Vigilar y ser vigilado
Eduardo de la Serna
Es conocido que el nombre del otrora exitoso programa de TV “Gran Hermano” está tomado de la
importante novela (1949) de George Orwell llamada «1984». Allí “el ministerio de
la verdad” debe ocuparse de destruir todo archivo existente que permita sostener
una versión diferente de la “historia
oficial”. El que dirige todo es este “Gran
Hermano” que vigila a toda la sociedad humana, tiene cámaras en las calles
y –a través del pensamiento único- logra dominar las mentes, las relaciones
interpersonales y la vida misma.
Como muchas otras novelas de su tiempo, como «el Mundo Feliz», de Aldous Huxley, Orwell
supo mostrar una enorme capacidad intuitiva, propia de los artistas, para interpretar
el “hacia dónde” se dirigen el mundo y la historia.
Pero esto no es solamente propio de la novela. En la literatura
bíblica tardía (Daniel), y en varios escritos elaborados entre los dos
testamentos (literatura de Qumrán, Jubileos, Libro de Henoc, Testamento de los
Doce Patriarcas) se encuentran los llamados “Vigilantes”. Estos son figuras angélicas (tanto benéficas como
maléficas). Es probable que la influencia de la idea se remonte a Persia, pero
hay elementos bíblicos, y relecturas de otros, que también llevan a esta
imagen. No es ajena a esto la presentación de Dios o de su “Gloria” como con muchos ojos, aludiendo
a su omnipresencia. Es interesante –por ejemplo- que en el libro del profeta
Ezequiel –el profeta es presentado como un “centinela”,
uno que debe mirar atentamente, y alertar a los deportados en Babilonia sobre
sus pecados.
En la Biblia cristiana, en los escritos de la segunda y
tercera generación empieza también a aludirse a los “vigilantes” con el sustantivo (y el verbo relativo) “episkopos”, de donde viene nuestro
término “obispo”. Estos son los que
deben “vigilar” por el bien de los
suyos. Por supuesto que los puede haber malos, de allí que en ciertas cartas
tardías (llamadas Pastorales) un discípulo de San Pablo da indicaciones de cómo
debe ser ese epískopo, y utilizando
imágenes de la literatura greco-romana, señalando que debe “vigilar bien su casa”. Que una “casa” sea ejemplar da honor al “amo de casa”, y ese tal puede aspirar a
participar de las asambleas, y hasta a gobernar la ciudad.
Pero la idea sigue andando.
En la película “La Red”
(The Net, 1995) interpretada por Sandra Bullock su personaje repite
insistentemente “todos estamos en la computadora”, tanto que logran cambiarle
la identidad y hacerla así desaparecer (simbólicamente expresado en su madre
con Alzheimer). Los que pretenden que todos caigan en dicha “Red” infectan diversos programas y
sitios –con crímenes incluidos- a fin de hacer creer a toda la sociedad que hay
un programa –que ellos proveen- inmune a que otros ataquen los sitios, cuando
en realidad ellos pueden así controlar todo. Algo semejante se encuentra en “El Show de Truman” (The Truman Show,
1998) con Jim Carrey en la que un gigantesco estudio de televisión dirigido por
“Christo” (sic) ve y dirige cada cosa
que Truman hace o piensa, pretendiendo impedirle la libertad ya que en su mundo
ficticio será feliz porque nada lo perjudicará, y todo estará siempre
monitoreado.
Los cables de WikiLeaks y –sobre todo- las revelaciones de
Eduard Snowden hicieron saber al mundo entero lo que no era desconocido, pero
con “pruebas en la mano” y es que el “Gran
Hermano” del norte espía a todos,
particularmente a los que pueden ser potenciales molestias. Pero la falta de
dignidad de varios dirigentes –particularmente europeos- hizo pensar que la
reacción fue “espíen pero que no me
entere”. Hasta el presente sólo Dilma Rousseff mostró seriedad y exigió
respeto. La actitud de varios dirigentes de esos países con el avión que
conducía al presidente de Bolivia, Evo Morales, mostró hasta qué punto pueden
ser genuflexos ante el poder de los EEUU los jefes de gobierno de potencias
centrales. Todos los personajes dizque importantes son espiados, no así la
plebe, por cierto, como ya Orwell lo señalaba: esta puede decir lo que quiera,
no hace falta controlarla, ya que no tiene incidencia ni importancia.
