miércoles, 16 de octubre de 2013

Comentario 29C



Dios hará justicia a sus amigos

DOMINGO VIGESIMONOVENO - "C
20 de octubre

Eduardo de la Serna




Lectura del libro del Exodo     17, 8-13

Resumen: En el contexto en el que se muestra que Dios acompaña a su pueblo en el desierto alimentándole y dándole bebida, también se muestra que lo protege de sus enemigos. Pero Dios cuenta con sus amigos para ello. Moisés y su cayado serán la mediación que Dios elige para manifestar su cuidado de Israel. Sin ellos, pareciera que se desentiende de su pueblo.

Los amalecitas constituyen una tribu amenazadora que se ubica geográficamente en el sur (Gen 14,7; Num 13,29; 14,25; 24,20; Dt 25,17-19; 1 Sam 15,7; 2 Sam 15,2-3), aunque no necesariamente en un lugar fijo ya que parecen ser nómades. La fatiga de Moisés prepara lo que dirá en 18,18 lo que –a su vez- antecede la debilidad para seguir ejerciendo la autoridad. Así son presentados Jur y Josué como sus ayudantes, además de Aarón. Jur (24,14) –de quien se habla poco- será el abuelo de un artesano de la tribu de Judá (31,1-2; 35,30; 38,22) y Josué será su colaborador más cercano y finalmente su sucesor; aparece aquí por primera vez que en 24,13 será presentado como “ayudante” (cf. 33,11; Num 11,28; Dt 1,38), será enviado como explorador a la tierra (Num 13,16 donde se afirma que su nombre era Hosea y Moisés le cambió el nombre [“Yahvé salva”]), Moisés debe imponerle las manos porque en él está el espíritu (
Num 27,18; Dt 34,9) y sucesor de Moisés (Dt 3,28; 31,3.7.23)

El cayado / bastón de Moisés (Ex 4,2) era simplemente su cayado para el camino, pero Dios empieza a manifestar en él su poder (4,4-5), con él ha de hacer signos (4,17-20), con él realiza Moisés muchos de esos signos (= plagas; 7,15.19; 8,1.12; 9,23; 10,13) y con él se abre el mar para que pase su pueblo (14,16). Con él  Dios da agua a su pueblo en el desierto (17,5).

El tema de la acción divina y la cooperación humana queda resaltado. En realidad, el relato comienza con la entrada en escena de los amalecitas (v.8) y finaliza con la construcción de un altar y un dicho sobre el conflicto “de generación en generación” de Amalec e Israel (v.16) y esto debe quedar escrito en la bandera (el altar se llamará “Yahvé es mi bandera”). Toda esta última parte está omitida en el texto litúrgico, sin dudas para resaltar la semejanza con el Evangelio del día. Sin embargo la conclusión con la edificación del altar es coherente con la imagen sacerdotal que se muestra de Moisés.

Se ha destacado –con razón, probablemente- que el texto parece fuera de lugar, ya que Moisés aparece como viejo y debilitado, lo que no es coherente con lo que presenta el contexto y eso es de esperar para más adelante; del mismo modo que el contexto geográfico. Amalec no parece enemigo de las tribus del sur de Israel (Judá, por ejemplo), pero tiene sentido teológico ya que el relato muestra a un Dios que cuida a su pueblo alimentándolo (Ex 16), dándole bebida (Ex 17,1-7), y también protegiéndolo de sus enemigos (17,8-16). Como Abraham (Gen 12,7; 13,18) y como Jacob (28,16-22) construye un altar. No es un altar mandado por Dios (como se esperaría en la tradición sacerdotal) sino de homenaje del patriarca y por decisión propia.

El texto parecería casi mágico ya que son las manos en alto y el cayado las que hacen que Israel venza en la batalla; como si no importara tanto la oración en sí misma, cuanto la postura corporal. Evidentemente, alzar la mano es la actitud de la oración (Gen 14,22; Sal 44,21; 134,2; también la del juramento, Ez 20,28; Dn 12,7). En Ex 14,16 nuevamente las manos alzadas de Moisés y el cayado obran prodigio, en este caso la separación de las aguas del mar; en Num 20,11 hacen brotar agua de la roca. Sin dudas el texto intenta resaltar ambos elementos: tanto la actitud del mediador, Moisés que Dios pareciera “necesitar”, cuanto el obrar de Dios sin el cual el pueblo no puede subsistir.


