martes, 29 de octubre de 2013

Vigilar y ser vigilado



Vigilar y ser vigilado

Eduardo de la Serna


Es conocido que el nombre del otrora exitoso programa de TV “Gran Hermano” está tomado de la importante novela (1949) de George Orwell llamada «1984». Allí “el ministerio de la verdad” debe ocuparse de destruir todo archivo existente que permita sostener una versión diferente de la “historia oficial”. El que dirige todo es este “Gran Hermano” que vigila a toda la sociedad humana, tiene cámaras en las calles y –a través del pensamiento único- logra dominar las mentes, las relaciones interpersonales y la vida misma.

Como muchas otras novelas de su tiempo, como «el Mundo Feliz», de Aldous Huxley, Orwell supo mostrar una enorme capacidad intuitiva, propia de los artistas, para interpretar el “hacia dónde” se dirigen el mundo y la historia.

Pero esto no es solamente propio de la novela. En la literatura bíblica tardía (Daniel), y en varios escritos elaborados entre los dos testamentos (literatura de Qumrán, Jubileos, Libro de Henoc, Testamento de los Doce Patriarcas) se encuentran los llamados “Vigilantes”. Estos son figuras angélicas (tanto benéficas como maléficas). Es probable que la influencia de la idea se remonte a Persia, pero hay elementos bíblicos, y relecturas de otros, que también llevan a esta imagen. No es ajena a esto la presentación de Dios o de su “Gloria” como con muchos ojos, aludiendo a su omnipresencia. Es interesante –por ejemplo- que en el libro del profeta Ezequiel –el profeta es presentado como un “centinela”, uno que debe mirar atentamente, y alertar a los deportados en Babilonia sobre sus pecados.

En la Biblia cristiana, en los escritos de la segunda y tercera generación empieza también a aludirse a los “vigilantes” con el sustantivo (y el verbo relativo) “episkopos”, de donde viene nuestro término “obispo”. Estos son los que deben “vigilar” por el bien de los suyos. Por supuesto que los puede haber malos, de allí que en ciertas cartas tardías (llamadas Pastorales) un discípulo de San Pablo da indicaciones de cómo debe ser ese epískopo, y utilizando imágenes de la literatura greco-romana, señalando que debe “vigilar bien su casa”. Que una “casa” sea ejemplar da honor al “amo de casa”, y ese tal puede aspirar a participar de las asambleas, y hasta a gobernar la ciudad. 

Pero la idea sigue andando.

En la película “La Red” (The Net, 1995) interpretada por Sandra Bullock su personaje repite insistentemente “todos estamos en la computadora”, tanto que logran cambiarle la identidad y hacerla así desaparecer (simbólicamente expresado en su madre con Alzheimer). Los que pretenden que todos caigan en dicha “Red” infectan diversos programas y sitios –con crímenes incluidos- a fin de hacer creer a toda la sociedad que hay un programa –que ellos proveen- inmune a que otros ataquen los sitios, cuando en realidad ellos pueden así controlar todo. Algo semejante se encuentra en “El Show de Truman” (The Truman Show, 1998) con Jim Carrey en la que un gigantesco estudio de televisión dirigido por “Christo” (sic) ve y dirige cada cosa que Truman hace o piensa, pretendiendo impedirle la libertad ya que en su mundo ficticio será feliz porque nada lo perjudicará, y todo estará siempre monitoreado. 

Los cables de WikiLeaks y –sobre todo- las revelaciones de Eduard Snowden hicieron saber al mundo entero lo que no era desconocido, pero con “pruebas en la mano” y es que el “Gran Hermano” del norte espía a todos, particularmente a los que pueden ser potenciales molestias. Pero la falta de dignidad de varios dirigentes –particularmente europeos- hizo pensar que la reacción fue “espíen pero que no me entere”. Hasta el presente sólo Dilma Rousseff mostró seriedad y exigió respeto. La actitud de varios dirigentes de esos países con el avión que conducía al presidente de Bolivia, Evo Morales, mostró hasta qué punto pueden ser genuflexos ante el poder de los EEUU los jefes de gobierno de potencias centrales. Todos los personajes dizque importantes son espiados, no así la plebe, por cierto, como ya Orwell lo señalaba: esta puede decir lo que quiera, no hace falta controlarla, ya que no tiene incidencia ni importancia. 

