Fundamentalismos, slogans y clichés
Eduardo de la Serna
Días atrás, conversando con un
amigo le comentaba que me sentía incapaz de dar respuesta a un fundamentalista.
No solamente porque estos no suelen tener preguntas, sino certezas, sino porque
además pareciera que éste habla de perros cuando el tema de conversación es la
contaminación ambiental. Precisamente porque no tiene nada que ver, y sale un
tema totalmente ajeno es que me resulta imposible dar respuesta o plantear algo.
No porque no me interesen los perros, por cierto, sino porque el tema es la
contaminación ambiental. Sin duda que eso no significa –de ninguna manera- que
yo tenga razón, el tema no es ese sino los argumentos.
Precisamente por no tener
preguntas, los fundamentalistas tienen clichés, slogans y ese es su horizonte.
Si uno está hablando del “calentamiento
global” y le responden que un perro que se “calienta rápido es el rottweiler” no veo modo de seguir la
conversación.
Y esto ocurre en el día a día en
las conversaciones de temas religiosos o políticos. Y es evidente. Aparecen citas
bíblicas sacadas de contexto para “combatir”
los argumentos del otro, se recurren a clichés
que buscan “defender” sin siquiera
buscar entender lo que se ha dicho. Pienso –por ejemplo- en los grupos
católicos que “defienden” al Papa arrojando
al otro una cita bíblica tipo “tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, o algún principio
teológico mal comprendido, “lo eligió el
Espíritu Santo”, (lo mismo puede decirse de ciertos grupos evangélicos,
pero me parece sensato mirar primero la “propia
casa”). Me ha pasado –a veces- leer o escuchar comentarios críticos de
cosas que he escrito y quedarme con la sensación de que no leyeron siquiera lo
dicho; simplemente miraron una frase y “contraatacan”
con slogans.
Y me parece que lo mismo ocurre
en campos políticos. Donde aparecen los clichés tipo “la plata de los jubilados”, o “todos
los políticos son corruptos”, o que Fulano o Mengana son esto o aquello sin
más referencia que otro slogan o show televisivo.
Recuerdo la ironía de Carlos
Barragán en el inolvidable programa radial con Castelo cuando hacía la parodia
de una campaña política y el “Partido de
Izquierda Revolucionaria Argentina” se enfrentaba con el “Partido Argentino de Revolución de Izquierda”
y estos a su vez confrontaban con el “Partido
Revolucionario de Izquierda Argentina”; o la también ironía de la película “la Vida de Brian” en la que los grupos
revolucionarios estaban enfrentados con los romanos, pero más todavía con el grupo
revolucionario de al lado. Ver esa preocupante obsesión de los fundamentalistas
por la supuesta ortodoxia que llevó a que el MIR fuera activo responsable en la
caída de Allende y el golpe de Pinochet, o ver a sectores de la izquierda
argentina con la Sociedad Rural me resulta indicio preocupante del “triunfo de los slogans” por sobre los
argumentos.
Charlando una vez con el gran
teólogo catalán José Ignacio González Faus sobre las homeopáticas divisiones
que caracterizan a la izquierda me decía –hablando de esto, precisamente- “¿cuándo aprenderán algunos grupos a no
ocuparse tanto de la ortodoxia en bien de la ortopraxis?” (creo que fueron
sus palabras). Y no es muy difícil ver una vez más grupos antagónicos que
terminan oponiéndose a pasos concretos, a logros grandes o parciales, y
terminan favoreciendo a los Pinochet de turno en nombre de algún rottweiler; y usando
el slogan de la incondicional defensa de los empobrecidos sean funcionales al
sloganista Massa, al cliché de Clarín o al intento de “la Embajada” de romper la incipiente unidad latinoamericana.
Foto tomada de http://www.taringa.net/posts/info/14237682/Que-es-el-fundamentalismo.html
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