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     3, 14-4, 2

Resumen: Pablo deja a Timoteo como su sucesor. Debe continuar su obra de predicador en la comunidad, ahora predicando una doctrina y una enseñanza ya corporizada a una comunidad que tiene problemas con falsos maestros.

Como se ha dicho en comentarios anteriores, las cartas llamadas Pastorales constituyen un peldaño en la organización y estructuración de las comunidades cristianas. Ha pasado ya mucho tiempo, los ministerios empiezan a solidificarse, lo mismo que la doctrina. Ya es más claro quiénes somos y quienes no son de los nuestros, ya hay una “doctrina” y –por lo tanto- consciencia de qué teología no es “ortodoxa”. 

La unidad literaria de 2 Tim empieza en 3,1 señalando lo que ocurrirá “en los últimos tiempos” y su característica  será la dificultad, especialmente por parte de quienes “se introducirán” en las comunidades. Su vida y su enseñanza es algo delo que Timoteo debe estar alerta. De allí que el autor insista en “tú, en cambio” (3,10.14; 4,5; cf. 1 Tim 6,11; Ti 2,1). Lo que se dice en todos estos casos es –precisamente- en contraste con los “falsos”: “huye de esas cosas” (1 Tim 6,11), “enseña lo que es conforme a la sana doctrina” (Ti 2,1); “tú, me has seguido” en enseñanzas y actitudes (2 Tim 3.10), “pórtate” coherentemente. Aquí, alude a la perseverancia y la doctrina. Como se ve, en todos los casos se refiere al contraste con los “falsos maestros” que son un signo que la tercera generación cristiana vivió con preocupación. En este caso, el primer “ti, en cambio” hace referencia al pasado de Timoteo, mientras que el segundo hace referencia a su futuro.

Es interesante notar las palabras clave de esta unidad: “aprender” (emathes, [de donde viene mathêtês, discípulo] v.14 x2), “creer” (pistoô, v.14), conocer (v.14.15, oida), “sagradas letras” (hiera grammata, v.15), que “puede” (v.15, dynámena), sabiduría (sofízô, v.15), “salvación” (v.15, sôtería), “fe” (v.15, pistis), “escritura” (v.16, grafê), “inspirada por Dios” (v.16, theopneustos), “útil” (v.16, ôfélimos), “corregir” (v.16, epanôrtosin), “educar” (v.16, paideía), “justicia” (v.16, dikaiosynê), “perfecto” (v.17, ártios), “hombre de Dios” (v.17, theou ánthrôpos), “obra buena” (v.17, érgon agatòn), “perfecto” (v.17, exartizô), “testimonio” (4,1, diamartyromai), “proclama” (4,2, kêryssô), “palabra” (lógos, 4,2), “insiste” (epístêthi, 4,2), “examina” (4,2, élegxon), “amenaza” (4,2, epitimáô), “exhorta” (4,2, parakaléô), paciencia” (4,2, makrothymía), “instrucción” (4,2, didajê). Como puede verse, la unidad está cargada de sentidos en orden a la fe y la enseñanza. Todo esto está sostenido por 4,1: “delante de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a los vivos y muertos, y la manifestación de su reino”.

Los elementos principales aquí son la enseñanza y las Escrituras. La enseñanza del apóstol –como se ha dicho- ya tiene un cierto “cuerpo” y es vista como una “doctrina”, o un “depósito”; las “sagradas escrituras” (así las llama Flavio Josefo al hablar del libro de Daniel, hierois grammasin) se refiere a la Biblia judía, aunque releída cristianamente. Recién tardíamente se empezó a hablar de “escrituras” para referir a escritos “cristianos”; y sólo una vez en el NT: cf. 2 Pe 3,16 (“grafàs). Pero toda esta lista de elementos, tienen como objetivo que el “hombre de Dios” esté capacitado y preparado perfectamente para hacer perfectamente el bien”, esto refiere a la responsabilidad del dirigente de la comunidad. Moisés es el “hombre de Dios” (Dt 33,1; Jos 14,6; 1 Cr 23,14; 2 Cr 30,16; Esd 3,2; Sal 90,1 (también los profetas, como Elías (1 Re 17,24), Eliseo (2 Re 4,9); es posible que el uso aquí y en 1 Tim 6,11 atribuya a Timoteo lo que se afirma de Moisés como parece ocurrir en otras ocasiones (lo señalamos sobre la imposición de manos (cf. Dt 34,9).

