. de la Serna, E. “La Justificación por la fe. Una mirada teológica del trabajo paulino”, RevistB 68 (2006) 101-115.

(21) Kwon, Oh-Young. “A Critical Review of Recent Scholarship on the Pauline Opposition and the Nature of its Wisdom sofía in 1 Corinthians 1–4", Currents in Biblical Research 8 (2010) 386-427; Finney, M. T. “Honor, Rhetoric and Factionalism in the Ancient World: 1 Corinthians 1-4 in Its Social Context”, BTB 40 (2010) 27-36.

(22) Finney, M. T. “Christ Crucified and the Inversion of Roman Imperial Ideology in 1 Corinthians”, BTB 35 (2005) 20-33.

(23) Cfr. de la Serna, E. “La idolatría en 1 Corintios, ¿una clave de interpretación?”, 111-134.

(24) Sobre la carta y su integridad hemos trabajado en “La Segunda Carta de Pablo a los Corintios”, 859-894.

(25) Cfr. Wilk, F. “Ruhm coram Deo bei Paulus?”, ZNW 101 (2010) 55-77.

(26) Cfr. lo que hemos dicho en 2 Corintios, y también en “El pueblo crucificado. Aspectos bíblicos”, 115-141.

(27) Cfr. de la Serna, Eduardo. ¿Dios es imparcial? Una lectura clave de la Carta a los romanos. Buenos Aires, Guadalupe, 2010.

(28) De hecho también se refiere a él el discípulo que escribe 2 Tes (3,7-9) y Hechos (18,3; aunque en v.5 parece matizarlo).

(29) Como es el caso de Erasto, oikonomos, “cuestor” de la ciudad, Cfr. Rom 16,23; sobre él se ha escrito últimamente: Cfr. Goodrich, J. K. “Erastus, Quaestor of Corinth: The Administrative Rank of ho oikonómos tês póleôs (Rom 16.23) in an Achaean Colony”, NTS 56 (2010) 90-115; Weiss, A. “Keine Quastor in Korinth: Zu Goodrichs (und Theissens) These über das Amt des Erastos (Rom 16,23)”, NTS 56 (2010) 576-581.

(30) Cfr. de la Serna, E. “La Justificación por la fe. Una mirada teológica del trabajo paulino”, RevistB 68 (2006) 101-115.

(31) Lo encontramos sólo 4 veces: Flm 8; 2 Cor 3,12; 7,4; Fil 1,20.

(32) eleuthería (x7), eleutherós (x14), exousía (x17); el verbo exousiazô (x3) se usa en un sentido ajeno al tema.

(33) Schlier, H. “parrêsía”, TDNT V, 871-886; Hahn, H. C. DTNT I, 293-297; Balz, H. « parrêsía », DENT II, 802-811; Lona, “H. La comprensión paulina de la libertad en el marco de la cultura antigua”, en Carisma y Libertad: tres estudios sobre San Pablo, Colección Estudios Proyecto, Buenos Aires, 1993, 53-81; Rodríguez Carmona, A. “Libertad cristiana en Pablo”, Proyección 234 (2009) 265-283; Baumert, N. “San Paolo: La libertà nello Spirito Santo”, Civiltà Cattolica I/2009, 430-443.

(34) Stählin, G. “astenês”, TDNT I,488-492; Link, H. G. “debilidad”, DTNT II,9-11; Zmijewski, J. “astenês”, DENT I, 510-516; Cfr. Trakatellis, “D. Power in Weakness: Exegesis of 2 Cor 12,1-13”, en Verteidigung und Begründung des apostolischen Amtes (2 Kor 10-13), herausgegeben von Eduard Lohse (1992), "Serie monographica di Benedictina, sezione biblica-ecumenica", 65-86; Corsani, B. “Forza e Debolezza nella Vita e Pensiero di Paolo”, ib. 147-159; De Virgilio, G. “La debolezza come categoria teologica in 1-2 Corinzi”, RivBib 58 (2010) 67 – 100.

(35) .- Schneider, J. “staurós”, TDNT VII,572-584; Brandenburger, E. “cruz”, DTNT I,357-368; Kuhn, H. W. “staurós”, DENT II, 1476-1490; Cfr. Comblin, J. “Paolo e a cruz de Jesus”, RIBLA 20 (1995) 54-61; Gil A., C. “El imperio romano frente a Pablo: el poder y la cruz”, Letras de Deusto 39 (2009) 39-57; sobre el hecho histórico de la cruz y la sepultura Cfr. Cook, J. G. "Crucifixion and Burial”, NTS 57 (2011) 193 – 213.

(36) “Aproximación a la teología paulina”, 75-76.

(37) Es por eso que nos parece que Pablo incorpora el tema bautismal en el tema de los partidos (1 Cor 1,10), y no por que haya una relación bautizador – bautizado en la gestación de los partidos; es para destacar el escándalo que siendo bautizados se encuentren divididos.

(38) “Aproximación a la teología paulina”, 75.

(39) Cfr. los clásicos, O. Cullmann, Baptism in the New Testament, SCM Press, 1961; R. Schnackenburg, Baptism in the Thought of Paul, Herder 1964; Oepke, “baptô”, TDNT I, 527-544; G. R. Basley-Murray, “Bautismo”, DTNT I, 160-168; W. Bieder, “baptizô”, DENT I, 573-585; L. Hartman, “Baptism”, ABD I,583-594; S. Legasse, “Etre baptisé dans la mort de Christ”, RB 98 (1991) 544-559 ; M. Pesce, « Christ did not send me to baptize but to evangelize (1 Cor 1,17a) », L. De Lorenzi (ed.), Paul de Tarse, Apotre du notre temps, (FS Paolo VI) Rome (1979) 339-362 ; M. Pascuzzi, “Baptism-based Allegiance and the Divisions in Corinth: A re-examination of 1 Corinthians 1,13-17”, CBQ 71 (2009) 813-829; sobre el “bautismo” en el judaísmo, ver J. D. Lawrence, Washing in Water. Trajectories of Ritual Bathing in the Hebrew Bible and Second Temple Literature, Brill, Leiden - Boston, 2006.

1 comentario:

  1. no especifica en si cual es el kerigma de pablo, que pasos utiliza para dicha predicacion, que pasos seguir para un principiante de la predicacion.

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