Y en una escala menor, el pensamiento único, que nos ha
llenado la cabeza con la “inseguridad” ahora propone llenar de cámaras todas las
ciudades. Dejemos de lado el fenomenal negocio que esto implica para
millonarios como un empresario de productos bélicos y un empresario de los
Medios, y preguntémonos si realmente queremos ser vigilados las 24 hs.
Porque las cámaras pueden vigilar si alguien nos roba, pero
también si dejamos la casa y esta queda vacía. ¿No? Y alguien controla esas
cámaras. ¿La “mejor policía del mundo”?
Muchos sabían que contratar garitas de seguridad privada en los
barrios era un riesgo. Porque los “vigiladores”
conocen todos nuestros movimientos. No sería la primera vez que empieza a haber
una serie de robos y asaltos más o menos violentos para que los vecinos se
decidan a poner “seguridad privada” (¿como en “La Red”?) y cuando alguno de esos vigiladores deja la agencia tiene
el campo recién arado para la siembra.
Sinceramente me pregunto si de verdad queremos –o nos
hicieron querer- que nuestro espacio esté plagado de cámaras. Porque ¿eso es
política de seguridad? En lo personal creo que la mejor política de seguridad
es el empleo digno y remunerado con justicia, creo que la mejor política de
seguridad es una buena educación, de calidad. Es verdad que no es “política” dedicarse a pintar postes y
paredes de colores, pero tampoco creo que sea política poner “camaritas”. Es verdad que algunos delitos
pueden esclarecerse, aunque no es menos cierto que los delitos principales no
ocurren en las calles. Y esa ¿no debería ser la “madre de todas las batallas”? También es verdad que hay un auge
importante de la droga. La cooptación de las policías de Santa Fe y Córdoba por
parte de los narcos es un indicio serio de esto. Y seguramente no han de ser
las únicas policías implicadas en esto. Y ¿esa policía va a ser la que maneja
las cámaras de seguridad? ¿O la van a manejar “privados” que ya han demostrado sobradamente que son capaces de
declarar guerras o botar a la calle a millones si les conviene económicamente?
Los vigilantes de los escritos de tiempos bíblicos pueden
ser “buenos” o “malos”, los “epíscopos”
también –y es evidente- y se presentan criterios de discernimiento, pero cuando
el vigilador es el que maneja el poder, como el Gran Hermano, o los drones, o
las pinchaduras telefónicas y espionaje electrónico, o cuando la política se
reduce a vigilar y todos son sospechosos, sinceramente creo que erramos el
camino, y nos compramos la “historia
oficial” del ministerio de la verdad. Si soy testigo de un delito, ¿debo
esperar que el Gran Hermano intervenga? ¿No es más razonable intervenir? Si veo
que asaltan una casa y no hago algo, ¿no soy cómplice de la inseguridad? Pero
después reclamo cámaras. No es casualidad que el índice de homicidios en
Argentina haya bajado desde el 2003 a la fecha cuando hubo políticas de
inclusión, de trabajo, de educación. Es por eso que creo que la mejor política
de seguridad no es ni “un crimen un
castigo” ni un “Massa te mira”,
es la inclusión social, el trabajo, la educación y enfrentar la corrupción
policial –cosa que no se hace en Buenos Aires tampoco, por cierto- para que uno
no tema ir a la comisaría a hacer una denuncia y se encuentre allí sentado al
asaltante con gorra.
Sinceramente, no quiero cámaras. No las quiero. Creo que es
empezar por el final. A lo mejor por eso –entre otras cosas- no voté a Massa.
Diseño tomado de agusrey.blogspot.com
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