Por eso Pablo “encomienda vivamente” (diamartyromai; cf. 1 Tim 5,21; 2 Tim 2,14) a que Timoteo siga su ejemplo como su sucesor. De allí los verbos en imperativo. Son verbos relacionados con la palabra, ya que Timoteo –como Pablo- debe hacerse cargo de la comunidad por medio de su enseñanza y predicación.


+ Evangelio según san Lucas     18, 1-8

Resumen: En un nuevo “de menor a mayor”, Lucas muestra en una parábola que un juez corrupto es capaz de hacer justicia ante la insistencia de una viuda. ¡Cuánto más! hará Dios por los suyos, su pueblo. 


El texto comienza señalando que “les decía” (18,1). El último sujeto del encuentro con Jesús fueron “los discípulos” (17,22; ver v.37), por tanto es a ellos a quienes se dirige la parábola, que es exclusiva de Lucas. Parábola que señala expresamente su intencionalidad (como lo hará la siguiente, v.9): para que ellos rezaran siempre y no aflojaran. Ya sabemos la importancia que Lucas da a la oración en su evangelio, mostrando con frecuencia a Jesús en oración en los momentos importantes de su ministerio y los discípulos (3,21; 5,16; 6,12.28; 9,18.28; 11,1-2; 22,41.46; 23,36.46; Hch 1,14; 2,42; 3,1; 6,4.6; 10,4.9.30-31; 12,5.12; 16,13.16.25; 20,36; 21,5; 22,17; 28,8). La parábola no es una de las características de dos personajes, ya que en ese caso se contrastarían las dos actitudes, y aquí se pretende mostrar la importancia de la insistencia. La parábola señala que se “debe” (deî) rezar; este deber está relacionado al deseo de Dios

El caso está puesto en un nuevo qal wahomer (“de menor a mayor”) que recuerda la parábola del “administrador deshonesto” que comentamos días atrás (16,1-13). Podríamos resumirla de este modo: si un deshonesto hace estas cosas, cuánto más hará Dios; del mismo modo, Jesús invita expresamente a hacer esa comparación (16,8; 18,6). 

El término clave de la parábola es “justicia” (o “adversario”, v.3; “injusticia”, v.6) ya que se trata de un juez, y de lo que la viuda espera, pero también se incorpora a la conclusión: se destaca que Dios “hará justicia” (18,6.7), no que dará lo que se le pide. Como también es habitual en las parábolas de Lucas, un personaje cambia de actitud después de “entrar en sí mismo”. El monólogo ocupa un lugar en su narrativa (16,3; ver 12,17; 15,17). Este juez es presentado como inescrupuloso y no religioso (“sin temor de Dios”); y la falta de “respeto” por los hombres se entiende como sin vergüenza (ver Ex 10,16; cf. 1 Cor 4,4; 2 Tes 3,14; Ti 2,8; Mt 21,37; Mc 12,6); es decir, se desentiende de los dos mandamientos principales de la Ley (cf. 10,27).

El juez se dice a si mismo algo insólito: “no temo a Dios ni respeto a los hombres”, pero el acento está puesto en el contraste dado con que finalmente “hará justicia”, aunque no sea por “respeto a la viuda”, o por “temor de Dios”; no hay imagen alguna de arrepentimiento. Lo que cuenta es que la viuda (personaje símbolo del desamparo en la literatura bíblica; cf. Ex 22,2; Dt 10,18; 14,29; 16,11.14; 24,19-21; 26,12-13; Sal 68,6; 93,6; 146,9; Is 1,17.23; Jer 22,3; Lam 1,1) recibirá aquello que ha pedido: “hazme justicia” (v.3), “le haré justicia” (v.5). Los detalles se eliminan (nombre de la ciudad, causa del conflicto que mueve a la viuda…) a fin de que su insistencia quede en primer lugar. Lo cierto es que en Israel cualquier juez temeroso de Dios se ocuparía fervientemente por la justicia de los desamparados como es el caso de una viuda: No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda” (Dt 24:17); “¡Maldito quien cometa injusticia con el emigrante, el huérfano o la viuda!, y todo el pueblo responderá: ¡Amén!” (Dt 27:19). 