Y en una escala menor, el pensamiento único, que nos ha llenado la cabeza con la “inseguridad” ahora propone llenar de cámaras todas las ciudades. Dejemos de lado el fenomenal negocio que esto implica para millonarios como un empresario de productos bélicos y un empresario de los Medios, y preguntémonos si realmente queremos ser vigilados las 24 hs.

Porque las cámaras pueden vigilar si alguien nos roba, pero también si dejamos la casa y esta queda vacía. ¿No? Y alguien controla esas cámaras. ¿La “mejor policía del mundo”?

Muchos sabían que contratar garitas de seguridad privada en los barrios era un riesgo. Porque los “vigiladores” conocen todos nuestros movimientos. No sería la primera vez que empieza a haber una serie de robos y asaltos más o menos violentos para que los vecinos se decidan a poner “seguridad privada” (¿como en “La Red”?) y cuando alguno de esos vigiladores deja la agencia tiene el campo recién arado para la siembra. 

Sinceramente me pregunto si de verdad queremos –o nos hicieron querer- que nuestro espacio esté plagado de cámaras. Porque ¿eso es política de seguridad? En lo personal creo que la mejor política de seguridad es el empleo digno y remunerado con justicia, creo que la mejor política de seguridad es una buena educación, de calidad. Es verdad que no es “política” dedicarse a pintar postes y paredes de colores, pero tampoco creo que sea política poner “camaritas”. Es verdad que algunos delitos pueden esclarecerse, aunque no es menos cierto que los delitos principales no ocurren en las calles. Y esa ¿no debería ser la “madre de todas las batallas”? También es verdad que hay un auge importante de la droga. La cooptación de las policías de Santa Fe y Córdoba por parte de los narcos es un indicio serio de esto. Y seguramente no han de ser las únicas policías implicadas en esto. Y ¿esa policía va a ser la que maneja las cámaras de seguridad? ¿O la van a manejar “privados” que ya han demostrado sobradamente que son capaces de declarar guerras o botar a la calle a millones si les conviene económicamente?

Los vigilantes de los escritos de tiempos bíblicos pueden ser “buenos” o “malos”, los “epíscopos” también –y es evidente- y se presentan criterios de discernimiento, pero cuando el vigilador es el que maneja el poder, como el Gran Hermano, o los drones, o las pinchaduras telefónicas y espionaje electrónico, o cuando la política se reduce a vigilar y todos son sospechosos, sinceramente creo que erramos el camino, y nos compramos la “historia oficial” del ministerio de la verdad. Si soy testigo de un delito, ¿debo esperar que el Gran Hermano intervenga? ¿No es más razonable intervenir? Si veo que asaltan una casa y no hago algo, ¿no soy cómplice de la inseguridad? Pero después reclamo cámaras. No es casualidad que el índice de homicidios en Argentina haya bajado desde el 2003 a la fecha cuando hubo políticas de inclusión, de trabajo, de educación. Es por eso que creo que la mejor política de seguridad no es ni “un crimen un castigo” ni un “Massa te mira”, es la inclusión social, el trabajo, la educación y enfrentar la corrupción policial –cosa que no se hace en Buenos Aires tampoco, por cierto- para que uno no tema ir a la comisaría a hacer una denuncia y se encuentre allí sentado al asaltante con gorra.

Sinceramente, no quiero cámaras. No las quiero. Creo que es empezar por el final. A lo mejor por eso –entre otras cosas- no voté a Massa.


Diseño tomado de agusrey.blogspot.com

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