miércoles, 6 de febrero de 2013

Comentario 5C

"La Palabra de Dios, la vida del Reino" - [Evangelio de san Lucas 5,1-11]
(5to durante el año) - 10 de febrero

Eduardo de la Serna


Algunas notas para la comprensión del texto:

El término "gente", "multitud" (gr.= ojlos) es propio de la literatura narrativa del Nuevo Testamento; aunque más que propiamente "gente" se refiere a la "masa" o la "chusma". Se alude a multitudes no calificadas.
El término "agolparse" (que en ocasiones puede indicar violencia) en este caso puede indicar presión, y hasta tumulto.
La referencia a la "Palabra de Dios" (gr. "logon tou theou") es una construcción muy propia de Lucas (lo encontramos una vez en Mt, una en Mc y 11 veces en Lucas y Hechos, además de 2 Cor, Heb y Ap). En Hechos se refiere claramente al anuncio evangelizador que se expande por el mundo con la fuerza del Espíritu Santo. En Lucas refiere a la predicación de Jesús que ha de ser recibida en el discipulado.
Jesús se "sienta" en la barca para "enseñar". Ya se había sentado en la sinagoga para decir su palabra primera (4,20); en las parábolas de 14,28 y 31 es el gesto de la deliberación. Jesús va a "sentarse" en un burro para entrar en Jerusalén (19,30) y los discípulos deben permanecer (lit. sentarse) en la ciudad (= Jerusalén) a la espera del Espíritu (24,49). Enseñar es propio de Jesús en Lucas (4,15. 31; 5,17; 6,6; 11,1; 13,10. 22. 26; 19,47; 20,1. 21; 21,37; 23,5).
Pedro puede decir que va a echar las redes "en tu palabra" (gr.= epi de tô rêmatí) porque ya lo ha visto sanar a su suegra (con una palabra), y lo ha escuchado predicar.
Los socios / compañeros (gr.= métojos) son personas importantes para el negocio de la pesca: es importante recordar el sistema económico y la importancia de tener "socios". Los pescados eran parte de pago por los "peajes" (a los publicanos, que cobraban hasta el 40%) y la frecuencia de intermediarios hacía que las ganancias fueran mínimas. Los "socios" eran con frecuencia el modo que tenían los pobres pescadores para juntarse y evitar estos intermediarios.
Pedro, "cayó de rodillas" ante Jesús; no se trata de la actitud de adoración, ni tampoco estar a los pies, como el discípulo; la actitud puede calificarse de reverencial.
El término "thambós", asombro, es exclusivo de Lucas y denota la reacción ante la presencia o la fuerza de Jesús (4,36; Hch 3,10).
El término "no temas" (gr.= mê fobou, frecuente en Lc/Hch) es invitación a la confianza reverencial ante la obra de Dios.
Es interesante e importante que Lc no repite (como lo hacen Mc y Mt) la palabra "pescadores" (gr. = halieus; que por otra parte ha usado en 5,2) sino que serán "zôrgeô" de hombres. Zôrgeô no es propiamente "pescador" sino que es alguien que "captura vivo" (notar la raíz zô, "vida"). Se sobrentiende en Lc que la misión de Pedro (notar que el dicho no es a todos sino a Pedro) es capturar vivos a los hombres (y mujeres, acotamos) para el Reino.
Bajando de las barcas, Lucas remata que "dejaron todo". Ya no se trata de dejar a los padres, o las barcas, como en Marcos. La exigencia del Evangelio, del discipulado para Lucas implica dejar "todo". Y todo esto, para "seguirlo".
Lo "siguieron", es el verbo característico del discipulado en los Evangelios.


Breve reflexión:

Jesús, al empezar su camino, empieza a rodearse de discípulos, de seguidores. Lucas toma un relato que encontramos también en Juan como aparición del Resucitado (cap.21), el texto de la pesca milagrosa: los expertos pescadores habían pasado la noche sin pescar nada (en el lago se pesca de noche) pero un carpintero, que es hombre de palabra fácil y congrega muchedumbres, es a su vez, hombre de palabra poderosa. Simón hecha las redes "en su palabra", y es esa la causa de una pesca imposible de contar (Juan va a decir que los peces eran 153, un número ciertamente con carácter simbólico). Sin embargo, el centro del relato está en el "antes" y el "después". Antes vemos a Jesús predicando, después se invita a Pedro y a los que estaban con él a asociarse a una pesca diferente y del todo nueva: "pesca de hombres". La palabra de Jesús es demasiado poderosa, llega al fondo del corazón. Pero a su vez es evidentemente exigente, no admite "medias tintas", no admite "tibiezas" (Ap 3,16), no admite "poner la mano en el arado y mirar para atrás" (Lc 9,62), exige "vender todo" (Mt 13,44.46). Eso lo entiende bien Simón, y ellos "dejándolo todo lo siguieron". Seguir a Jesús es exigente, él lo es consigo mismo ("nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente" Jn 10,18). Es, por otra parte, coherente que quien se da todo, exija todo; no para atesorarlo, no para guardarlo, sino para compartirlo, para hacerlo fructificar. Ese es Jesús, el "que habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo" (Jn 13,1), el que nos invita a amar de la misma manera, "como yo los he amado" (Jn 13,34).
La palabra de Jesús, la misma que cautiva las multitudes (particularmente presentes en el Evangelio de Lucas), la misma que obra signos poderosos, esa palabra nos llama y convoca a seguirlo. Esa palabra debe obrar signos poderosos en nuestros corazones, el signo del asentimiento confiado ("en tu palabra"), el signo del abandono confiado ("dejándolo todo"), el signo de la marcha confiada ("lo siguieron"). Esa confianza hasta en lo aparentemente absurdo es la fe, la fe que nos convoca, que nos pone en camino, que nos llama. Aquí estamos nosotros; aquí está Jesús con su palabra; aquí está nuestra palabra: ¡te alabamos, Señor!

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