En los sinópticos, el “juez” se encuentra en el documento Q (Mt 5,25 / Lc 12,58 y Mt 12,27 / Lc 11,19) y en la fuente propia de Lucas (12,14; 18,2.6; cf. Hch 10,42; 13,13,20; 18,15; 24,10 referido habitualmente a los magistrados locales). Nunca en Marcos, o Juan, ni en Pablo (una vez en 2 Tim y Heb y x4 en Santiago). Las “viudas”, se destacan en Mc 12 (vv.40.42.43) y son importantes en Lucas (x9: 2,37; 4,25.26; 7,12; 18,3.5; 20,47; 21,2.3; y Hch 6,1; 9,39.41; nunca en Mateo y Juan, solo x1 en Pablo, Santiago y Apocalipsis, x6 en 1 Tim). 

El verbo “molestar” (paréjô) se vuelve a encontrar en la parábola del amigo nocturno (11,7) que tiene una intencionalidad semejante (una vez más Lucas destaca un varón y una mujer en textos paralelos; cf. 2,33.36; 4,25.27; 13,18.20; 15,4.8). La segunda parte  “que no venga a agredirme” (hypôpiazein) puede entenderse incluso violentamente (cf. 1 Cor 9,27; golpear en el ojo y dejarlo negro). Sin duda que si eso ocurriera, la reputación del juez quedaría seriamente dañada y vería amenazado su cargo. El riesgo de perder su honor no es ajeno a su cambio de actitud.

Jesús llama la atención en el obrar del juez, a pesar que el personaje es la viuda (aquí el kal wahomer). De hecho, no dice cómo debemos comportarnos nosotros ante Dios en la oración, sino cómo se comporta él en nuestra oración. 

La conclusión –que es el fruto de la oración insistente- es que Dios “hará justicia” a sus “elegidos” (pregunta que supone “¡sí!” por respuesta) ya que “claman” (Dios no permanece jamás indiferente ante el grito del dolor; Ex 8,12; 15,25; Núm 12,13), que en este caso es continuo (“día y noche”; cf. 2,37; Hch 9,24; 20,31; 26,7). ¿Los hará esperar? ¡No! (pregunta que supone “¡no!” por respuesta). El verbo “makrothymeô puede entenderse de diferentes modos en este caso (cf. Mt 18,26-29; 1 Tes 5,14; Sgo 5,7-8; Rom 2,4; 9,22;  Ef 4,2; 1 Tim 1,16; 1 Pe 3,20; 2 Pe 3,9.15). La primera parte del v.8 invita a contrastarlo con este en el sentido de la doble pregunta que presentamos. 

Les “hará justicia” pronto (tájei; única vez en los Evangelios; x3 en Hch; también puede ser “de pronto” en el sentido de “imprevistamente”). El retardo del juez (a la espera narrativa de la insistencia de la viuda) ilustra el retardo de la “justicia” (= salvación) de Dios. 

La conclusión –o el dicho final- es sorpresivo y no parece tener relación con la parábola: “Cuando venga el hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.

Ambos temas, la venida y la fe son temas que se encuentran en las perícopas anteriores (17,22-37); es posible que estuviera unido a ellas cuando Lucas incorpora aquí la parábola. De este modo, ésta ya no es solamente una parábola sobre la oración, sino una invitación a no desfallecer (v.1) en esto (2 Tes 3,13; Ef 3,13; Ga 6,9; 2 Cor 4,1.16), aunque Jesús demore en venir (la tardanza en la Venida de Jesús parece un tema que Lucas tiene en cuenta). La fe es presentada como aquello que Jesús espera encontrar en sus “elegidos” [palabra poco frecuente, cf. Is 42,1; cf. Lc 9,35 (var.); 23,35]; cf. 6,13; Hch 1,2.24; 6,5; 15,7.22.25 donde el verbo “elegir” hace referencia al servicio de algunos en la comunidad. Es interesante que Israel, el pueblo “elegido” (cf. 1 Sam 2,9) es comparado con una “viuda” (Is 54,4). El término parece tener uso eclesiológico.


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